En los mundos de Clàudia Cedó conviven felizmente la realidad con la fantasía, el drama con el humor, la diversidad de todo tipo con la aparente normalidad. El estreno de Fantàstic Ramon en la Sala Fabià Puigserver supone la consolidación y, al mismo tiempo, el paso natural e inevitable que le faltaba a la dramaturga y directora catalana. Una trayectoria que ha seguido un ritmo muy orgánico desde su Banyoles natal y el proyecto Escenaris Especials hasta llegar al escenario más importante del Lliure.
Fantàstic Ramon es un cuento, una parábola que sucede en Santa Aurora de la Pietat, un pueblo perdido en la Cataluña interior. La estupenda escenografía de Max Glaenzel (madera, piano, paisaje) y el atemporal vestuario de Bernat Grau (elegante y vintage) le otorgan un aire centroeuropeo, entre un espectáculo de Christoph Marthaler y una película austriaca. La música original de Lluís Robirola y Judit Pardàs es un combo irresistible entre los sintetizadores de Twin Peaks y la sonoridad de la sardana. Sí a todo. Nos encontramos en un pueblo normal donde nace Ramon, una criatura especial. El significado de ambos conceptos se diluye con la propia puesta en escena: los habitantes del pueblo son interpretados por actores con todo tipo de diversidad. El locutor de la radio es sordo y habla en lengua de signos (idea preciosa que podría aparecer en la serie Doctor en Alaska), el cura del pueblo va en silla de ruedas y la panadera es tan despistada que cada día se le olvida hacer el pan. La peculiaridad de Ramon es que es un niño de trapo: tiene las condiciones vitales normales, pero está hecho de tela y crece a un ritmo extraordinario. Gracias a unos fantásticos títeres diseñados por Andreu Martínez veremos cómo Ramon se hace mayor, pasando de bebé a adulto. Su presencia escénica es incontestable.
Entre los once intérpretes del reparto encontramos actores neurotípicos y actores con diversidad: la graciosísima pareja de hermanos interpretada por Xicu Masó y Judit Pardàs demuestra que todos somos iguales. Anna Moliner y Francesc Ferrer encarnan a los padres de Ramon: Moliner retrata con amor y precisión la mirada permanentemente cansada que tienen las madres de criaturas con diversidad, y Ferrer es la viva imagen de los padres con dificultades para comunicarse con sus hijos. Es decir, de todos los padres. A Vanessa Segura le toca el papel de la maestra, alter ego de la autora que llega al pueblo con ganas de revolución: su entusiasmo es una armadura para esconder sus propias vulnerabilidades, y en Ramon encuentra su misión de vida. El hecho de que la directora del colegio sea interpretada por Kathy Sey, actriz racializada, convierte su discurso contra la inclusión en un buen dardo metateatral. Touché.
Santa Aurora de la Pietat no es Dogville (por suerte de todos), pero el texto se queda un poco a medias a la hora de retratar la maldad de sus habitantes
Santa Aurora de la Pietat no es Dogville (por suerte de todos), pero el texto se queda un poco a medias a la hora de retratar la maldad de sus habitantes. Como pasa tantas veces, se nota que la compañía ha llegado un poco justa de tiempo al estreno, incluso siendo esta una producción adaptada y financiada por la Fundació Banc Sabadell. Tranquilos: los fallos y las dudas con el texto suceden en las mejores familias. Incluso se comenta que hay grandes y famosos actores que actúan con pinganillo. Fantàstic Ramon es un espectáculo importante, que crecerá función tras función. Una reivindicación de la escucha, la observación y el quietismo. Todos somos habitantes de Santa Aurora de la Pietat. Y, al mismo tiempo, todos somos Ramon.
En los mundos de Clàudia Cedó conviven felizmente la realidad con la fantasía, el drama con el humor, la diversidad de todo tipo con la aparente normalidad. El estreno de Fantàstic Ramon en la Sala Fabià Puigserver supone la consolidación y, al mismo tiempo, el paso natural e inevitable que le faltaba a la dramaturga y directora catalana. Una trayectoria que ha seguido un ritmo muy orgánico desde su Banyoles natal y el proyecto Escenaris Especials hasta llegar al escenario más importante del Lliure.Fantàstic Ramon es un cuento, una parábola que sucede en Santa Aurora de la Pietat, un pueblo perdido en la Cataluña interior. La estupenda escenografía de Max Glaenzel (madera, piano, paisaje) y el atemporal vestuario de Bernat Grau (elegante y vintage) le otorgan un aire centroeuropeo, entre un espectáculo de Christoph Marthaler y una película austriaca. La música original de Lluís Robirola y Judit Pardàs es un combo irresistible entre los sintetizadores de Twin Peaks y la sonoridad de la sardana. Sí a todo. Nos encontramos en un pueblo normal donde nace Ramon, una criatura especial. El significado de ambos conceptos se diluye con la propia puesta en escena: los habitantes del pueblo son interpretados por actores con todo tipo de diversidad. El locutor de la radio es sordo y habla en lengua de signos (idea preciosa que podría aparecer en la serie Doctor en Alaska), el cura del pueblo va en silla de ruedas y la panadera es tan despistada que cada día se le olvida hacer el pan. La peculiaridad de Ramon es que es un niño de trapo: tiene las condiciones vitales normales, pero está hecho de tela y crece a un ritmo extraordinario. Gracias a unos fantásticos títeres diseñados por Andreu Martínez veremos cómo Ramon se hace mayor, pasando de bebé a adulto. Su presencia escénica es incontestable.Entre los once intérpretes del reparto encontramos actores neurotípicos y actores con diversidad: la graciosísima pareja de hermanos interpretada por Xicu Masó y Judit Pardàs demuestra que todos somos iguales. Anna Moliner y Francesc Ferrer encarnan a los padres de Ramon: Moliner retrata con amor y precisión la mirada permanentemente cansada que tienen las madres de criaturas con diversidad, y Ferrer es la viva imagen de los padres con dificultades para comunicarse con sus hijos. Es decir, de todos los padres. A Vanessa Segura le toca el papel de la maestra, alter ego de la autora que llega al pueblo con ganas de revolución: su entusiasmo es una armadura para esconder sus propias vulnerabilidades, y en Ramon encuentra su misión de vida. El hecho de que la directora del colegio sea interpretada por Kathy Sey, actriz racializada, convierte su discurso contra la inclusión en un buen dardo metateatral. Touché.Santa Aurora de la Pietat no es Dogville (por suerte de todos), pero el texto se queda un poco a medias a la hora de retratar la maldad de sus habitantesSanta Aurora de la Pietat no es Dogville (por suerte de todos), pero el texto se queda un poco a medias a la hora de retratar la maldad de sus habitantes. Como pasa tantas veces, se nota que la compañía ha llegado un poco justa de tiempo al estreno, incluso siendo esta una producción adaptada y financiada por la Fundació Banc Sabadell. Tranquilos: los fallos y las dudas con el texto suceden en las mejores familias. Incluso se comenta que hay grandes y famosos actores que actúan con pinganillo. Fantàstic Ramon es un espectáculo importante, que crecerá función tras función. Una reivindicación de la escucha, la observación y el quietismo. Todos somos habitantes de Santa Aurora de la Pietat. Y, al mismo tiempo, todos somos Ramon. Seguir leyendo
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia
Un niño de trapo y actores con todo tipo de diversidad conducen la parábola atemporal de Clàudia Cedó en el Teatre Lliure


En los mundos de Clàudia Cedó conviven felizmente la realidad con la fantasía, el drama con el humor, la diversidad de todo tipo con la aparente normalidad. El estreno de Fantàstic Ramon en la Sala Fabià Puigserver supone la consolidación y, al mismo tiempo, el paso natural e inevitable que le faltaba a la dramaturga y directora catalana. Una trayectoria que ha seguido un ritmo muy orgánico desde su Banyoles natal y el proyecto Escenaris Especials hasta llegar al escenario más importante del Lliure.
Fantàstic Ramon es un cuento, una parábola que sucede en Santa Aurora de la Pietat, un pueblo perdido en la Cataluña interior. La estupenda escenografía de Max Glaenzel (madera, piano, paisaje) y el atemporal vestuario de Bernat Grau (elegante y vintage) le otorgan un aire centroeuropeo, entre un espectáculo de Christoph Marthaler y una película austriaca. La música original de Lluís Robirola y Judit Pardàs es un combo irresistible entre los sintetizadores de Twin Peaks y la sonoridad de la sardana. Sí a todo. Nos encontramos en un pueblo normal donde nace Ramon, una criatura especial. El significado de ambos conceptos se diluye con la propia puesta en escena: los habitantes del pueblo son interpretados por actores con todo tipo de diversidad. El locutor de la radio es sordo y habla en lengua de signos (idea preciosa que podría aparecer en la serie Doctor en Alaska), el cura del pueblo va en silla de ruedas y la panadera es tan despistada que cada día se le olvida hacer el pan. La peculiaridad de Ramon es que es un niño de trapo: tiene las condiciones vitales normales, pero está hecho de tela y crece a un ritmo extraordinario. Gracias a unos fantásticos títeres diseñados por Andreu Martínez veremos cómo Ramon se hace mayor, pasando de bebé a adulto. Su presencia escénica es incontestable.
Entre los once intérpretes del reparto encontramos actores neurotípicos y actores con diversidad: la graciosísima pareja de hermanos interpretada por Xicu Masó y Judit Pardàs demuestra que todos somos iguales. Anna Moliner y Francesc Ferrer encarnan a los padres de Ramon: Moliner retrata con amor y precisión la mirada permanentemente cansada que tienen las madres de criaturas con diversidad, y Ferrer es la viva imagen de los padres con dificultades para comunicarse con sus hijos. Es decir, de todos los padres. A Vanessa Segura le toca el papel de la maestra, alter ego de la autora que llega al pueblo con ganas de revolución: su entusiasmo es una armadura para esconder sus propias vulnerabilidades, y en Ramon encuentra su misión de vida. El hecho de que la directora del colegio sea interpretada por Kathy Sey, actriz racializada, convierte su discurso contra la inclusión en un buen dardo metateatral. Touché.
Santa Aurora de la Pietat no es Dogville (por suerte de todos), pero el texto se queda un poco a medias a la hora de retratar la maldad de sus habitantes
Santa Aurora de la Pietat no es Dogville (por suerte de todos), pero el texto se queda un poco a medias a la hora de retratar la maldad de sus habitantes. Como pasa tantas veces, se nota que la compañía ha llegado un poco justa de tiempo al estreno, incluso siendo esta una producción adaptada y financiada por la Fundació Banc Sabadell. Tranquilos: los fallos y las dudas con el texto suceden en las mejores familias. Incluso se comenta que hay grandes y famosos actores que actúan con pinganillo. Fantàstic Ramon es un espectáculo importante, que crecerá función tras función. Una reivindicación de la escucha, la observación y el quietismo. Todos somos habitantes de Santa Aurora de la Pietat. Y, al mismo tiempo, todos somos Ramon.
Fantàstic Ramon
Texto y dirección: Clàudia Cedó.
Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 4 de mayo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Añadir usuarioContinuar leyendo aquí
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Flecha
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Oriol Puig Taulé (Sabadell, 1980) es crítico y cronista de artes escénicas. Es licenciado en Historia del Arte y tiene un Máster en Estudios Teatrales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Coordina la sección de teatro y danza del digital cultural ‘Núvol’, y lo encontraréis en los escenarios más insospechados
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos
Más información
Archivado En
EL PAÍS