Las críticas de teatro y danza de la semana: Lola Herrera en el apogeo del ‘apartheid’, el significado del silencio en Pinter y la abrumadora coreografía de Sharon Eyal

El dramaturgo Athol Fugard, fallecido el 8 de marzo pasado, a los 92 años, escribió una treintena de obras que reflejaron la segregación implantada en su país, el temido y brutal apartheid, inspirado en las leyes de Núremberg del Partido Nacionalsocialista de Hitler y en las leyes de Jim Crow de Estados Unidos. Entre las obras de Fugard destaca Camino a La Meca, en cartel en el Teatro Bellas Artes de Madrid estos días con un montaje de Claudio Tolcachir. Interpretan los papeles protagonistas Lola Herrera, radiante y ovacionada tras la representación, Natalia Dicenta y Carlos Olalla. Helen (Herrera), es una anciana de la minoría bóer, de origen holandés, que ha perdido contacto con su comunidad, vive apartada y dedicada a un museo de figuras que miran a La Meca. “Esa Meca anímica hacia la que se orienta la artista, simboliza la búsqueda de la libertad de la mayoría negra”, nos explica Javier Vallejo en su reseña de la obra.

“Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina dicen tanto o más cuando callan que cuando hablan”, nos explica Raquel Vidales en su reseña de Viejos tiempos, la obra de Harold Pinter que se ha montado Beatriz Argüello en La Abadía. Y es porque, apunta la experta, el teatro de Pinter se caracteriza por un catálogo de acotaciones —pausa, pausa ligera, pausa larga, silencio, silencio largo…— que sirven para que el espectador vislumbre “una especie de envés del mundo”, desgarrones en la representación que hay que llenar de significado a base de buenos actores del silencio. Alterio, Belenguer y Molina lo consiguen.

En el capítulo de danza, Mercedes L. Caballero ha asistido a la representación del espectáculo Into the Hairy, de la israelí Sharon Eyal, exbailarina de la famosa Batsheva Dance Company y consolidada coreógrafa de ámbito internacional a cargo, junto a Gai Behar, de su propia compañía, S-E-D Dance Companya. Un espectáculo en el que “nada es gratuito. Todo está absolutamente medido. Y, sin embargo, el conjunto respira una naturalidad (fantasmagórica, eso sí) apabullante”, asegura Caballero en su reseña.

Seguir leyendo

 El dramaturgo Athol Fugard, fallecido el 8 de marzo pasado, a los 92 años, escribió una treintena de obras que reflejaron la segregación implantada en su país, el temido y brutal apartheid, inspirado en las leyes de Núremberg del Partido Nacionalsocialista de Hitler y en las leyes de Jim Crow de Estados Unidos. Entre las obras de Fugard destaca Camino a La Meca, en cartel en el Teatro Bellas Artes de Madrid estos días con un montaje de Claudio Tolcachir. Interpretan los papeles protagonistas Lola Herrera, radiante y ovacionada tras la representación, Natalia Dicenta y Carlos Olalla. Helen (Herrera), es una anciana de la minoría bóer, de origen holandés, que ha perdido contacto con su comunidad, vive apartada y dedicada a un museo de figuras que miran a La Meca. “Esa Meca anímica hacia la que se orienta la artista, simboliza la búsqueda de la libertad de la mayoría negra”, nos explica Javier Vallejo en su reseña de la obra.“Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina dicen tanto o más cuando callan que cuando hablan”, nos explica Raquel Vidales en su reseña de Viejos tiempos, la obra de Harold Pinter que se ha montado Beatriz Argüello en La Abadía. Y es porque, apunta la experta, el teatro de Pinter se caracteriza por un catálogo de acotaciones —pausa, pausa ligera, pausa larga, silencio, silencio largo…— que sirven para que el espectador vislumbre “una especie de envés del mundo”, desgarrones en la representación que hay que llenar de significado a base de buenos actores del silencio. Alterio, Belenguer y Molina lo consiguen.En el capítulo de danza, Mercedes L. Caballero ha asistido a la representación del espectáculo Into the Hairy, de la israelí Sharon Eyal, exbailarina de la famosa Batsheva Dance Company y consolidada coreógrafa de ámbito internacional a cargo, junto a Gai Behar, de su propia compañía, S-E-D Dance Companya. Un espectáculo en el que “nada es gratuito. Todo está absolutamente medido. Y, sin embargo, el conjunto respira una naturalidad (fantasmagórica, eso sí) apabullante”, asegura Caballero en su reseña. Seguir leyendo  

El dramaturgo Athol Fugard, fallecido el 8 de marzo pasado, a los 92 años, escribió una treintena de obras que reflejaron la segregación implantada en su país, el temido y brutal apartheid, inspirado en las leyes de Núremberg del Partido Nacionalsocialista de Hitler y en las leyes de Jim Crow de Estados Unidos. Entre las obras de Fugard destaca Camino a La Meca, en cartel en el Teatro Bellas Artes de Madrid estos días con un montaje de Claudio Tolcachir. Interpretan los papeles protagonistas Lola Herrera, radiante y ovacionada tras la representación, Natalia Dicenta y Carlos Olalla. Helen (Herrera), es una anciana de la minoría bóer, de origen holandés, que ha perdido contacto con su comunidad, vive apartada y dedicada a un museo de figuras que miran a La Meca. “Esa Meca anímica hacia la que se orienta la artista, simboliza la búsqueda de la libertad de la mayoría negra”, nos explica Javier Vallejo en su reseña de la obra.

“Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina dicen tanto o más cuando callan que cuando hablan”, nos explica Raquel Vidales en su reseña de Viejos tiempos, la obra de Harold Pinter que se ha montado Beatriz Argüello en La Abadía. Y es porque, apunta la experta, el teatro de Pinter se caracteriza por un catálogo de acotaciones —pausa, pausa ligera, pausa larga, silencio, silencio largo…— que sirven para que el espectador vislumbre “una especie de envés del mundo”, desgarrones en la representación que hay que llenar de significado a base de buenos actores del silencio. Alterio, Belenguer y Molina lo consiguen.

En el capítulo de danza, Mercedes L. Caballero ha asistido a la representación del espectáculo Into the Hairy, de la israelí Sharon Eyal, exbailarina de la famosa Batsheva Dance Company y consolidada coreógrafa de ámbito internacional a cargo, junto a Gai Behar, de su propia compañía, S-E-D Dance Companya. Un espectáculo en el que “nada es gratuito. Todo está absolutamente medido. Y, sin embargo, el conjunto respira una naturalidad (fantasmagórica, eso sí) apabullante”, asegura Caballero en su reseña.

Seguir leyendo

 EL PAÍS

Interesante