Fue el viejo Giuseppe Verdi quien, en una famosa carta de 1898 al crítico francés Camille Bellaigue, resumió mejor el principal logro de Vincenzo Bellini: “Esas melodías largas, largas, largas, como nadie ha hecho antes que él”. Quizá el ejemplo supremo de esta afirmación sea Ah! non credea mirarti, el bellísimo cantabile de la escena final de La sonnambula, con esa melodía inicial que se despliega sin cesuras durante 11 compases. La soprano Nadine Sierra volvió a convertir esta aria en un momento para el recuerdo el martes, 22 de abril. Al igual que en diciembre de 2022 en el Teatro Real, su magistral interpretación derritió al público del Liceu, que le dedicó una ovación descomunal.
‘La sonnambula’
Música de Vincenzo Bellini. Libreto de Felice Romani.
Nadine Sierra, soprano (Amina); Xabier Anduaga, tenor (Elvino); Fernando Radó, bajo-barítono (Comte Rodolfo); Sabrina Gárdez, soprano (Lisa); Carmen Artaza, mezzosoprano (Teresa); Isaac Galán, barítono (Alessio) y Gerardo López, tenor (Notario).
Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu.
Director del coro: Pablo Assante.
Dirección musical: Lorenzo Passerini.
Dirección de escena: Bárbara Lluch.
Gran Teatre del Liceu, 22 de abril. Hasta el 8 de mayo.
La diva estadounidense comparte éxito en ‘La sonnambula’ con el excelente tenor donostiarra Xabier Anduaga en una irregular producción escénica de Bárbara Lluch, brillantemente dirigida por el joven Lorenzo Passerini
Fue el viejo Giuseppe Verdi quien, en una famosa carta de 1898 al crítico francés Camille Bellaigue, resumió mejor el principal logro de Vincenzo Bellini: “Esas melodías largas, largas, largas, como nadie ha hecho antes que él”. Quizá el ejemplo supremo de esta afirmación sea Ah! non credea mirarti, el bellísimo cantabile de la escena final de La sonnambula, con esa melodía inicial que se despliega sin cesuras durante 11 compases. La soprano Nadine Sierra volvió a convertir esta aria en un momento para el recuerdo el martes, 22 de abril. Al igual que en diciembre de 2022 en el Teatro Real, su magistral interpretación derritió al público del Liceu, que le dedicó una ovación descomunal.
La cantante estadounidense, de origen puertorriqueño (Fort Lauderdale, Florida, 36 años), se ha convertido esta temporada en la indiscutible estrella del Liceu. Por su excepcional papel protagonista en La traviata de Verdi, el pasado enero (que cantará en junio en el Teatro Real), y también por su exitoso recital con orquesta de hace dos semanas, aunque todavía volverá al teatro de las Ramblas, a finales de julio, para cantar dos funciones en versión de concierto de West Side Story, de Leonard Bernstein. Pero su interpretación de Amina, la joven huérfana que camina dormida en La sonnambula, de Bellini, quizá sea hoy difícil de superar.

Aparte de poseer una voz muy bella, de tener una asombrosa precisión técnica y de ser una cantante con una exquisita musicalidad, Sierra tiene algo que la acerca al magnetismo de Giuditta Pasta, la diva que inspiró a Bellini en 1831 para crear el personaje principal de La sonnambula. Me refiero a ese tinte levemente más oscuro y con mayor cuerpo de Sierra, en relación con el timbre ligero de las sopranos belcantistas, aunque la cantante estadounidense tiene un registro más homogéneo y no es tan grave como el de Pasta, según la famosa descripción que hizo Stendhal de su voz en Vida de Rossini.
En todo caso, el fraseo flexible y musical de Sierra en el citado Ah! non credea mirarti, con ese dominio de la media voz y el control del sombreado dinámico junto a las coloraturas, fue inolvidable. Es verdad que la cabaletta siguiente, Ah! non giunge uman pensiero, la interpreta un poco más lento de lo habitual, pero su pirotecnia vocal es inigualable, con magníficos ornamentos en la repetición y una forma de sostener los agudos que quita el aliento, tanto en el mi bemol sobreagudo de la última fermata como en el fa sobreagudo que clava en los compases finales. Pero su excelente interpretación también la escuchamos en el primer acto, como en su cavatina Come per me sereno, que terminó con maravillosos filados y provocó la primera algarabía de la noche, o en la cabaletta siguiente, Sovra il sen la man mi posa, que adornó con gusto en su repetición acortada y se inventó un imponente mi bemol sobreagudo al final.

No lo tuvo fácil Xabier Anduaga (San Sebastián, 29 años) para igualar a la impresionante Amina de Sierra con su interpretación de Elvino. Pero el tenor donostiarra ha ganado seguridad y musicalidad desde su actuación en el Teatro Real en 2022. En estos años no solo ha triunfado en la Metropolitan Opera de Nueva York, sino que el mes pasado fue declarado favorito del público vienés. En su caso, esa viril dulzura vocal, un punto metálica, que recuerda a los tenores de antaño, maridó a la perfección con Sierra en el primer acto, pero despuntó en el segundo con una magistral interpretación de Ah! perché non posso odiarti, una cabaletta donde exhibió brillantez técnica, fluidez en el fraseo y poderío en las notas altas, llegando con facilidad hasta el re sobreagudo.
El resto del reparto quedó por debajo, aunque mantuvo un nivel alto. Es el caso de la soprano hispano-cubana Sabrina Gárdez, que brilló en las coloraturas de Lisa; la atractiva voz de la mezzosoprano donostiarra Carmen Artaza como Teresa; el bajo-barítono argentino Fernando Radó, competente pero limitado en su papel del Comte Rodolfo; y tanto el aragonés Isaac Galán como el malagueño Gerardo López, respectivamente como Alessio y el Notario, mantuvieron el mismo nivel que en el Teatro Real hace dos temporadas atrás.
El tercer elemento a destacar de esta producción de La sonnambula es la excelente dirección musical de Lorenzo Passerini. El joven maestro italiano (Sondrio, 34 años) defiende con precisión una versión elegante y bien propulsada dramáticamente de la ópera de Bellini, con un fluido manejo del tempo y de las tensiones. La Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu rindió admirablemente bien bajo su mando, especialmente en el segundo acto, donde la desigual actuación del coro alcanzó su mejor momento en Qui la selva è più folta ed ombrosa.

La propuesta escénica de Bárbara Lluch, estrenada en 2022 en el Teatro Real, sigue destacando más a nivel visual que dramático. Sus ideas aportan dinamismo y cierta belleza, pero no hay mucho más. Es el caso de la escasa conexión entre el ballet coreografiado por Metamorphosis danza, que representa a los fantasmas de Amina, y la música que se escucha. De hecho, se dispusieron tres minutos de silencio antes del inicio de la ópera, en los que vemos a los bailarines acosando a la joven sonámbula, pero el acoso prosigue incomprensiblemente cuando empieza la música en un alegre y luminoso sol mayor. La dirección de actores brilla por su ausencia, al igual que el manejo del coro sobre el escenario. Y el final, con esa cornisa que aísla a la protagonista, sigue resultando incomprensible desde el punto de vista dramático; Lluch defiende en el programa de mano una “dramaturgia que deja el final abierto”, que nada tiene que ver con la música de Bellini y el libreto de Romani.
En todo caso, la escenografía de Christof Hetzer resulta atractiva, con ese opresivo ambiente rural a medio camino entre el naturalismo y la industrialización, que está muy bien iluminado por Urs Schönebaum, junto al bello vestuario romántico de Clara Peluffo. Y la puesta en escena contribuye a elevar el momento musical de la noche, la mencionada Ah! non credea mirarti, que Sierra canta subida a la cornisa mientras comienza a nevar.
‘La sonnambula’
Música de Vincenzo Bellini. Libreto de Felice Romani.
Nadine Sierra, soprano (Amina); Xabier Anduaga, tenor (Elvino); Fernando Radó, bajo-barítono (Comte Rodolfo); Sabrina Gárdez, soprano (Lisa); Carmen Artaza, mezzosoprano (Teresa); Isaac Galán, barítono (Alessio) y Gerardo López, tenor (Notario).
Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu.
Director del coro: Pablo Assante.
Dirección musical: Lorenzo Passerini.
Dirección de escena: Bárbara Lluch.
Gran Teatre del Liceu, 22 de abril. Hasta el 8 de mayo.
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