<p>Cuando pasen los años y<strong> Álvaro Pombo</strong> nos falte, su imagen y su discurso en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes de 2025 nos volverá a la cabeza como un recuerdo que nos parecerá irreal. «Es imposible estar más asqueroso que yo», dijo Pombo de sí mismo en las vísperas de la ceremonia, como si fuese un filósofo griego. En Alcalá, esta mañana, <strong>Pombo apareció en silla de ruedas y con gorro negro, agotado pero coqueto</strong>, divagatorio en la apariencia pero, al final, abrumadoramente lúcido, bromista pero poético, triunfante pero frágil… La palabra frágil es importante porque la fragilidad fue el tema del discurso de aceptación del Cervantes de <strong>Álvaro Pombo</strong>, texto que leyó su amigo <strong>Mario Crespo </strong>porque al escritor de <i>Contra Natura </i>las fuerzas le llegan ya por los pelos. </p>
El novelista y poeta recibe el primer galardón de las letras hispánicas en presencia de los Reyes
Cuando pasen los años y Álvaro Pombo nos falte, su imagen y su discurso en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes de 2025 nos volverá a la cabeza como un recuerdo que nos parecerá irreal. «Es imposible estar más asqueroso que yo», dijo Pombo de sí mismo en las vísperas de la ceremonia, como si fuese un filósofo griego. En Alcalá, esta mañana, Pombo apareció en silla de ruedas y con gorro negro, agotado pero coqueto, divagatorio en la apariencia pero, al final, abrumadoramente lúcido, bromista pero poético, triunfante pero frágil… La palabra frágil es importante porque la fragilidad fue el tema del discurso de aceptación del Cervantes de Álvaro Pombo, texto que leyó su amigo Mario Crespo porque al escritor de Contra Natura las fuerzas le llegan ya por los pelos. Y el Rey, en su respuesta al discurso, tomó ese hilo: «Vivimos días inciertos que piden claridad; días duros -y para muchos, aciagos que demandan bondad; días de confusión que reclaman verdad», dijo Don Felipe.
«La fragilidad es el gran tema que va con nosotros en toda nuestra vida y en todo nuestro día a día. Hoy sigue siendo, más que nunca, el gran tema: la fragilidad ante la enfermedad, ante la soledad, ante la injusticia, ante la seguridad, ante la falta de convicciones, ante las causas perdidas. La fragilidad del ser humano ante las más diversas instituciones que parece que no lo amparan a uno, en una sociedad cada vez más ininteligible», escribió Pombo para su Cervantes.
Su discurso consistió en buscar una «fenomenología de la fragilidad» en Cervantes, en sus textos y en sus libros. Primero, la fragilidad como una forma de rebeldía expresada en un soneto de don Miguel, «el mejor de la literatura castellana», según Álvaro Pombo. «¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza», escribió Cevantes sobre un tumulto imperial en Sevilla en la época de Felipe II. Después, Pombo se fijó en el Licenciado Vidriera, un personaje hasta ahora menor en las Novelas ejemplares, que enloqueció de amor y que dio sentido a su apellido, Vidriera, porque no hay nada más dispuesto a quebrarse que el cristal. Ante el amor también somos vidrio y «el vidrio es lo contrario a la victoria».
Al final del discurso de Pombo, la fragilidad de Cervantes ya no estaba en su obra sino en su vida: «Don Miguel de Cervantes fue un hombre profundo y pobre, al decir de Ortega y Gasset. Es muy posible que para alcanzar la grandeza en España, para superar la fragilidad, tengamos todos que llegar a la profundidad y a la pobreza. Ahí se desharán los encantamientos. Ahí se romperá por fin el cristal. Ahí se hará fuerte lo fragil. Y los héroes seguirán recorriendo el imperio de su palabra incesante».
Algo más: al principio de su discurso, Pombo presumió de venir de una familia de labriegos castellanos y citó la Epístola de Santiago: «Todo buen regalo y todo don perfecto desciende del Padre de las Luces». Los representantes del Estado en la ceremonia vistieron de luto en señal de duelo por la muerte del Papa Francisco.
El protocolo habitual de los premios Cervantes consiste en que, antes del discurso del ganador, el ministro de Cultura del Gobierno de España dé otro discurso de laudatio académico y que el Rey Felipe termine el acto con un elogio final, más cálido. Los dos cumplieron con su tarea. El que faltó a la ceremonia Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno que suele acompañar al Jefe de Estado en el gran día de las Letras hispánicas. Fuentes del Palacio de la Moncloa se limitaron a recordar que estas ausencias no son insólitas y que Mariano Rajoy faltó a los cervantes de 2014 y 2017 (los de Juan Goytisolo y Eduardo Mendoza) y que él mismo se ausentó en la ceremonia de 2022 (la de Rafael Cadenas).
Bueno: por lo menos el ministro Ernest Urtasun dio un discurso que fue más allá de la rutina. Recordó a Mario Vargas Llosa, premio Cervantes en 1995 y después se permitió un adorno muy torero al reconocer un bonito dodecasílabo en el nombre de «Álvaro Pombo García de los Ríos». Nombró a James Joyce antes que ninguna otra cita y dijo que a Pombo se le explica con tres palabras: «Silencio, exilio y sagacidad». Urtasun retrató a Pombo como a un excéntrico que busca el centro y como a un escritor que hace belleza de la memoria familiar y de su fraseo íntimo. «Yo no soy de esta ciudad ni de ninguna / he venido por casualidad y me iré por la noche / aquí no tengo primos ni fantasmas» son unos versos de Pombo que Urtasun leyó en Alcalá de Henares.
Después, el minsitro colocó al nuevo Cervantes en el mapa de la literatura europea, más que española. Valle, Ortega Aranguren, Sartre, Rilke, Eliot, James, Greene, Murdoch… Al final, Urtasun explicó que el nuevo Cervantes es un escritor en diálogo con las mujeres, feminista a su manera.
Don Felipe cerró la ceremonia del Cervantes con un discurso que abordó la obra de Pombo desde la ética, «a su interés por la bondad y por la verdad». «Comenzaré por la bondad: el interés poético y literario por la bondad resulta sorprendente, porque diríase que la maldad -y conste que me refiero al ámbito literario. ofrece más posibilidades. Tal vez en esto Cervantes sea un gran precedente. Lo que caracteriza la moral del caballero andante es ‘desfazer entuertos’, la lucha por la justicia y la ayuda al débil».
«Álvaro Pombo ha comentado que Dostoievski intentó durante toda su vida contar la historia de un hombre bueno, y no lo logró a pesar de sus esfuerzos. Pombo no es un ingenuo. No piensa que todo el mundo sea bueno, sino que sería deseable que lo fuera. De hecho, ha retratado con profundidad personajes malvados en alguna de sus obras, como Los delitos insignificantes, Contra natura o El Exclaustrado, pero siempre ha presentado la maldad como un fracaso, como una oportunidad perdida, insistiendo en la vulgaridad del mal. No hay en él nada grandioso. En cambio, la bondad le parece lo inaudito, lo brillante, la gran creación.
El ruido de un caza que volaba bajo interrumpió por un segundo al Rey en ese quicio de su discurso. ¿Y la verdad? «Álvaro Pombo lo ha explicado: ‘Yo tenía en mi juventud la convicción de que la verdad no era una cuestión lógica, una propiedad de los juicios, sino que era el descubrimiento de una realidad que casi siempre estaba escondida‘. La novela era también una manera de contar la verdad de las relaciones humanas, de sus amores, de sus odios. La literatura tiene una misión de claridad, no lo olvidemos. Consiste en articular lo inarticulado, en dar voz a sentimientos confusos, a situaciones confusas, a ideas confusas que pueden conducir a desenlaces terribles».
Unos minutos antes, el Rey, acompañado de Doña Letizia, había empujado la silla de ruedas de Álvaro Pombo. Fue otro momento tremendo, para el recuerdo.
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