<p>En versión que llaman semiescénica y coreográfica el <strong>Teatro Real estrena por fin la gran obra del barroco francés</strong>, extractada en lo esencial. Lo hace a cargo de excelentes artífices especializados, Structure Rualité, Capella Mediterranea, Choeur de Chambre de Namur, bajo la dirección musical de Leonardo García-Alarcón y la dirección artística y coreográfica de Bintou Dembelé. Los magníficos solistas que asumen varios papeles son Julie Roset, Ana Quintana, Mathias Vidal, y Andreas Wolf. Un conjunto de conjuntos para un espectáculo de primer orden que alcanzó el éxito merecido por la excelencia en su ejecución y la originalidad en la visión presente de una<strong> obra estrenada en 1735</strong>.</p>
Se estrena por fin la gran obra de 1735 con solistas que asumen varios papeles como Julie Roset, Ana Quintana, Mathias Vidal, y Andreas Wolf
En versión que llaman semiescénica y coreográfica el Teatro Real estrena por fin la gran obra del barroco francés, extractada en lo esencial. Lo hace a cargo de excelentes artífices especializados, Structure Rualité, Capella Mediterranea, Choeur de Chambre de Namur, bajo la dirección musical de Leonardo García-Alarcón y la dirección artística y coreográfica de Bintou Dembelé. Los magníficos solistas que asumen varios papeles son Julie Roset, Ana Quintana, Mathias Vidal, y Andreas Wolf. Un conjunto de conjuntos para un espectáculo de primer orden que alcanzó el éxito merecido por la excelencia en su ejecución y la originalidad en la visión presente de una obra estrenada en 1735.
Original la idea de utilizar el teatro entero (escenario, patio de butacas, palcos) como un remedo de moderna discoteca donde un personal muy variopinto se lo pasa pipa cantando, agitándose espasmódicamente en una acrobacia que evoca el baile, y celebrando una obra que en su optimismo dieciochesco y afición ilustrada remite a emociones e ilusiones no lejos del ensimismamiento hippy, pulsando la tecla bienintencionada del hombre que es, si no hermano, al menos amigo del hombre. El texto de Louis Fuzelier combina enredos mitológicos, alarmas sobre la naturaleza bravía, el cuento maravilloso con princesa raptada, hasta volcarse, con sano desprecio de cualquier amago de verosimilitud, en un festivo jolgorio al que razas distintas y ciudadanos del mundo entero se entregan con esperanza desesperada a una alegría auténtica. Al salir a la luz del día todo seguirá implacablemente igual, pero de momento, casi como los jóvenes que presumían de sus melenas en Hair, la ópera rock que un espectador recordaba.
El ambiente discotequero encontró eco en la fiesta final; el público también se sintió inmerso en el mismo lugar, cuya combinación de luces tenues o deslumbrantes y la persistencia del escenario a oscuras no siempre permitía seguir la fábula con el sosiego imprescindible. Eso sí, en la definición propuesta sobraba lo de semi: ha sido una estupenda función representada.
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