<p>Hoppers es un barrio de Los Ángeles habitado por una comunidad mayoritariamente latina<strong>, epicentro de la cultura punk californiana durante los 80</strong>. Sus habitantes más ilustres, Esperanza Hopey Glass y Maggie Chascarrillo, viven en él desde hace más de 40 años. Sin embargo, ni Hoppers, ni Hopey ni Maggie existen en el mundo real más allá de las páginas de <i>Locas</i>, la obra del dibujante Jaime Hernandez (Oxnard, California, 1959) que supone una de las cimas del cómic de todos los tiempos.</p>
La legendaria estrella del cómic underground presenta nueva novela gráfica cuando se reedita su gran clásico
Hoppers es un barrio de Los Ángeles habitado por una comunidad mayoritariamente latina, epicentro de la cultura punk californiana durante los 80. Sus habitantes más ilustres, Esperanza Hopey Glass y Maggie Chascarrillo, viven en él desde hace más de 40 años. Sin embargo, ni Hoppers, ni Hopey ni Maggie existen en el mundo real más allá de las páginas de Locas, la obra del dibujante Jaime Hernandez (Oxnard, California, 1959) que supone una de las cimas del cómic de todos los tiempos.
Perteneciente a la segunda ola del underground norteamericano, junto a sus hermanos Beto (Oxnard, 1961) y Mario (Oxnard, 1953) fundó la revista Love & Rockets en 1981, que actualmente se sigue publicando gracias a la editorial Fantagraphics. Mario abandonó pronto el proyecto y Beto desarrolló en sus páginas la saga de Palomar, el Macondo de los tebeos. Jaime, por su parte, creó Locas, una historia de amor entre dos punkis adolescentes que han crecido casi en tiempo real junto a sus lectores hasta llegar a convertirse en dos respetables señoras de cincuenta y pico años. Las idas y venidas de la relación entre Hopey y Maggie, y las vicisitudes de la constelación de personajes que habitan Hoppers son historia viva del cómic mundial. La editorial La Cúpula ha publicado este mes la nueva obra del californiano, Dibujo del natural, y reeditado el primer recopilatorio de Locas. Hernandez ha visitado nuestro país en una gira que lo ha llevado a visitar Barcelona y Madrid, donde hemos podido hablar con él sobre su carrera y una vida dedicada a los cómics.
«Mi madre, Aurora, fue quien empezó todo», confiesa. «Cuando ella era pequeña, los cómics eran algo nuevo y refrescante. Le encantaban. Nos escondía los tebeos bajo la cama para que mi abuela no los viera, porque ella pensaba que eran una tontería. Gracias a ella todos los hermanos nos pusimos a dibujar. ¡Era una manera genial de tenernos quietos!». Los hermanos Hernandez han homenajeado a su madre, fallecida recientemente, en la portada del último número hasta la fecha de Love & Rockets, en la que aparece un dibujo obra de la propia Aurora. «Fue muy importante en mi educación, pero no solo ella, también mi abuela y mi hermana. Me crié escuchando a esas mujeres, así que me pareció normal hacer un cómic donde ellas estuvieran al mando. Al principio, los lectores me preguntaban acerca de mis personajes masculinos, no entendían que estuvieran en segundo plano. ¿Cómo no iban a estarlo, con esas fabulosas mujeres rondando por ahí?».
En Dibujo del natural también aparecen Maggie y Hopey, pero el californiano vuelve a centrarse en el personaje de Tonta, la adolescente que presentó en su anterior recopilatorio. «Sabes, es difícil describir a Tonta. Es una cría y yo soy mayor. Y quiero que suene real, así que me esfuerzo en escuchar a otros adolescentes. Pero la adoro porque tiene algo que los personajes más mayores han perdido: la libertad. Tiene libertad, inocencia y nada que perder. Y cuando escribes a alguien así, es muy, muy divertido ver el mundo a través de sus ojos. Cuando la dibujo, puedo escapar con ella del mundo real». Hernandez sabe qué es lo que Tonta tiene en común con los adolescentes de su época: «La energía. Cuando los punks salíamos por ahí, estaba en el ambiente; todo el mundo era cool y las chicas se lo pasaban realmente bien, nadie tenía que darles permiso. Era lógico que dibujara sobre ese tipo de chicas».
«No nos interesaba la política», continúa. «Hablo por mí, pero era algo que no contaba. Era algo de la gente normal y nosotros no éramos normales, éramos punks. Lo que pasa es que viendo la deriva de la política en mi país, miro hacia atrás, y bueno… Pienso que a lo mejor, los de mi generación podíamos haber hecho algo más además de ser punks».
Tanto Jaime como su hermano Beto han sido punta de lanza del cómic norteamericano, junto a autores como Robert Crumb, Daniel Clowes o Chris Ware. Gracias a su trabajo, los ojos de la alta cultura se han posado sobre las viñetas, pero es algo sobre lo que él prefiere mantener cierta distancia. «Sí, es un hecho que ahora nos prestan más atención. ¡Le aseguro que esto antes no era así! Nuestro material era fresco y nuevo, y eso hizo que empezaran a husmear en lo que hacíamos. Cada vez venía más gente a los salones a decirnos lo importante que sus cómics eran para ellos. Me gusta tener ese contacto con los lectores. Creo que en otros ámbitos de la cultura eso es más difícil, esa cercanía».
Pero si hay algo que echa de menos en los cómics actuales es la presencia de más dibujantes latinos: «Muchas veces he tenido la sensación de que mis hermanos y yo estábamos solos haciendo esto. ¡Al principio nos daba igual, no éramos una comunidad, éramos punks, lobos solitarios! Pero sí, claro que somos una comunidad. Mis cómics hablan sobre la comunidad, sobre los vecinos. ¡Hacen falta más latinos!»
¿Y qué pasó con el proyecto de adaptar Locas a la televisión? «Ya no estoy tan entusiasmado… Tengo la sensación de que no hay un interés artístico real, que piensan en Locas como una propiedad más… No me cierro, veremos qué pasa, y si se hace bien sería estupendo, pero tampoco me quita el sueño».
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