Los 10 lugares favoritos de… Jorge Baradit: “Mis amigos y yo éramos rebeldes de Star Wars”

Horizonte: Vista de cerros y costanera Valparaíso–Viña del Mar. Nací en la avenida Brasil de Valparaíso. Pero de adulto estuve 25 años trabajando en Santiago, una ciudad que en el que no veía el horizonte, sino edificios. Es decir, una ciudad laberinto. En cambio, en Valparaíso los cerros ofrecen a todas las personas una vista del infinito, que invita a soñar. El horizonte es una metáfora del futuro, de apertura y libertad. En mi caso, el horizonte también es una dirección: Pasaje Rimac 180, Villa América, cerro Esperanza. Ahí viví de chico. Recuerdo que salía de mi casa y cuando miraba al horizonte sabía que estaba Japón. Veía la bahía, aquella especie de útero submarino, e imaginaba que podían salir monstruos, como Godzilla, y ocurrir cualquier cosa. Siempre he sentido el mar como una página en blanco.

Biblioteca Santiago Severín. Cuando era chico no tenía muchos libros en mi casa. Mi familia era de clase media baja, vivíamos allegados a la casa de mi abuela, y solo había una Biblia, un almanaque y un par de libros. Para mí, un cabro chico [niño] que leía de todo, una biblioteca era un tesoro. Por eso, cuando tenía ocho años le pedí a mi mamá que me inscribiera en la biblioteca Santiago Severín –la más antigua de Chile, fundada en 1873 e inaugurada en 1919– para leer libros de batallas, monstruos, y personas muertas hace siglos. Al frente estaba la plaza Victoria, que tiene un Gomero gigante de unos 100 años, y debajo de ese árbol di mi primer beso. Fue a los 15 años, era lento. (Plaza Simón Bolívar 1653, Valparaíso).

La biblioteca regional Santiago Severin de Valparaiso.

Las panaderías de su barrio. No soy muy de asado, pero me fascinan las masitas dulces con cremas pasteleras, los berlines horneados y los galletones. Me gustan las panaderías locales, no soy de pastelerías con grandes postres elaborados con recetas francesas. Las panaderías de barrio son mis lugares, representan un momento favorito para mí: la Once chilena. Las panaderías son sitios de encuentro con los vecinos, es el barrio en sí mismo. En la panadería de mi barrio conocieron a mi hijo en la guatita [vientre] de la mamá, luego lo vieron cuando lo llevaba de la mano y ahora lo ven más grande que yo. (Plaza Esperanza, en Zambrano 555, y sus alrededores, en Valparaíso).

Bogarín y Vitamin Service. Son locales tradicionales cerca de la plaza Victoria, adonde iba de chico a jugar. Lo más llamativo eran sus estatuas, una gran fuente central de bronce, y unos leones sobre unos plintos. El truco estaba en subirse a alguno de los leones, para cabalgarlos. Yo lo hacía, pero también tomaba un helado en el Vitamin Services o iba al Bogarín para comer unos sándwiches de pasta de huevo con jamón. Hablo de los años 80, cuando había una visión muy sencilla de pasarlo bien: comer un pan, beber un jugo y dar un paseo por la plaza. Esa era la felicidad de una tarde completa. (Boragín se localiza en la Plaza Victoria 1670. Cerca, en Pedro Montt 1746, está Vitamin Services).

Fuente de soda Bogarín.

Mirador Artillería. Cuando volví a Valparaíso, la conclusión fue obvia: yo soy un animal de costa. La piel se me reseca y los ojos se me nublan en Santiago. Pero en Valparaíso el mar abre y todo está limpio. Tenemos brisa, mientras que en Santiago no hay viento y cuando llueve lo hace verticalmente. En Valparaíso nuestra lluvia es horizontal y el temporal es una ópera donde vamos viendo cómo se mueven los árboles y el oleaje. Y como animal de costa el Mirador Artillería es clave para mí, porque desde ahí uno ve todas estas arañas mecánicas que van moviendo contenedores en el puerto. La relación del porteño con el mar es como la de la gaviota: lo mira, está por las rocas, vuela y mira desde el cerro. Pero ¿meterse a nadar? Quizá solo para comer. Es un mirador que también me recuerda algunos pololeos [noviazgos]. Para mí el amor está en Valparaíso. (Cerro Artillería, Valparaíso).

Cerros Alegre y Concepción. En los años 80 eran cerros en decadencia. No había locales ni restaurantes como ahora. Yo vivía en el cerro Esperanza, donde no tenía amigos, y estudiaba en la Escuela Tres de Valparaíso, situada frente al Congreso, adonde usualmente íbamos los hombres. Mis amigos de la escuela eran de los cerros Alegre y Concepción. Eran personas como yo, que tenían muchos problemas económicos, casi ninguno teníamos papás, y vivíamos en un momento histórico muy fregado. En Cerro Alegre fue la primera vez que vi una víctima de la represión en dictadura, yo tendría 13 años, en 1983. Fue un despertar político. Junto con unos amigos formamos una banda de punk rock, íbamos a manifestaciones, algunos tenían balinazos [heridas con balines de acero] en las piernas y otros aprendieron a armar molotov. Era muy sufrido y nosotros ahí vivimos nuestra propia rebelión adolescente contra una dictadura. Mis amigos y yo éramos rebeldes de Star Wars.

Sombrerería Woronoff. Para los porteños la Woronoff era de alcurnia, donde había sombreros de copa y todo tipo de paños. Hoy es memoria local. Sus puertas de madera y bronce, los muebles de época y en un edificio que parece congelado en 1900, esa época en la que en Valparaíso se concentraban ingleses y alemanes. Si algún día llegara a cerrar –y ojalá que no–, algo de Valparaíso moriría. (Av. Pedro Montt 2899, Valparaíso).

Sombreria Woronoff, desde 1927.

Plaza Sotomayor. Representa el sentido cívico, el de pertenencia a un país, porque de chico uno de los pocos espectáculos públicos que veía era la Parada del 21 de mayo. Había militares uniformados, en caballos, desfilando. Se detenía el tema político, era plena dictadura. Es una plaza con una concentración de Valparaíso: a un lado está el Palacio de la Primera Zona Naval, o la Intendencia, un monumento maravilloso que habla del pasado patrimonial porteño de mucha riqueza en las navieras y por detrás hay mucha pobreza en los cerros. También está un monumento a Arturo Prat, mi héroe nacional. No solo le perteneció a la Armada chilena, sino que fue un personaje complejo: un gran civil, marino, padre y una persona muy noble. Los porteños lo adoramos y guardamos sus restos como nuestro gran tesoro. (Barrio Puerto, Valparaíso).

Cine Arte Viña e Insomnia Cine. En su momento fueron unas ventanas al mundo para Valparaíso, una ciudad que había perdido su fuerza, vida nocturna y bohemia, y en que la vida artística estaba muy constreñida a la política. De pronto en estos cines podías ver qué tenía que decir un polaco, un inglés, un iraní, sobre el arte. Era relativamente barato, más si eras estudiante, y se convirtió en mi acceso al arte inmediato. (Cine Arte se localiza en la Plaza Vergara 142 de Viña del Mar, mientras que Insomnia en Condell 1585, en Valparaíso).

Parque Cultural de Valparaíso. Hace poco me nombraron parte del directorio, un cargo ad honorem y estamos peleando por sacarlo adelante porque le tenemos mucho cariño al parque. Es un sitio de memoria, la excárcel donde detuvieron, torturaron y mataron a presos políticos durante la dictadura, pero que fue reconvertido por la gente. En el centro cultural tiene una infraestructura que es del primer mundo, donde se hacen actividades como teatro. (Cumming 590, Cerro Cárcel, Valparaíso).

Centro Cultural de Valparaíso.

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 El escritor, autor de la saga ‘La historia secreta de Chile’, relata el regreso a su natal Valparaíso, tras 25 años en Santiago: “Cuando volví la conclusión fue obvia: yo soy un animal de costa”  

Horizonte: Vista de cerros y costanera Valparaíso–Viña del Mar. Nací en la avenida Brasil de Valparaíso. Pero de adulto estuve 25 años trabajando en Santiago, una ciudad que en el que no veía el horizonte, sino edificios. Es decir, una ciudad laberinto. En cambio, en Valparaíso los cerros ofrecen a todas las personas una vista del infinito, que invita a soñar. El horizonte es una metáfora del futuro, de apertura y libertad. En mi caso, el horizonte también es una dirección: Pasaje Rimac 180, Villa América, cerro Esperanza. Ahí viví de chico. Recuerdo que salía de mi casa y cuando miraba al horizonte sabía que estaba Japón. Veía la bahía, aquella especie de útero submarino, e imaginaba que podían salir monstruos, como Godzilla, y ocurrir cualquier cosa. Siempre he sentido el mar como una página en blanco.

Biblioteca Santiago Severín. Cuando era chico no tenía muchos libros en mi casa. Mi familia era de clase media baja, vivíamos allegados a la casa de mi abuela, y solo había una Biblia, un almanaque y un par de libros. Para mí, un cabro chico [niño] que leía de todo, una biblioteca era un tesoro. Por eso, cuando tenía ocho años le pedí a mi mamá que me inscribiera en la biblioteca Santiago Severín –la más antigua de Chile, fundada en 1873 e inaugurada en 1919– para leer libros de batallas, monstruos, y personas muertas hace siglos. Al frente estaba la plaza Victoria, que tiene un Gomero gigante de unos 100 años, y debajo de ese árbol di mi primer beso. Fue a los 15 años, era lento. (Plaza Simón Bolívar 1653, Valparaíso).

La biblioteca regional Santiago Severin de Valparaiso.

Las panaderías de su barrio. No soy muy de asado, pero me fascinan las masitas dulces con cremas pasteleras, los berlines horneados y los galletones. Me gustan las panaderías locales, no soy de pastelerías con grandes postres elaborados con recetas francesas. Las panaderías de barrio son mis lugares, representan un momento favorito para mí: la Once chilena. Las panaderías son sitios de encuentro con los vecinos, es el barrio en sí mismo. En la panadería de mi barrio conocieron a mi hijo en la guatita [vientre] de la mamá, luego lo vieron cuando lo llevaba de la mano y ahora lo ven más grande que yo. (Plaza Esperanza, en Zambrano 555, y sus alrededores, en Valparaíso).

Bogarín y Vitamin Service. Son locales tradicionales cerca de la plaza Victoria, adonde iba de chico a jugar. Lo más llamativo eran sus estatuas, una gran fuente central de bronce, y unos leones sobre unos plintos. El truco estaba en subirse a alguno de los leones, para cabalgarlos. Yo lo hacía, pero también tomaba un helado en el Vitamin Services o iba al Bogarín para comer unos sándwiches de pasta de huevo con jamón. Hablo de los años 80, cuando había una visión muy sencilla de pasarlo bien: comer un pan, beber un jugo y dar un paseo por la plaza. Esa era la felicidad de una tarde completa. (Boragín se localiza en la Plaza Victoria 1670. Cerca, en Pedro Montt 1746, está Vitamin Services).

Fuente de soda Bogarín.

Mirador Artillería. Cuando volví a Valparaíso, la conclusión fue obvia: yo soy un animal de costa. La piel se me reseca y los ojos se me nublan en Santiago. Pero en Valparaíso el mar abre y todo está limpio. Tenemos brisa, mientras que en Santiago no hay viento y cuando llueve lo hace verticalmente. En Valparaíso nuestra lluvia es horizontal y el temporal es una ópera donde vamos viendo cómo se mueven los árboles y el oleaje. Y como animal de costa el Mirador Artillería es clave para mí, porque desde ahí uno ve todas estas arañas mecánicas que van moviendo contenedores en el puerto. La relación del porteño con el mar es como la de la gaviota: lo mira, está por las rocas, vuela y mira desde el cerro. Pero ¿meterse a nadar? Quizá solo para comer. Es un mirador que también me recuerda algunos pololeos [noviazgos]. Para mí el amor está en Valparaíso. (Cerro Artillería, Valparaíso).

Cerros Alegre y Concepción. En los años 80 eran cerros en decadencia. No había locales ni restaurantes como ahora. Yo vivía en el cerro Esperanza, donde no tenía amigos, y estudiaba en la Escuela Tres de Valparaíso, situada frente al Congreso, adonde usualmente íbamos los hombres. Mis amigos de la escuela eran de los cerros Alegre y Concepción. Eran personas como yo, que tenían muchos problemas económicos, casi ninguno teníamos papás, y vivíamos en un momento histórico muy fregado. En Cerro Alegre fue la primera vez que vi una víctima de la represión en dictadura, yo tendría 13 años, en 1983. Fue un despertar político. Junto con unos amigos formamos una banda de punk rock, íbamos a manifestaciones, algunos tenían balinazos [heridas con balines de acero] en las piernas y otros aprendieron a armar molotov. Era muy sufrido y nosotros ahí vivimos nuestra propia rebelión adolescente contra una dictadura. Mis amigos y yo éramos rebeldes de Star Wars.

Sombrerería Woronoff. Para los porteños la Woronoff era de alcurnia, donde había sombreros de copa y todo tipo de paños. Hoy es memoria local. Sus puertas de madera y bronce, los muebles de época y en un edificio que parece congelado en 1900, esa época en la que en Valparaíso se concentraban ingleses y alemanes. Si algún día llegara a cerrar –y ojalá que no–, algo de Valparaíso moriría. (Av. Pedro Montt 2899, Valparaíso).

Sombreria Woronoff, desde 1927.

Plaza Sotomayor. Representa el sentido cívico, el de pertenencia a un país, porque de chico uno de los pocos espectáculos públicos que veía era la Parada del 21 de mayo. Había militares uniformados, en caballos, desfilando. Se detenía el tema político, era plena dictadura. Es una plaza con una concentración de Valparaíso: a un lado está el Palacio de la Primera Zona Naval, o la Intendencia, un monumento maravilloso que habla del pasado patrimonial porteño de mucha riqueza en las navieras y por detrás hay mucha pobreza en los cerros. También está un monumento a Arturo Prat, mi héroe nacional. No solo le perteneció a la Armada chilena, sino que fue un personaje complejo: un gran civil, marino, padre y una persona muy noble. Los porteños lo adoramos y guardamos sus restos como nuestro gran tesoro. (Barrio Puerto, Valparaíso).

Cine Arte Viña e Insomnia Cine. En su momento fueron unas ventanas al mundo para Valparaíso, una ciudad que había perdido su fuerza, vida nocturna y bohemia, y en que la vida artística estaba muy constreñida a la política. De pronto en estos cines podías ver qué tenía que decir un polaco, un inglés, un iraní, sobre el arte. Era relativamente barato, más si eras estudiante, y se convirtió en mi acceso al arte inmediato. (Cine Arte se localiza en la Plaza Vergara 142 de Viña del Mar, mientras que Insomnia en Condell 1585, en Valparaíso).

Parque Cultural de Valparaíso. Hace poco me nombraron parte del directorio, un cargo ad honorem y estamos peleando por sacarlo adelante porque le tenemos mucho cariño al parque. Es un sitio de memoria, la excárcel donde detuvieron, torturaron y mataron a presos políticos durante la dictadura, pero que fue reconvertido por la gente. En el centro cultural tiene una infraestructura que es del primer mundo, donde se hacen actividades como teatro. (Cumming 590, Cerro Cárcel, Valparaíso).

Centro Cultural de Valparaíso.

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