Querían hacer un documental sobre Jartum, pero estalló la guerra: “De repente, nuestro trabajo consistía en salvar vidas”

Lokain y Wilson, dos niños de Jartum, rebuscan en la basura en busca de botellas de plástico que luego venderán por unas monedas. Khadmallah, una mujer que regenta un pequeño puesto de té en una bulliciosa esquina de la ciudad, sueña con hacer crecer su negocio. Jawad, voluntario en un comité de resistencia, se manifiesta en las calles por un Gobierno civil. Mientras tanto, el funcionario Majdi se escapa de la rutina de su oficina gracias a las carreras de palomas. Todos ellos protagonizan Khartoum (Jartum, 2025), una película documental dirigida por cuatro directores sudaneses —Anas Saeed, Rawia Alhag, Ibrahim Snoopy y Timeea M. Ahmed—, con la dirección creativa y el guion del británico Phil Cox.

El filme, producido por Native Voice Films y Sudan Film Factory, nació en 2021 en un taller de cine. La idea era crear un poema audiovisual sobre Jartum, en un momento crucial de la historia moderna de Sudán. Cada uno de los cinco personajes provenía de un estrato social y económico distinto, y tenían diferentes orígenes y religiones. Aunque sus caminos no estaban destinados a cruzarse en las calles de la ciudad, sus historias eran reflejo de la gran diversidad de la capital sudanesa.

Pero, en 2023, cuando el rodaje estaba a punto de acabar, este poema de amor a Jartum fue trastocado por la guerra, un nuevo e inesperado actor. El 15 de abril de ese año, el estallido del conflicto entre el ejército regular y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido lo alteró todo.

“De repente, nuestro trabajo consistía en salvar vidas”, resume Phil Cox en un intercambio de correos. Giovanna Stopponi, productora del documental junto a Talal Afifi, montó un centro de operaciones dedicado a encontrar la mejor manera de evacuar a los directores de Sudán. Se destinó el presupuesto restante de la película a trasladar al equipo hasta Kenia, a través de diversas rutas clandestinas. Una vez reunidos, trabajaron durante meses para localizar a los protagonistas del documental y sacarlos del país.

Los cinco protagonistas de 'Khartoum' (2025), de espaldas, en un fotograma del documental. La película utiliza croma y animaciones para complementar las imágenes capturadas en Jartum. Fotografía cedida por Native Voice Films.

En Nairobi, ya a salvo, protagonistas, directores y productores vivieron en un gran apartamento donde lo compartían todo, hasta los colchones. “Grabábamos entrevistas por la mañana y cocinábamos juntos la cena. Fue una experiencia muy familiar”, explica el director Timeea M. Ahmed a EL PAÍS en una entrevista por videollamada. “Creo que esto ayuda a la película a elevarse como historia, porque no era solo una producción más. No era la historia de Lokain, Wilson, Jawad, Khadmallah y Majdi. Era la de todos nosotros. Cómo se hizo, la logística, los recuerdos compartidos. Cambió nuestras vidas”, añade.

Convertidos en refugiados, enfrentándose al trauma de la guerra y con la imposibilidad de continuar con el rodaje en Jartum, tuvieron que encarar un nuevo desafío: el documental, tal y como lo habían proyectado, peligraba.

Un taller con una terapeuta sudanesa ayudó a los protagonistas y al equipo a compartir sus experiencias y decidir si querían continuar con el proyecto. Nadie dudó. “Sentíamos que hacer esta película era una responsabilidad, porque somos afortunados. Tenemos refugio, comida, agua, ingresos estables. Pero millones de personas ven sus vidas amenazadas, y esta [película] es una de las pequeñas contribuciones que podemos hacer como directores sudaneses por aquellos que no tienen nuestros privilegios”, detalla Ahmed. Por su parte, Rawia Alhag, otra de las directoras entrevistadas por este periódico, cree que hay muchas plataformas para los bandos en conflicto, pero no las suficientes para que los civiles de Sudán cuenten sus historias: “Y ellos son los más afectados por esta guerra”.

Sentíamos que hacer esta película era una responsabilidad, algo que tenía que suceder, porque somos afortunados. Tenemos refugio, comida, agua, ingresos estables. Pero millones de personas ven sus vidas amenazadas

Timeea Mohamed Ahmed, uno de los directores de ‘Khartoum’

Había que replantear el enfoque, recuerda Ahmed, explicando que lo que buscaban era una película que se entendiera y tolerara en cualquier lugar y que, además, generara preguntas en el espectador. “Para eso, no podíamos simplemente mostrar cadáveres y sangre y decir ‘mira que mal está todo’”, cuenta. “ Queríamos mostrar cómo era antes la situación, las esperanzas de futuro. Mira cómo ama la gente en Sudán, cómo baila. Una perspectiva más completa de lo que ocurrió en el país y lo que está pasando ahora”, agrega.

Los directores Ibrahim Snoopy, Rawia Alhag, Timeea M. Ahmed y Anas Saeed, en una imagen cedida por Native Voice Films.

Un inmenso croma para reconstruir los recuerdos

No tenían prácticamente imágenes del inicio de la guerra, ni tampoco de la huida de los protagonistas. Y puesto que no podían volver a grabar en Jartum, la otra parte del documental —la que narra cómo vivieron el inicio del conflicto y cómo transformó sus vidas— tuvo que contarse de otra manera.

Crearon una especie de escenario teatral pintado de verde, un inmenso croma desde donde recrearían, con animaciones de fondo, las historias de los personajes del documental. “Las primeras reconstrucciones en el estudio no fueron fáciles”, recuerda Cox. Para facilitar la tarea, los cuatro directores sudaneses también participaron, y recrearon delante de los cinco protagonistas un momento traumático y otro bello de su vida en Jartum.

En el documental, los protagonistas reconstruyen con ayuda del resto del grupo sus recuerdos del inicio de la guerra, que se alternan con imágenes de sus vidas antes del conflicto. “El principal objetivo era aumentar las conexiones entre estos personajes”, explica Alhag. Para ella, uno de los momentos más emocionantes del rodaje fue cuando Majdi, el funcionario, recreó el adiós a su hijo, que partió en un autobús rumbo a Egipto huyendo de la guerra: “Todos lloramos entre bastidores, recordando a nuestros propios padres cuando tuvieron que despedirse de nosotros”.

En otro momento de la película, Khadmallah, la vendedora de té, revive el instante en el que un combatiente de las Fuerzas de Apoyo Rápido disparó y mató, frente a ella, a un hombre sordo que no se giró cuando lo llamaba. “Al darme cuenta de que estaba muerto, supe que tenía que salir de allí, que pronto yo podía ser un cadáver. La muerte estaba por todas partes”, cuenta en el documental. También reconstruye cuando fue retenida por un grupo de paramilitares de las RSF y cómo, en ese instante, tuvo la certeza de que la iban a matar.

Cuando las escenas acaban, la cámara no se detiene y graba los momentos posteriores. “El rodaje se convirtió en un dispositivo catártico para todos. Por eso, en la película también vemos al grupo abrazándose después de las reconstrucciones. Para mí era importante que el público también viera esto”, detalla Cox.

La directora Rawia Alhag con los participantes del documental Lokain y Wilson recrean con el croma sus recuerdos de la guerra. Imagen cedida por Native Voice Films.

La música, como las animaciones y recreaciones, es clave en Khartoum. Está en los bailes, las canciones y en los recuerdos de una vida pasada. Jawad revive un momento de adolescencia: un viaje nocturno en autobús, compartiendo auriculares con la chica de la que estaba enamorado. “Cada zona de Sudán tiene su música, y tenemos canciones para todo: la cosecha, la oración, el baile… No se puede separar la cultura sudanesa de la música”, dice Alhag.

Khartoum fue estrenado mundialmente en enero de 2025 en Sundance y en la sección Panorama de la Berlinale, donde logró el tercer premio del público y el premio Cine para la Paz. Recientemente, ha ganado el Premio Gilda Vieira de Mello en el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Ginebra. Ahmed recuerda como “increíble” la reacción del público. “Las butacas estaban llenas, la gente lloraba, hacía preguntas. En el turno de preguntas y en el discurso les pedimos que hablaran a sus vecinos sobre Sudán. Que tuiteasen sobre Sudán, que hicieran lo que sea. Todos podemos contribuir de cualquier forma o medio”, relata. En mayo, Khartoum se proyectará en el festival de cine documental DocsBarcelona, en Barcelona.

“La película nos convirtió en una familia”, resume Alhag. La directora es ahora tutora legal de Lokain y Wilson, que viven con ella. Khadmallah, la vendedora de té, es su vecina, y su hija asiste a la misma escuela que los niños. Ella y Jawad tienen sus negocios en el mismo sitio, y siguen en contacto con Majdi. “Debido a la guerra, todos estamos unidos en esta película. El conflicto se alimenta de la división, separando a las personas unas de otras”, añade Ahmed. “Y creo que, personalmente, Jartum, la ciudad, demuestra que eso no es cierto. La gente allí convive de forma natural. Y en la película intentamos retratar esa diversidad”. Cox lo resume así: el documental “es una declaración radical de unidad y solidaridad”.

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Lokain y Wilson, dos niños de Jartum, rebuscan en la basura en busca de botellas de plástico que luego venderán por unas monedas. Khadmallah, una mujer que regenta un pequeño puesto de té en una bulliciosa esquina de la ciudad, sueña con hacer crecer su negocio. Jawad, voluntario en un comité de resistencia, se manifiesta en las calles por un Gobierno civil. Mientras tanto, el funcionario Majdi se escapa de la rutina de su oficina gracias a las carreras de palomas. Todos ellos protagonizan Khartoum (Jartum, 2025), una película documental dirigida por cuatro directores sudaneses —Anas Saeed, Rawia Alhag, Ibrahim Snoopy y Timeea M. Ahmed—, con la dirección creativa y el guion del británico Phil Cox.

El filme, producido por Native Voice Films y Sudan Film Factory, nació en 2021 en un taller de cine. La idea era crear un poema audiovisual sobre Jartum, en un momento crucial de la historia moderna de Sudán. Cada uno de los cinco personajes provenía de un estrato social y económico distinto, y tenían diferentes orígenes y religiones. Aunque sus caminos no estaban destinados a cruzarse en las calles de la ciudad, sus historias eran reflejo de la gran diversidad de la capital sudanesa.

Pero, en 2023, cuando el rodaje estaba a punto de acabar, este poema de amor a Jartum fue trastocado por la guerra, un nuevo e inesperado actor. El 15 de abril de ese año, el estallido del conflicto entre el ejército regular y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido lo alteró todo.

“De repente, nuestro trabajo consistía en salvar vidas”, resume Phil Cox en un intercambio de correos. Giovanna Stopponi, productora del documental junto a Talal Afifi, montó un centro de operaciones dedicado a encontrar la mejor manera de evacuar a los directores de Sudán. Se destinó el presupuesto restante de la película a trasladar al equipo hasta Kenia, a través de diversas rutas clandestinas. Una vez reunidos, trabajaron durante meses para localizar a los protagonistas del documental y sacarlos del país.

Los cinco protagonistas de 'Khartoum' (2025), de espaldas, en un fotograma del documental. La película utiliza croma y animaciones para complementar las imágenes capturadas en Jartum. Fotografía cedida por Native Voice Films.

En Nairobi, ya a salvo, protagonistas, directores y productores vivieron en un gran apartamento donde lo compartían todo, hasta los colchones. “Grabábamos entrevistas por la mañana y cocinábamos juntos la cena. Fue una experiencia muy familiar”, explica el director Timeea M. Ahmed a EL PAÍS en una entrevista por videollamada. “Creo que esto ayuda a la película a elevarse como historia, porque no era solo una producción más. No era la historia de Lokain, Wilson, Jawad, Khadmallah y Majdi. Era la de todos nosotros. Cómo se hizo, la logística, los recuerdos compartidos. Cambió nuestras vidas”, añade.

Convertidos en refugiados, enfrentándose al trauma de la guerra y con la imposibilidad de continuar con el rodaje en Jartum, tuvieron que encarar un nuevo desafío: el documental, tal y como lo habían proyectado, peligraba.

Un taller con una terapeuta sudanesa ayudó a los protagonistas y al equipo a compartir sus experiencias y decidir si querían continuar con el proyecto. Nadie dudó. “Sentíamos que hacer esta película era una responsabilidad, porque somos afortunados. Tenemos refugio, comida, agua, ingresos estables. Pero millones de personas ven sus vidas amenazadas, y esta [película] es una de las pequeñas contribuciones que podemos hacer como directores sudaneses por aquellos que no tienen nuestros privilegios”, detalla Ahmed. Por su parte, Rawia Alhag, otra de las directoras entrevistadas por este periódico, cree que hay muchas plataformas para los bandos en conflicto, pero no las suficientes para que los civiles de Sudán cuenten sus historias: “Y ellos son los más afectados por esta guerra”.

Sentíamos que hacer esta película era una responsabilidad, algo que tenía que suceder, porque somos afortunados. Tenemos refugio, comida, agua, ingresos estables. Pero millones de personas ven sus vidas amenazadas

Timeea Mohamed Ahmed, uno de los directores de ‘Khartoum’

Había que replantear el enfoque, recuerda Ahmed, explicando que lo que buscaban era una película que se entendiera y tolerara en cualquier lugar y que, además, generara preguntas en el espectador. “Para eso, no podíamos simplemente mostrar cadáveres y sangre y decir ‘mira que mal está todo’”, cuenta. “ Queríamos mostrar cómo era antes la situación, las esperanzas de futuro. Mira cómo ama la gente en Sudán, cómo baila. Una perspectiva más completa de lo que ocurrió en el país y lo que está pasando ahora”, agrega.

Los directores Ibrahim Snoopy, Rawia Alhag, Timeea M. Ahmed y Anas Said, en una imagen cedida por Native Voice Films.

Un inmenso croma para reconstruir los recuerdos

No tenían prácticamente imágenes del inicio de la guerra, ni tampoco de la huida de los protagonistas. Y puesto que no podían volver a grabar en Jartum, la otra parte del documental —la que narra cómo vivieron el inicio del conflicto y cómo transformó sus vidas— tuvo que contarse de otra manera.

Crearon una especie de escenario teatral pintado de verde, un inmenso croma desde donde recrearían, con animaciones de fondo, las historias de los personajes del documental. “Las primeras reconstrucciones en el estudio no fueron fáciles”, recuerda Cox. Para facilitar la tarea, los cuatro directores sudaneses también participaron, y recrearon delante de los cinco protagonistas un momento traumático y otro bello de su vida en Jartum.

En el documental, los protagonistas reconstruyen con ayuda del resto del grupo sus recuerdos del inicio de la guerra, que se alternan con imágenes de sus vidas antes del conflicto. “El principal objetivo era aumentar las conexiones entre estos personajes”, explica Alhag. Para ella, uno de los momentos más emocionantes del rodaje fue cuando Majdi, el funcionario, recreó el adiós a su hijo, que partió en un autobús rumbo a Egipto huyendo de la guerra: “Todos lloramos entre bastidores, recordando a nuestros propios padres cuando tuvieron que despedirse de nosotros”.

En otro momento de la película, Khadmallah, la vendedora de té, revive el instante en el que un combatiente de las Fuerzas de Apoyo Rápido disparó y mató, frente a ella, a un hombre sordo que no se giró cuando lo llamaba. “Al darme cuenta de que estaba muerto, supe que tenía que salir de allí, que pronto yo podía ser un cadáver. La muerte estaba por todas partes”, cuenta en el documental. También reconstruye cuando fue retenida por un grupo de paramilitares de las RSF y cómo, en ese instante, tuvo la certeza de que la iban a matar.

Cuando las escenas acaban, la cámara no se detiene y graba los momentos posteriores. “El rodaje se convirtió en un dispositivo catártico para todos. Por eso, en la película también vemos al grupo abrazándose después de las reconstrucciones. Para mí era importante que el público también viera esto”, detalla Cox.

La directora Rawia Alhag con los participantes del documental Lokain y Wilson recrean con el croma sus recuerdos de la guerra. Imagen cedida por Native Voice Films.

La música, como las animaciones y recreaciones, es clave en Khartoum. Está en los bailes, las canciones y en los recuerdos de una vida pasada. Jawad revive un momento de adolescencia: un viaje nocturno en autobús, compartiendo auriculares con la chica de la que estaba enamorado. “Cada zona de Sudán tiene su música, y tenemos canciones para todo: la cosecha, la oración, el baile… No se puede separar la cultura sudanesa de la música”, dice Alhag.

Khartoum fue estrenado mundialmente en enero de 2025 en Sundance y en la sección Panorama de la Berlinale, donde logró el tercer premio del público y el premio Cine para la Paz. Recientemente, ha ganado el Premio Gilda Vieira de Mello en el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Ginebra. Ahmed recuerda como “increíble” la reacción del público. “Las butacas estaban llenas, la gente lloraba, hacía preguntas. En el turno de preguntas y en el discurso les pedimos que hablaran a sus vecinos sobre Sudán. Que tuiteasen sobre Sudán, que hicieran lo que sea. Todos podemos contribuir de cualquier forma o medio”, relata. En mayo, Khartoum se proyectará en el festival de cine documental DocsBarcelona, en Barcelona.

“La película nos convirtió en una familia”, resume Alhag. La directora es ahora tutora legal de Lokain y Wilson, que viven con ella. Khadmallah, la vendedora de té, es su vecina, y su hija asiste a la misma escuela que los niños. Ella y Jawad tienen sus negocios en el mismo sitio, y siguen en contacto con Majdi. “Debido a la guerra, todos estamos unidos en esta película. El conflicto se alimenta de la división, separando a las personas unas de otras”, añade Ahmed. “Y creo que, personalmente, Jartum, la ciudad, demuestra que eso no es cierto. La gente allí convive de forma natural. Y en la película intentamos retratar esa diversidad”. Cox lo resume así: el documental “es una declaración radical de unidad y solidaridad”.

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