Junto a la ventana del estudio de Max Richter (Hamelín, 59 años), un telescopio apunta al cielo luminoso. Son las tres de la tarde, pero para el compositor germano-británico la entrevista le pilla como si fuera de madrugada. “Llevo días adaptando mi reloj biológico al horario de mis próximos conciertos”, cuenta por videoconferencia desde la última planta de su casa de Oxfordshire. “Estas sesiones controladas de jet lag me permitirán salir fresco al escenario”. Serán este viernes y sábado por la noche, en la nave central del Alexandra Palace de Londres, donde celebrará los diez años del lanzamiento de Sleep (Deutsche Grammophon), una obra de ocho horas de duración escrita para cuarteto de cuerda, piano, órgano, voz y electrónica.
El músico germano-británico celebra los 10 años del superventas ‘Sleep’ con dos sesiones nocturnas en el Alexandra Palace de Londres y la publicación de una versión destilada del original adaptada a los 90 minutos de la fase REM
Junto a la ventana del estudio de Max Richter (Hamelín, 59 años), un telescopio apunta al cielo luminoso. Son las tres de la tarde, pero para el compositor germano-británico la entrevista le pilla como si fuera de madrugada. “Llevo días adaptando mi reloj biológico al horario de mis próximos conciertos”, cuenta por videoconferencia desde la última planta de su casa de Oxfordshire. “Estas sesiones controladas de jet lag me permitirán salir fresco al escenario”. Serán este viernes y sábado por la noche, en la nave central del Alexandra Palace de Londres, donde celebrará los diez años del lanzamiento de Sleep (Deutsche Grammophon), una obra de ocho horas de duración escrita para cuarteto de cuerda, piano, órgano, voz y electrónica.
Aquel disco le cambió la vida. “Mi relación con el público dio un giro inesperado”, confiesa. “Entendí que el formato tradicional de concierto podía resultar demasiado rígido”. A partir de ahí el estilo posminimalista de sus inicios fue alcanzando un estatus más mediático a base de encargos para cine (suya es la logradísima banda sonora de Mary Queen of Scots), series de televisión (como The Leftovers y Black Mirror) e incluso para desfiles de moda de Fendi y Dior. “Acabo de terminar la música de la adaptación de Hamnet [la novela de Maggie O’Farrell] que ha dirigido Chloé Zhao”, confirma. “Y el mes que viene Anne-Sophie Mutter estrenará en el Musikverein mi primer Concierto para violín”.

A pesar del generoso aforo del Alexandra Palace, la ocupación de los conciertos que ofrecerá se limitará a un total de 850 camas numeradas (a razón de 300 euros la entrada, desayuno incluido) desde las que el público disfrutará de una experiencia inmersiva que acumula ya más de 2.000 millones de reproducciones y lidera, desde hace meses, la lista de éxitos de Apple Music Classical. “Me produce un cierto mareo pensar en esas cifras, pero es algo que escapa a mi control”, reconoce el compositor. “Sleep fue concebida para escuchar de noche, pero sé que mucha gente se la pone por el día, tal vez como acompañamiento de su jornada laboral”, bromea.
Coincidiendo con el aniversario del superventas, Richter publica ahora Sleep Circle, una versión destilada de su opus magnum. “Durante las giras del proyecto fui recopilando materiales para un montaje de temas más activos y en primer plano, sin el componente performativo”, explica. “Decidí grabarlo aquí mismo, en mi casa, del tirón y sin edición de ningún tipo”. El resultado es una colección de 24 piezas que inducen al oyente a un estado hipnagógico por medio de una sucesión de atmósferas sonoras que simulan el tránsito de la vigilia al sueño a lo largo de 90 minutos. “Que es más o menos lo que tardamos en alcanzar la fase REM, una zona liminal de gran potencial creativo”.
De hecho, la idea original de Sleep surgió bajo los efectos de lo que se conoce como sueño desincronizado. Cuando Richter no era muy conocido, su pareja y socia, la artista visual Yulia Mahr, seguía por streaming los estrenos de sus obras en otros países, a menudo a horas intempestivas. “Al despertar de uno de aquellos duermevelas, me llamó entusiasmada para animarme a componer una pieza inspirada en la arquitectura del sueño”. Desde entonces sus sonidos de baja frecuencia cuentan con el asesoramiento de David Eagleman, neurocientífico y autor de Incógnito. Las vidas secretas del cerebro (Anagrama). “Digamos que el experimento salió mejor de lo esperado”, admite.
En el transcurso de esta década, su famosa nana ambient ha mecido a oyentes de todo el mundo: desde la Armería de Park Avenue, en Nueva York, a la Ópera de Sídney pasando por La Nave y antigua fábrica Böetticher de Madrid, su única parada en España. En 2019, Richter y su ensemble de músicos interpretaron el mismo programa al aire libre en un tramo de la Gran Muralla China a su paso por Beijing. “Mientras tocábamos, vi a varios soldados patrullando la fortificación bajo la luz de la luna”, recuerda. “A las dos horas, en un descanso para tomar café, me encontré a esos mismos hombres dormidos en el suelo con sus fusiles. Fue una visión de lo más surrealista…”.
No menos conocida es la incursión de Richter en el repertorio barroco, tal y como le recomendó su maestro Luciano Berio cuando trataba de liberarse de la “obsesión por la abstracción atonal que trajo consigo la Nueva Complejidad”. En 2012, en una alianza insólita con el violinista Daniel Hope, se atrevió a reescribir Las cuatro estaciones de Vivaldi, que volvió a grabar hace dos años con instrumentos originales. “El color terroso de las cuerdas de tripa aporta ese sabor crujiente que fascina a según qué paladares”, dice en alusión al eterno debate entre las dos variedades de mantequilla de cacahuete, la tortilla de los británicos. “Yo soy más crunchy que creamy”, aclara.
Para Richter la inteligencia artificial no supone ninguna amenaza. “La creatividad humana es extraordinariamente compleja”, reflexiona. “Se pueden replicar fórmulas, pero la música va más allá de las palabras y las notas. No hay forma de imitar ese mágico estado de comunión entre personas del mundo real”. Y señala luego al “verdadero elefante” en la habitación. “El problema está en los materiales originales con los que se entrena a estas máquinas. Ese contenido, que está protegido por licencias de copyright, se utiliza de manera fraudulenta. No exagero al decir que la industria musical ha retrocedido varias casillas hasta la era Napster de las descargas ilegales”.
Nada que, por lo demás, le quite un ápice de sueño. “Duermo de maravilla, hasta 12 horas seguidas, lo cual es una suerte si tenemos en cuenta la enorme cantidad de estímulos a la que nos vemos sometidos”. Frente a los estragos del insomnio a la luz de las pantallas, Sleep proclama su manifiesto a favor del descanso. “Todos queremos desconectar, pero nadie tiene muy claro dónde está el botón de pausa. Quizá porque pensamos que dormir es una pérdida de tiempo o un signo de mala educación”. Sobre todo en ciertas salas de concierto. “No hay nada de malo en echarse una cabezadita durante una sinfonía de Bruckner”, ríe. “Yo lo he hecho y sienta muy bien”.
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