Costa- Gavras: «Vivimos en la dictadura de los millonarios»

<p>With you, anything, anytime, anywhere…». Con esta frase cuenta Costa-Gravas (Atenas, 1933) que le saludó Elizabeth Taylor justo después de la ceremonia de los Oscar en la que conoció a Frank Capra y donde a su vez Gregory Peck le confesó que a punto estuvo de ganar el Oscar a mejor película. Ésta e infinidad de otras tantas anécdotas al lado de sus inseparables Yves Montand, Simone Signoret, Jorge Semprún y Chris Marker salpican las apasionantes memorias Ve adonde sea imposible llegar -testimonio vivo de más de un siglo- recientemente traducidas al español y publicadas originalmente en 2018. A su modo, el libro ofrece un prólogo irónico y casi perfecto al último estreno del director francés de origen griego responsable de títulos míticos como Z, La confesión, Missing (Desaparecido) o La caja de música. El último suspiro, su «película actual, que no última» (como le gusta puntualizar), habla sobre la muerte y, de forma indefectible, sobre la memoria. Memoria y muerte como los materiales que conforman la vida de 92 años ya de Costa-Gavras. Con él… «todo, en cualquier momento, donde sea…».</p>

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 El director de origen griego estrena ‘El último suspiro’ poco después de la publicación en español de su autobiografía ‘Ve adonde sea imposible llegar’  

«With you, anything, anytime, anywhere…». Con esta frase cuenta Costa-Gravas (Atenas, 1933) que le saludó Elizabeth Taylor justo después de la ceremonia de los Oscar en la que conoció a Frank Capra y donde a su vez Gregory Peck le confesó que a punto estuvo de ganar el Oscar a mejor película. Ésta e infinidad de otras tantas anécdotas al lado de sus inseparables Yves Montand, Simone Signoret, Jorge Semprún y Chris Marker salpican las apasionantes memorias Ve adonde sea imposible llegar -testimonio vivo de más de un siglo- recientemente traducidas al español y publicadas originalmente en 2018. A su modo, el libro ofrece un prólogo irónico y casi perfecto al último estreno del director francés de origen griego responsable de títulos míticos como Z, La confesión, Missing (Desaparecido) o La caja de música.El último suspiro, su «película actual, que no última» (como le gusta puntualizar), habla sobre la muerte y, de forma indefectible, sobre la memoria. Memoria y muerte como los materiales que conforman la vida de 92 años ya de Costa-Gavras. Con él… «todo, en cualquier momento, donde sea…».

Pienso en su película Amen, sobre la leyenda negra del papa Pío XII y su silencio ante el nazismo, y me pregunto si algo de aquello queda aún en la Iglesia de hoy que ha visto la muerte del último pontífice.
Entonces el papa se comportó como un emperador. Para la Iglesia fue un tiempo de sumisión y Pío XII se equivocó al no reaccionar ante asuntos que conocía bien. Sin embargo, este último papa sí que creo que ha sido bueno y ha hecho cosas importantes. Ha sido un papa mundano y muy moderno. Francisco aceptó la homosexualidad y eso ha sido una bomba para la Iglesia. Imagino que no ha hecho todo perfecto, pero es consecuencia de que no está solo.
En su libro reciente de memorias, cuenta su experiencia de emigrante en Francia. ¿Qué reflexión le merece el debate actual sobre la emigración?
No creo que se pueda hacer un paralelismo entre un momento histórico y otro. Lo que sí es cierto es que bastaría un poco de organización para que no fuera problema alguno. Europa necesita emigrantes. Y no solo para hacer los trabajos que los europeos no queremos hacer, sino por simple cuestión demográfica. Además, no se puede dar la espalda o evitar algo que, lo queramos o no, va a suceder. La emigración va a existir siempre.
No parece que el auge de la extrema derecha sintonice con su reflexión…
Es extraño el tiempo que vivimos. Tras la guerra mundial vivimos distintas versiones de dictaduras soportadas por militares en todo el mundo. Y el resultado fue catastrófico desde cualquier punto de vista. Después de gente como Stalin, ha quedado claro que no funcionan. Quizá esté en la naturaleza humana el ansia por dominar a los demás y quizá estemos condenados a soportar liderazgos insensatos por los siglos de los siglos sin que importe en absoluto el beneficio común, para todo el pueblo, que debería ser la única motivación. Pienso en el ministro del Interior de Francia, cada vez más cerca de la extrema derecha, y es de una vulgaridad tremenda. Quizá hayamos pasado de dictaduras soportadas por militares a dictaduras soportadas por millonarios. Tal vez vivamos en la dictadura de los millonarios.
¿Le ha decepcionado Europa?
Muchos soñábamos con una Europa de la cultura, de las letras… Y lo que nos ha quedado es exclusivamente una Europa de la economía. Nos estamos alejando de la idea que arma y encarna Europa. Pienso en las becas Erasmus, por ejemplo, que me parecen un invento fantástico. Debería haber becas Erasmus no solo para los jóvenes universitario, sino para todas las clases sociales, para obreros, para granjeros… Así sí se conseguiría tal vez una Europa común, una Europa que ahora mismo está moribunda o muy cerca de morir.
Todo su cine, hasta su última película, es profundamente político y, sin embargo, los resultados no parecen acompañar… ¿Se siente decepcionado?
En absoluto. Lo primero es que todo cine es político. Y luego, sí que creo que a sociedad avance. El problema es que lo hace a pasos muy pequeños. Tal como estamos, a veces pienso que, comparado con el presente, la Guerra Fría quizá se puede considerar un buen periodo. Ahora mismo es una locura, estamos en la peor situación imaginable con dos guerras a las puertas de Europa. Y eso es por culpa esencialmente de Estados Unidos. No necesariamente de Trump. Por desgracia, empezó antes. ¿Por qué ese empeño de ser más grande, más importante…? ¿Por qué? Es lo que decía antes de la naturaleza humana.
Tanto las memorias como el título de su última película suenan a despedida…
No. Hablemos mejor de película actual. Por lo demás, la memoria siempre está ahí, porque la memoria, independientemente de la edad, es la que abre el camino. Se actúa siempre en función de lo malo o bueno que se ha hecho en la vida.
El siglo XX fue el siglo del sexo y el XXI es el de la muerte. Esa tesis la ha comentado en más de una ocasión…
Sí, la muerte no solo es inevitable, ahora mismo pensar en ella es una necesidad. En 30 años vamos a tener 200.000 personas con cien años. Y cada vez habrá más gente considerada no productiva por la sociedad. Tenemos que enfrentar a ese dilema. Hay que aceptar la muerte, y eso es algo que no hacemos.
El último suspiro obvia la religión…
Hablamos un poco. Pero muy poco porque es un asunto muy complicado. En verdad, más allá de algo de consuelo, la religión ofrece muy poco a la vida. Los pobres siguen siendo pobres, los enfermos siguen enfermos, los viejos se hacen viejos igual… Quita un poco el miedo, pero nada más.
¿Es el arte un sustituto de la religión?
Sí, pero no porque transcienda la realidad ni nada de eso, sino por justo lo contrario, porque permanece entre nosotros y establece una relación espiritual entre los seres humanos.
Buena parte de las personas que han ocupado su vida y sus memorias han desaparecido. ¿Se siente solo?
Es una pérdida enorme. Pienso en mi gran amigo Jorge Semprún, un personaje misterioso cuando le conocí y que fue, en verdad, un hombre de una calidad enorme. Pero para eso está, precisamente, la memoria, para habitar con lo bueno de las personas buenas que han ocupado tu vida.

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