<p><strong>Teo Lucadamo</strong> (Alicante, 2001) tiene todo lo innecesario para el rap: un chaval de raza blanca, criado al calor del privilegio de una familia de artistas en un barrio acomodado, sin mayores problemas de convivencia en su infancia y en su adolescencia, con una estética más que convencional. Y, sin embargo, este tío que acaba de entrar en la sala no es más, ni tampoco menos, que un rapero. Aunque él vaya a decir lo contrario a partir de este momento. Ni caso. Es cosa del dilema permanente en el que vive y que ha cristalizado en 14 canciones que componen su primer disco: <i>El dilema del rapero blanco</i>.</p>
El rapero acaba de publicar su primer disco tras su fichaje por Universal: ‘El dilema del rapero blanco’
Teo Lucadamo (Alicante, 2001) tiene todo lo innecesario para el rap: un chaval de raza blanca, criado al calor del privilegio de una familia de artistas en un barrio acomodado, sin mayores problemas de convivencia en su infancia y en su adolescencia, con una estética más que convencional. Y, sin embargo, este tío que acaba de entrar en la sala no es más, ni tampoco menos, que un rapero. Aunque él vaya a decir lo contrario a partir de este momento. Ni caso. Es cosa del dilema permanente en el que vive y que ha cristalizado en 14 canciones que componen su primer disco: El dilema del rapero blanco.
«Realmente esto es una toma de conciencia de que yo como artista no pertenezco a la cultura del hip hop, soy un outsider. No es que me sienta un intruso, más bien soy un fan. Y cuando me he dado cuenta de cuál es mi lugar me he quitado un peso de encima, porque no tengo que demostrar nada. Ya solo es divertirme y hacerlo lo mejor que sé». Y sobre esto gira un álbum que tiene tanto de rap como de humor, tanto de relato personal y familiar como de manifiesto político, tanto de Teo como de Lucadamo y de Sánchez-Gijón, los dos apellidos que le acompañan. Porque el veinteañero que acaba de firmar por Universal es hijo de la actriz Aitana Sánchez-Gijón, ganadora del Goya de Honor de este año, y del artista Papín Lucadamo. Y aquí otro dilema. O quizás, no. «Sí, soy un nepobaby, sé que la gente lo considera despectivo, pero a mí me hace gracia», asegura sin dar(se) mucha importancia.
Porque tras intentarlo en la interpretación, campo de batalla materno, internet y la MTV lo llevaron hacia el rap, el youtuber Mister Jägger y las páginas de memes le forjaron un humor y ahora todo convive dentro de sus letras. «La comedia es un 30% del disco, y eso que considero que es un disco bastante serio y solemne. Pero la gente dice que se ríe mucho. He intentado poner mi cara más seria y transparente, pero a mí me gusta divertirme y hacer chistes de mí mismo. Yo quiero hacer reír a tus amigos, quiero hacer reír a tu hermana, quiero reírme de mí mismo».
Por eso, en sus temas, dice: Puto imbécil que te crees un Premio Nobel/ porque puedes permitirte un mejor hotel/ no existen mismas condiciones para hacer papel/ y deja de decir que vives en Carabanchel. O: Da la cara y comete el marrón tú/ me dijo mi hermana un verano azul/ he quedado hoy con Betty Boop/pero me da todo el palo/ en verdad, ve tú. O también: Amor, háblame de fútbol/ no me vengas ahora con insultos/ tú te puedes forrar y seguir siendo zurdo/ me estás haciendo quedar como un palurdo.
Sin embargo, bajo esas densas capas de humor, también subyacen inseguridades: «Las he tenido a la hora de firmar con una discográfica, por miedo a perder la propiedad de mi música y el control creativo. Me genera un conflicto estar en una industria que pone a personas al servicio de la economía, y no al revés». Y un compromiso político a mantener: «Mi drama interno es que estoy mucho más ocupado en contribuir al sistema capitalista que en ejercer la acción política». Aunque es bastante común que en sus perfiles de redes sociales se cuelen mensajes sobre la Guerra en Gaza, sobre el problema de los jóvenes para acceder a una vivienda en España o sobre la gentrificación en los barrios obreros de Madrid. «He ido a manifestaciones por la vivienda, intento compartir en redes toda la información que me parece pertinente y me parece muy importante la labor de las asociaciones vecinales y los sindicatos. Pero mi música, mi proyecto, ocupa casi todo el tiempo porque estoy en proceso de formación. Espero poder tomar acciones políticas de mayor peso con el paso de los años».
Por el momento, en sus letras, alguna ha ido entrando con referencias a la masculinidad tóxica o al consumo de porno en la adolescencia. Dos de los caballos de la actual batalla cultural. «Me parece una desgracia el ascenso de la masculinidad tóxica, es puro populismo la cantidad de machistas que están engorilados para volver a ganarle terreno a los avances sociales del feminismo. Porque solo quieren quedarse con todo y perpetuar una sociedad desigual», explica. Y, desde ahí, tras una breve disertación, enlaza con la pornografía: «El porno nos ha trastocado a todos los que hemos crecido con internet. A mí me lo enseñó un amigo con nueve años y no hay contenido más tóxico y que perjudique más la salud mental de los niños. A mí me las ha hecho pasar putas en la forma de relacionarme con mi sexualidad y mis parejas sexuales. Es bueno que tomemos conciencia por mucho que hayas crecido con ello», concluye.
Y, ahora, volvamos al inicio. Porque el dilema sigue presente. ¿Estamos ante un rapero? «Todo esto me ha llevado a hacer una investigación del género y encontrar un sonido. Para mí el rap es más un pasatiempo que una necesidad de contar una realidad injusta».
Sí, podría ser un rapero.
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