María San Miguel (Valladolid, 1985) creció con la historia que contaba su abuela Arsenia que, con 14 años, tuvo que ir a recoger el cuerpo de su padre fusilado por las tropas franquistas. De las exhumaciones de los restos de las víctimas enterradas en las carreteras, entre ellos los de su tatarabuela, nació su interés por la memoria y los temas como dramaturga. Licenciada en periodismo y creadora de una trilogía teatral sobre el conflicto vasco con su compañía Proyecto 43-2, San Miguel llega al Teatro del Barrio de Madrid, el próximo 7 de septiembre, con su montaje Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva, en el que partiendo de los silencios en torno al poeta Federico García Lorca, asesinado hace ahora 89 años, entra de lleno en la cuestión de la memoria histórica. El proyecto, un encargo de la Diputación de Granada que se estrenó en el patio de la casa de Lorca en Valderrubio (Granada), tiene también formato podcast de cinco capítulos, para el que ha utilizado todo el material documental reunido.
Pregunta. Con 17 años asistió a la exhumación de los restos de su tatarabuela. ¿Cómo vivió ese momento?
Respuesta. La historia de mi abuela Arsenia la conocía porque ella misma la contaba. Lo que no sabía es que a su propia abuela también la habían fusilado. Recuerdo ir con mis padres a un pinar, cerca de un pueblo de Valladolid y sentir una emoción tremenda al ver como apartaban la tierra y encontraban sus huesos. Fue algo muy impactante. Fue un momento clave, porque ahí nace mi interés por la memoria y por los temas para tratar como dramaturga.
P. ¿Cómo se vive el hecho de ser familiar de un desaparecido en una fosa común?
R. Lo vivo con incomprensión. Me pregunto cómo es posible vivir con normalidad en un país teniendo a tantos miles de desaparecidos y desaparecidas. No entiendo como una democracia puede sostenerse con muertos bajo su tierra.
Hacer teatro independiente en nuestro país es agotador. He vivido decepciones personales y profesionales muy grandes
P. ¿Y cómo ha influido su experiencia personal en su teatro?
R. Desde los 17 años he querido hablar de esto en un escenario, pero no se ha dado la ocasión hasta que la Diputación de Granada me invitó a acercarme al silencio que hay en Valderrubio en torno a Federico García Lorca. Estaba a punto de abandonar el teatro. Todos los fantasmas que viven bajo tierra me vinieron a salvar de ese momento que estaba viviendo, unido a que Federico está en la raíz de mi formación teatral y en mi manera de entender el teatro.
P. ¿Por qué quería dejar el teatro?
R. En los últimos años me han pasado muchas cosas, algunas personales, como la muerte de mi padre. Hacer teatro independiente en nuestro país es agotador. He vivido decepciones personales y profesionales muy grandes.
P. ¿Cómo cuáles?
R. No quiero abundar más en ello. Quizás algún día tomando un vino.
P. Se acaban de cumplir 89 años del asesinato de Lorca. ¿Hay todavía un manto de silencio sobre ello?
R. Hay silencio sobre el contexto y lo que realmente sucedió en este país con el golpe militar que fue un genocidio pensado. Este proyecto es una investigación del silencio en torno a su desaparición. Se sabe que fue asesinado, pero Lorca, como 114.000 personas más, es un desaparecido forzoso.
P. ¿A qué cree que se debe?
R. Al absoluto terror con el que los golpistas y luego la dictadura generó en la población y a toda la propaganda para extender el terror y el silencio. Para mí hay una pedagogía de la crueldad cuando asistes a una exhumación. Cuerpos arrojados de cualquier manera con lesiones en el cuerpo y tiros en la nuca.
Los hijos de las personas desaparecidas están muriendo. El duelo colectivo como país no se ha cerrado. Es un trauma que se hereda
P. ¿Ha sido Lorca un personaje instrumentalizado?
R. Hay cierto sector de la ultraderecha decidido a instrumentalizarlo, señalando que, por ejemplo, le gustaban los toros, pero sin contar por qué fue asesinado. Por otro lado, la izquierda siempre ha sido cobarde en reivindicar a nuestros muertos que, por otra parte, son de todos, seas de la ideología que seas.
P. La obra habla del profundo miedo y la represión que siguió al asesinato del poeta. ¿Cómo se traslada ese miedo al mundo de hoy?
R. Hay todavía mucho silencio. Yo he crecido con esa sensación en el discurso público de que no se podía hablar de determinados temas porque se removían ideas y temas como la guerra civil, que, por otra parte, se ha tratado muy poco tanto en el teatro como en el cine.
P. Después de tantos meses de inmersión en el universo de Lorca. ¿Qué sensaciones le deja?
R. La de ser una privilegiada. Uno de los mejores regalos de mi carrera ha sido el de trabajar con el equipo científico de la Universidad de Granada que trabaja en el barranco de Víznar. He descubierto a personas cuyo motor de vida es la pasión y el compromiso por Granada y los pueblos lorquianos.
P. Habla de Federico y no de Lorca. ¿Qué es para usted Federico?
R. Me refiero como Federico para traerlo a la tierra como representante de tantos miles de hombres y mujeres que siguen enterrados en cunetas y carreteras. Leo a Federico desde que aprendí a leer. Me ha marcado mucho no solo su obra, sino su visión política y teatral, su militancia política y sus ideas por llevar la cultura a todos los rincones de España con su compañía La Barraca.
P. La obra da pie a hablar de otras historias, de otras víctimas de la dictadura franquista. ¿Siguen olvidadas?
R. Sí, sobre todo siguen enterradas, literalmente, cosa que es gravísimo en una democracia.
P. Su trayectoria como dramaturga está centrada en la realidad. ¿Qué teatro busca?
R. El que tenga sentido hacer en este mundo que vivimos. En este espectáculo he pensado mucho cómo escribir y que contar para seguir despertando emociones y preguntas. Es muy complejo en un mundo de tantas imágenes, pero con tanta desesperanza, como el genocidio en Palestina, las políticas de Trump o el ascenso de la ultraderecha. Mi teatro piensa en los huecos, en las narrativas disidentes, en las historias que no tienen voz.
La Ley de Memoria Histórica está siendo devaluada en muchos ayuntamientos y comunidades gobernados por la derecha y la ultraderecha
P. La Ley de Memoria Histórica data del año 2007, con Zapatero como presidente del Gobierno. ¿Cree que llegó tarde?
R. Tardísimo. No puedo entender como en los gobiernos de Felipe González, con la mayoría absoluta de 1982 no empezaron a desenterrar a los muertos. Quizás ahora viendo en lo que se ha convertido Felipe González lo entiendo un poco más. Los hijos de las personas desaparecidas están muriendo. El duelo colectivo como país no se ha cerrado. Es un trauma que se hereda.
P. Esta ley está siendo devaluada en muchos ayuntamientos y comunidades gobernados por la derecha y la ultraderecha. ¿Qué siente ante ello?
R. Impotencia, dolor y muchísima rabia.
P. ¿Confía en que algún día se encuentren los restos de Federico García Lorca?
R. Lo que me gustaría realmente es que no dependiera de quien gobierna este país para exhumar a todas las víctimas, incluido Federico.
La directora estrena ‘Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva’, en la que entra de lleno en la cuestión de la memoria histórica
María San Miguel (Valladolid, 1985) creció con la historia que contaba su abuela Arsenia que, con 14 años, tuvo que ir a recoger el cuerpo de su padre fusilado por las tropas franquistas. De las exhumaciones de los restos de las víctimas enterradas en las carreteras, entre ellos los de su tatarabuela, nació su interés por la memoria y los temas como dramaturga. Licenciada en periodismo y creadora de una trilogía teatral sobre el conflicto vasco con su compañía Proyecto 43-2, San Miguel llega al Teatro del Barrio de Madrid, el próximo 7 de septiembre, con su montaje Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva, en el que partiendo de los silencios en torno al poeta Federico García Lorca, asesinado hace ahora 89 años, entra de lleno en la cuestión de la memoria histórica. El proyecto, un encargo de la Diputación de Granada que se estrenó en el patio de la casa de Lorca en Valderrubio (Granada), tiene también formato podcast de cinco capítulos, para el que ha utilizado todo el material documental reunido.
Pregunta. Con 17 años asistió a la exhumación de los restos de su tatarabuela. ¿Cómo vivió ese momento?
Respuesta. La historia de mi abuela Arsenia la conocía porque ella misma la contaba. Lo que no sabía es que a su propia abuela también la habían fusilado. Recuerdo ir con mis padres a un pinar, cerca de un pueblo de Valladolid y sentir una emoción tremenda al ver como apartaban la tierra y encontraban sus huesos. Fue algo muy impactante. Fue un momento clave, porque ahí nace mi interés por la memoria y por los temas para tratar como dramaturga.
P. ¿Cómo se vive el hecho de ser familiar de un desaparecido en una fosa común?
R. Lo vivo con incomprensión. Me pregunto cómo es posible vivir con normalidad en un país teniendo a tantos miles de desaparecidos y desaparecidas. No entiendo como una democracia puede sostenerse con muertos bajo su tierra.
Hacer teatro independiente en nuestro país es agotador. He vivido decepciones personales y profesionales muy grandes
P. ¿Y cómo ha influido su experiencia personal en su teatro?
R. Desde los 17 años he querido hablar de esto en un escenario, pero no se ha dado la ocasión hasta que la Diputación de Granada me invitó a acercarme al silencio que hay en Valderrubio en torno a Federico García Lorca. Estaba a punto de abandonar el teatro. Todos los fantasmas que viven bajo tierra me vinieron a salvar de ese momento que estaba viviendo, unido a que Federico está en la raíz de mi formación teatral y en mi manera de entender el teatro.
P. ¿Por qué quería dejar el teatro?
R. En los últimos años me han pasado muchas cosas, algunas personales, como la muerte de mi padre. Hacer teatro independiente en nuestro país es agotador. He vivido decepciones personales y profesionales muy grandes.
P. ¿Cómo cuáles?
R. No quiero abundar más en ello. Quizás algún día tomando un vino.
P. Se acaban de cumplir 89 años del asesinato de Lorca. ¿Hay todavía un manto de silencio sobre ello?
R. Hay silencio sobre el contexto y lo que realmente sucedió en este país con el golpe militar que fue un genocidio pensado. Este proyecto es una investigación del silencio en torno a su desaparición. Se sabe que fue asesinado, pero Lorca, como 114.000 personas más, es un desaparecido forzoso.
P. ¿A qué cree que se debe?
R. Al absoluto terror con el que los golpistas y luego la dictadura generó en la población y a toda la propaganda para extender el terror y el silencio. Para mí hay una pedagogía de la crueldad cuando asistes a una exhumación. Cuerpos arrojados de cualquier manera con lesiones en el cuerpo y tiros en la nuca.
Los hijos de las personas desaparecidas están muriendo. El duelo colectivo como país no se ha cerrado. Es un trauma que se hereda
P. ¿Ha sido Lorca un personaje instrumentalizado?
R. Hay cierto sector de la ultraderecha decidido a instrumentalizarlo, señalando que, por ejemplo, le gustaban los toros, pero sin contar por qué fue asesinado. Por otro lado, la izquierda siempre ha sido cobarde en reivindicar a nuestros muertos que, por otra parte, son de todos, seas de la ideología que seas.
P. La obra habla del profundo miedo y la represión que siguió al asesinato del poeta. ¿Cómo se traslada ese miedo al mundo de hoy?
R. Hay todavía mucho silencio. Yo he crecido con esa sensación en el discurso público de que no se podía hablar de determinados temas porque se removían ideas y temas como la guerra civil, que, por otra parte, se ha tratado muy poco tanto en el teatro como en el cine.
P. Después de tantos meses de inmersión en el universo de Lorca. ¿Qué sensaciones le deja?
R. La de ser una privilegiada. Uno de los mejores regalos de mi carrera ha sido el de trabajar con el equipo científico de la Universidad de Granada que trabaja en el barranco de Víznar. He descubierto a personas cuyo motor de vida es la pasión y el compromiso por Granada y los pueblos lorquianos.
P. Habla de Federico y no de Lorca. ¿Qué es para usted Federico?
R. Me refiero como Federico para traerlo a la tierra como representante de tantos miles de hombres y mujeres que siguen enterrados en cunetas y carreteras. Leo a Federico desde que aprendí a leer. Me ha marcado mucho no solo su obra, sino su visión política y teatral, su militancia política y sus ideas por llevar la cultura a todos los rincones de España con su compañía La Barraca.
P. La obra da pie a hablar de otras historias, de otras víctimas de la dictadura franquista. ¿Siguen olvidadas?
R. Sí, sobre todo siguen enterradas, literalmente, cosa que es gravísimo en una democracia.
P. Su trayectoria como dramaturga está centrada en la realidad. ¿Qué teatro busca?
R. El que tenga sentido hacer en este mundo que vivimos. En este espectáculo he pensado mucho cómo escribir y que contar para seguir despertando emociones y preguntas. Es muy complejo en un mundo de tantas imágenes, pero con tanta desesperanza, como el genocidio en Palestina, las políticas de Trump o el ascenso de la ultraderecha. Mi teatro piensa en los huecos, en las narrativas disidentes, en las historias que no tienen voz.
La Ley de Memoria Histórica está siendo devaluada en muchos ayuntamientos y comunidades gobernados por la derecha y la ultraderecha
P. La Ley de Memoria Histórica data del año 2007, con Zapatero como presidente del Gobierno. ¿Cree que llegó tarde?
R. Tardísimo. No puedo entender como en los gobiernos de Felipe González, con la mayoría absoluta de 1982 no empezaron a desenterrar a los muertos. Quizás ahora viendo en lo que se ha convertido Felipe González lo entiendo un poco más. Los hijos de las personas desaparecidas están muriendo. El duelo colectivo como país no se ha cerrado. Es un trauma que se hereda.
P. Esta ley está siendo devaluada en muchos ayuntamientos y comunidades gobernados por la derecha y la ultraderecha. ¿Qué siente ante ello?
R. Impotencia, dolor y muchísima rabia.
P. ¿Confía en que algún día se encuentren los restos de Federico García Lorca?
R. Lo que me gustaría realmente es que no dependiera de quien gobierna este país para exhumar a todas las víctimas, incluido Federico.
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