La heredera del gran líder abolicionista que se rebela contra la esclavitud: «El ideal supremo del hombre blanco es solo un mito»

<p>La fotografía de <strong>Ayana V. Jackson</strong> (Nueva Jersey, 1977) es una prospección hasta las raíces del árbol genealógico que conforman su familia biológica y racial. En los últimos 20 años, la obra de la fotógrafa ha ido profundizando en la diáspora a la que, tras la etapa colonial, se han visto forzados quienes hunden sus raíces en el continente africano. Para despojarla, primero, de todas sus connotaciones y, después, encontrarse en ellas. </p>

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 La fotógrafa Ayana V. Jackson inaugura la edición de este año de PHotoEspaña con ‘Nosce Te Ipsum: Membrum Fantasma’, una revisión a la imagen de la mujer negra en el archivo colonial  

La fotografía de Ayana V. Jackson (Nueva Jersey, 1977) es una prospección hasta las raíces del árbol genealógico que conforman su familia biológica y racial. En los últimos 20 años, la obra de la fotógrafa ha ido profundizando en la diáspora a la que, tras la etapa colonial, se han visto forzados quienes hunden sus raíces en el continente africano. Para despojarla, primero, de todas sus connotaciones y, después, encontrarse en ellas.

Porque esa es la historia misma de su familia. Su estirpe paterna desciende de William Still, uno de los líderes del movimiento abolicionista de la esclavitud y el considerado padre del ferrocarril subterráneo, la red secreta que se tejió para que los esclavos de raza negra huyeran de los estados del sur de Estados Unidos hacia la parte norte del país donde se impedía esta práctica o hacia Canadá. Su abuelo aún nació en esa zona sur bajo las leyes Jim Crow, sufrió el apartheid y acabó como director de escuela en una comunidad de Nueva Jersey. Allí nació ya su padre, integrante del movimiento Black Power en los años 50, y creció la artista, cuya educación ha estado siempre vinculada a la comunidad negra estadounidense. Sus estudios superiores los cursó en Spelman College, la escuela de arte para mujeres negras de Atlanta.

«Soy negra, de los Estados Unidos y descendiente de la esclavitud. Todas esas identidades están presentes en mi proyecto. Tengo mucha suerte de haber nacido en esta época, de tener esa familia y de ser de clase media. Pero que esta sea mi vida no quiere decir que no haya problemas en cuanto a educación y oportunidades para nuestra comunidad», arranca Ayana V. Jackson, que acaba de aterrizar en Madrid para exponer por primera vez en solitario en Europa su obra fotográfica. Nosce Te Ipsum: Membrum Fantasma es la muestra que sirve como inauguración de la actual edición del festival PHotoEspaña, también es un rastreo por la figura de la mujer afrolatina en sociedades como la mexicana y una revisión a la imagen de la mujer negra en el archivo colonial.

Precisamente ese primer sintagma Nosce Te IpsumConócete a ti mismo– custodia el frontispicio de entrada al Museo Nacional de Antropología que acoge la exposición hasta el 31 de agosto y que celebra su 150 aniversario inmerso en pleno proceso de descolonización. De hecho, este espacio es uno de los primeros a nivel nacional que se ha enfrentado a la revisión de su colección impulsada por el Ministerio de Cultura. Y, en ese terreno, ahonda Ayana V. Jackson.

«Yo no quiero romper el discurso de la esclavitud, pero tenemos que investigarlo y entenderlo. Porque la esclavitud fue un sistema económico y político que a través de la mano de obra gratuita permitió varios siglos de riqueza para el mundo desarrollado», expone la artista. Y sigue: «Cuando comprendamos que gran parte de la riqueza de Europa proviene del experimento colonial y la de Estados Unidos de la esclavitud tendremos una mirada más honesta de nuestro mundo».

¿Por qué considera importante ese proceso descolonizador?
El racismo tiene fecha de nacimiento y el ideal supremo del hombre blanco es solo un mito porque la raza es una construcción. Si podemos estar de acuerdo en esto, podemos empezar a entender por qué ahora se está reforzando. Descolonizar no es más que un acto para interrumpir y castrar esas ideas mitológicas porque una vez que lo aceptas puedes romper con esas ideas bestiales de división. Es entender que la mitad del oro que acumuló Europa vino de África y la mitad de la plata vino de México. Y ni siquiera sé si eso se puede devolver, pero hay que reconocerlo como parte de la interconexión entre un país y sus antiguas colonias.
Hay historiadores, al menos en España, que defienden que ese proceso es incorrecto porque supone un revisionismo y una mirada inadecuada al pasado.
Pero es que es una forma de sanar y creo que tenemos que hacerlo porque no se pueden seguir sembrando semillas de odio. Aún hay gente en nuestra sociedad que defiende que hay diferencias entre las personas por ser de raza blanca o negra. Por eso es importante que España reconozca su propia historia, que se conozca a sí misma y su relación con la trata de esclavos transatlántica. Porque si no entiende eso, no va a entender a un costarricense, a un venezolano, una mexicano… que no son el otro, son parte de su comunidad.

Esta conversación se produce apenas unos días después de que Donald Trump haya anunciado que reinstaurará el Día de Colón en Estados Unidos. Una fiesta que no se retiró nunca, pero se compartía con el Día de los Pueblos Indígenas el 12 de octubre y que el actual presidente atribuye al movimiento woke. «Estamos sufriendo de una ignorancia al más alto nivel por parte de los gobiernos de todo el mundo. Y que la gente sea incapaz de mirar la relación entre el pasado y el presente nos ha traído aquí», detalla la fotógrafa, que evita la figura del dirigente republicano en cada una de sus referencias. «En este momento hay una cultura de la división en muchos países con gobiernos más conservadores. No soy política y no creo que esos gobiernos estén necesariamente sembrando semillas de odio, pero no son conscientes de sus acciones. Existe una preocupación económica global, pero decir que es culpa de la inmigración, de los negros o de los extranjeros. Y que estos son un problema es simplificar todo».

La fotógrafa Ayana V. Jackson
La fotógrafa Ayana V. JacksonÁngel Navarrete

Ahí se embarca la fotógrafa en una comparación entre la sociedad actual y la que se vivía en la etapa colonial. «No sé si somos tan distintos a los de la época colonial, aún vivimos en una sociedad que requiere de mano de obra gratuita, o al menos de bajo coste, porque sino el progreso se nos hace imposible». Porque, según la visión de Ayana V. Jackson, «ese anhelo de mano de obra gratuita aún persiste» hasta el punto de que «estamos dispuestos a sacrificar hasta nuestra humanidad para conseguirla». «Este progreso tan rápido es explotador y hasta que no lo cambiemos seguiremos estando en el pasado»

Es en ese contexto en el que el discurso de la fotografía de Ayana V. Jackson se potencia y llega hasta las raíces del árbol genealógico racial que la une con los afrodescendientes. De hecho, en uno de los espacios de la exposición, en esa línea, se escucha la canción Angelitos negros, que popularizó Antonio Machín, en la versión de la afroamericana Roberta Flack y que aborda ni más ni menos que la falta de representación de la raza negra en las imágenes religiosas. «Los negros a veces nos vemos fuera del cuerpo principal del ser humano y de la idea de humanidad. Mi familia son los descendientes de la esclavitud que fueron desconectados de nuestro cuerpo principal que es África».

Y, desde ahí, la prospección.

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