Marcela Guerrero (San Juan, 1980) ha hecho historia en dos ocasiones: en 2022 al convertirse en la primera curadora titular latina del museo Whitney de Arte Contemporáneo de Nueva York y al ser la primera latina en codirigir —junto a Drew Sawyer— la bienal de arte contemporáneo del museo, después de que se le haya encomendado la edición del 2026. La bienal de arte del Whitney es la más antigua y prestigiosa de Estados Unidos —dio comienzo en 1932—, catapultó a la fama a artistas hoy esenciales como Jackson Pollock o Jeff Koons y es una de las ferias referentes para tomarle el pulso al arte contemporáneo. El liderazgo de Guerrero es un hito teniendo en cuenta que los latinos representan solo el 3% de los líderes, curadores y educadores en museos, según un estudio de la Fundación Mellon que, aunque realizado en 2015, sigue siendo el más específico.
Desde su oficina en el Whitney, Guerrero habla del arte latinx en la actualidad y comparte su carrera hacia el éxito; desde cómo sintió a los 18 años que el mundo del arte podía ser el camino a seguir, pasando por los diversos empleos que siguió sin saltarse ningún paso, hasta convertirse en una de las curadoras latinas más importantes del país.
Pregunta. ¿Cómo surgió su interés por el arte?
Respuesta. Muchos curadores vienen de padres artistas o coleccionistas, pero no fue mi caso. No crecí yendo a museos. Me empecé a interesar por el arte a partir de un libro, Felices días, tío Sergio, de Magali García Ramis. El protagonista, el tío Sergio, era un fanático de Matisse y así me entró la curiosidad por investigar quién era aquel artista. Después, cuando a los 18 años fui a visitar a mi hermana que estudiaba en Washington D. C., visité muchos museos, porque los Smithsonian eran gratuitos. Allí podía pensar y reflexionar y siendo una mujer sola, me sentía libre de acosos, segura. Fue entonces cuando empecé a ver el arte como una posible carrera para mí.
P. Se doctoró por la Universidad de Wisconsin, ¿su intención era emprender una carrera académica?
R. Mis padres eran catedráticos, así que en principio pensé en hacer un doctorado y dedicarme a la docencia como profesora de historia del arte. Pero decidí experimentar lo que era trabajar en un museo mientras escribía mi tesis sobre arte caribeño. Conseguí mi primer empleo a los 29 años en el Museo de Bellas Artes de Houston. Era coordinadora de investigación bajo el liderazgo de Mari Carmen Ramírez, directora del Centro Internacional de Artes de las Américas (ICAA por sus siglas en inglés). Fue el momento perfecto y el trabajo perfecto para meter los pies en el agua.
P. ¿Fue difícil llegar a escalar al puesto de curadora titular en el museo Whitney?
R. Es difícil crecer en la curaduría desde un mismo museo. Para ascender de posición lo común es tener que cambiar de institución, lo que con frecuencia implica un cambio de ciudad y Estado. De Wisconsin me mudé a Houston, después a Los Ángeles y por último a Nueva York. Después de tres años trabajando con Mari Carmen Ramírez, conseguí un puesto de asistente de curaduría en el museo Hammer de los Ángeles. Era una posición temporal para organizar la exposición Radical Women: Latin American Art, 1960-1985, y allí estuve otros tres años aprendiendo el proceso completo de curaduría, desde la fase de investigación, que ya dominaba, a la fase de implementación, lo que fue muy gratificante. Nunca me salté ningún paso. Solo después de esa experiencia me sentí capaz de hacer la solicitud para el puesto de asistente de curaduría que el museo Whitney había anunciado en su web. Me cogieron y a partir de ahí cambió todo.
P. ¿En qué sentido?
R. Estando en el Whitney me han ascendido en dos ocasiones, a curadora asociada y luego a curadora titular. No es común que se den oportunidades para evolucionar dentro de una misma institución. Por eso quiero hacer lo posible para facilitarle el camino a las personas más jóvenes, ser una especie de mentora de las personas latinx que trabajen conmigo y conseguir que después de trabajar conmigo aquí, puedan irse a otro museo como asistentes de curaduría. De momento ya he supervisado a tres fellows: Alana Hernández, que ahora trabaja en el ASU Art Museum de Tempe (Arizona), Angélica Arbelaez, que está en el High Museum of Art, y Sofía Silva, que está cursando su doctorado en la Universidad de Standford.
P. ¿En qué se diferenciará la bienal del Whitney 2026 de ediciones anteriores?
R. La última bienal fue más callada, más sombría. Fue antes de las elecciones y creo que se sentía esa presión que venía, pero no de una forma directa, sino latente. El tono de esta bienal es mucho más alto, lleno de matices más agudizados.
P. ¿Cómo está siendo trabajar con Drew Sawyer?
R. Hemos decidido abordar esta bienal con una mentalidad abierta. Desde que en agosto empezamos el proceso de investigación, las visitas a estudios de artistas, viajamos dos veces al mes fuera de Nueva York. Hemos estado en Puerto Rico, México, Hawái, Nueva Orleans, Toronto… Y cuando estamos en Nueva York hacemos de cuatro a ocho visitas por semana, además de las virtuales. Todavía estamos absorbiendo, así que no hemos decidido cuál será el hilo conductor. Nuestra estrategia es no ir con una tesis bien definida, sino centrarnos en el presente con una visión granular y entender qué están pensando los artistas en este momento. Si están respondiendo o no a lo que está sucediendo en el terreno político y si es así, cómo. Pero en general los artistas ya llevaban mucho tiempo trabajando ideas que tienen que ver con el cambio climático, la comunidad —especialmente entre los artistas trans—, y en cómo el gobierno arroja sus tentáculos de diferentes maneras. Hay artistas latinos que hace décadas ya habían sentido la presencia de Estados Unidos como un ente político neoliberal gigante con muchas consecuencias.
P. ¿La inclusión de artistas latinxs en las principales instituciones culturales es real o todavía simbólica?
R. Hay que esperar para ver si los museos tienen un compromiso real o era solo una representación simbólica. Estoy muy interesada en ver cómo reaccionan. No quiero ver cobardía ni por parte de los museos ni por parte de los mecenas.
P. ¿Cómo cree que la política estadounidense actual puede impactar en el arte latino?
R. A finales de febrero se cancelaron dos exposiciones de arte caribeño y queer, en el Museo de Arte de las Américas de Washington D. C., pero yo no he notado ningún cambio en el museo donde trabajo hacia el arte latinx. Creo que hay más sensibilidad con el tema de la guerra palestino-israelí. Lo que temo es que coleccionistas y donantes empiecen a tomar medidas que nadie les ha pedido y que se dé un giro conservador sin ser necesario.
P. ¿Cómo se puede replantear la historia del arte estadounidense para reflejar mejor la diversidad de voces?
R. Haciendo exposiciones más plurales. Por ejemplo, de noviembre del 2024 a febrero del 2026 tenemos una exposición llamada Shifting Landscapes (Paisajes cambiantes), donde la gran mayoría de las obras expuestas son adquisiciones que el museo ha hecho en los últimos cinco años y el 40% de los 80 artistas que se muestran son latinx.
P. ¿Qué opina del reciente rechazo al idioma español por parte de los organismos gubernamentales?
R. Me preocupa porque en el Whitney hemos apostado por un programa bilingüe muy fuerte, desarrollado por el departamento de educación que dirige Cris Scorza. A partir de este verano vamos a tener todas las exhibiciones traducidas por primera vez —las explicaciones, las fichas técnicas, las etiquetas, todos los dispositivos de sala—.
P. ¿Cuál es su mayor reto en la actualidad?
R. No perderme, abrumarme o dejarme amedrentar por todo lo que está pasando en el contexto sociopolítico. Los curadores estamos al servicio del arte y los artistas y esa siempre va a ser la meta principal.
Marcela Guerrero (San Juan, 1980) ha hecho historia en dos ocasiones: en 2022 al convertirse en la primera curadora titular latina del museo Whitney de Arte Contemporáneo de Nueva York y al ser la primera latina en codirigir —junto a Drew Sawyer— la bienal de arte contemporáneo del museo, después de que se le haya encomendado la edición del 2026. La bienal de arte del Whitney es la más antigua y prestigiosa de Estados Unidos —dio comienzo en 1932—, catapultó a la fama a artistas hoy esenciales como Jackson Pollock o Jeff Koons y es una de las ferias referentes para tomarle el pulso al arte contemporáneo. El liderazgo de Guerrero es un hito teniendo en cuenta que los latinos representan solo el 3% de los líderes, curadores y educadores en museos, según un estudio de la Fundación Mellon que, aunque realizado en 2015, sigue siendo el más específico.Desde su oficina en el Whitney, Guerrero habla del arte latinx en la actualidad y comparte su carrera hacia el éxito; desde cómo sintió a los 18 años que el mundo del arte podía ser el camino a seguir, pasando por los diversos empleos que siguió sin saltarse ningún paso, hasta convertirse en una de las curadoras latinas más importantes del país.Pregunta. ¿Cómo surgió su interés por el arte?Respuesta. Muchos curadores vienen de padres artistas o coleccionistas, pero no fue mi caso. No crecí yendo a museos. Me empecé a interesar por el arte a partir de un libro, Felices días, tío Sergio, de Magali García Ramis. El protagonista, el tío Sergio, era un fanático de Matisse y así me entró la curiosidad por investigar quién era aquel artista. Después, cuando a los 18 años fui a visitar a mi hermana que estudiaba en Washington D. C., visité muchos museos, porque los Smithsonian eran gratuitos. Allí podía pensar y reflexionar y siendo una mujer sola, me sentía libre de acosos, segura. Fue entonces cuando empecé a ver el arte como una posible carrera para mí.P. Se doctoró por la Universidad de Wisconsin, ¿su intención era emprender una carrera académica?R. Mis padres eran catedráticos, así que en principio pensé en hacer un doctorado y dedicarme a la docencia como profesora de historia del arte. Pero decidí experimentar lo que era trabajar en un museo mientras escribía mi tesis sobre arte caribeño. Conseguí mi primer empleo a los 29 años en el Museo de Bellas Artes de Houston. Era coordinadora de investigación bajo el liderazgo de Mari Carmen Ramírez, directora del Centro Internacional de Artes de las Américas (ICAA por sus siglas en inglés). Fue el momento perfecto y el trabajo perfecto para meter los pies en el agua.P. ¿Fue difícil llegar a escalar al puesto de curadora titular en el museo Whitney?R. Es difícil crecer en la curaduría desde un mismo museo. Para ascender de posición lo común es tener que cambiar de institución, lo que con frecuencia implica un cambio de ciudad y Estado. De Wisconsin me mudé a Houston, después a Los Ángeles y por último a Nueva York. Después de tres años trabajando con Mari Carmen Ramírez, conseguí un puesto de asistente de curaduría en el museo Hammer de los Ángeles. Era una posición temporal para organizar la exposición Radical Women: Latin American Art, 1960-1985, y allí estuve otros tres años aprendiendo el proceso completo de curaduría, desde la fase de investigación, que ya dominaba, a la fase de implementación, lo que fue muy gratificante. Nunca me salté ningún paso. Solo después de esa experiencia me sentí capaz de hacer la solicitud para el puesto de asistente de curaduría que el museo Whitney había anunciado en su web. Me cogieron y a partir de ahí cambió todo.P. ¿En qué sentido?R. Estando en el Whitney me han ascendido en dos ocasiones, a curadora asociada y luego a curadora titular. No es común que se den oportunidades para evolucionar dentro de una misma institución. Por eso quiero hacer lo posible para facilitarle el camino a las personas más jóvenes, ser una especie de mentora de las personas latinx que trabajen conmigo y conseguir que después de trabajar conmigo aquí, puedan irse a otro museo como asistentes de curaduría. De momento ya he supervisado a tres fellows: Alana Hernández, que ahora trabaja en el ASU Art Museum de Tempe (Arizona), Angélica Arbelaez, que está en el High Museum of Art, y Sofía Silva, que está cursando su doctorado en la Universidad de Standford.P. ¿En qué se diferenciará la bienal del Whitney 2026 de ediciones anteriores?R. La última bienal fue más callada, más sombría. Fue antes de las elecciones y creo que se sentía esa presión que venía, pero no de una forma directa, sino latente. El tono de esta bienal es mucho más alto, lleno de matices más agudizados.P. ¿Cómo está siendo trabajar con Drew Sawyer?R. Hemos decidido abordar esta bienal con una mentalidad abierta. Desde que en agosto empezamos el proceso de investigación, las visitas a estudios de artistas, viajamos dos veces al mes fuera de Nueva York. Hemos estado en Puerto Rico, México, Hawái, Nueva Orleans, Toronto… Y cuando estamos en Nueva York hacemos de cuatro a ocho visitas por semana, además de las virtuales. Todavía estamos absorbiendo, así que no hemos decidido cuál será el hilo conductor. Nuestra estrategia es no ir con una tesis bien definida, sino centrarnos en el presente con una visión granular y entender qué están pensando los artistas en este momento. Si están respondiendo o no a lo que está sucediendo en el terreno político y si es así, cómo. Pero en general los artistas ya llevaban mucho tiempo trabajando ideas que tienen que ver con el cambio climático, la comunidad —especialmente entre los artistas trans—, y en cómo el gobierno arroja sus tentáculos de diferentes maneras. Hay artistas latinos que hace décadas ya habían sentido la presencia de Estados Unidos como un ente político neoliberal gigante con muchas consecuencias.P. ¿La inclusión de artistas latinxs en las principales instituciones culturales es real o todavía simbólica?R. Hay que esperar para ver si los museos tienen un compromiso real o era solo una representación simbólica. Estoy muy interesada en ver cómo reaccionan. No quiero ver cobardía ni por parte de los museos ni por parte de los mecenas.P. ¿Cómo cree que la política estadounidense actual puede impactar en el arte latino?R. A finales de febrero se cancelaron dos exposiciones de arte caribeño y queer, en el Museo de Arte de las Américas de Washington D. C., pero yo no he notado ningún cambio en el museo donde trabajo hacia el arte latinx. Creo que hay más sensibilidad con el tema de la guerra palestino-israelí. Lo que temo es que coleccionistas y donantes empiecen a tomar medidas que nadie les ha pedido y que se dé un giro conservador sin ser necesario.P. ¿Cómo se puede replantear la historia del arte estadounidense para reflejar mejor la diversidad de voces?R. Haciendo exposiciones más plurales. Por ejemplo, de noviembre del 2024 a febrero del 2026 tenemos una exposición llamada Shifting Landscapes (Paisajes cambiantes), donde la gran mayoría de las obras expuestas son adquisiciones que el museo ha hecho en los últimos cinco años y el 40% de los 80 artistas que se muestran son latinx.P. ¿Qué opina del reciente rechazo al idioma español por parte de los organismos gubernamentales?R. Me preocupa porque en el Whitney hemos apostado por un programa bilingüe muy fuerte, desarrollado por el departamento de educación que dirige Cris Scorza. A partir de este verano vamos a tener todas las exhibiciones traducidas por primera vez —las explicaciones, las fichas técnicas, las etiquetas, todos los dispositivos de sala—.P. ¿Cuál es su mayor reto en la actualidad?R. No perderme, abrumarme o dejarme amedrentar por todo lo que está pasando en el contexto sociopolítico. Los curadores estamos al servicio del arte y los artistas y esa siempre va a ser la meta principal. Seguir leyendo
Marcela Guerrero (San Juan, 1980) ha hecho historia en dos ocasiones: en 2022 al convertirse en la primera curadora titular latina del museo Whitney de Arte Contemporáneo de Nueva York y al ser la primera latina en codirigir —junto a Drew Sawyer— la bienal de arte contemporáneo del museo, después de que se le haya encomendado la edición del 2026. La bienal de arte del Whitney es la más antigua y prestigiosa de Estados Unidos —dio comienzo en 1932—, catapultó a la fama a artistas hoy esenciales como Jackson Pollock o Jeff Koons y es una de las ferias referentes para tomarle el pulso al arte contemporáneo. El liderazgo de Guerrero es un hito teniendo en cuenta que los latinos representan solo el 3% de los líderes, curadores y educadores en museos, según un estudio de la Fundación Mellon que, aunque realizado en 2015, sigue siendo el más específico.
Desde su oficina en el Whitney, Guerrero habla del arte latinx en la actualidad y comparte su carrera hacia el éxito; desde cómo sintió a los 18 años que el mundo del arte podía ser el camino a seguir, pasando por los diversos empleos que siguió sin saltarse ningún paso, hasta convertirse en una de las curadoras latinas más importantes del país.
Pregunta. ¿Cómo surgió su interés por el arte?
Respuesta. Muchos curadores vienen de padres artistas o coleccionistas, pero no fue mi caso. No crecí yendo a museos. Me empecé a interesar por el arte a partir de un libro, Felices días, tío Sergio, de Magali García Ramis. El protagonista, el tío Sergio, era un fanático de Matisse y así me entró la curiosidad por investigar quién era aquel artista. Después, cuando a los 18 años fui a visitar a mi hermana que estudiaba en Washington D. C., visité muchos museos, porque los Smithsonian eran gratuitos. Allí podía pensar y reflexionar y siendo una mujer sola, me sentía libre de acosos, segura. Fue entonces cuando empecé a ver el arte como una posible carrera para mí.
P. Se doctoró por la Universidad de Wisconsin, ¿su intención era emprender una carrera académica?
R. Mis padres eran catedráticos, así que en principio pensé en hacer un doctorado y dedicarme a la docencia como profesora de historia del arte. Pero decidí experimentar lo que era trabajar en un museo mientras escribía mi tesis sobre arte caribeño. Conseguí mi primer empleo a los 29 años en el Museo de Bellas Artes de Houston. Era coordinadora de investigación bajo el liderazgo de Mari Carmen Ramírez, directora del Centro Internacional de Artes de las Américas (ICAA por sus siglas en inglés). Fue el momento perfecto y el trabajo perfecto para meter los pies en el agua.

P. ¿Fue difícil llegar a escalar al puesto de curadora titular en el museo Whitney?
R. Es difícil crecer en la curaduría desde un mismo museo. Para ascender de posición lo común es tener que cambiar de institución, lo que con frecuencia implica un cambio de ciudad y Estado. De Wisconsin me mudé a Houston, después a Los Ángeles y por último a Nueva York. Después de tres años trabajando con Mari Carmen Ramírez, conseguí un puesto de asistente de curaduría en el museo Hammer de los Ángeles. Era una posición temporal para organizar la exposición Radical Women: Latin American Art, 1960-1985, y allí estuve otros tres años aprendiendo el proceso completo de curaduría, desde la fase de investigación, que ya dominaba, a la fase de implementación, lo que fue muy gratificante. Nunca me salté ningún paso. Solo después de esa experiencia me sentí capaz de hacer la solicitud para el puesto de asistente de curaduría que el museo Whitney había anunciado en su web. Me cogieron y a partir de ahí cambió todo.
P. ¿En qué sentido?
R. Estando en el Whitney me han ascendido en dos ocasiones, a curadora asociada y luego a curadora titular. No es común que se den oportunidades para evolucionar dentro de una misma institución. Por eso quiero hacer lo posible para facilitarle el camino a las personas más jóvenes, ser una especie de mentora de las personas latinx que trabajen conmigo y conseguir que después de trabajar conmigo aquí, puedan irse a otro museo como asistentes de curaduría. De momento ya he supervisado a tres fellows: Alana Hernández, que ahora trabaja en el ASU Art Museum de Tempe (Arizona), Angélica Arbelaez, que está en el High Museum of Art, y Sofía Silva, que está cursando su doctorado en la Universidad de Standford.
P. ¿En qué se diferenciará la bienal del Whitney 2026 de ediciones anteriores?
R. La última bienal fue más callada, más sombría. Fue antes de las elecciones y creo que se sentía esa presión que venía, pero no de una forma directa, sino latente. El tono de esta bienal es mucho más alto, lleno de matices más agudizados.

P. ¿Cómo está siendo trabajar con Drew Sawyer?
R. Hemos decidido abordar esta bienal con una mentalidad abierta. Desde que en agosto empezamos el proceso de investigación, las visitas a estudios de artistas, viajamos dos veces al mes fuera de Nueva York. Hemos estado en Puerto Rico, México, Hawái, Nueva Orleans, Toronto… Y cuando estamos en Nueva York hacemos de cuatro a ocho visitas por semana, además de las virtuales. Todavía estamos absorbiendo, así que no hemos decidido cuál será el hilo conductor. Nuestra estrategia es no ir con una tesis bien definida, sino centrarnos en el presente con una visión granular y entender qué están pensando los artistas en este momento. Si están respondiendo o no a lo que está sucediendo en el terreno político y si es así, cómo. Pero en general los artistas ya llevaban mucho tiempo trabajando ideas que tienen que ver con el cambio climático, la comunidad —especialmente entre los artistas trans—, y en cómo el gobierno arroja sus tentáculos de diferentes maneras. Hay artistas latinos que hace décadas ya habían sentido la presencia de Estados Unidos como un ente político neoliberal gigante con muchas consecuencias.
P. ¿La inclusión de artistas latinxs en las principales instituciones culturales es real o todavía simbólica?
R. Hay que esperar para ver si los museos tienen un compromiso real o era solo una representación simbólica. Estoy muy interesada en ver cómo reaccionan. No quiero ver cobardía ni por parte de los museos ni por parte de los mecenas.
P. ¿Cómo cree que la política estadounidense actual puede impactar en el arte latino?
R. A finales de febrero se cancelaron dos exposiciones de arte caribeño y queer, en el Museo de Arte de las Américas de Washington D. C., pero yo no he notado ningún cambio en el museo donde trabajo hacia el arte latinx. Creo que hay más sensibilidad con el tema de la guerra palestino-israelí. Lo que temo es que coleccionistas y donantes empiecen a tomar medidas que nadie les ha pedido y que se dé un giro conservador sin ser necesario.
P. ¿Cómo se puede replantear la historia del arte estadounidense para reflejar mejor la diversidad de voces?
R. Haciendo exposiciones más plurales. Por ejemplo, de noviembre del 2024 a febrero del 2026 tenemos una exposición llamadaShifting Landscapes (Paisajes cambiantes), donde la gran mayoría de las obras expuestas son adquisiciones que el museo ha hecho en los últimos cinco años y el 40% de los 80 artistas que se muestran son latinx.

P. ¿Qué opina del reciente rechazo al idioma español por parte de los organismos gubernamentales?
R. Me preocupa porque en el Whitney hemos apostado por un programa bilingüe muy fuerte, desarrollado por el departamento de educación que dirige Cris Scorza. A partir de este verano vamos a tener todas las exhibiciones traducidas por primera vez —las explicaciones, las fichas técnicas, las etiquetas, todos los dispositivos de sala—.
P. ¿Cuál es su mayor reto en la actualidad?
R. No perderme, abrumarme o dejarme amedrentar por todo lo que está pasando en el contexto sociopolítico. Los curadores estamos al servicio del arte y los artistas y esa siempre va a ser la meta principal.
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