“¿Qué significa en el arte que el mundo no sea tal como lo percibimos?”, se preguntan Daniel van der Velden (54 años) y Vinca Kruk (45), los artistas holandeses que forman el dúo Metahaven. “Puede significar que hay mundos que no se pueden narrar y que debemos romper ese límite”, responden. Y para hacerlo, han construido una estética donde conviven lo digital, la poesía, la filosofía y la ciencia.
“¿Qué significa en el arte que el mundo no sea tal como lo percibimos?”, se preguntan Daniel van der Velden (54 años) y Vinca Kruk (45), los artistas holandeses que forman el dúo Metahaven. “Puede significar que hay mundos que no se pueden narrar y que debemos romper ese límite”, responden. Y para hacerlo, han construido una estética donde conviven lo digital, la poesía, la filosofía y la ciencia. Seguir leyendo
“¿Qué significa en el arte que el mundo no sea tal como lo percibimos?”, se preguntan Daniel van der Velden (54 años) y Vinca Kruk (45), los artistas holandeses que forman el dúo Metahaven. “Puede significar que hay mundos que no se pueden narrar y que debemos romper ese límite”, responden. Y para hacerlo, han construido una estética donde conviven lo digital, la poesía, la filosofía y la ciencia.
Fundaron Metahaven en 2007 y a lo largo del tiempo han producido trabajos audiovisuales, libros, textiles y proyectos gráficos para firmas como Balenciaga. En 2010 colaboraron con WikiLeaks, una relación que surgió a raíz de Black Transparency, su investigación sobre la opacidad, filtraciones y geopolítica en la Red. Aquel proyecto derivó en una serie de material gráfico que diseñaron para ayudar a la organización tras su bloqueo financiero.
La obra de Metahaven es difícil de ubicar en un solo territorio. “Somos habitantes de todos esos espacios”, dice Van der Velden de paso por Madrid para presentar la muestra Collapse of the Weave Function (colapso de la función del tejido), en el Matadero. Habitar, afirman, implica también dejarse atravesar por la vida cotidiana, por lo que leemos, por los dispositivos que usamos para comunicarnos, por las palabras que intercambiamos.

Ambos cursaron Diseño Gráfico, aunque en años distintos, en la Willem de Kooning Academy de Róterdam, y durante mucho tiempo articularon un discurso relacionado con el poder, la opacidad tecnológica y la desinformación. La imagen en movimiento y el sonido fueron las herramientas que utilizaron para explorar las tensiones estructurales de nuestra época, pero ahora cuentan que se han desplazado hasta una producción más lírica y existencial. “El interés por el poder en nuestra obra fue central hace unos 10 años. Como analizar la política y la manera en que el poder opera a través de la tecnología. En los últimos ocho, sin embargo, nos hemos centrado en la poesía, la lírica y la cognición”, detalla Daniel.
“Me pregunto si podemos hablar de arte sin tecnología”, cuestiona. Les interesa adentrarse en la IA como otro territorio estético más. “La inteligencia artificial generativa parte de entradas limitadas para producir frases sin conocer realmente qué es un idioma. No opera con reglas simbólicas como las entiende la lingüística tradicional, sino con una descripción matemática”, señala Van der Velden. Para él, esto abre nuevos metadiscursos sobre el arte. “A medio y largo plazo, la pregunta es qué implicaciones tendrá esta nueva conciencia del lenguaje para el propio arte”, resalta.
Para ingresar en la IA, han comparado su interior con Finnegans Wake, el libro en el que James Joyce llevó el lenguaje al borde de su propia combustión: neologismos, palabras compuestas en más de 60 idiomas, calambures, frases oníricas. “Joyce escribió esta obra en 1939 y está llena de palabras que no existían. Es un poco como una GAN [Redes Generativas Antagónicas] inventando un lenguaje”, explica Van der Velden. Un delirio lingüístico que para ellos no es un detalle que deba obviarse: “El lenguaje es a la vez tecnológico y biológico. A la IA le das 5.000 millones de páginas de internet para producir frases, igual como los niños aprenden a partir de unas pocas palabras”. Esa fascinación, cuentan, provino del balbuceo cotidiano e infantil.
“Empezamos a leerle poesía a nuestra hija cuando tenía cuatro años y a jugar con el lenguaje por su forma de hablar”, recuerda Vinca Kruk. “Su primera palabra fue…”, sigue Van der Velden. “Libro”, remata ella.
Leían poemas eslavos con cambios abruptos y frases que se afirman y se niegan: “Es decir una cosa y luego desdecirla. Jugar con el lenguaje”, dice la artista. Era una especie de poesía absurda sobre cosas que no pueden existir en la realidad, cosas al revés, mundos al revés. “Los niños lo hacen, tienen el don de la fantasía, pero es también una forma de encontrar nuevas expresiones para aquello que cuesta nombrar en nuestro tiempo”, dice Daniel, para quien la poesía es una forma decisiva para pensar el presente. Aunque advierte: “No toda la poesía, pero sí parte de ella sigue infravalorándose”. Lo que le conmueve es su capacidad para abordar “cosas que existen en nosotros” sin necesidad de explicarlas del todo, del mismo modo en que ciertos escritores “logran entrar en nuestras mentes y corazones de una manera asombrosa”.

Dicen que les interesa la forma en que la literatura puede anticipar experiencias aún no vividas. “A veces podemos entender cosas que aún no experimentamos, para las que ni siquiera tenemos una imagen”, subraya Daniel. Citan nombres como Etel Adnan, Benjamin Labatut, Clarice Lispector y Eugene Ostashevsky.
La exposición que presentaron en Matadero fue un viaje a una noche hiperconectada y luminosa. En el espacio convivían cuatro piezas: Hometown (2018), vídeo; Centerless (2025), bordado en bolsas de plástico; Collapse of the Weave Function (2025), una guirnalda jacquard de 30 metros de largo con los gatos de Schrödinger, y Vortices (2025), dos tapices suspendidos en el aire.
Una combinación de fragmentos de luz que se escapan de la pantalla por falta de límites. Plástico, píxeles, hilos. Naranja, amarillo, verde, morado, azul fosforescente. Brillante, ruidoso, tensionado. Una sensación parecida a la de habitar un poema eléctrico. “Creemos que es interesante cuando el arte te traslada a otros espacios”, dice Van der Velden. ¿Qué tipo de espacios? “Aquellos en los que surgen nuevas preguntas para la experiencia”.
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