Las máquinas suelen aceptar la gran mayoría de los peones que su rival humano les regala a cambio de compensaciones inconcretas, que tienen algo de etéreas, como iniciativa, mejor desarrollo, mayor armonía de las piezas o ataque a medio plazo. Lo normal es que se coman ese peón y luego se defiendan con perfección, lo que exige que el ataque sea también perfecto para mantener la compensación. A los humanos acostumbrados a sufrir ante esos monstruos luego les cuesta mucho jugar un gambito de apertura frente a adversarios de carne y hueso.
Sin embargo, en esa reflexión falta un matiz esencial para adoptar el criterio correcto. Una entrega de peón muy analizada por la teoría sí puede ser de alto riesgo, por la alta probabilidad de que el oponente haya estudiado esos análisis y reaccione con la precisión de una máquina. Pero otra situación muy distinta es regalar un peón para acelerar el desarrollo en una posición poco analizada, como ocurre en la partida de este vídeo, entre dos aficionados de alto nivel, en 1932. Lo que ocurre en ella sigue siendo válido hoy como idea general, en posiciones poco trilladas: Ramón Tramoyeres triunfa con gran brillantez porque su rival, Valentín Marín, cae en un error de concepto muy frecuente también en el siglo XXI: da prioridad a privar a Tramoyeres de la pareja de alfiles cuando era mucho más importante acelerar el desarrollo. Es verdad que más tarde también comete un error táctico que acelera el desenlace; pero lo análisis demuestran que, incluso sin él, la idea con riesgo de Tramoyeres estaba plenamente justificada.
Aunque la influencia del entrenamiento con computadoras muy potentes reprime el juego alegre, los gambitos en la apertura siguen teniendo tanto sentido como hace un siglo
Las máquinas suelen aceptar la gran mayoría de los peones que su rival humano les regala a cambio de compensaciones inconcretas, que tienen algo de etéreas, como iniciativa, mejor desarrollo, mayor armonía de las piezas o ataque a medio plazo. Lo normal es que se coman ese peón y luego se defiendan con perfección, lo que exige que el ataque sea también perfecto para mantener la compensación. A los humanos acostumbrados a sufrir ante esos monstruos luego les cuesta mucho jugar un gambito de apertura frente a adversarios de carne y hueso.
Sin embargo, en esa reflexión falta un matiz esencial para adoptar el criterio correcto. Una entrega de peón muy analizada por la teoría sí puede ser de alto riesgo, por la alta probabilidad de que el oponente haya estudiado esos análisis y reaccione con la precisión de una máquina. Pero otra situación muy distinta es regalar un peón para acelerar el desarrollo en una posición poco analizada, como ocurre en la partida de este vídeo, entre dos aficionados de alto nivel, en 1932. Lo que ocurre en ella sigue siendo válido hoy como idea general, en posiciones poco trilladas: Ramón Tramoyeres triunfa con gran brillantez porque su rival, Valentín Marín, cae en un error de concepto muy frecuente también en el siglo XXI: da prioridad a privar a Tramoyeres de la pareja de alfiles cuando era mucho más importante acelerar el desarrollo. Es verdad que más tarde también comete un error táctico que acelera el desenlace; pero lo análisis demuestran que, incluso sin él, la idea con riesgo de Tramoyeres estaba plenamente justificada.
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