El mismo día de la entrevista al escritor croata Robert Perišić (Split, de 56 años), la arqueología subacuática descubría a una profundidad de medio centenar de metros en las aguas de Komiža, cerca de la isla de Vis, un barco de los tiempos cuando los griegos fundaron Issa y Faros, sus colonias en Vis y Hvar, en la costa croata. En realidad, el barco, del siglo IV a. C., había sido encontrado el año pasado, pero solo ahora se confirmaba la importancia del descubrimiento.
Se publica en España la novela ‘El último artefacto socialista’, que inspiró la exitosa serie homónima estrenada en 2021
El mismo día de la entrevista al escritor croata Robert Perišić (Split, de 56 años), la arqueología subacuática descubría a una profundidad de medio centenar de metros en las aguas de Komiža, cerca de la isla de Vis, un barco de los tiempos cuando los griegos fundaron Issa y Faros, sus colonias en Vis y Hvar, en la costa croata. En realidad, el barco, del siglo IV a. C., había sido encontrado el año pasado, pero solo ahora se confirmaba la importancia del descubrimiento.
Perišić publicaba casualmente en fechas similares, como si fuera una premonición, una especie de odisea al respecto, un viaje mitológico con el sentimiento animalista y la aventura naturalista como argumento de fondo: Una gata al final del mundo (Elefanta Editorial, México), ambientada en la antigüedad clásica. El protagonista, acompañado de una gata y un burro, viaja en barco a fundar una polis a tierras ignotas, cuando las antiguas tribus ilirias dominaban el Adriático.
Realismo mitológico
Es un escritor de mitologías realistas, reconocido dentro y fuera de las fronteras de su país natal. Como él mismo reconoce, ha evolucionado hacia una fantasía más extrema sin que el lector lo perciba necesariamente. Antaño dedicado profesionalmente al periodismo, sobre todo el cultural, su vocación es eminentemente literaria. Fundó la revista literaria Godine (posteriormente Godine Nove). Se hizo un nombre en el ámbito a través de sus críticas y ensayos literarios, publicados en las revistas Feral Tribune y Playboy, más tarde en la revista semanal Globus. Esa faceta de emprendedor y analista de la literatura todavía la mantiene a través del festival local Lit link, punto de encuentro y promoción de escritores y editores. Reconoce que observa su literatura desde la óptica del crítico.
Empezó escribiendo poesía, también ha hecho dramaturgia y guion de cine, sorprendido en lo que él llama el “proceso de su generación”. Una etiqueta para definir la fragmentación de Yugoslavia y todas las grandes preguntas de su tiempo: por ejemplo, la entrada vertiginosa al capitalismo. Lo asume como “una aceleración que cambió el mundo en uno o dos años”. “Cuando vives esa experiencia dejas de ver el mundo como algo sólido. La gente que no ha pasado por esa experiencia tiende a pensar que las cosas son de una manera y siempre lo serán”.
Su motivación es escribir sobre un “realismo conceptual imaginado”, historias apegadas a los hechos, donde sus lectores crean intuir vivencias personales. Según reconoce: “Escribo inspirado por personajes que me son cercanos”, como si más que obras de ficción sus personajes fueran los protagonistas de un documental técnico».
Nuestro hombre en Irak (2007) le supuso el favor de la crítica local e internacional, al exponer la mediocridad social, el vacío de la vida pública y la crisis de reputación de los medios de comunicación, con un especial olfato para el humor y la sátira, para diagnosticar las patologías de su profesión, pero también para descubrir el malestar con la globalización.
Fábula redentora
En España se acaba de publicar El último artefacto socialista (Impedimenta; traducido por Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pištelek). Dos emprendedores (Oleg y Nikola) con la brújula moral desviada y en un cierto declive personal acuden a una ciudad de provincias, llamada N., para construir en su fábrica abandonada dos turbinas Tipo 83-N, la ochenta-troika, encargo del líder de un país paria (El Coronel). Para lograrlo, tienen que reanimar a los trabajadores de la factoría y recurren a Sobotka, un ingeniero retirado, de fuertes convicciones proletarias, para que reabra la actividad fabril. Publicada en 2020, un año después inspiró una serie de televisión con el mismo título que tuvo muy buena acogida en Croacia y España; aunque la novela aporta mucho más: sobre todo, la profundidad introspectiva de la memoria de los personajes, para convertirlos, como dice el autor, en “seres completos”.

La historia ofrece varios puntos de ruptura con la narrativa habitual. El autor reconoce que su público tiene un perfil determinado: “Son lectores urbanos”. Sus protagonistas tienen una mirada irónica hacia N., la misma que puede tener un habitante de Zagreb hacia las provincias de la Lika, la Banovina o Eslavonia. Se trata de una dimensión de ciudad perdida, pero de una clase trabajadora también perdida, fuera del radar social, silenciada por los nuevos ciclos informativos de la era neoliberal. Perišić reconoce que la visión denigratoria de los trabajadores griegos y de las personas en problemas a raíz de la crisis de la deuda externa de 2008, y durante la imposición de las medidas de austeridad, influyó en la concepción del libro.
El libro se torna una fábula irónica, porque, como dice, “cuando algo te es cercano puedes hacerlo”. El escritor es un maestro en los códigos y esencias locales para descubrir ese mapa mental donde el repudio hacia los esquejes del pasado y la desconexión con la periferia social son una actitud tan desafecta como ignorante. De hecho, los personajes evolucionan hacia “un sentido del lugar”, un proceso de familiarización con el espacio y sus lugareños, hasta que ambos elementos se integran en una psicología común donde campo y ciudad se fusionan.
Literatura transformadora
Perišić atiende a un enfoque existencialista, de “posibilidades y soluciones”. La sociedad croata, azorada por la autocompasión y la resignación, debido a los fracasos de la transición: las privatizaciones y la desindustrialización, puede encontrar una puerta abierta en un callejón sin salida. Este factor es el que exige más de la musculatura literaria de Perišić: obrar un vitalismo verosímil en esas mentes y cuerpos lastimados, tan comunes y reconocibles en el postsocialismo. El autor reconoce que: “Se me contagió la energía de los personajes”.
Por muy irreal que pudiera parecer, en realidad, esta experiencia ya existe desde hace dos décadas en la fábrica ITAS-Prvomajska en Ivanec, donde sus trabajadores luchan por sobrevivir en una economía capitalista. En su momento, lucharon judicialmente contra las autoridades y los nuevos propietarios, y tuvieron que ocupar las instalaciones durante un año para que no fuera expoliada. El documental La fábrica para los trabajadores, de 2021, dirigido por Srđan Kovačević, retrata la lucha de los trabajadores por mantener su trabajo y la rutina laboral basada en los principios autogestionarios.
Hay en El último artefacto socialista una voluntad de transformar la mirada. Para Perišić, el trabajo colectivo se convierte en una herramienta terapéutica, casi sanadora, una especie de inyección hormonal, más allá del marco estrictamente ideológico y de su categorización. El autor participa de esa antropología evolutiva: “Mis novelas cambian mientras escribo, porque investigo y la novela me lleva allá donde no me había planteado”. Perišić parece cauto y meditabundo con lo trascendental, se muestra reflexivo y leve sobre el impacto de su literatura, pero afilado y crítico cuando se trata de abordar los procesos sociales de nuestro tiempo.
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