Jaime Lorente: «Para lidiar con la fama que tuve de golpe no te prepara ni dios. Yo me destrocé a mí mismo por dentro»

<p><strong>Jaime Lorente</strong> (Murcia, 1991) habla muy bajo, muy suave y muy calmado. El cliché de tío duro, barrial y siempre al borde del estallido que le acompaña desde su irrupción como estrella inmediata con el Denver de<strong> ‘La casa de papel’</strong> desaparece según saluda. Aun así, repite perfil (que no actuación, mucho más contenida y madura) en<strong> ‘Hamburgo’</strong>, su nueva película, en la que es el chófer de una red de trata de mujeres. «Me condena el físico, tío. Eso y ser de Murcia», se ríe, cómo no, suavemente.<br></p>

Seguir leyendo

 Sobrevivió al tsunami de ‘La casa de papel’ y ‘Élite’ y ha consolidado su estrellato, pero no se fía: «Unos días me siento el puto amo y otros muchos, un trozo de mierda»  

Jaime Lorente (Murcia, 1991) habla muy bajo, muy suave y muy calmado. El cliché de tío duro, barrial y siempre al borde del estallido que le acompaña desde su irrupción como estrella inmediata con el Denver de ‘La casa de papel’ desaparece según saluda. Aun así, repite perfil (que no actuación, mucho más contenida y madura) en ‘Hamburgo’, su nueva película, en la que es el chófer de una red de trata de mujeres. «Me condena el físico, tío. Eso y ser de Murcia», se ríe, cómo no, suavemente.

Veo que no te inquieta.
No, porque no me pasa siempre y luego cada personaje tiene sus matices. Este, por ejemplo, es muy chulo porque tiene una capa de sensibilidad muy diferente, pero el prototipo sí se repite, eso es cierto. Siempre he tenido la cara rara. Me lo dijeron en el primer casting que hice: «Tú vas a trabajar mucho o muy poco porque tienes la cara muy rara». Por suerte, tocó mucho. De todos modos, quiero decir que pese a la pinta soy un trozo de pan [risas].
Los actores soléis decir que vuestra profesión os hace mejores porque de cada personaje aprendéis algo. ¿Qué has aprendido de este con tantos grises?
Ha sido un viaje emocional intenso porque el tema es delicado y el personaje tiene una serie de traumas difíciles de gestionar. Lo más importante que he aprendido es que si has escapado de un lugar, no vuelvas a él. Más: si tienes algún problema, alguna enfermedad o alguna adicción, acude al especialista, no se sale solo. Y por último que en los lugares oscuros uno no entra de golpe sino que va dando pequeños pasos hacia ellos hasta que ya no puedes dar marcha atrás, pero al principio del camino sí hay salidas. Hay que intentar elegir bien. Muy fácil decirlo, ¿no?
La película nos recuerda que todos hemos tomado alguna decisión aparentemente menor, pero que te puede cambiar la vida totalmente.
Sí, sí. Eliges mal y se va todo a tomar por culo. Yo lo pienso continuamente y, a toro pasado, es mucho más evidente eso de «joder, este día, cuidado, la pude liar». También es cierto que yo lo inflo mucho todo cuando me pongo en modo catastrofista. Me empiezo a imaginar terrenos fangosos y prefiero eliminar el pensamiento o me rayo muchísimo. La inseguridad crónica de los actores no me ayuda con eso.
¿Sigues pensando que todo se puede estropear de la noche a la mañana?
Claro, porque es verdad que puede pasar, hay mil casos de actores que estaban y dejaron de estar. Es una profesión muy complicada porque es difícil que logres una estabilidad emocional y no supeditar tu felicidad a tener trabajo o no tener trabajo.
¿Lo has logrado?
Todavía estoy en ello. Hay días que me levanto con una fortaleza mental del carajo, soy el puto amo, y hay otros muchos días en los que me siento un trozo de mierda. Pero, bueno, yo intento ser como Aristóteles: la virtud está en el punto medio, ni muy arriba ni muy abajo.
Ahora que la cosa ya se ha estabilizado, ¿cómo llevaste en lo personal encadenar dos fenómenos brutales como ‘La casa de papel’ y ‘Élite’?
Fatal. Fatal por un montón de razones. Primero porque gestionar un éxito así a nivel de exposición y de cómo cambia tu vida cotidiana es muy fuerte. Nadie te enseña y nadie te prepara para algo así. Te pueden formar en interpretación, pero para lidiar con ese nivel de fama de golpe no te prepara ni dios. Tampoco se puede, sinceramente. Una vez te ves ahí, hay dos opciones: se te puede ir la pinza de cara al resto de personas, como le pasa a mucha gente, o pueden faltarte tantas herramientas de gestión que te destroces por dentro a ti mismo. Eso es lo que me pasó a mí.
¿Cómo te destrozaste?
La exigencia que me ponía a mí mismo para mantener todo el tiempo ese lugar de éxito exagerado me reventó. Tenía 21 años cuando hice la primera temporada de ‘La casa de papel’ y de golpe parecía que era una estrella, pero era un crío, un principiante. Tío, tenía toda una carrera por hacer, tenía que fallar, que hacer cosas que no ve ni dios o que están fatal. Como todos. Necesitaba poder cagarla, pero sentía una presión tremenda alrededor que no sé si era real o me ponía yo solo. Me costó y sufrí bastante. Ha sido la época donde más desenamorado he estado del curro de actor pese a que, aparentemente, estaba en la cresta de la ola.
¿La pinza no se te fue nada?
Básicamente, conmigo mismo. Con la gente, hay algún momento que tienes un mal día, tienes que echarte una foto y te vez un poquito maniquí. Parece que siempre tienes que estar fusilando un patrón de tío que no eres, tío. Fue la época en la que menos bajaba a casa para ver a mi familia, no quería salir de casa, veía poco a mis amigos, más inseguridad tenía trabajando&mldr; Pero el problema era todo interno, esas eran las consecuencias.
¿Cómo recuperaste el control?
Con terapia. Me encontraba en un lugar del que no sabía cómo salir ni por dónde atacarlo, así que me puse en manos de profesionales.
Javier Barbancho
¿Compensa la fama?
La fama es síntoma de algo que funciona, que es que tu carrera de actor, pero en sí misma no compensa. Ves coartada tu privacidad con mi familia, con los niños&mldr; Ese es un precio alto a pagar. A veces me lo planteo, voy con mi hija o con mi hijo y me pide fotos muchísima gente desconocida para ellos y para mí. ¿Cómo les digo después que no hablen con desconocidos? Es una chorrada, pero son las pequeñas cosas que te das cuenta de que no son normales para educar a unos niños. Es complicado. Aun así, prefiero que me vaya bien y que sea complicado a lo contrario. Me siento un súper privilegiado.
Estás preparando tu debut como director.
Sí, en octubre arrancamos. Ese es el gran plan de mi carrera. Llevo cinco años para poner la película en marcha, a la hora de encontrar el dinero da igual lo conocido que seas como actor. Además voy con un protagonista desconocido aún, aunque por poco tiempo porque es un crack que alucinas. No es fácil, pero estoy feliz.
¿Y nervioso?
No, tío. Estoy más tranquilo que cuando me tengo que enfrentar a un papel. Posiblemente sea una inconsciencia absurda y te pegue un toque a los dos días de rodaje para decirte que estoy acojonado [risas]. ¿Sabes lo que pasa? Que me pone mucho más el trabajo de actor y lo que implica que interpretar. Siempre he querido dirigir o, si no, dar clases de interpretación, lo que pasa es que me parecería un acto de vanidad absoluto ponerme a dar clases a nadie a estas alturas de mi trayectoria, pero el trabajo de laboratorio, colaborar con un actor para sacar algo, me fascina.
Otra parte peligrosa de la fama son los haters. Has entrado mucho al trapo en redes sociales.
Sí, me he calentado demasiado. Ahora estoy en un momento de lucidez porque decidí no calentarme más y por ahora aguanto. Es que no compensa. El tema es que soy un inconsciente porque hago un comentario absurdo sobre algo en mi cuenta de Twitter pensando que mi alcance es el de mi grupo de WhatsApp de colegas y no, claro. De verdad que pienso eso. Escribo sin pararme meditar y de pronto veo que se arma una movida del copón. Ahí digo: «En qué momento, Jaime, tío». Pero ya es demasiado tarde [risas]. En redes, fútbol y política mejor no tocarlos.
Tus dos grandes polémicas surgieron por tus vehementes críticas a Pedro Sánchez y Gabriel Rufián. ¿Volverías a hacerlo?
No lo sé. Mira, me arrepiento porque mi madre y mi mujer sufren mucho con ese tema y porque creo que no hace bien a mi carrera. Pero me jode porque me encantaría que viviésemos en una sociedad donde puedas criticar algo sin que te encasillen en lo contrario. Tú puedes ser un tío de izquierdas y criticar a la izquierda y ser un tío de derechas y criticar a la derecha. Caer en el pensamiento único es una mierda. Con estas polémicas lo he pasado mal porque, de pronto, me han encasillado en un lugar donde yo no estoy. ¿Por qué soy un facha? ¿Por criticar al presidente del Gobierno si hace algo mal? Un día era comunista y al siguiente era facha, dos extremos bastante heavys porque la gente no te dice que eres de izquierdas o de derechas: comunista o facha. Hostia, ¿no hay grados intermedios en el termómetro? Es un drama, tío.
También te llamaron facha por decir que estabas orgulloso de ser español. ¿Lo sigues estando?
Sí, yo soy español, lo siento y estoy orgulloso. Me encanta España y creo que hay mucha gente buena en ambos bandos que está luchando porque nuestros derechos y nuestras condiciones de vida sean los que nos merecemos. Yo me considero un buen tío porque lo único que quiero es que estemos todos mejor y si tú quieres que todos estemos mejor es porque amas a tu país. Yo qué sé, me desespera esta moda de enfrentarnos y estar ahí encerrados peleándonos en Twitter. Todos discutiendo y queriendo lo mismo. Twitter es ese colega que piensa lo mismo que tú, pero dice lo contrario sólo para discutir. Conclusión: ya no me mojo.
Si a ti lo que te gusta es escribir poesía.
De vez en cuando saco el bloc de notas y me pongo a escribir, pero mucho menos que antes. Ya sabes que con los niños se gana todo, pero se pierde mucho.
Reivindica Murcia, que está absolutamente infravalorada.
¿A que sí? Nos comemos una fama y unos chistes absolutamente injustos. Es la ciudad del doble llanto: la gente llora porque no quiere ir y luego llora porque no se quiere marchar. Lo siento por quien no lo descubra&mldr;

 Cultura

Interesante