Una forma de abordar la supremacía del museo es negarlo o, en caso contrario, transformarlo. Sirva el adagio para resumir, en esencia, lo que ha dado de sí el 2025, que arrancó con el presidente francés, Emmanuel Macron, y su anuncio del proyecto de remodelación del Louvre, que supondrá el traslado de la Gioconda a una nueva sala con entrada separada y un coste que se sufragará con un significativo aumento en el precio de las entradas para los visitantes no europeos. El plan maestro, llamado Louvre-Nouvelle Renaissance, persigue modernizar la pinacoteca más visitada del mundo, pero a la fuerza tendrá que responder a su decadencia estructural, después de que en octubre fuera objeto de un robo de lo más peregrino, con ocho joyas de la corona francesa sustraídas de la galería de Apolo, que arrasó el prestigio de la institución.
Una forma de abordar la supremacía del museo es negarlo o, en caso contrario, transformarlo. Sirva el adagio para resumir, en esencia, lo que ha dado de sí el 2025, que arrancó con el presidente francés, Emmanuel Macron, y su anuncio del proyecto de remodelación del Louvre, que supondrá el traslado de la Gioconda a una nueva sala con entrada separada y un coste que se sufragará con un significativo aumento en el precio de las entradas para los visitantes no europeos. El plan maestro, llamado Louvre-Nouvelle Renaissance, persigue modernizar la pinacoteca más visitada del mundo, pero a la fuerza tendrá que responder a su decadencia estructural, después de que en octubre fuera objeto de un robo de lo más peregrino, con ocho joyas de la corona francesa sustraídas de la galería de Apolo, que arrasó el prestigio de la institución. Seguir leyendo
Una forma de abordar la supremacía del museo es negarlo o, en caso contrario, transformarlo. Sirva el adagio para resumir, en esencia, lo que ha dado de sí el 2025, que arrancó con el presidente francés, Emmanuel Macron, y su anuncio del proyecto de remodelación del Louvre, que supondrá el traslado de la Gioconda a una nueva sala con entrada separada y un coste que se sufragará con un significativo aumento en el precio de las entradas para los visitantes no europeos. El plan maestro, llamado Louvre-Nouvelle Renaissance, persigue modernizar la pinacoteca más visitada del mundo, pero a la fuerza tendrá que responder a su decadencia estructural, después de que en octubre fuera objeto de un robo de lo más peregrino, con ocho joyas de la corona francesa sustraídas de la galería de Apolo, que arrasó el prestigio de la institución.
El hecho de que, pocas semanas antes, el Centro Pompidou cerrara sus puertas para someterse a una remodelación integral es de una ironía insuperable, si atendemos al título de la exposición que lo clausuraba: Nada nos preparaba para eso – Todo nos preparaba para eso, de Wolfgang Tillmans. Y que días después, el poder del lujo volviera a exhibir su autoridad con la apertura de la nueva Fundación Cartier, diseñada por Jean Nouvel, en el edificio del antiguo Louvre des Antiquaires.
La idea de lo que es y representa un museo es tan intensa que empequeñece cualquier debate. Hasta ahora, la transformación de una pinacoteca se ha entendido como una extensión de sus límites, un embellecimiento de sus edificios. Este año hemos visto cómo se ha desencadenado una triunfal procesión de nuevos espacios: la ampliación del Bellas Artes de Bilbao (en su primera fase), las galerías del Metropolitan dedicadas a las artes de África, América y Oceanía, la Frick Collection o el Studio Museum de Harlem, los tres en Nueva York, con resultados arquitectónicamente impecables. La musa nunca se equivoca. ¿O sí?
¿Son aceptables otras formas de institucionalidad? ¿Se puede disolver el poder simbólico del museo, las colecciones y las narraciones, la colonialidad, los marcos técnico-administrativos? ¿Son sostenibles los museos? ¿Es necesario ampliarlos indefinidamente? ¿Abrigan estos repositorios un numen, una contramusa, o simplemente se enmascaran a sí mismos produciendo una ilusión? Cuestiones que fundamentaron el debate que Manuel Borja-Villel impulsó en su proyecto Museu habitat. Tres simposios y su tenaz y visionaria muestra Fabular paisatges, sirvieron para reflexionar sobre cómo se construyen los dispositivos de exposición, qué relatos se privilegian y qué historias se silencian. El recorrido por 120 trabajos de artistas internacionales logró reactivar el ejercicio de la crítica barcelonesa, aunque en la mayoría de los casos pasara por alto el contenido expositivo para centrarse en lo precario de las instalaciones, las condiciones ambientales o lo poco adecuado del emplazamiento, el Palau Victòria Eugènia, en Montjuïc. En realidad, ese fue precisamente su mayor acierto, porque es allí donde se ampliará el MNAC. El museo tuvo otro motivo de actualidad en 2025: tendrá que devolver los frescos de Sijena, según resolución judicial, aunque el Govern catalán insiste en evaluar al detalle todos los riesgos de trasladar las pinturas murales. Queda por decidir si las pinturas se reinstalan en la sala capitular del monasterio o si pasan antes por un periodo de reserva y estabilización en territorio aragonés.
Hubo relevo en el Guggenheim de Bilbao. Después de 32 años, Juan Ignacio Vidarte cedió el mando a Miren Arzalluz, que asume la herencia de un incierto proyecto de ampliación en Urdaibai que promete “un paradigma museístico inédito y sostenible”, en un año que tambien se recordará por la desaparición del arquitecto Frank Gehry. Mientras, en el MoMA hubo otra despedida, la de su director, Glenn D. Lowry, tras un mandato de 30 años. Lo sustituye Christophe Cherix.
En Barcelona, la Fundació Miró celebró su medio siglo con Miró y los Estados Unidos; y el Macba, que emprende su ampliación para ser “más participativo, cercano y plural”, cumple 30 años coincidiendo con una ambiciosa muestra sobre el arte de la diáspora africana. El Reina Sofía, también en plena renovación integral, cierra el año con una retrospectiva de Maruja Mallo que abarca ciencia, arte y mitología. En el fondo, ella misma se definía como una artista “deambulando de la geografía a la cosmografía”.
Es patente la perpetua avidez de ciencia que mostraban los surrealistas, como se comprueba en la muestra When Objects Dream, que el Metropolitan neoyorquino dedica a Man Ray y sus experimentos en fotografía, pintura y cine, que ensancharon los límites de las arte visuales. A algunos artistas les mueve la fama eterna, ser capaces de expandir su personalidad en el tiempo y el espacio, como ocurrió con Dalí. Platform Dalí es el programa internacional que la Fundación Gala-Salvador Dalí arranca este otoño en colaboración con cinco centros científicos de Barcelona, para promover nuevas formas de comprender el mundo, descubrir las leyes básicas de la existencia humana o redescubrir las posibilidades de toda clase de vida. El arte permita afrontar la aprensión que nos produce el fin. En este supuesto, el museo es un reflejo humano: ideamos proyectos o recordamos. En medio, el vertiginoso hueco de la vida presente.
En el centro del vacío, Donald Trump se convirtió en otro protagonista del año artístico. El presidente impuso aranceles sobre la importación de obras de arte y les sumó una ofensiva política: la Casa Blanca recortó ayudas al sector y forzó dimisiones en cadena dentro de las agencias culturales. En su cruzada contra lo woke, Trump señaló a la National Portrait Gallery, dependiente del Smithsonian, y anunció en redes el despido de su directora, acusándola de “promover una agenda ideológica”. Aunque no tenía autoridad para deshacerse de ella, la presión acabó forzando su dimisión. Pocas semanas después, la artista Amy Sherald canceló una muestra al negarse a retirar una pintura con una Estatua de la Libertad trans, en un símbolo del clima de censura que se instala en las instituciones estadounidenses (y en otros lugares). Ante esas turbulencias, el anuncio de nuevas ferias como Art Basel Qatar y Frieze Abu Dhabi confirma el desplazamiento del negocio del arte hacia el Golfo Pérsico. A ellas se sumará el gran complejo turístico y cultural en el valle de Al-Ula, en Arabia Saudí. Quizá allí empiece a perfilarse otro paradigma de museo, al menos en su función de refugio climático. Pero el ejercicio de imaginarlo como espacio de inclusión y cuidado es ya inaplazable. ÁNGELA MOLINA
Las mejores exposiciones de 2025 según los críticos de EL PAÍS
Una selección de Enrique Andrés Ruiz, Bea Espejo, Juan Gallego Benot, Ángeles García, Silvia Hernando, Ángela Molina, Javier Montes, Juan José Santos Mateo y Álex Vicente.

Robert Rauschenberg: el uso de las imágenes
Fundación Juan March. Madrid
Organizada con motivo de su centenario, la muestra recorre cinco décadas de la producción del artista estadounidense y revisa su obra plástica para mostrarla como una práctica esencialmente fotográfica. Se puede visitar hasta el 18 de enero.

Maruja Mallo: Máscara y compás
Museo Reina Sofía. Madrid / Centro Botín. Santander
La retrospectiva, coproducida entre Madrid y Santander, salda la deuda histórica con la artista gallega mediante un recorrido por más de 300 obras, del surrealismo al periodo democrático, que subrayan su papel decisivo en el arte del siglo XX.

Paolo Veronese (1528-1588)
Museo del Prado. Madrid
El Prado desmontó su reputación en la historiografía oficial y lo desmontó como figura clave en la evolución de la pintura europea. La muestra permite redescubrir a un pintor diverso, del esplendor escenográfico y luminoso a los lienzos finales más dramáticos, en diálogo con Tiziano, Tintoretto y sus herederos.

David Bestué. Flor Hispania
CA2M. Móstoles (Madrid)
El artista orquesta una muestra en el CA2M en forma de brillante parábola sobre Madrid, concebida como un lugar donde se embalsan los abusos, las tensiones y los delirios del poder, de los ministerios al auge de Airbnb.

Tarsila do Amaral. Pintando el Brasil moderno
Museo Guggenheim. Bilbao
La retrospectiva presentó a la gran figura del modernismo brasileño en un recorrido que exploró sus iconografías antropófagas, el diálogo entre São Paulo y París y la dimensión activista de su pintura, siempre atenta a las transformaciones sociales y urbanas del país.
Miró y los Estados Unidos
Fundació Miró. Barcelona
La exposición, que se puede ver hasta febrero, indaga en la intensa relación entre el catalán y el arte estadounidense, desde sus primeras obras mostradas en el Brooklyn Museum en 1926 hasta su influencia en los expresionistas abstractos.

Proyectar un planeta negro. El arte y la cultura de Panáfrica
Macba. Barcelona
Esta gran muestra, en las salas del Macba hasta abril, presenta cerca de 500 obras y documentos que repensaron el legado del panafricanismo como proyecto político, cultural y poético frente a los imaginarios coloniales.

Fabular paisatges
Palau Victoria Eugènia y Palau Moja. Barcelona
La exposición, comisariada por Manuel Borja-Villel, reimaginó el papel del museo como espacio crítico, proponiendo un recorrido entre historia, paisaje y poder. En diálogo con la montaña de Montjuïc y su carga simbólica, reunió obras que confrontaron el legado colonial, el extractivismo y las narrativas del progreso, abriendo la prometedora posibilidad de un museo posilustrado.

Man Ray. When Objects Dream
Metropolitan Museum. Nueva York
La exposición, que se puede ver hasta febrero, supone la primera gran revisión de los rayógrafos, las imágenes sin cámara con las que Man Ray transformó objetos cotidianos en composiciones oníricas. Con más de 150 obras, la muestra explora el papel de esta técnica en su práctica radical y experimental, y también en la algunos de sus seguidores.

Wolfgang Tillmans. Rien ne nous y préparait − Tout nous y préparait
Centro Pompidou. París
La retrospectiva despidió al Pompidou antes de su cierre durante cinco años, convirtiéndose en un réquiem por el museo y por una idea de la cultura pública. Entre bibliotecas vacías y luces fluorescentes, Tillmans presentó un mosaico de imágenes que resumía pasado, presente y futuro. Magistral.
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