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Hace unos 4.000 años, una intensa lluvia de estos objetos cayó sobre el norte de Argentina, convirtiéndolo en una reserva de gran valor astronómico y espiritual para los pueblos originarios moqoit
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En un sitio remoto en el norte de Argentina, entre las provincias de Chaco y Santiago del Estero, la tierra está salpicada por decenas de depresiones. La causa es natural, pero no precisamente por el planeta Tierra. Los responsables son meteoritos, o como el pueblo originario moqoit (mocovíes, en español) los define, los regalos del cielo.
La reserva Pigüem N’onaxá (Campo del Cielo) es un parque provincial en la localidad de Gancedo, Chaco. Se trata de un área protegida dentro de una zona más grande donde hace más de 4.000 años cayó un meteoro gigante que, se cree, pesaba unas 800 toneladas, algo así como cinco ballenas azules juntas. Al ingresar a la atmósfera, se partió y causó una lluvia de meteoritos que se dispersó por unos 100 kilómetros de largo y tres kilómetros de ancho.
Campo del Cielo es una de las mayores áreas de impactos conocidas en la Tierra. Allí están algunos de los fragmentos descubiertos más grandes del mundo, como el “Chaco”, que pesa 37 toneladas, mide 2,20 metros en su parte más alta y es el segundo más grande del planeta. También se encuentra “Gancedo”, en el tercer lugar, de 28 toneladas, registrado por científicos en 2016. Aunque los moqoit sabían de estos objetos de hierro y niquel desde muchísimo antes.
Acariciando meteoritos
Gabino Mocoví camina pausado entre los meteoritos. Cada vez que pasa cerca de uno, lo acaricia con amor y respeto. “Tienen un significado muy importante”, dice mientras pasea en una templada tarde de octubre en la reserva. “Son regalos del cielo de Lapilalaxachi” o el abuelo, un grupo de estrellas conocido en la astronomía académica como las Pléyades. “A través de los meteoritos se conecta con nosotros como protección”, explica.
Mocoví tiene 30 años y es guía Nauecqataxanaq (jóvenes guías moqoit) que, junto a otros diez compañeros de la comunidad, reciben a turistas, estudiantes y curiosos de los meteoritos. “Queremos transmitir lo que es Campo del Cielo desde nuestra cosmovisión. No solamente del lado científico”, asegura.
Durante miles de años, este fue un lugar de peregrinación y rituales para los moqoit. Los meteoritos son parte de su identidad. Incluso han llegado a usarlos para confeccionar instrumentos, como boleadoras. Muchas de las ubicaciones de los objetos las mantuvieron en secreto por generaciones.
“Los ancianos creían que los meteoritos se enterraron bajo la tierra y salían para que los encuentre el que estaba elegido”, agrega. En la década de 1960, el científico estadounidense William Cassidy lideró una expedición y halló varios meteoritos de miles de kilos, como el Chaco. Esta mole de metal y su cráter están dentro de la reserva, a metros de un centro de interpretación, que alberga al menos 300 meteoritos de la zona.

La expedición, y otras que la sucedieron, trajeron explicaciones y nuevas hipótesis sobre estos objetos y puso a Campo del Cielo en el mapa astronómico mundial. Pero, al mismo tiempo, los meteoritos empezaron a estar seriamente amenazados.
Mercado negro
Ejemplos del tráfico de meteoritos de Campo del Cielo sobran. En el mercado negro, superan los miles de dólares, según tamaño y peso. En julio pasado, el programa de televisión estadounidense El precio de la historia mostró cómo un hombre intentaba vender un meteorito de 20 kilos de Campo del Cielo por 7.000 dólares. Los meteoritos están protegidos por leyes provinciales y nacionales, pero los especialistas afirman que no son suficientes. Se necesita más control.
Es una amenaza que va más allá de la ciencia. Para los moqoit, Campo del Cielo es un espacio energético. “Los ancianos contaban que este lugar sagrado tiene energías que te pueden renovar de manera espiritual. Eso es lo que me pasa a mí y a todos mis compañeros”, afirma Mocoví.
Mientras observa el cielo nocturno, el guía señala un grupo de estrellas. “Ahí está Lapilalaxachi, el abuelo que protege el cielo y la Tierra. Él mandó los meteoritos como protección. Y el pueblo moqoit entiende ese mensaje de poder. Por eso, hay que cuidar y respetar a los meteoritos”.
El astrónomo y antropólogo Alejandro López explica que el pueblo moqoit sostiene que el cosmos, “un poco al estilo de Star Trek, está lleno de sociedades humanas y no humanas. La propia estructura del universo está dada por las acciones e intereses de estas sociedades”.
Desde hace casi 30 años, se especializa en la etnoastronomía, principalmente de los pueblos originarios de Chaco y los procesos de cambio en la historia de sus astronomías. “Desde el punto de vista moqoit, cuando uno se relaciona con el cosmos, no solo lo hace con el cielo, también con el monte, con el agua… No estás simplemente interactuando con objetos, sino que básicamente estás leyendo un mapa de intenciones”, detalla.
Protección para el futuro
La llegada de los científicos a Campo del Cielo, el conocimiento mundial de este lugar y el contrabando de los meteoritos abrió la puerta a nuevas conversaciones entre los moqoit. Se decidió que quienes tenían que divulgar la cultura y el secreto de los meteoritos que protegieron por milenios eran los jóvenes.
“Cuando se hizo el proceso de formación de los jóvenes guías fue muy importante contar con la autorización y participación de ancianos de las comunidades”, describe el astrónomo Alejando López, que participó de la capacitación. “Buena parte de ese trabajo consistió en la negociación sobre qué cosas eran razonables poner en palabras en el contexto del turismo y de las visitas. Y no era tan común que se decidiera que los jóvenes iban a hablar de este tema”, cuenta.
Por su parte, Mocoví describe que “los ancianos interpretaron que tenía que haber una nueva forma de cuidar a los meteoritos. Algo tenía que cambiar. Tenían que animarse a hablar para contar su versión. Si ellos hablaban, podía ser una nueva forma de cuidar y proteger a los meteoritos”. Además, concluye que, “así, a partir de ahora, los meteoritos estarán protegidos desde las dos culturas”.
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