En un delicioso texto sobre Venecia, la periodista estadounidense Rachel Donadio reproducía un diálogo entre dos turistas a punto de lanzarse a caminar por la ciudad italiana. Uno decía: “¿Qué te parece si nos pasamos todo el día perdidos por Venecia?”. Y el otro respondía: “Como si tuviésemos otra opción”. Algo parecido ocurre con la película de Alan J. Pakula Todos los hombres del presidente, en la que Robert Redford, el gran actor fallecido este martes a los 89 años, interpretaba a Bob Woodward, uno de los dos periodistas de The Washington Post que investigaron el caso Watergate. Creo que no conozco a nadie que no haya acabado por hacerse un lío con la intrincada trama del filme, pese a que el guion es de William Goldman.
Pero, como ocurre con Venecia, forma parte del viaje, en este caso, a una de las cumbres del periodismo del siglo XX, un lugar al que resulta más importante que nunca regresar en estos tiempos. El Watergate relata, en el fondo, la historia de cómo el periodismo puede frenar los abusos de poder. En Todos los hombres del presidente llega un momento de la trama en el que es imposible aclararse con los nombres que van apareciendo a lo largo de la investigación, pero Pakula —y Goldman y unos actores fabulosos— logra que el espectador no se desenganche de la historia pese a perderse en la letra pequeña.
Muchos profesionales consideran con razón que Todos los hombres del presidente es la mejor película sobre periodismo (y una de las más que vocaciones ha despertado junto al libro de Manu Leguineche El camino más corto) porque relata la aburrida épica de tratar de comprobar una noticia paso a paso y la dificultad de cumplir con uno de los axiomas máximos de este oficio: ir a donde nos lleven los hechos.
Redford interpreta al ordenado y aseado Woodward y Dustin Hoffman al caótico Bernstein, que fuma hasta en los ascensores. Los dos, dirigidos por un fabuloso equipo editorial al frente del que estaba Ben Bradlee, convirtieron un robo en la sede del partido demócrata en Washington en una prodigiosa investigación que se prolongó durante dos años y que acabó con la dimisión del presidente Richard Nixon. Un triunfo absoluto del periodismo que lograron dos profesionales principiantes —Woodward tenía entonces 29 años y Bernstein, 28— con tesón, alguna ayuda —Garganta Profunda, la fuente anónima por antonomasia—, el coraje del equipo directivo y, por encima de todo, de la dueña del periódico, Katharine Graham.
Entre el robo en el edificio Watergate —que dio nombre al caso— el 17 de junio de 1972 y la portada más famosa de la historia del periodismo (“Nixon dimite” a cinco columnas), del viernes 9 de agosto de 1974, Woodward y Bernstein fueron capaces de desentrañar una trama de mentiras, corrupción y abusos de poder. La película se rodó en 1976, cuando el caso Watergate todavía formaba parte de la memoria viva del país. Es casi un documental.
En La vida de un periodista, Ben Bradlee cuenta que todo empezó muy rápido. “Poco después de la dimisión de Nixon, Woodward entró en mi despacho y me dijo: ‘Robert Redford está en la ciudad’ y me preguntó si me gustaría conocerlo. Así fue como me enteré de que la película estaba en marcha”, escribe en sus memorias, un gran libro de periodismo. “Redford me pareció un hombre encantador y muy profesional. Lo que quería hacer nos asustó a todos un poco. Primero quería utilizar el nombre del periódico. Sin saber quién iba a coproducir la película, sin conocer el guion ni el reparto o quién iba a ser el director, dijimos que no. Y además quería rodar en la redacción”. Fue lo único que Bradlee logró —se construyó en Los Ángeles una réplica del diario—, pero se utilizó el nombre del periódico y los nombres reales de los protagonistas, algo que el director no quería.
Robert Redford. I loved him, and admired him—for his friendship, his fiery independence, and the way he used any platform he had to help make the world better, fairer, brighter for others. pic.twitter.com/Omg433DA3y
— Bob Woodward (@realBobWoodward) September 16, 2025
Bradlee confiesa que nunca sospechó lo importante que iba a ser la película ni que generaciones de espectadores iban a conocer la historia del Watergate a través de un filme que rápidamente se convirtió en un clásico. Una de las muchas cosas que la sociedad civil estadounidense le debe a Robert Redford es haber mantenido viva la memoria de esa lucha de David contra Goliat que, por una vez, ganó David…
Redford y Woodward mantuvieron una estrecha amistad y compartieron la preocupación por la deriva autoritaria de EE UU bajo la presidencia de Donald Trump. El mismo día de la muerte del actor, se supo que había demandado a The New York Times por una fortuna para tratar de silenciar al diario. El periodista se despidió el martes por la noche de su viejo amigo con una carta que difundió en Twitter. “En la víspera de Año Nuevo de 2021, Redford dijo que había vuelto a ver Todos los hombres del presidente unos días antes. ‘Me sorprendió lo apropiada que era, lo oportuna que era y lo poco que realmente ha cambiado. Ya no tenemos a Nixon, tenemos a Trump”. Los años pasan y Todos los hombres del presidente permanece. Y el periodismo que encarna es más importante que nunca.
La película sobre el ‘caso Watergate’, protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman, se ha convertido en un símbolo de la capacidad del periodismo para frenar los abusos del poder
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos
La película sobre el ‘caso Watergate’, protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman, se ha convertido en un símbolo de la capacidad del periodismo para frenar los abusos del poder


En un delicioso texto sobre Venecia, la periodista estadounidense Rachel Donadio reproducía un diálogo entre dos turistas a punto de lanzarse a caminar por la ciudad italiana. Uno decía: “¿Qué te parece si nos pasamos todo el día perdidos por Venecia?”. Y el otro respondía: “Como si tuviésemos otra opción”. Algo parecido ocurre con la película de Alan J. Pakula Todos los hombres del presidente, en la que Robert Redford, el gran actor fallecido este martes a los 89 años, interpretaba a Bob Woodward, uno de los dos periodistas de The Washington Post que investigaron el caso Watergate. Creo que no conozco a nadie que no haya acabado por hacerse un lío con la intrincada trama del filme, pese a que el guion es de William Goldman.
Pero, como ocurre con Venecia, forma parte del viaje, en este caso, a una de las cumbres del periodismo del siglo XX, un lugar al que resulta más importante que nunca regresar en estos tiempos. El Watergate relata, en el fondo, la historia de cómo el periodismo puede frenar los abusos de poder. En Todos los hombres del presidente llega un momento de la trama en el que es imposible aclararse con los nombres que van apareciendo a lo largo de la investigación, pero Pakula —y Goldman y unos actores fabulosos— logra que el espectador no se desenganche de la historia pese a perderse en la letra pequeña.
Muchos profesionales consideran con razón que Todos los hombres del presidente es la mejor película sobre periodismo (y una de las más que vocaciones ha despertado junto al libro de Manu Leguineche El camino más corto) porque relata la aburrida épica de tratar de comprobar una noticia paso a paso y la dificultad de cumplir con uno de los axiomas máximos de este oficio: ir a donde nos lleven los hechos.
Redford interpreta al ordenado y aseado Woodward y Dustin Hoffman al caótico Bernstein, que fuma hasta en los ascensores. Los dos, dirigidos por un fabuloso equipo editorial al frente del que estaba Ben Bradlee, convirtieron un robo en la sede del partido demócrata en Washington en una prodigiosa investigación que se prolongó durante dos años y que acabó con la dimisión del presidente Richard Nixon. Un triunfo absoluto del periodismo que lograron dos profesionales principiantes —Woodward tenía entonces 29 años y Bernstein, 28— con tesón, alguna ayuda —Garganta Profunda, la fuente anónima por antonomasia—, el coraje del equipo directivo y, por encima de todo, de la dueña del periódico, Katharine Graham.

Entre el robo en el edificio Watergate —que dio nombre al caso— el 17 de junio de 1972 y la portada más famosa de la historia del periodismo (“Nixon dimite” a cinco columnas), del viernes 9 de agosto de 1974, Woodward y Bernstein fueron capaces de desentrañar una trama de mentiras, corrupción y abusos de poder. La película se rodó en 1976, cuando el caso Watergate todavía formaba parte de la memoria viva del país. Es casi un documental.
En La vida de un periodista, Ben Bradlee cuenta que todo empezó muy rápido. “Poco después de la dimisión de Nixon, Woodward entró en mi despacho y me dijo: ‘Robert Redford está en la ciudad’ y me preguntó si me gustaría conocerlo. Así fue como me enteré de que la película estaba en marcha”, escribe en sus memorias, un gran libro de periodismo. “Redford me pareció un hombre encantador y muy profesional. Lo que quería hacer nos asustó a todos un poco. Primero quería utilizar el nombre del periódico. Sin saber quién iba a coproducir la película, sin conocer el guion ni el reparto o quién iba a ser el director, dijimos que no. Y además quería rodar en la redacción”. Fue lo único que Bradlee logró —se construyó en Los Ángeles una réplica del diario—, pero se utilizó el nombre del periódico y los nombres reales de los protagonistas, algo que el director no quería.
Bradlee confiesa que nunca sospechó lo importante que iba a ser la película ni que generaciones de espectadores iban a conocer la historia del Watergate a través de un filme que rápidamente se convirtió en un clásico. Una de las muchas cosas que la sociedad civil estadounidense le debe a Robert Redford es haber mantenido viva la memoria de esa lucha de David contra Goliat que, por una vez, ganó David…
Redford y Woodward mantuvieron una estrecha amistad y compartieron la preocupación por la deriva autoritaria de EE UU bajo la presidencia de Donald Trump. El mismo día de la muerte del actor, se supo que había demandado a The New York Times por una fortuna para tratar de silenciar al diario. El periodista se despidió el martes por la noche de su viejo amigo con una carta que difundió en Twitter. “En la víspera de Año Nuevo de 2021, Redford dijo que había vuelto a ver Todos los hombres del presidente unos días antes. ‘Me sorprendió lo apropiada que era, lo oportuna que era y lo poco que realmente ha cambiado. Ya no tenemos a Nixon, tenemos a Trump”. Los años pasan y Todos los hombres del presidente permanece. Y el periodismo que encarna es más importante que nunca.
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Sobre la firma

Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.
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