Un diputado de extrema derecha en el Parlamento griego, Nikos Papadopoulus, del partido Niki, fundamentalista religioso, antiinmigración y pro-Putin, entró el pasado 10 de marzo en la Galería Nacional de Atenas y descolgó y lanzó al suelo cuatro cuadros que consideraba “blasfemos”. “Fue horrible”, recuerda Syrago Tsiara, directora de la pinacoteca y comisaria de Democracia, una exposición que, con motivo de los 50 años del fin de la dictadura de los coroneles (1967-1974), recopiló en 2024 respuestas artísticas contra la represión en Grecia, pero también en España y Portugal, en colaboración, entre otros, con el Museo Reina Sofía de Madrid. Los tres países forman parte de lo que el politólogo estadounidense Samuel Huntington llamaba “la tercera ola democratizadora”, que arranca en abril de 1974 con la Revolución de los Claveles y, de esos tres Estados europeos, salta a América Latina. Las obras que el diputado ultra arrojó al suelo formaban parte de una muestra inspirada en Los caprichos de Goya.
“Se supone que los museos son espacios seguros, de libertad de expresión, pero ni siquiera eso está asegurado”, explica Tsiara. “Vivimos un periodo crítico, de guerras culturales y auge de la extrema derecha y el neofascismo, y no solo en Europa. Los valores democráticos están siendo atacados por múltiples frentes y lo peor que podemos hacer es darlos por hecho. Hay que defenderlos cada día”. Sus palabras recuerdan al discurso de Pedro Sánchez al inaugurar, el pasado enero en la casa del Guernica, el calendario de actos por el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco. “La libertad nunca se conquista de forma permanente. Se puede perder, como ocurrió hace casi un siglo cuando 14 de las 24 democracias que existían en el mundo se convirtieron en dictaduras. Puede volver a ocurrir”, dijo entonces el presidente. EL PAÍS reunió a la curadora de arte griega con la historiadora portuguesa Maria Inácia Rezola, comisionada para la celebración de los 50 años de la Revolución de los Claveles y su homóloga española, Carmina Gustrán, responsable de los actos conmemorativos por el inicio de la Transición. Hay muchas similitudes, pero también diferencias entre los tres procesos. La charla tuvo lugar en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca.
Por qué conmemorar
Huntington también advertía de que a cada ola democrática le sucedía otra antidemocrática posterior. ¿Pueden servir esas celebraciones del medio siglo desde el fin de la represión como una vacuna contra la involución? “Conocer y mirar críticamente el pasado”, responde la historiadora portuguesa, “es la vía para que no se repitan los mismos errores. La calidad de la democracia depende de eso y en el contexto actual es más importante que nunca”. Tsiara coincide: “Hay teatros en Grecia que están siendo atacados. Los episodios de censura son cada vez más frecuentes. Es un momento muy delicado y el arte y la cultura pueden contribuir a generar esa conciencia democrática”.
Cuando se anunció el plan 50 años de España en libertad, el Gobierno habló de “un centenar de actos” repartidos a lo largo de 2025, cuando se cumple (el 20 de noviembre) medio siglo de la muerte de Franco, pero van a ser más del doble, según la comisionada. El programa, que incluye exposiciones, coloquios sobre la economía, la situación de la mujer, el exilio o el aislamiento político durante la dictadura, una escape room itinerante, homenajes, concursos en colegios e institutos, series documentales… sigue abierto y cuenta con un presupuesto de 20 millones de euros.
“La iniciativa”, explica Gustrán, “partió de los ministerios de Presidencia y Política Territorial y Memoria Democrática, con un interés especial por parte del presidente del Gobierno”. Al principio le pidieron que coordinara algunas actividades y finalmente, tras entrevistarse con Sánchez en octubre de 2024, que fuera la comisionada de todos los actos. La historiadora de la Universidad de Zaragoza define el encargo como “las tres C: Conocer lo que pasó, Celebrar que vivimos mejor que hace 50 años y Conversar sobre qué tipo de democracia queremos para el futuro”. La idea inicial era “y sigue siendo”, subraya, “involucrar a toda la sociedad, y desde el primer acto se invitó a participar a todos los partidos políticos. Lamentablemente, muchos se desmarcaron. Es triste”. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llegó a decir que el plan del Gobierno traería “violencia a las calles”. El PP suele referirse en tono burlón al programa como “El año Franco”.
En Portugal, explica la comisionada lusa, la conmemoración de los 50 años de la Revolución de los Claveles, cuando un grupo de jóvenes capitanes derrocó, de forma pacífica, el 25 de abril de 1974, una dictadura de cuatro décadas, “fue una decisión del Consejo de Ministros tomada en el verano de 2021″, es decir, tres años antes del aniversario. “La idea era empezar con los actos el 24 de marzo de 2022, justo cuando Portugal pasó a tener más días de democracia que de dictadura, y seguir hasta diciembre de 2026, aniversario de las primeras elecciones municipales”. En su país, explica, ese plan conmemorativo no ha sido tan cuestionado. “El presidente Jorge Sampaio decía que en Portugal solo había dos cosas consensuadas: el 25 de Abril y el Sporting [equipo de fútbol] y sigue siendo verdad. La manera en que España y Portugal hicieron su paso a la democracia fue distinta. En Portugal, el 25 de abril de 1974 fue muy diferente al 24, hubo una ruptura radical con el pasado y se aplicaron medidas de justicia política, purgas, los llamados saneamientos [para apartar del servicio público a quienes habían participado de la represión]. Hoy los portugueses están reconciliados con su pasado. En una encuesta, señalaron el 25 de abril como el hecho más importante de la historia del país, a mucha distancia del segundo: la entrada en la Unión Europea”. El país vecino ya ha acogido más de 420 actividades desde 2022 relacionadas con el aniversario, entre las planteadas directamente por el comisionado y las que esta entidad apoyó tras recibir propuestas de ayuntamientos, entidades locales, centros escolares… El presupuesto ha rondado, de media, un millón de euros cada año.
Con todo, si bien la extrema derecha portuguesa, representada por el partido Chega (1,1 millones de votos, 50 diputados) no ataca frontalmente la revolución, sí le resta importancia. Su líder, André Ventura, declaró en una de las sesiones conmemorativas: “Hicimos hace 50 años una revolución que nos dio libertad, pero en el camino nos quitó dignidad”. En España, el líder de Vox, Santiago Abascal, ha llegado a asegurar en el Parlamento que este es “el peor Gobierno de los últimos 80 años”, es decir, peor que la dictadura.
En Grecia, explica Syrago Tsiara, los actos conmemorativos del aniversario del fin de la dictadura “no fueron algo oficial, sino, sobre todo, actividades impulsadas a lo largo del año por instituciones culturales”, aunque el primer ministro, Kyriacos Mitsotakis, proclamó en una sesión solemne en el Parlamento que “la democracia griega es más fuerte que nunca” y se emitió una moneda conmemorativa de dos euros. La exposición Democracia contó con un presupuesto de 350.000 euros. “Nuestro país”, añade la comisaria de la muestra, “no tiene una ley oficial de memoria. El proceso de democratización fue muy exitoso y rápido: juzgamos a los dictadores, celebramos un referéndum, unas elecciones, se legalizó al Partido Comunista… pero ahora vuelve a haber un discurso muy agresivo”.
Qué hacer con los vestigios de la dictadura
Tsiara realizó su tesis doctoral sobre el papel de los monumentos en la conformación de la identidad nacional. Qué hacer con los vestigios del pasado es otra de las patas de las políticas de memoria. “Pueden convertirse en una especie de parque Disney para que peregrinen los nostálgicos”, afirma, “o resignificarse. Yo soy partidaria de contextualizar, no de eliminar, y convertir esos lugares en espacios de pensamiento crítico para hablar del pasado desde términos democráticos”. La historiadora portuguesa visitó el Valle de Cuelgamuros cuando Franco todavía estaba enterrado allí. “Fue muy impactante. La sensación al entrar era muy mala, de opresión. Pensé: ‘¿Qué hacer con esto?‘. La cuestión de los espacios de memoria es muy compleja. En Portugal hay muchos casos y creo que se han solucionado bien. La antigua prisión política de Aljube es hoy un museo de historia del siglo XX donde se pueden conocer las distintas formas de tortura con un importante archivo de historia oral. El año pasado se inauguró en la antigua prisión política de Peniche el Museo Nacional Resistencia y Libertad. Ahora tenemos un problema con el centro de interpretación de Santa Comba Dão, conocido como Museo Salazar [Antonio de Oliveira, el dictador portugués que rigió Portugal entre 1932 y 1968] porque hay quien dice, y quizá con razón, que puede convertirse en un lugar de romería para nostálgicos. Es una responsabilidad muy grande. La historia no se borra, pero hay que abordarla con lucidez para que no haya equívocos”.
En España, el simple hecho de colocar una placa recordando a las víctimas de las torturas perpetradas durante la dictadura franquista en la antigua Dirección General de Seguridad, ubicada en lo que ahora es el Palacio de Correos de Madrid, sede de la presidencia del Ejecutivo madrileño, ha llegado al Tribunal Constitucional. Para evitar que fuera declarado lugar de memoria, como quería el Gobierno central, el PP de Isabel Díaz Ayuso llevó a cabo una reforma legal para impedir lo que, a su juicio, resultaba “incompatible con la neutralidad, la pluralidad, la concordia, el respeto a la verdad y a la historia”. El tribunal de garantías acaba dejar tales preceptos en suspenso al admitir a trámite el recurso impulsado desde el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática. El Gobierno central también se dispone a lanzar un concurso internacional de ideas para resignificar el Valle de Cuelgamuros, pero la larga negociación con la Iglesia, que finalmente logró que la comunidad benedictina permanezca en el lugar, demoró los planes, y el Ejecutivo calcula que las obras podrían empezar a final de 2026. Cualquier retraso o anticipo electoral podría dar al traste con el proyecto, como ya ocurrió cuando el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero presentó, ya en funciones, en noviembre de 2011, el informe del comité de expertos que proponía el traslado de los restos de Franco fuera del mausoleo, lo que finalmente se llevó a cabo en octubre de 2019.
Educación y jóvenes
Los programas de esas conmemoraciones cuentan con actividades especialmente dirigidas hacia los más jóvenes. Algunas encuestas, como la del instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER del pasado septiembre muestran porcentajes alarmantes entre la Generación Z (18 a 26 años), especialmente en los varones, como el 26% que señaló que “en algunas circunstancias” prefería el autoritarismo a la democracia. En España, el revisionismo histórico y la apología de la dictadura franquista se cuelan en la población que ya nació en libertad por una grieta de desconocimiento sobre la propia historia. El diputado de Vox Manuel Mariscal se jactó en el Congreso de que “gracias a las redes sociales” muchos jóvenes estaban “descubriendo” que “la etapa posterior a la Guerra Civil no fue una etapa oscura, sino de reconstrucción, progreso y reconciliación para lograr la unidad nacional”. Hoy es fácil encontrar en Tik Tok a chavales cantando el Cara al sol o a youtubers presentando en sus canales la Guerra Civil como una cruzada inevitable.
Gustrán explica que una de las líneas de trabajo del año conmemorativo es “jóvenes y democracia”. “Nos estamos reuniendo con creadores de contenido digital para establecer colaboraciones y traducir lo que queremos contar a su lenguaje”. La idea de crear una escape room itinerante, un juego didáctico en el que para pasar a otra sala hay que aprender algo sobre la dictadura, generó multitud de memes y mofas en redes. La comisionada explica que estará lista para otoño. Además, se han elaborado materiales pedagógicos para que los profesores puedan debatir en clase con sus alumnos sobre qué suponía vivir en dictadura y para favorecer un diálogo intergeneracional. “Me gustó mucho una pintada que vi en la Complutense: ‘Memoria histórica es hablar con tu abuela’. Más allá de la historia de los grandes nombres, me parece muy importante ir a la vida cotidiana, explicar que en dictadura no podáis darte un beso con tu pareja por la calle, por ejemplo”.
En esa línea trabajó también la comisionada portuguesa. “Hemos convocado concursos y actividades para que los jóvenes hablen con sus abuelos o vecinos mayores”, explica Maria Inácia Rezola. “Lanzamos unas postales con todo lo que estaba prohibido durante la dictadura y dos hashtag [etiquetas] en redes sociales: #nopodías… votar, besar, discrepar, ir a la Universidad… y #tienespoder, para enumerar todo lo que te permite hacer un sistema democrático”. En el país vecino cuentan con una enorme ventaja. “El 25 de abril está en todos los libros de historia y se enseña en las escuelas desde muy pronto; hay muchos cuentos infantiles sobre ello y hasta los pequeñitos cantan Grândola, Vila Morena [la canción, prohibida durante la dictadura, que se convirtió en símbolo de la Revolución de los Claveles]”.
En Grecia, explica Syrago Tsiara, “se celebra cada año en las escuelas la resurrección estudiantil de la Politécnica contra la dictadura de los coroneles en 1973, y en la exposición Democracia recibimos a muchos profesores que trajeron a sus alumnos para hablar de lo que pasó”. En España, la ley de memoria democrática de 2022 establece que “el sistema educativo español incluirá entre sus fines el conocimiento de la historia y de la memoria democrática española y la lucha por los valores y libertades, desarrollando en los libros de texto y materiales curriculares la represión que se produjo durante la Guerra y la Dictadura”. Pero, “aunque forma parte del currículo escolar”, lamenta Gustrán, “llega un poco tarde y depende de cada profesor. Tuvimos un encuentro con la comunidad educativa y hay iniciativas muy interesantes, como la del Instituto Navarro de Memoria, pero el enfoque debe ser interdisciplinar”.
Antes de volver a Lisboa y Atenas, Tsiara y Rezola participan con Gustrán en un encuentro con estudiantes de Ciencias Políticas. “¿Por qué ahora parece que está de moda entre la gente joven ir contra la democracia, algo que antes nos avergonzaba?”, pregunta Luis. Su profesora en la Universidad de Salamanca, Elena Martínez Barahona, muestra un libro de texto que entregaron a su hija en sexto de primaria, cuando vivían en Portugal. A lo lago de varias páginas, habla de los “mecanismos de represión” de la dictadura, como la censura o las prisiones para presos políticos, y plantea como ejercicio “indicar los países que, en la actualidad, no respetan los derechos humanos”. En España, lamenta, “es muy difícil encontrar libros de texto así, con un contenido tan explícito”.
Un diputado de extrema derecha en el Parlamento griego, Nikos Papadopoulus, del partido Niki, fundamentalista religioso, antiinmigración y pro-Putin, entró el pasado 10 de marzo en la Galería Nacional de Atenas y descolgó y lanzó al suelo cuatro cuadros que consideraba “blasfemos”. “Fue horrible”, recuerda Syrago Tsiara, directora de la pinacoteca y comisaria de Democracia, una exposición que, con motivo de los 50 años del fin de la dictadura de los coroneles (1967-1974), recopiló en 2024 respuestas artísticas contra la represión en Grecia, pero también en España y Portugal, en colaboración, entre otros, con el Museo Reina Sofía de Madrid. Los tres países forman parte de lo que el politólogo estadounidense Samuel Huntington llamaba “la tercera ola democratizadora”, que arranca en abril de 1974 con la Revolución de los Claveles y, de esos tres Estados europeos, salta a América Latina. Las obras que el diputado ultra arrojó al suelo formaban parte de una muestra inspirada en Los caprichos de Goya.“Se supone que los museos son espacios seguros, de libertad de expresión, pero ni siquiera eso está asegurado”, explica Tsiara. “Vivimos un periodo crítico, de guerras culturales y auge de la extrema derecha y el neofascismo, y no solo en Europa. Los valores democráticos están siendo atacados por múltiples frentes y lo peor que podemos hacer es darlos por hecho. Hay que defenderlos cada día”. Sus palabras recuerdan al discurso de Pedro Sánchez al inaugurar, el pasado enero en la casa del Guernica, el calendario de actos por el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco. “La libertad nunca se conquista de forma permanente. Se puede perder, como ocurrió hace casi un siglo cuando 14 de las 24 democracias que existían en el mundo se convirtieron en dictaduras. Puede volver a ocurrir”, dijo entonces el presidente. EL PAÍS reunió a la curadora de arte griega con la historiadora portuguesa Maria Inácia Rezola, comisionada para la celebración de los 50 años de la Revolución de los Claveles y su homóloga española, Carmina Gustrán, responsable de los actos conmemorativos por el inicio de la Transición. Hay muchas similitudes, pero también diferencias entre los tres procesos. La charla tuvo lugar en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. View this post on Instagram A post shared by National Gallery Athens (@nationalgalleryathens)Por qué conmemorarHuntington también advertía de que a cada ola democrática le sucedía otra antidemocrática posterior. ¿Pueden servir esas celebraciones del medio siglo desde el fin de la represión como una vacuna contra la involución? “Conocer y mirar críticamente el pasado”, responde la historiadora portuguesa, “es la vía para que no se repitan los mismos errores. La calidad de la democracia depende de eso y en el contexto actual es más importante que nunca”. Tsiara coincide: “Hay teatros en Grecia que están siendo atacados. Los episodios de censura son cada vez más frecuentes. Es un momento muy delicado y el arte y la cultura pueden contribuir a generar esa conciencia democrática”.Cuando se anunció el plan 50 años de España en libertad, el Gobierno habló de “un centenar de actos” repartidos a lo largo de 2025, cuando se cumple (el 20 de noviembre) medio siglo de la muerte de Franco, pero van a ser más del doble, según la comisionada. El programa, que incluye exposiciones, coloquios sobre la economía, la situación de la mujer, el exilio o el aislamiento político durante la dictadura, una escape room itinerante, homenajes, concursos en colegios e institutos, series documentales… sigue abierto y cuenta con un presupuesto de 20 millones de euros.“La iniciativa”, explica Gustrán, “partió de los ministerios de Presidencia y Política Territorial y Memoria Democrática, con un interés especial por parte del presidente del Gobierno”. Al principio le pidieron que coordinara algunas actividades y finalmente, tras entrevistarse con Sánchez en octubre de 2024, que fuera la comisionada de todos los actos. La historiadora de la Universidad de Zaragoza define el encargo como “las tres C: Conocer lo que pasó, Celebrar que vivimos mejor que hace 50 años y Conversar sobre qué tipo de democracia queremos para el futuro”. La idea inicial era “y sigue siendo”, subraya, “involucrar a toda la sociedad, y desde el primer acto se invitó a participar a todos los partidos políticos. Lamentablemente, muchos se desmarcaron. Es triste”. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llegó a decir que el plan del Gobierno traería “violencia a las calles”. El PP suele referirse en tono burlón al programa como “El año Franco”.En Portugal, explica la comisionada lusa, la conmemoración de los 50 años de la Revolución de los Claveles, cuando un grupo de jóvenes capitanes derrocó, de forma pacífica, el 25 de abril de 1974, una dictadura de cuatro décadas, “fue una decisión del Consejo de Ministros tomada en el verano de 2021″, es decir, tres años antes del aniversario. “La idea era empezar con los actos el 24 de marzo de 2022, justo cuando Portugal pasó a tener más días de democracia que de dictadura, y seguir hasta diciembre de 2026, aniversario de las primeras elecciones municipales”. En su país, explica, ese plan conmemorativo no ha sido tan cuestionado. “El presidente Jorge Sampaio decía que en Portugal solo había dos cosas consensuadas: el 25 de Abril y el Sporting [equipo de fútbol] y sigue siendo verdad. La manera en que España y Portugal hicieron su paso a la democracia fue distinta. En Portugal, el 25 de abril de 1974 fue muy diferente al 24, hubo una ruptura radical con el pasado y se aplicaron medidas de justicia política, purgas, los llamados saneamientos [para apartar del servicio público a quienes habían participado de la represión]. Hoy los portugueses están reconciliados con su pasado. En una encuesta, señalaron el 25 de abril como el hecho más importante de la historia del país, a mucha distancia del segundo: la entrada en la Unión Europea”. El país vecino ya ha acogido más de 420 actividades desde 2022 relacionadas con el aniversario, entre las planteadas directamente por el comisionado y las que esta entidad apoyó tras recibir propuestas de ayuntamientos, entidades locales, centros escolares… El presupuesto ha rondado, de media, un millón de euros cada año.Con todo, si bien la extrema derecha portuguesa, representada por el partido Chega (1,1 millones de votos, 50 diputados) no ataca frontalmente la revolución, sí le resta importancia. Su líder, André Ventura, declaró en una de las sesiones conmemorativas: “Hicimos hace 50 años una revolución que nos dio libertad, pero en el camino nos quitó dignidad”. En España, el líder de Vox, Santiago Abascal, ha llegado a asegurar en el Parlamento que este es “el peor Gobierno de los últimos 80 años”, es decir, peor que la dictadura.En Grecia, explica Syrago Tsiara, los actos conmemorativos del aniversario del fin de la dictadura “no fueron algo oficial, sino, sobre todo, actividades impulsadas a lo largo del año por instituciones culturales”, aunque el primer ministro, Kyriacos Mitsotakis, proclamó en una sesión solemne en el Parlamento que “la democracia griega es más fuerte que nunca” y se emitió una moneda conmemorativa de dos euros. La exposición Democracia contó con un presupuesto de 350.000 euros. “Nuestro país”, añade la comisaria de la muestra, “no tiene una ley oficial de memoria. El proceso de democratización fue muy exitoso y rápido: juzgamos a los dictadores, celebramos un referéndum, unas elecciones, se legalizó al Partido Comunista… pero ahora vuelve a haber un discurso muy agresivo”.Qué hacer con los vestigios de la dictaduraTsiara realizó su tesis doctoral sobre el papel de los monumentos en la conformación de la identidad nacional. Qué hacer con los vestigios del pasado es otra de las patas de las políticas de memoria. “Pueden convertirse en una especie de parque Disney para que peregrinen los nostálgicos”, afirma, “o resignificarse. Yo soy partidaria de contextualizar, no de eliminar, y convertir esos lugares en espacios de pensamiento crítico para hablar del pasado desde términos democráticos”. La historiadora portuguesa visitó el Valle de Cuelgamuros cuando Franco todavía estaba enterrado allí. “Fue muy impactante. La sensación al entrar era muy mala, de opresión. Pensé: ‘¿Qué hacer con esto?‘. La cuestión de los espacios de memoria es muy compleja. En Portugal hay muchos casos y creo que se han solucionado bien. La antigua prisión política de Aljube es hoy un museo de historia del siglo XX donde se pueden conocer las distintas formas de tortura con un importante archivo de historia oral. El año pasado se inauguró en la antigua prisión política de Peniche el Museo Nacional Resistencia y Libertad. Ahora tenemos un problema con el centro de interpretación de Santa Comba Dão, conocido como Museo Salazar [Antonio de Oliveira, el dictador portugués que rigió Portugal entre 1932 y 1968] porque hay quien dice, y quizá con razón, que puede convertirse en un lugar de romería para nostálgicos. Es una responsabilidad muy grande. La historia no se borra, pero hay que abordarla con lucidez para que no haya equívocos”.En España, el simple hecho de colocar una placa recordando a las víctimas de las torturas perpetradas durante la dictadura franquista en la antigua Dirección General de Seguridad, ubicada en lo que ahora es el Palacio de Correos de Madrid, sede de la presidencia del Ejecutivo madrileño, ha llegado al Tribunal Constitucional. Para evitar que fuera declarado lugar de memoria, como quería el Gobierno central, el PP de Isabel Díaz Ayuso llevó a cabo una reforma legal para impedir lo que, a su juicio, resultaba “incompatible con la neutralidad, la pluralidad, la concordia, el respeto a la verdad y a la historia”. El tribunal de garantías acaba dejar tales preceptos en suspenso al admitir a trámite el recurso impulsado desde el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática. El Gobierno central también se dispone a lanzar un concurso internacional de ideas para resignificar el Valle de Cuelgamuros, pero la larga negociación con la Iglesia, que finalmente logró que la comunidad benedictina permanezca en el lugar, demoró los planes, y el Ejecutivo calcula que las obras podrían empezar a final de 2026. Cualquier retraso o anticipo electoral podría dar al traste con el proyecto, como ya ocurrió cuando el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero presentó, ya en funciones, en noviembre de 2011, el informe del comité de expertos que proponía el traslado de los restos de Franco fuera del mausoleo, lo que finalmente se llevó a cabo en octubre de 2019.Educación y jóvenesLos programas de esas conmemoraciones cuentan con actividades especialmente dirigidas hacia los más jóvenes. Algunas encuestas, como la del instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER del pasado septiembre muestran porcentajes alarmantes entre la Generación Z (18 a 26 años), especialmente en los varones, como el 26% que señaló que “en algunas circunstancias” prefería el autoritarismo a la democracia. En España, el revisionismo histórico y la apología de la dictadura franquista se cuelan en la población que ya nació en libertad por una grieta de desconocimiento sobre la propia historia. El diputado de Vox Manuel Mariscal se jactó en el Congreso de que “gracias a las redes sociales” muchos jóvenes estaban “descubriendo” que “la etapa posterior a la Guerra Civil no fue una etapa oscura, sino de reconstrucción, progreso y reconciliación para lograr la unidad nacional”. Hoy es fácil encontrar en Tik Tok a chavales cantando el Cara al sol o a youtubers presentando en sus canales la Guerra Civil como una cruzada inevitable.Gustrán explica que una de las líneas de trabajo del año conmemorativo es “jóvenes y democracia”. “Nos estamos reuniendo con creadores de contenido digital para establecer colaboraciones y traducir lo que queremos contar a su lenguaje”. La idea de crear una escape room itinerante, un juego didáctico en el que para pasar a otra sala hay que aprender algo sobre la dictadura, generó multitud de memes y mofas en redes. La comisionada explica que estará lista para otoño. Además, se han elaborado materiales pedagógicos para que los profesores puedan debatir en clase con sus alumnos sobre qué suponía vivir en dictadura y para favorecer un diálogo intergeneracional. “Me gustó mucho una pintada que vi en la Complutense: ‘Memoria histórica es hablar con tu abuela’. Más allá de la historia de los grandes nombres, me parece muy importante ir a la vida cotidiana, explicar que en dictadura no podáis darte un beso con tu pareja por la calle, por ejemplo”.En esa línea trabajó también la comisionada portuguesa. “Hemos convocado concursos y actividades para que los jóvenes hablen con sus abuelos o vecinos mayores”, explica Maria Inácia Rezola. “Lanzamos unas postales con todo lo que estaba prohibido durante la dictadura y dos hashtag [etiquetas] en redes sociales: #nopodías… votar, besar, discrepar, ir a la Universidad… y #tienespoder, para enumerar todo lo que te permite hacer un sistema democrático”. En el país vecino cuentan con una enorme ventaja. “El 25 de abril está en todos los libros de historia y se enseña en las escuelas desde muy pronto; hay muchos cuentos infantiles sobre ello y hasta los pequeñitos cantan Grândola, Vila Morena [la canción, prohibida durante la dictadura, que se convirtió en símbolo de la Revolución de los Claveles]”.En Grecia, explica Syrago Tsiara, “se celebra cada año en las escuelas la resurrección estudiantil de la Politécnica contra la dictadura de los coroneles en 1973, y en la exposición Democracia recibimos a muchos profesores que trajeron a sus alumnos para hablar de lo que pasó”. En España, la ley de memoria democrática de 2022 establece que “el sistema educativo español incluirá entre sus fines el conocimiento de la historia y de la memoria democrática española y la lucha por los valores y libertades, desarrollando en los libros de texto y materiales curriculares la represión que se produjo durante la Guerra y la Dictadura”. Pero, “aunque forma parte del currículo escolar”, lamenta Gustrán, “llega un poco tarde y depende de cada profesor. Tuvimos un encuentro con la comunidad educativa y hay iniciativas muy interesantes, como la del Instituto Navarro de Memoria, pero el enfoque debe ser interdisciplinar”.Antes de volver a Lisboa y Atenas, Tsiara y Rezola participan con Gustrán en un encuentro con estudiantes de Ciencias Políticas. “¿Por qué ahora parece que está de moda entre la gente joven ir contra la democracia, algo que antes nos avergonzaba?”, pregunta Luis. Su profesora en la Universidad de Salamanca, Elena Martínez Barahona, muestra un libro de texto que entregaron a su hija en sexto de primaria, cuando vivían en Portugal. A lo lago de varias páginas, habla de los “mecanismos de represión” de la dictadura, como la censura o las prisiones para presos políticos, y plantea como ejercicio “indicar los países que, en la actualidad, no respetan los derechos humanos”. En España, lamenta, “es muy difícil encontrar libros de texto así, con un contenido tan explícito”. Seguir leyendo
Un diputado de extrema derecha en el Parlamento griego, Nikos Papadopoulus, del partido Niki, fundamentalista religioso, antiinmigración y pro-Putin, entró el pasado 10 de marzo en la Galería Nacional de Atenas y descolgó y lanzó al suelo cuatro cuadros que consideraba “blasfemos”. “Fue horrible”, recuerda Syrago Tsiara, directora de la pinacoteca y comisaria de Democracia, una exposición que, con motivo de los 50 años del fin de la dictadura de los coroneles (1967-1974), recopiló en 2024 respuestas artísticas contra la represión en Grecia, pero también en España y Portugal, en colaboración, entre otros, con el Museo Reina Sofía de Madrid. Los tres países forman parte de lo que el politólogo estadounidense Samuel Huntington llamaba “la tercera ola democratizadora”, que arranca en abril de 1974 con la Revolución de los Claveles y, de esos tres Estados europeos, salta a América Latina. Las obras que el diputado ultra arrojó al suelo formaban parte de una muestra inspirada en Los caprichos de Goya.
“Se supone que los museos son espacios seguros, de libertad de expresión, pero ni siquiera eso está asegurado”, explica Tsiara. “Vivimos un periodo crítico, de guerras culturales y auge de la extrema derecha y el neofascismo, y no solo en Europa. Los valores democráticos están siendo atacados por múltiples frentes y lo peor que podemos hacer es darlos por hecho. Hay que defenderlos cada día”. Sus palabras recuerdan al discurso de Pedro Sánchez al inaugurar, el pasado enero en la casa del Guernica, el calendario de actos por el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco. “La libertad nunca se conquista de forma permanente. Se puede perder, como ocurrió hace casi un siglo cuando 14 de las 24 democracias que existían en el mundo se convirtieron en dictaduras. Puede volver a ocurrir”, dijo entonces el presidente. EL PAÍS reunió a la curadora de arte griega con la historiadora portuguesa Maria Inácia Rezola, comisionada para la celebración de los 50 años de la Revolución de los Claveles y su homóloga española, Carmina Gustrán, responsable de los actos conmemorativos por el inicio de la Transición. Hay muchas similitudes, pero también diferencias entre los tres procesos. La charla tuvo lugar en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca.
Por qué conmemorar
Huntington también advertía de que a cada ola democrática le sucedía otra antidemocrática posterior. ¿Pueden servir esas celebraciones del medio siglo desde el fin de la represión como una vacuna contra la involución? “Conocer y mirar críticamente el pasado”, responde la historiadora portuguesa, “es la vía para que no se repitan los mismos errores. La calidad de la democracia depende de eso y en el contexto actual es más importante que nunca”. Tsiara coincide: “Hay teatros en Grecia que están siendo atacados. Los episodios de censura son cada vez más frecuentes. Es un momento muy delicado y el arte y la cultura pueden contribuir a generar esa conciencia democrática”.
Cuando se anunció el plan 50 años de España en libertad, el Gobierno habló de “un centenar de actos” repartidos a lo largo de 2025, cuando se cumple (el 20 de noviembre) medio siglo de la muerte de Franco, pero van a ser más del doble, según la comisionada. El programa, que incluye exposiciones, coloquios sobre la economía, la situación de la mujer, el exilio o el aislamiento político durante la dictadura, una escape room itinerante, homenajes, concursos en colegios e institutos, series documentales… sigue abierto y cuenta con un presupuesto de 20 millones de euros.
“La iniciativa”, explica Gustrán, “partió de los ministerios de Presidencia y Política Territorial y Memoria Democrática, con un interés especial por parte del presidente del Gobierno”. Al principio le pidieron que coordinara algunas actividades y finalmente, tras entrevistarse con Sánchez en octubre de 2024, que fuera la comisionada de todos los actos. La historiadora de la Universidad de Zaragoza define el encargo como “las tres C: Conocer lo que pasó, Celebrar que vivimos mejor que hace 50 años y Conversar sobre qué tipo de democracia queremos para el futuro”. La idea inicial era “y sigue siendo”, subraya, “involucrar a toda la sociedad, y desde el primer acto se invitó a participar a todos los partidos políticos. Lamentablemente, muchos se desmarcaron. Es triste”. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llegó a decir que el plan del Gobierno traería “violencia a las calles”. El PP suele referirse en tono burlón al programa como “El año Franco”.
En Portugal, explica la comisionada lusa, la conmemoración de los 50 años de la Revolución de los Claveles, cuando un grupo de jóvenes capitanes derrocó, de forma pacífica, el 25 de abril de 1974, una dictadura de cuatro décadas, “fue una decisión del Consejo de Ministros tomada en el verano de 2021″, es decir, tres años antes del aniversario. “La idea era empezar con los actos el 24 de marzo de 2022, justo cuando Portugal pasó a tener más días de democracia que de dictadura, y seguir hasta diciembre de 2026, aniversario de las primeras elecciones municipales”. En su país, explica, ese plan conmemorativo no ha sido tan cuestionado. “El presidente Jorge Sampaio decía que en Portugal solo había dos cosas consensuadas: el 25 de Abril y el Sporting [equipo de fútbol] y sigue siendo verdad. La manera en que España y Portugal hicieron su paso a la democracia fue distinta. En Portugal, el 25 de abril de 1974 fue muy diferente al 24, hubo una ruptura radical con el pasado y se aplicaron medidas de justicia política, purgas, los llamados saneamientos [para apartar del servicio público a quienes habían participado de la represión]. Hoy los portugueses están reconciliados con su pasado. En una encuesta, señalaron el 25 de abril como el hecho más importante de la historia del país, a mucha distancia del segundo: la entrada en la Unión Europea”. El país vecino ya ha acogido más de 420 actividades desde 2022 relacionadas con el aniversario, entre las planteadas directamente por el comisionado y las que esta entidad apoyó tras recibir propuestas de ayuntamientos, entidades locales, centros escolares… El presupuesto ha rondado, de media, un millón de euros cada año.
Con todo, si bien la extrema derecha portuguesa, representada por el partido Chega (1,1 millones de votos, 50 diputados) no ataca frontalmente la revolución, sí le resta importancia. Su líder, André Ventura, declaró en una de las sesiones conmemorativas: “Hicimos hace 50 años una revolución que nos dio libertad, pero en el camino nos quitó dignidad”. En España, el líder de Vox, Santiago Abascal, ha llegado a asegurar en el Parlamento que este es “el peor Gobierno de los últimos 80 años”, es decir, peor que la dictadura.

En Grecia, explica Syrago Tsiara, los actos conmemorativos del aniversario del fin de la dictadura “no fueron algo oficial, sino, sobre todo, actividades impulsadas a lo largo del año por instituciones culturales”, aunque el primer ministro, Kyriacos Mitsotakis, proclamó en una sesión solemne en el Parlamento que “la democracia griega es más fuerte que nunca” y se emitió una moneda conmemorativa de dos euros. La exposición Democracia contó con un presupuesto de 350.000 euros. “Nuestro país”, añade la comisaria de la muestra, “no tiene una ley oficial de memoria. El proceso de democratización fue muy exitoso y rápido: juzgamos a los dictadores, celebramos un referéndum, unas elecciones, se legalizó al Partido Comunista… pero ahora vuelve a haber un discurso muy agresivo”.
Qué hacer con los vestigios de la dictadura
Tsiara realizó su tesis doctoral sobre el papel de los monumentos en la conformación de la identidad nacional. Qué hacer con los vestigios del pasado es otra de las patas de las políticas de memoria. “Pueden convertirse en una especie de parque Disney para que peregrinen los nostálgicos”, afirma, “o resignificarse. Yo soy partidaria de contextualizar, no de eliminar, y convertir esos lugares en espacios de pensamiento crítico para hablar del pasado desde términos democráticos”. La historiadora portuguesa visitó el Valle de Cuelgamuros cuando Franco todavía estaba enterrado allí. “Fue muy impactante. La sensación al entrar era muy mala, de opresión. Pensé: ‘¿Qué hacer con esto?‘. La cuestión de los espacios de memoria es muy compleja. En Portugal hay muchos casos y creo que se han solucionado bien. La antigua prisión política de Aljube es hoy un museo de historia del siglo XX donde se pueden conocer las distintas formas de tortura con un importante archivo de historia oral. El año pasado se inauguró en la antigua prisión política de Peniche el Museo Nacional Resistencia y Libertad. Ahora tenemos un problema con el centro de interpretación de Santa Comba Dão, conocido como Museo Salazar [Antonio de Oliveira, el dictador portugués que rigió Portugal entre 1932 y 1968] porque hay quien dice, y quizá con razón, que puede convertirse en un lugar de romería para nostálgicos. Es una responsabilidad muy grande. La historia no se borra, pero hay que abordarla con lucidez para que no haya equívocos”.
En España, el simple hecho de colocar una placa recordando a las víctimas de las torturas perpetradas durante la dictadura franquista en la antigua Dirección General de Seguridad, ubicada en lo que ahora es el Palacio de Correos de Madrid, sede de la presidencia del Ejecutivo madrileño, ha llegado al Tribunal Constitucional. Para evitar que fuera declarado lugar de memoria, como quería el Gobierno central, el PP de Isabel Díaz Ayuso llevó a cabo una reforma legal para impedir lo que, a su juicio, resultaba “incompatible con la neutralidad, la pluralidad, la concordia, el respeto a la verdad y a la historia”. El tribunal de garantías acaba dejar tales preceptos en suspenso al admitir a trámite el recurso impulsado desde el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática. El Gobierno central también se dispone a lanzar un concurso internacional de ideas para resignificar el Valle de Cuelgamuros, pero la larga negociación con la Iglesia, que finalmente logró que la comunidad benedictina permanezca en el lugar, demoró los planes, y el Ejecutivo calcula que las obras podrían empezar a final de 2026. Cualquier retraso o anticipo electoral podría dar al traste con el proyecto, como ya ocurrió cuando el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero presentó, ya en funciones, en noviembre de 2011, el informe del comité de expertos que proponía el traslado de los restos de Franco fuera del mausoleo, lo que finalmente se llevó a cabo en octubre de 2019.
Educación y jóvenes
Los programas de esas conmemoraciones cuentan con actividades especialmente dirigidas hacia los más jóvenes. Algunas encuestas, como la del instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER del pasado septiembre muestran porcentajes alarmantes entre la Generación Z (18 a 26 años), especialmente en los varones, como el 26% que señaló que “en algunas circunstancias” prefería el autoritarismo a la democracia. En España, el revisionismo histórico y la apología de la dictadura franquista se cuelan en la población que ya nació en libertad por una grieta de desconocimiento sobre la propia historia. El diputado de Vox Manuel Mariscal se jactó en el Congreso de que “gracias a las redes sociales” muchos jóvenes estaban “descubriendo” que “la etapa posterior a la Guerra Civil no fue una etapa oscura, sino de reconstrucción, progreso y reconciliación para lograr la unidad nacional”. Hoy es fácil encontrar en Tik Tok a chavales cantando el Cara al sol o a youtubers presentando en sus canales la Guerra Civil como una cruzada inevitable.
Gustrán explica que una de las líneas de trabajo del año conmemorativo es “jóvenes y democracia”. “Nos estamos reuniendo con creadores de contenido digital para establecer colaboraciones y traducir lo que queremos contar a su lenguaje”. La idea de crear una escape room itinerante, un juego didáctico en el que para pasar a otra sala hay que aprender algo sobre la dictadura, generó multitud de memes y mofas en redes. La comisionada explica que estará lista para otoño. Además, se han elaborado materiales pedagógicos para que los profesores puedan debatir en clase con sus alumnos sobre qué suponía vivir en dictadura y para favorecer un diálogo intergeneracional. “Me gustó mucho una pintada que vi en la Complutense: ‘Memoria histórica es hablar con tu abuela’. Más allá de la historia de los grandes nombres, me parece muy importante ir a la vida cotidiana, explicar que en dictadura no podáis darte un beso con tu pareja por la calle, por ejemplo”.
En esa línea trabajó también la comisionada portuguesa. “Hemos convocado concursos y actividades para que los jóvenes hablen con sus abuelos o vecinos mayores”, explica Maria Inácia Rezola. “Lanzamos unas postales con todo lo que estaba prohibido durante la dictadura y dos hashtag [etiquetas] en redes sociales: #nopodías… votar, besar, discrepar, ir a la Universidad… y #tienespoder, para enumerar todo lo que te permite hacer un sistema democrático”. En el país vecino cuentan con una enorme ventaja. “El 25 de abril está en todos los libros de historia y se enseña en las escuelas desde muy pronto; hay muchos cuentos infantiles sobre ello y hasta los pequeñitos cantan Grândola, Vila Morena [la canción, prohibida durante la dictadura, que se convirtió en símbolo de la Revolución de los Claveles]”.
En Grecia, explica Syrago Tsiara, “se celebra cada año en las escuelas la resurrección estudiantil de la Politécnica contra la dictadura de los coroneles en 1973, y en la exposición Democracia recibimos a muchos profesores que trajeron a sus alumnos para hablar de lo que pasó”. En España, la ley de memoria democrática de 2022 establece que “el sistema educativo español incluirá entre sus fines el conocimiento de la historia y de la memoria democrática española y la lucha por los valores y libertades, desarrollando en los libros de texto y materiales curriculares la represión que se produjo durante la Guerra y la Dictadura”. Pero, “aunque forma parte del currículo escolar”, lamenta Gustrán, “llega un poco tarde y depende de cada profesor. Tuvimos un encuentro con la comunidad educativa y hay iniciativas muy interesantes, como la del Instituto Navarro de Memoria, pero el enfoque debe ser interdisciplinar”.
Antes de volver a Lisboa y Atenas, Tsiara y Rezola participan con Gustrán en un encuentro con estudiantes de Ciencias Políticas. “¿Por qué ahora parece que está de moda entre la gente joven ir contra la democracia, algo que antes nos avergonzaba?”, pregunta Luis. Su profesora en la Universidad de Salamanca, Elena Martínez Barahona, muestra un libro de texto que entregaron a su hija en sexto de primaria, cuando vivían en Portugal. A lo lago de varias páginas, habla de los “mecanismos de represión” de la dictadura, como la censura o las prisiones para presos políticos, y plantea como ejercicio “indicar los países que, en la actualidad, no respetan los derechos humanos”. En España, lamenta, “es muy difícil encontrar libros de texto así, con un contenido tan explícito”.
EL PAÍS