<p>El Movistar Arena de Madrid abrió de par en par la caja de los recuerdos:<strong> lo que robó el Amante Bandido lo ha devuelto esta noche Miguel Bosé.</strong> Los de las tonsuras y las de las melenas de papel de aluminio y pincel han recuperado una juventud que nunca vieron marcharse de la mano del vitriólico artista.</p>
Tras 8 años sin pisar los escenarios, un mesiánico artista se reúne con el público en Madrid y lo rinde a sus pies a golpe de recuerdos
El Movistar Arena de Madrid abrió de par en par la caja de los recuerdos: lo que robó el Amante Bandido lo ha devuelto esta noche Miguel Bosé. Los de las tonsuras y las de las melenas de papel de aluminio y pincel han recuperado una juventud que nunca vieron marcharse de la mano del vitriólico artista.
Tendrían que haber visto a las señoronas desmelenarse con Bambú, a los boomers contagiados de esa necesidad de sus hijos y sus nietos por alzar las pantallas -en horizontal, claro- para inmortalizar temazos que incumben a varias añadas como Creo en Ti, Te Amaré, Sevilla, Don Diablo o El Hijo del Capitán Trueno. El Super Supermán de las adolescentes ochenteras fue también el Papito de las veinteañeras de hoy y el recinto entero ha coreado cada canción como si no fueran a volverlo a ver en vivo nunca más.
Pequeña pausa. Rebobinemos.
Bosé acaba de repatriarse a sí mismo a su jurisdicción, que son los escenarios, tras ocho años de parón musical frente al abismo de una disfonía y satirizado sin reservas. Pero el intérprete ha mudado la piel para exhibir al prócer del pop en español en su versión más nítida.
«La lealtad es sólida como el granito. Gracias por haberme acompañado durante estos casi 50 años, Madrid. Mi casa, mi corazón, el suelo de mis raíces. Pensé en algún momento que tal vez no iba a volver, pero aquí estoy para recuperar el tiempo perdido», ha confesado esta noche entre toses y algún gallo que revelaron la todavía latente necesidad de cuidar las cuerdas vocales.
Quizás por eso ha delegado a veces en sus coristas y en el público. Sin problema: más de 30 millones de discos vendidos empadronaron sus temas en la memoria imperecedera de la música española. Así aullaban todos al son de los temas como si fuera su única misión. Hubiera bastado con los coros de Nena -«y dime sí, sí»- para acreditarlo, parecían súplicas mientras le jaleaban los desvistes y travesuras de cuñado con que acompañó la letra.
En puridad, ha rivalizado Papito en atractivo con el papita sorrentiniano que interpretó Jude Law en The New Pope, vestido de un blanco impoluto, que cambiaría después por dos looks monocolor en rojo y luego amarillo. Cómo se ha gustado siempre -como sólo se encantan las divas y los buenos toreros- el hijo de Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín. Y ¡cómo ha bailado y animado a su público durante Sereno, Duende o Aire! Pedían todos los hombres del foso una taza de lo que le hubieran dado al artista para moverse de esa manera a sus 69 años…
Además de sus pasos prohibidos, todavía impresiona más que Bosé lleve rodando desde el pasado 27 de febrero. La gira Importante arrancó en México, donde reside el cantante y todo apunta a que su recorrido por España sea un éxito total: el clima desértico de la capital dio relevo a la canícula murciana, bajo la que inició la pata española del tour, sin impedirle dar un show en mayúsculas, como el que seguro brindará en las 10 citas que aún tiene por delante en nuestro país.
Contaba el intérprete en una entrevista con este diario que había una escisión entre Miguel y Bosé. «Es imposible explicarlo, lo tienes que ver tú», dijo. Visto y anotado: serán distintos, pero hay mucho Miguel en Bosé. Tanto, que el cantante no ha obviado sus ya famosas arengas y prologó Nada particular clamando por la paz: «La guerra seguirá mientras siga siendo un negocio. Os pido que juntemos nuestras fuerzas ciudadanas y que exijamos a los políticos y representantes que nos devuelvan ese derecho que se llama paz», ha pedido.
«Vamos a continuar el viaje que dejamos colgado hace mucho tiempo. Os pido prestadas las canciones que han tenido atrapado el recuerdo que agarraron en el origen», ha explicado el cantante.
Hablando de recuerdos, imposible no acordarse de Bimba Bosé cuando los sintetizadores de Como un lobo han comenzado a sonar. También durante sus versos, porque Miguel Bosé -puede que por su afección en la voz- cambiaba el tono. Pero no importó demasiado. Hacer por hacer, Amiga u Olvídame Tú, han rendido al público a sus pies, deshecho en vítores, ovaciones y gritos de «guapo» y «torero».
Tomaron cuerpo los recuerdos de la mano de Morena Mía, Si tú no vuelves y Amante Bandido. Coreadas con la fuerza de un órgano catedralicio al tiempo que todo el mundo miraba a Miguel Bosé embelesado y acompasaba sus brazos a la marea de manos que se levantaron en el aire. Palmas, saltos, besos y bailes, todo lo importante en un mismo instante, sintetizado en una sola frase a golpe de recuerdo: «Me perderé en un momento contigo, por siempre». Amén.
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