La Carpita, un teatro para niños y oasis cultural en la turística Cancún, busca reinventarse

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El día en que visitaron La Carpita, un teatro independiente en Cancún, al sureste de México, varias madres iban con las cejas alzadas. Todo se veía improvisado. Por piso, pura losa; lo oscuro y apretado hacía ver todo desordenado y, el escenario, muy modesto. Liliana Barajas fue la excepción. Quedó fascinada porque encontró, por fin, un lugar para Celal Balaban, su hijo de nueve años que la acompañó y que fue diagnosticado con Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

“Ese día, la amiga con la que fui, que también llevaba a su hijo, lo vio como muy underground, muy alternativo”, recuerda Barajas. “Me habló al día siguiente y me preguntó si iba a inscribir a Celal. Le dije que sí, que a mí me encantó. Me dice: ‘Ay, no sé, es que el piso, las paredes…’ Entonces, yo le respondí que no se fijara en lo que había alrededor, sino en el mundo al que los iban a transportar, porque hacer teatro es llevarte a otros mundos”.

La Carpita es un espacio cultural alternativo fundado en 2013 por una sociedad cooperativa sin fines de lucro sobre un terreno baldío en una colonia llamada Región 96. Al inicio, lo que más había era teatro y danza al aire libre, pero las lluvias torrenciales dificultaron las primeras presentaciones. Así lo recuerda José Francisco Ariel Cob Castro, de 52 años y uno de los fundadores. Con el tiempo vinieron más puestas en escena, la autoconstrucción del recinto, la ampliación de la cartelera, la formación de un público y las dificultades propias de hacer teatro y cultura en el destino turístico de sol y playa más importante de América Latina.

El elenco de 'Pato, pato ¿pato?', una obra sobre la amistad y la muerte.

Cancún es la urbe más joven de México, con 54 años de vida. Fue creada desde cero para ser una ciudad con vocación exclusivamente turística, llena de hoteles y restaurantes. Su construcción ocurrió cuando el auge de las obras monumentales de teatros y auditorios ya habían pasado en México. Pero la inversión en Cultura en la ciudad siempre ha sido menor. En el último lustro, por ejemplo, ha llegado a ser apenas el 0,6% del presupuesto local total, muy por debajo del 4% que la UNESCO recomienda como mínimo. Es un destino que gasta más, por ejemplo, en la repavimentación del Boulevard Kukulkán, por el que circulan a diario los turistas para llegar a las playas, que en el Instituto Municipal de la Cultura y las Artes, que apenas tuvo 45 millones de pesos como recurso el año pasado (un poco más de 2,2 millones de dólares).

Entre la falta de impulso gubernamental a proyectos culturales, la vocación de la ciudad, las dinámicas laborales de la industria del turismo y de servicios y porque se ha convertido en un proyecto que los fundadores ya no pueden sostener financieramente, La Carpita se ha quedado sin futuro. El proyecto ha anunciado una pausa indefinida que se antoja terminal, no sin antes haber dado el último show este marzo, Pato, pato, ¿pato?, protagonizado por un grupo de niños. Y ahora busca cómo reinventarse y seguir ofreciendo un espacio para las infancias de Cancún.

Teatro para infancias

Liliana y su hijo Celal llegaron a La Carpita por primera vez hace un año, tras ver una promoción de talleres de teatro para infancias. A Celal lo habían diagnosticado poco tiempo antes con TDAH y su mamá buscaba una actividad para complementar el tratamiento terapéutico. “Evitando la medicalización y buscando alternativas para acompañar el tratamiento con una actividad que le ayudara, resultó que dimos con el teatro y aquí encontró su camino”, dice Barajas. “Habíamos probado antes con la natación, el fútbol, actividades físicas y no nos funcionó. La psicóloga nos dijo que los niños con TDAH tienen un cerebro súperactivo. Tienen que cansarse intelectualmente, por eso el teatro le gustó tanto, porque es un reto físico, pero también mental”.

Celal Balaban fue diagnosticado con TDAH y ha encontrado en el teatro el único espacio donde puede expresarse libremente.

El TDAH es una condición del neurodesarrollo que provoca dificultades en la atención focalizada. Las personas que lo tienen pueden cultivar rasgos de mucha energía; ser distraídas, impulsivas o hiperactivas. El 8,8% de la población ha sido diagnosticada con este trastorno. Y es mucho más común en hombres menores de edad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). “A Celal lo diagnosticaron cuando tenía 7 años, en Psipuedo, una clínica particular”, dice Barajas, quien asegura que siempre supo que su hijo era diferente. Muy sensible, con memoria fotográfica, inteligente, competitivo, pero también con comportamientos erráticos, muchos caprichos y episodios de crisis. “Hay veces que ni él se soporta. Y aquí en La Carpita es feliz porque el teatro es muy corporal, le ayuda a controlar su cuerpo, le ayuda a regirse a sí mismo y también porque aquí se siente libre, se puede expresar, le gusta, nadie lo juzga por ser él y porque Drew ha sido muy bueno con ellos”.

Drew Vela es un artista de 25 años que ha ganado renombre en el drag show de Cancún y quien tiene la misión de dirigir la última función de La Carpita. Su nombre fuera de los escenarios es Jhon Andreu Vela. Siempre le interesó la dramaturgia. En 2013, eligió estudiar en el Colegio de Bachilleres Dos, solo porque supo que había un taller de artes escénicas. En una de esas clases le pidieron investigar cuántos teatros había en Cancún. Era una tarea fácil: solo son cuatro: uno público, el Teatro 8 de octubre; otro privado, El Teatro de la Ciudad, y dos minúsculos e independientes, el Xbalamqué y La Carpita, que entonces estaba naciendo. Cuatro teatros para una ciudad de casi un millón de habitantes. Cuatro contra los 200 hoteles de lujo y los más de 3.000 centros nocturnos y restaurantes.

Drew llegó a La Carpita por invitación de otro de sus fundadores, Gilberto Galván. “Me dijo que le interesaba que empezara a dirigir obras y arrancamos con El ruiseñor y la rosa, luego con Romeo y Julio, y después La vida vaga, donde hice de prostituta trans”, recuerda Drew, quien encontró en este teatro y en la cultura un lugar para visibilizar temas de la población LGBT+ fuera de los bares y centros nocturnos.

Las mamás, la abuela y un papá de los niños que actúan en la última obra de La Carpita, elaborando el vestuario que se usará.

A inicios del año pasado, el equipo de La Carpita lo incitó a preparar un taller de teatro para infancias, que fue al que se inscribió Celal, además de Dante Mendoza, de 11 años; Moisés Castillo, de 7, y Sophia Lara, de 11, quienes presentaron Yo, una pieza crítica con el adultocentrismo y la crianza vertical y autoritaria que fue escrita a partir de un cuestionario que se le hizo a un grupo de infantes, quienes compartieron sus sentimientos sobre si creían que eran escuchados o tomados en cuenta en sus propias familias.

La segunda obra se presentó este 15 de marzo: Pato, pato, ¿pato?, basada en un cuento del escritor alemán Wolf Erlbruch. Es la historia sobre un pato, que descubre que la muerte siempre ha estado esperando a su lado, en silencio y sin prisa, y con quien conversa por varios días sobre la vida, los miedos y lo inevitable, sobre ese final al que todos llegamos. “Cuenta la historia de una extraña amistad y eso nos ayudará a entender que no todo en la vida es malo, que hay cosas buenas, que puede surgir la amistad con un diferente o extraño que de pronto se te aparece”, resume Dante.

La obra, sin embargo, no se presentó en la sede acostumbrada, sino en Villas Otoch Paraíso, una colonia de la periferia de Cancún. “Como La Carpita ya se puso en pausa, pues lo que hice fue presentarla aquí como parte de una iniciativa de artes escénicas a la que me invitaron. Estoy pensando en transformar el proyecto en un teatro itinerante. Ya tengo la confianza de las mamás de estos niños. Si es necesario presentarnos de nuevo, como al inicio del proyecto, en la calle o en estacionamientos, lo haremos. Estaremos buscando qué hacer, pero quiero que esto siga”, dice Drew.

Sin La Carpita, el mundo del teatro en Cancún se quedan sin un espacio para la población LGBT+ y las infancias. “Es muy triste porque ahí sentía que todo iba a estar bien para mí, pensé que La Carpita iba a estar para siempre”, dice Celal, quien ahora tendrá que buscar en este polo turístico otras opciones donde lo reciban.

Sophia Lara, de 11 años, es la integrante más reciente. Los tres ensayan la obra, días antes de la presentación.

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 El espacio, que abrió las puertas al trabajo comunitario y a niños con diagnósticos como TDAH, tuvo que anunciar una pausa indefinida debido a la falta de fondos  

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El día en que visitaron La Carpita, un teatro independiente en Cancún, al sureste de México, varias madres iban con las cejas alzadas. Todo se veía improvisado. Por piso, pura losa; lo oscuro y apretado hacía ver todo desordenado y, el escenario, muy modesto. Liliana Barajas fue la excepción. Quedó fascinada porque encontró, por fin, un lugar para Celal Balaban, su hijo de nueve años que la acompañó y que fue diagnosticado con Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

“Ese día, la amiga con la que fui, que también llevaba a su hijo, lo vio como muy underground, muy alternativo”, recuerda Barajas. “Me habló al día siguiente y me preguntó si iba a inscribir a Celal. Le dije que sí, que a mí me encantó. Me dice: ‘Ay, no sé, es que el piso, las paredes…’ Entonces, yo le respondí que no se fijara en lo que había alrededor, sino en el mundo al que los iban a transportar, porque hacer teatro es llevarte a otros mundos”.

La Carpita es un espacio cultural alternativo fundado en 2013 por una sociedad cooperativa sin fines de lucro sobre un terreno baldío en una colonia llamada Región 96. Al inicio, lo que más había era teatro y danza al aire libre, pero las lluvias torrenciales dificultaron las primeras presentaciones. Así lo recuerda José Francisco Ariel Cob Castro, de 52 años y uno de los fundadores. Con el tiempo vinieron más puestas en escena, la autoconstrucción del recinto, la ampliación de la cartelera, la formación de un público y las dificultades propias de hacer teatro y cultura en el destino turístico de sol y playa más importante de América Latina.

La Carpita Cancún teatro

Cancún es la urbe más joven de México, con 54 años de vida. Fue creada desde cero para ser una ciudad con vocación exclusivamente turística, llena de hoteles y restaurantes. Su construcción ocurrió cuando el auge de las obras monumentales de teatros y auditorios ya habían pasado en México. Pero la inversión en Cultura en la ciudad siempre ha sido menor. En el último lustro, por ejemplo, ha llegado a ser apenas el 0,6% del presupuesto local total, muy por debajo del 4% que la UNESCO recomienda como mínimo. Es un destino que gasta más, por ejemplo, en la repavimentación del Boulevard Kukulkán, por el que circulan a diario los turistas para llegar a las playas, que en el Instituto Municipal de la Cultura y las Artes, que apenas tuvo 45 millones de pesos como recurso el año pasado (un poco más de 2,2 millones de dólares).

Entre la falta de impulso gubernamental a proyectos culturales, la vocación de la ciudad, las dinámicas laborales de la industria del turismo y de servicios y porque se ha convertido en un proyecto que los fundadores ya no pueden sostener financieramente, La Carpita se ha quedado sin futuro. El proyecto ha anunciado una pausa indefinida que se antoja terminal, no sin antes haber dado el último show este marzo, Pato, pato, ¿pato?, protagonizado por un grupo de niños. Y ahora busca cómo reinventarse y seguir ofreciendo un espacio para las infancias de Cancún.

Teatro para infancias

Liliana y su hijo Celal llegaron a La Carpita por primera vez hace un año, tras ver una promoción de talleres de teatro para infancias. A Celal lo habían diagnosticado poco tiempo antes con TDAH y su mamá buscaba una actividad para complementar el tratamiento terapéutico. “Evitando la medicalización y buscando alternativas para acompañar el tratamiento con una actividad que le ayudara, resultó que dimos con el teatro y aquí encontró su camino”, dice Barajas. “Habíamos probado antes con la natación, el fútbol, actividades físicas y no nos funcionó. La psicóloga nos dijo que los niños con TDAH tienen un cerebro súperactivo. Tienen que cansarse intelectualmente, por eso el teatro le gustó tanto, porque es un reto físico, pero también mental”.

La Carpita Cancún teatro

El TDAH es una condición del neurodesarrollo que provoca dificultades en la atención focalizada. Las personas que lo tienen pueden cultivar rasgos de mucha energía; ser distraídas, impulsivas o hiperactivas. El 8,8% de la población ha sido diagnosticada con este trastorno. Y es mucho más común en hombres menores de edad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). “A Celal lo diagnosticaron cuando tenía 7 años, en Psipuedo, una clínica particular”, dice Barajas, quien asegura que siempre supo que su hijo era diferente. Muy sensible, con memoria fotográfica, inteligente, competitivo, pero también con comportamientos erráticos, muchos caprichos y episodios de crisis. “Hay veces que ni él se soporta. Y aquí en La Carpita es feliz porque el teatro es muy corporal, le ayuda a controlar su cuerpo, le ayuda a regirse a sí mismo y también porque aquí se siente libre, se puede expresar, le gusta, nadie lo juzga por ser él y porque Drew ha sido muy bueno con ellos”.

Drew Vela es un artista de 25 años que ha ganado renombre en el drag show de Cancún y quien tiene la misión de dirigir la última función de La Carpita. Su nombre fuera de los escenarios es Jhon Andreu Vela. Siempre le interesó la dramaturgia. En 2013, eligió estudiar en el Colegio de Bachilleres Dos, solo porque supo que había un taller de artes escénicas. En una de esas clases le pidieron investigar cuántos teatros había en Cancún. Era una tarea fácil: solo son cuatro: uno público, el Teatro 8 de octubre; otro privado, El Teatro de la Ciudad, y dos minúsculos e independientes, el Xbalamqué y La Carpita, que entonces estaba naciendo. Cuatro teatros para una ciudad de casi un millón de habitantes. Cuatro contra los 200 hoteles de lujo y los más de 3.000 centros nocturnos y restaurantes.

Drew llegó a La Carpita por invitación de otro de sus fundadores, Gilberto Galván. “Me dijo que le interesaba que empezara a dirigir obras y arrancamos con El ruiseñor y la rosa, luego con Romeo y Julio, y después La vida vaga, donde hice de prostituta trans”, recuerda Drew, quien encontró en este teatro y en la cultura un lugar para visibilizar temas de la población LGBT+ fuera de los bares y centros nocturnos.

Las mamás, la abuela y un papá de los niños que actúan en la última obra de La Carpita, elaborando el vestuario que se usará.

A inicios del año pasado, el equipo de La Carpita lo incitó a preparar un taller de teatro para infancias, que fue al que se inscribió Celal, además de Dante Mendoza, de 11 años; Moisés Castillo, de 7, y Sophia Lara, de 11, quienes presentaron Yo, una pieza crítica con el adultocentrismo y la crianza vertical y autoritaria que fue escrita a partir de un cuestionario que se le hizo a un grupo de infantes, quienes compartieron sus sentimientos sobre si creían que eran escuchados o tomados en cuenta en sus propias familias.

La segunda obra se presentó este 15 de marzo: Pato, pato, ¿pato?, basada en un cuento del escritor alemán Wolf Erlbruch. Es la historia sobre un pato, que descubre que la muerte siempre ha estado esperando a su lado, en silencio y sin prisa, y con quien conversa por varios días sobre la vida, los miedos y lo inevitable, sobre ese final al que todos llegamos. “Cuenta la historia de una extraña amistad y eso nos ayudará a entender que no todo en la vida es malo, que hay cosas buenas, que puede surgir la amistad con un diferente o extraño que de pronto se te aparece”, resume Dante.

La obra, sin embargo, no se presentó en la sede acostumbrada, sino en Villas Otoch Paraíso, una colonia de la periferia de Cancún. “Como La Carpita ya se puso en pausa, pues lo que hice fue presentarla aquí como parte de una iniciativa de artes escénicas a la que me invitaron. Estoy pensando en transformar el proyecto en un teatro itinerante. Ya tengo la confianza de las mamás de estos niños. Si es necesario presentarnos de nuevo, como al inicio del proyecto, en la calle o en estacionamientos, lo haremos. Estaremos buscando qué hacer, pero quiero que esto siga”, dice Drew.

Sin La Carpita, el mundo del teatro en Cancún se quedan sin un espacio para la población LGBT+ y las infancias. “Es muy triste porque ahí sentía que todo iba a estar bien para mí, pensé que La Carpita iba a estar para siempre”, dice Celal, quien ahora tendrá que buscar en este polo turístico otras opciones donde lo reciban.

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