Un paseo por la colosal renovación del Museo de Pérgamo: un desafío de mil millones de euros y más de dos décadas

Renovar el Museo de Pérgamo, declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y la joya de la corona de Berlín, no es fácil. Si a eso se le añade un suelo erosionado e inestable que pone en peligro la estructura de todo el edificio, dañado durante la Segunda Guerra Mundial y nunca renovado en la época de la República Democrática Alemana (RDA), la tarea se convierte en todo un reto. En 2013 comenzaron las obras y el centro cerró sus puertas al público en 2023 para acometer un desafío cuya ejecución se prolongará hasta 2036, aunque una parte se reabrirá en 2027. La reapertura total está prevista para 2037. Es la rehabilitación cultural más cara de Alemania y también la más larga hasta la fecha.

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 El centro berlinés permite el acceso de un grupo de periodistas a las áreas que tiene previsto reabrir en 2027, a la espera de terminar las obras en toda la estructura, que concluirán una década más tarde  

Renovar el Museo de Pérgamo, declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y la joya de la corona de Berlín, no es fácil. Si a eso se le añade un suelo erosionado e inestable que pone en peligro la estructura de todo el edificio, dañado durante la Segunda Guerra Mundial y nunca renovado en la época de la República Democrática Alemana (RDA), la tarea se convierte en todo un reto. En 2013 comenzaron las obras y el centro cerró sus puertas al público en 2023 para acometer un desafío cuya ejecución se prolongará hasta 2036, aunque una parte se reabrirá en 2027. La reapertura total está prevista para 2037. Es la rehabilitación cultural más cara de Alemania y también la más larga hasta la fecha.

“No hay nada comparable. Ya solo por el tamaño del edificio, por el hecho de que aquí tenemos reconstrucciones arquitectónicas a escala 1:1 de varias culturas del Mediterráneo: esto no existe en ningún otro lugar. La tarea es realmente única”, explica Jan Kleihues, arquitecto y responsable de sacar adelante un proyecto que cuenta con un presupuesto de 1.200 millones. En su opinión, no hay ninguna otra obra de renovación de ningún museo en el mundo que se acerque a la que están acometiendo.

La primera de las dos fases de reconstrucción, que engloba el centro y el ala norte, ha costado 489 millones de euros y ha durado 12 años. Es a la que ahora ha tenido acceso un pequeño grupo de periodistas, incluido EL PAÍS, que de manera excepcional ha vuelto a contemplar algunas de las maravillas que dieron fama al museo. Aún se sigue trabajando, pero la estructura ya está terminada y es posible hacerse una idea de cómo será cuando reabran esta parte en la primavera de 2027. Hasta 2037 no se podrá disfrutar de otras joyas como, por ejemplo, de la Puerta de Ishtar de la muralla de Babilonia.

Dentro de esta primera fase se encuentra el ala central con el altar de Pérgamo. Tanto esta sala como el ala norte ya tienen tejados nuevos y cimientos reforzados, a los que se suma un nuevo pabellón de entrada de acero y cristal al que han llamado Tempietto (pequeño templo) y que renuncia a las formas neoclásicas, típicas del resto de la Isla de los Museos de Berlín. Sin embargo, como explica Kleihues, no se trata de una ruptura de estilo, sino que se ha usado el mismo material que se utilizó en la construcción original pero haciendo una adaptación a la arquitectura contemporánea. A través del Tempietto, el visitante accederá a la majestuosa sala del altar, que lleva cerrada desde 2014.

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“Será un lugar sensacional y no esperamos cientos de miles de visitantes en los próximos años, sino millones, porque se trata de algo que tiene una importancia mundial”, afirma Wolfram Weimer, ministro regional de cultura de Berlín. “Todo el mundo mira con fascinación este lugar y este momento, porque se vuelve a abrir un cofre del tesoro de la historia de la humanidad. Es un museo extraordinario, pero también es una obra de construcción extraordinaria”.

La lucha de los dioses griegos contra los gigantes reaparece con contornos nítidos y una luz brillante gracias a su techo de luz natural renovado y sus paredes de color azul grisáceo claro, que recuerdan al cielo. Algunos de estos imponentes dioses esperan pacientemente en el suelo. El friso del altar, que data del siglo II a. C., es completamente original. Las piezas excavadas por el arqueólogo alemán Karl Humann en el siglo XIX en el entonces Imperio Otomano ya habían sido restauradas en el pasado. Ahora le ha tocado el turno al altar, del cual se ha reconstruido cerca de un 80%.

Durante la visita guiada, el jefe de obra, Andreas Erdmann, da una idea del trabajo entre bastidores y del desafío que supuso. Se instalaron sensores de vibración por todas partes y tan pronto sonaba una alarma, los trabajadores paraban para proteger las antigüedades. Aparecieron grietas de las que ya no quedan ni rastro. Se instalaron vigas de acero para sostener el edificio. “Fue un reto logístico”, comenta Erdmann. “Hemos utilizado tanto acero como para construir cuatro aviones jumbo”.

Las difíciles condiciones del subsuelo obligaron a realizar una nueva cimentación con más de 700 micropilotes a profundidades de entre 10 y 30 metros. También se reforzó el antiguo puente de hormigón con el que los ingenieros solventaron hace más de cien años el problema de la zanja de erosión que existía en el terreno. “No se podía esperar más. Había graves problemas de goteras, especialmente en la segunda planta, y grietas en las paredes”, comenta por su parte Martin Maischberger, director adjunto de la Colección de Antigüedades, que incluye el famoso altar.

El edificio levantado entre 1910 y 1930 se ha modernizado y se ha hecho más accesible. Ahora toca colocar las obras, algunas pieza a pieza, como los más de 500 bloques de la fachada ricamente decorada del palacio del desierto de Mschatta, que llegó en 1903 a Berlín como regalo del sultán otomano Abdülhamid II al emperador Guillermo II. Es parte central del Museo de Arte Islámico, integrado en el Museo de Pérgamo, que dispone ahora del doble de superficie, en su nueva ubicación en el ala norte.

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También el mosaico de Hefaistión, del siglo II a. C., que decoraba un palacio en Pérgamo hasta que llegó a Berlín hace unos 150 años, ha sido trasladado desde la sala helenística a la pequeña sala encima del altar de Pérgamo. La obra, que cuenta con cerca de un millón de piedras diminutas, fue trasladada por bloques y tres restauradores se dedican desde hace meses a colocar unas 60.000 de esas piedras. “Sobre todo, las que estaban en la parte exterior o de unión entre los bloques”, explica Maischberger. Su traslado se debió al deseo de facilitar los paseos por la sala helenística que preside la estatua de Atenea. “Ahora es como un ágora donde circular con total libertad”, detalla Erdmann.

Durante el recorrido por el ala norte se ve el avance en la restauración de, por ejemplo, la famosa sala de Alepo y de la cúpula de la Alhambra de Granada, que resplandecen en sus nuevas ubicaciones. Los paneles de madera que recubren la sala Alepo han sido restaurados y dispuestos en un espacio que parece más grande y luminoso que el antiguo. Mientras, la cúpula de madera que antiguamente cubría la Torre de las Damas de la Alhambra se encuentra en una sala con un ventanal que da a un mural con elementos florales del artista Imran Qureshi, que recuerda a un jardín abstracto.

La cúpula llegó a Berlín en los años veinte de manos de un banquero que la adquirió a finales del siglo XIX. “Como en aquella época la Alhambra era aún de propiedad privada, pudo comprarla e instalarla en su casa particular en el centro de Berlín”, detalla Deniz Erduman-Çalis, comisaria del Museo de Arte Islámico. “En 1979, sus descendientes la pusieron a la venta. Primero se la ofrecieron a la Alhambra, pero en aquel momento el Gobierno español no la quiso, porque en los años sesenta habían construido una réplica y la torre no es accesible al público, por lo que no hubo interés”, explica sobre cómo acabó en el museo.

La procedencia de determinados objetos puede reabrir un debate al respecto. Si bien España nunca ha tenido interés en la cúpula, desde Turquía sí ha habido reclamaciones. “Algunos activistas regionales sí han pedido la devolución”, reconoce Maischberger, al mismo tiempo que recuerda que el altar es una réplica, por lo que no es correcto hablar de “reclamar el altar de Pérgamo”, ya que se trata del friso. “Creo que cuando reabramos puede que haya algunas discusiones al respecto, pero estamos preparados. Hay que diferenciar el contexto histórico y la situación del siglo XIX”.

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