<p>El cineasta <strong>Marcel Ophüls</strong>, uno de los grandes nombres del cine documental del siglo XX, ha muerto este sábado a los <strong>97 años</strong>. Reconocido por su mirada incisiva sobre los episodios más oscuros de la historia contemporánea, alcanzó notoriedad internacional con <i><strong>La tristeza y la piedad</strong></i>, un impactante retrato de la Francia colaboracionista de Vichy que estuvo <strong>prohibido en la televisión pública francesa durante una década</strong>.</p>
Concibió el documental como un antídoto contra «el falso respeto de las conmemoraciones» y escandalizó a Francia con un crudo retrato del colaboracionismo con el régimen nazi
El cineasta Marcel Ophüls, uno de los grandes nombres del cine documental del siglo XX, ha muerto este sábado a los 97 años. Reconocido por su mirada incisiva sobre los episodios más oscuros de la historia contemporánea, alcanzó notoriedad internacional con La tristeza y la piedad, un impactante retrato de la Francia colaboracionista de Vichy que estuvo prohibido en la televisión pública francesa durante una década.
Estrenado en 1971, La tristeza y la piedad escandalizó al público al cuestionar el relato heroico de la resistencia francesa durante la ocupación nazi. Ambientado en Clermont-Ferrand, el documental desmontó mitos nacionales con entrevistas directas, imágenes de archivo y un montaje audaz. A pesar de sus 4 horas y 15 minutos de duración, fue un éxito en salas, aunque no pudo emitirse en la televisión hasta 1981.
Lejos de atribuirse el mérito, Ophüls solía restarle importancia al impacto del filme. «Creo que hay momentos en la historia en los que, si no lo hace uno, lo hará otro. En 1969-70, el mito gaullista-comunista estaba agotado. Alguien tenía que pinchar el absceso», afirmaba en una entrevista a Les Inrockuptibles en 2014.
Hijo del célebre cineasta Max Ophüls (La Ronda), Marcel nació como Hans Marcel Oppenheimer en Fráncfort (Alemania) el 1 de noviembre de 1927. Su familia huyó del nazismo en 1933, se instaló en Francia y, tras un nuevo exilio en 1941, se refugió en Estados Unidos, donde obtuvo la ciudadanía estadounidense.
Criado en Hollywood y formado como soldado en Japón tras la Segunda Guerra Mundial, regresó a París en 1950. Comenzó su carrera como asistente de dirección en la última película de su padre, Lola Montès (1955), y más adelante dirigió algunas ficciones, entre ellas Cáscara de banana (1963), con Jean-Paul Belmondo y Jeanne Moreau. Sin embargo, su consagración llegaría con el cine documental, de la mano de la televisión pública francesa (ORTF), donde desarrolló un enfoque personal, incisivo y profundamente humano.
Ophüls renovó el lenguaje del documental, introduciendo entrevistas penetrantes y montajes complejos donde las referencias musicales y cinematográficas servían de contrapunto emocional. El Holocausto fue una obsesión recurrente en su obra, aunque siempre se mostró reacio a las generalizaciones: «No creo en la culpabilidad colectiva», solía decir. Para él, el documental era un antídoto contra «el falso respeto de las conmemoraciones».
En 1989, ganó el Óscar al mejor documental con Hotel Terminus (La vida y la época de Klaus Barbie), tras un extenuante rodaje. La película sobre el llamado «carnicero de Lyon», criminal nazi refugiado en Bolivia, es considerada una de sus obras maestras. Su estilo se confirmó también en Veillées d’armes (1994), una profunda reflexión sobre el periodismo en tiempos de guerra, rodada en Sarajevo y acompañada por citas de Shakespeare y fragmentos musicales como Yankee Doodle Dandy.
«Los documentales también son una puesta en escena», explicaba a Afp, y rechazaba tanto los comentarios solemnes como el uso de recursos ficcionales sin transparencia.
Gracias a su dominio del francés, el alemán y el inglés, Ophüls entrevistó a figuras clave del siglo XX, como el arquitecto nazi Albert Speer en La memoria de la justicia (1976) y al espía de la RDA Markus Wolf en Días de noviembre (1991), tras la caída del Muro de Berlín.
Tras el revés comercial de Veillées d’armes, se retiró durante varios años al Béarn, en el suroeste de Francia. En 2013 volvió a la escena con Un voyageur, presentado con éxito en el Festival de Cannes. En esta obra íntima y nostálgica, mezcla imágenes de archivo con recuerdos de su juventud en Suiza, Estados Unidos y Francia, en un homenaje también a su padre.
Al momento de su muerte, Marcel Ophüls trabajaba en un nuevo proyecto, casi finalizado, sobre el ascenso de la extrema derecha en Europa y Estados Unidos, y el conflicto israelo-palestino. En él analizaba la ocupación de los territorios palestinos y exploraba un posible vínculo entre esa realidad y el resurgimiento del antisemitismo en Europa.
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