<p>La ciencia ya nos ha revelado que si continuamos como estamos, nos extinguiremos. La única manera de evitar esto es una transformación radical en nuestra convivencia colectiva en la Tierra.La historia del cine documental vivió con <i>The Act of Killing</i> (2012) una revolución que también fue una revelación. <strong>Joshua Oppenheimer (Austin, Texas; 1974) </strong>propuso a los responsables del genocidio que entre 1965 y 1966 acabó con cerca de medio millón de personas en Indonesia que interpretaran sus propios papeles de asesinos. Y ellos, orgullosos, accedieron y se convirtieron para el cine en personajes de sí mismos hasta dar a conocer, con todo lujo de detalles, las siniestras artes del que fue su oficio. El espectador era convocado a un ritual extraño en el que la verdad más aterradora se confundía con su representación en un juego de espejos tan irreal como perturbador. Ahora, en <i>The End, </i>en la película que es su debut en la ficción y que se estrena el viernes 25, el director se arroja en manos de lo que podría llamarse la representación pura, la fabulación de la propia ficción. Estamos ante la crónica del fin del mundo, pero cantada y bailada, ofrecida como un musical hundido en lo más profundo de la tierra. Allí, los últimos supervivientes del desastre climático interpretados por Tilda Swinton, Michael Shannon y George MacKay coreografían el gran vacío que les y nos asiste. Suena tremendo y, en verdad, es desolador.</p>
El director de documentales míticos como ‘The Act of Killing’ debuta en la ficción con ‘The End’
La ciencia ya nos ha revelado que si continuamos como estamos, nos extinguiremos. La única manera de evitar esto es una transformación radical en nuestra convivencia colectiva en la Tierra.La historia del cine documental vivió con The Act of Killing (2012) una revolución que también fue una revelación. Joshua Oppenheimer (Austin, Texas; 1974) propuso a los responsables del genocidio que entre 1965 y 1966 acabó con cerca de medio millón de personas en Indonesia que interpretaran sus propios papeles de asesinos. Y ellos, orgullosos, accedieron y se convirtieron para el cine en personajes de sí mismos hasta dar a conocer, con todo lujo de detalles, las siniestras artes del que fue su oficio. El espectador era convocado a un ritual extraño en el que la verdad más aterradora se confundía con su representación en un juego de espejos tan irreal como perturbador. Ahora, en The End, en la película que es su debut en la ficción y que se estrena el viernes 25, el director se arroja en manos de lo que podría llamarse la representación pura, la fabulación de la propia ficción. Estamos ante la crónica del fin del mundo, pero cantada y bailada, ofrecida como un musical hundido en lo más profundo de la tierra. Allí, los últimos supervivientes del desastre climático interpretados por Tilda Swinton, Michael Shannon y George MacKay coreografían el gran vacío que les y nos asiste. Suena tremendo y, en verdad, es desolador.
- ¿Por qué optar por un musical? Ya había música en ‘The Act of Killing’, pero jugaba un papel casi paródico y terrorífico.
- El musical es la quintaesencia del delirio sentimental. No importa lo mal que se pongan las cosas, no importa lo desesperada que sea la situación, puedes enterrar la cabeza en la arena y decirte a ti mismo: pase lo que pase, mañana saldrá el sol. Cuando tuve la idea de explorar las consecuencias de nuestra negación colectiva ante la creciente catástrofe, me di cuenta de que la forma más bella y, en cierto sentido, compasiva y absurda (en la tradición del teatro del absurdo) era a través de un musical.
- La idea que tenemos del musical es esencialmente optimista, ¿no hay algo de provocación en cantar a la desolación?
- Lo primero que debes averiguar cuando te propones un musical es cuál es el principio que impulsa al personaje a cantar. Al principio del proceso de escritura, nos dimos cuenta de que los personajes cantan en momentos de duda, de crisis, cuando las mentiras y las fantasías que se han contado a sí mismos han comenzado a desmoronarse. Se ven cara a cara con la verdad e, incapaces de enfrentarla, buscan nuevas mentiras, nuevas melodías para consolarse. Nos dimos cuenta de que, al final, los personajes no están cantando sus verdades más profundas, que es el cliché sobre los musicales de la época dorada, sino que cantan cuando la verdad es demasiado grande para ser simplemente hablada. Y mientras intentan cantar estas nuevas mentiras, se acercan a la verdad, a la belleza, y chocan con los muros del silencio que les rodea. Digamos que la verdad se abre paso a través de la orquestación y del silencio.
- Ha mencionado el término belleza un par de veces. ¿Es posible acaso la belleza en un mundo que agoniza? O, por decirlo con Adorno, ¿es posible la poesía después de Auschwitz?
- Creo que hay dos tipos de belleza. Está la belleza seductora de las mentiras que nos decimos a nosotros mismos y, por otro lado, está la profunda belleza de la verdad que desmiente esas mentiras…. Hay una belleza en la vulnerabilidad. Es la belleza de la caída de la máscara; la belleza y la esperanza de las personas que enfrentan su verdad.
«Hay una belleza en la vulnerabilidad. Es la belleza de la caída de la máscara; la belleza y la esperanza de las personas que enfrentan su verdad»
- Habla de mentiras que nos decimos a nosotros mismos y a todos se nos vienen a la mente las redes sociales…
- Sí, es un buen ejemplo. En las redes sociales presentamos versiones idealizadas de nuestras vidas que sabemos que son falsas. No creo que ni siquiera disfrutemos comprometiéndonos con ellas. Luego posteamos todo eso con la esperanza de que a nuestros amigos les guste a cambio de que a nosotros nos gusten sus autoengaños. Esta seductora belleza nos condena, mientras que la radiante belleza de la vulnerabilidad humana y del anhelo humano por superar esas mentiras, decía, nos conduce a una forma amorosa, aunque triste a veces, de estar juntos.
- La película llega a los cines justo cuando se anuncia el fin de una época: la guerra de Ucrania, el genocidio de Gaza y ahora la guerra comercial de Donald Trump… ¿Es The End una profecía autocumplida?
- Lo que le ocurre a la familia humana en este momento es que hemos olvidado que todos estamos conectados. Hemos olvidado que somos una sola familia humana, que somos un solo ser vivo, que no solo usamos la atmósfera para vivir, que no solo respiramos la atmósfera para vivir, que no solo nos beneficiamos de un clima agradable y habitable para vivir… No, en verdad, somos el clima, somos la atmósfera, somos una red de vida, somos un solo cuerpo, somos un único planeta unificado.
- No parece que gente que vota a Trump esté muy de acuerdo con su idea.
- La idea de Trump es regresar a la política de las grandes potencias; a la política de nosotros contra ellos y cada uno en su búnker. Cuando definimos a nuestras propias tribus, excluyendo a la gran familia humana de la que todos formamos parte, nos encaminamos hacia la destrucción; una destrucción que estamos viendo desarrollarse a nuestro alrededor ahora mismo. El final llega, sí, como una advertencia, justo en el momento adecuado.
«La ciencia ya nos ha revelado que si continuamos como estamos, nos extinguiremos. La única manera de evitar esto es una transformación radical en nuestra convivencia colectiva en la Tierra»
- ¿No cree que haya tiempo para corregir el rumbo?
- Lo único que puedo decir es que la situación empeora cada día. Pero si nos escuchamos honestamente, nos miramos al espejo y nos preguntamos qué exige este momento, nos daremos cuenta de que es necesario mucho más que simplemente publicar nuestra indignación en redes sociales. Ha llegado el momento de una resistencia genuina y sincera por la supervivencia de nuestro planeta y por la supervivencia de las democracias. Cuando digo resistencia, me refiero a activismo, hablo de solidaridad, hablo de salir a la calle y protestar, porque creo que es justo ahora el momento.
- Me pregunto si una película como ésta forma parte del activismo del que habla.
- El arte es un espejo y su poder es invitarnos a mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos: ¿Cómo vivimos? Y creo sinceramente que puede generar un cambio real en los corazones de las personas, pero lentamente.
- Sus películas anteriores provocaron un cambio real e hicieron que Indonesia revisara su pasado. ¿Cree que algo parecido podría ocurrir con The End?
- R. No me gusta esta comparación porque lo que hicieron mis películas anteriores [The Act of Killing y La mirada del silencio] fue hablar de un genocidio en Indonesia del que nadie había oído hablar ni importaba fuera del país. En Indonesia, en cambio, las dos películas se convirtieron en un grito en el silencio. Todos fingían que no había habido una matanza cuando todos sabían que sí la había habido. Mis películas sirvieron un poco para denunciar que el rey estaba desnudo. Todos los indonesios se avergonzaron de repente de no haber hablado jamás del tema y se sintieron obligados a hacerlo. El caso de The End es distinto.
- ¿Cómo de diferente?
- Ahora no hay sorpresas, todos sabemos que nos enfrentamos a la extinción. Sabemos que si continuamos como estamos sin transformar radicalmente nuestra forma de vida nos extinguiremos. Vivimos de hecho un momento posapocalíptico. Si nos fijamos, la palabra apocalipsis, significa revelación, descubrimiento. Por eso el Libro del Apocalipsis en la Biblia se llama el Libro de las Revelaciones. Somos los primeros humanos en la historia que vivimos después del apocalipsis, después del mundo calcinado. La ciencia ya nos ha revelado que si continuamos como estamos, nos extinguiremos. La única manera de evitar esto es una transformación radical en nuestra convivencia colectiva en la Tierra.
«Es muy reconfortante pensar en Donald Trump como un villano y pensar en nosotros como si simplemente fuéramos las víctimas. Es un error sentirse superiores»
- Como descendiente de judío, ¿qué piensa de lo que está sucediendo en Gaza?
- Reconozco que durante los primeros meses después de la presentación de la película (se presentó en Toronto en septiembre) no mencioné el genocidio en Gaza, que está ocurriendo en mi nombre como judío, porque me daba miedo mencionarlo. Un día, al volver a casa, vi algo terrible en Gaza, lo que me impidió dejar de pensar en ello. Me miré al espejo y pensé en mí mismo. Esa noche, vi a un hipócrita. Desde entonces he cambiado mi forma de hablar.
- ¿Cómo definiría ese cambio?
- Ahora tengo claro que, como seres humanos, nunca resolvemos nuestros problemas solos. No sirve hacer ajustes individuales en nuestra forma de vida. También estoy convencido de que hay que evitar la mentira destructiva que el cine repite una y otra vez de que el mundo está dividido entre buenos y malos. Es muy reconfortante pensar en Donald Trump como un villano y pensar en nosotros como si simplemente fuéramos las víctimas. Es un error sentirse superiores y luego darnos palmaditas en la espalda por ser mejores que ellos. Y el cine tiene que cumplir la función no solo de proporcionar información, sino de exponer los mecanismos del autoengaño. Es importante que la próxima vez que veamos algo terrible del genocidio de Gaza o de los inmigrantes ahogándose en el Mediterráneo no recurramos simplemente al emoji más indignado o desconsolado. Ese gesto escapista y sentimental es el modo como nos damos permiso para pasar a algo más divertido.
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