La escena se repite cada vez que alguien cruza una de las múltiples puertas de Tim Burton, El Laberinto: al abrir, no hay un pasillo predecible ni una sala simétrica, sino una sorpresa visual, escénica y emocional. Como si uno entrara en la mente del cineasta estadounidense, en sus obsesiones gráficas, sus monstruos entrañables, sus habitaciones melancólicas. “Es como entrar en una fan house hecha por él», resume Iñaki Fernández, productor y alma detrás del proyecto que abre su versión mexicana este 3 de julio en el Casino del Bosque de Ciudad de México.
La muestra, que ya ha recorrido Madrid, París y Milán, llega a la capital mexicana con una novedad: incluirá más arte cedido por el propio Tim Burton que en cualquier otra ciudad anterior. “Los mexicanos van a tener la oportunidad de poder ver una exposición enriquecida”, dice Fernández, CEO de la productora LETSGO. “El director ha estado totalmente involucrado y lo ha tomado como uno de sus proyectos. Ha dicho que crearla ha sido como hacer una película”.
La mente detrás de este universo visual es Tim Burton, el cineasta estadounidense que ha creado algunos de los imaginarios más reconocibles y oscuros del cine contemporáneo. Con títulos como Beetlejuice (1988), Batman (1989), El joven manos de tijera (1990), El cadáver de la novia (2005) y El extraño mundo de Jack (1993), Burton ha moldeado una estética gótica, melancólica y profundamente personal que trasciende generaciones. Esta experiencia inmersiva no reproduce sus películas, sino que invita a atravesarlas, explorarlas desde adentro, como si fueran espacios físicos habitables.
La idea surgió, como muchos giros audaces en la carrera de Fernández, tras un “no” rotundo. En 2021, LETSGO planeaba presentar el musical Charlie y la fábrica de chocolate en Madrid y quiso acompañarlo con El mundo de Tim Burton, la exposición que se había presentado años antes en el Museo Franz Mayer de Ciudad de México. Pero la gira asiática de esa muestra lo impedía. “A nosotros no nos gusta un no por respuesta”, dice. Y le propuso al director algo distinto: una experiencia inmersiva inédita, construida desde cero. “Le mandamos una propuesta de crear El Laberinto. Le encantó la idea y, ahora, tres años después, ya hemos recorrido un montón de países y en México será un éxito increíble”, augura.
Cada visitante elige su propio camino. No hay una sola ruta. “Lo que queríamos conseguir con El Laberinto es ese ‘efecto wow”, explica. “Cuando vamos a una exposición, muchas veces vemos una sala diáfana y en el horizonte ya vemos el final. Aquí, cada vez que abres una puerta, traspasas una barrera que te lleva a otro sitio, a otra historia. Vamos generando un arco dramático emocional”, detalla.
El laberinto integra artes visuales, escenografía, videoproyección, efectos y piezas escala uno a uno, con una curaduría que evita abusar de la tecnología. “En las experiencias inmersivas, la tecnología no tiene que ser el punto principal, tiene que ser un apoyo”, aclara el productor, y añade: “Vemos la perspectiva creativa en la selección de las pinturas. Como en la sala de los clowns, donde aparece un personaje de una de sus grandes películas. Ahí vemos de dónde viene la inspiración del artista y a dónde lo lleva”.
La frase que mejor sintetiza la experiencia la dijo el propio Tim Burton: “Es una feria fantástica”. Y Fernández la interpreta con entusiasmo: “Ha sido muy bonito llegar a este resultado y que el propio artista lo sienta como parte de él. Es como su bebé. Un proyecto personal y propio”.
La exposición promete una visión íntima del proceso creativo del director. “Aquí ves la semilla desde donde nace el alma de cada una de sus creaciones. Entramos en la habitación de Eduardo Manos de Tijera, lo tenemos ahí, y vemos los bocetos originales de dónde surgió ese personaje que todos recordamos. Y así con cada una de las películas”.
“La ubicación en el Lienzo Charro es increíble, súper bien comunicada, accesible por el Cablebús. Y las entradas se están vendiendo a una velocidad muy rápida. Recomiendo a la gente que compre con antelación, porque luego se agotan y se lo pierden”, advierte Fernández.
¿Qué debería llevarse el visitante mexicano al cruzar la última puerta del laberinto? “Primero, un punto de vista diferente sobre la visión del artista. Segundo, haber visto la semilla de sus películas. Y tercero, millones de fotos para dar envidia a sus amigos por haber estado en estos decorados”.
Fernández evita adelantar detalles sobre futuras sedes en ciudades del país o de América Latina y se concentra en que El laberinto se despliega en la capital mexicana como un portal hacia lo onírico, lo monstruoso, lo íntimo. O, como lo ve Iñaki: “Una experiencia que Tim Burton ha sentido tan suya como si la hubiera filmado”.
El productor español Iñaki Fernández, creador de la experiencia, anticipa una versión enriquecida y afirma que el director estadounidense “la ha tomado como su propio proyecto”
La escena se repite cada vez que alguien cruza una de las múltiples puertas de Tim Burton, El Laberinto: al abrir, no hay un pasillo predecible ni una sala simétrica, sino una sorpresa visual, escénica y emocional. Como si uno entrara en la mente del cineasta estadounidense, en sus obsesiones gráficas, sus monstruos entrañables, sus habitaciones melancólicas. “Es como entrar en una fan house hecha por él», resume Iñaki Fernández, productor y alma detrás del proyecto que abre su versión mexicana este 3 de julio en el Casino del Bosque de Ciudad de México.
La muestra, que ya ha recorrido Madrid, París y Milán, llega a la capital mexicana con una novedad: incluirá más arte cedido por el propio Tim Burton que en cualquier otra ciudad anterior. “Los mexicanos van a tener la oportunidad de poder ver una exposición enriquecida”, dice Fernández, CEO de la productora LETSGO. “El director ha estado totalmente involucrado y lo ha tomado como uno de sus proyectos. Ha dicho que crearla ha sido como hacer una película”.
La mente detrás de este universo visual es Tim Burton, el cineasta estadounidense que ha creado algunos de los imaginarios más reconocibles y oscuros del cine contemporáneo. Con títulos como Beetlejuice (1988), Batman (1989), El joven manos de tijera (1990), El cadáver de la novia (2005) y El extraño mundo de Jack (1993), Burton ha moldeado una estética gótica, melancólica y profundamente personal que trasciende generaciones. Esta experiencia inmersiva no reproduce sus películas, sino que invita a atravesarlas, explorarlas desde adentro, como si fueran espacios físicos habitables.
La idea surgió, como muchos giros audaces en la carrera de Fernández, tras un “no” rotundo. En 2021, LETSGO planeaba presentar el musical Charlie y la fábrica de chocolate en Madrid y quiso acompañarlo con El mundo de Tim Burton, la exposición que se había presentado años antes en el Museo Franz Mayer de Ciudad de México. Pero la gira asiática de esa muestra lo impedía. “A nosotros no nos gusta un no por respuesta”, dice. Y le propuso al director algo distinto: una experiencia inmersiva inédita, construida desde cero. “Le mandamos una propuesta de crear El Laberinto. Le encantó la idea y, ahora, tres años después, ya hemos recorrido un montón de países y en México será un éxito increíble”, augura.

Cada visitante elige su propio camino. No hay una sola ruta. “Lo que queríamos conseguir con El Laberinto es ese ‘efecto wow”, explica. “Cuando vamos a una exposición, muchas veces vemos una sala diáfana y en el horizonte ya vemos el final. Aquí, cada vez que abres una puerta, traspasas una barrera que te lleva a otro sitio, a otra historia. Vamos generando un arco dramático emocional”, detalla.
El laberinto integra artes visuales, escenografía, videoproyección, efectos y piezas escala uno a uno, con una curaduría que evita abusar de la tecnología. “En las experiencias inmersivas, la tecnología no tiene que ser el punto principal, tiene que ser un apoyo”, aclara el productor, y añade: “Vemos la perspectiva creativa en la selección de las pinturas. Como en la sala de los clowns, donde aparece un personaje de una de sus grandes películas. Ahí vemos de dónde viene la inspiración del artista y a dónde lo lleva”.
La frase que mejor sintetiza la experiencia la dijo el propio Tim Burton: “Es una feria fantástica”. Y Fernández la interpreta con entusiasmo: “Ha sido muy bonito llegar a este resultado y que el propio artista lo sienta como parte de él. Es como su bebé. Un proyecto personal y propio”.
La exposición promete una visión íntima del proceso creativo del director. “Aquí ves la semilla desde donde nace el alma de cada una de sus creaciones. Entramos en la habitación de Eduardo Manos de Tijera, lo tenemos ahí, y vemos los bocetos originales de dónde surgió ese personaje que todos recordamos. Y así con cada una de las películas”.

“La ubicación en el Lienzo Charro es increíble, súper bien comunicada, accesible por el Cablebús. Y las entradas se están vendiendo a una velocidad muy rápida. Recomiendo a la gente que compre con antelación, porque luego se agotan y se lo pierden”, advierte Fernández.
¿Qué debería llevarse el visitante mexicano al cruzar la última puerta del laberinto? “Primero, un punto de vista diferente sobre la visión del artista. Segundo, haber visto la semilla de sus películas. Y tercero, millones de fotos para dar envidia a sus amigos por haber estado en estos decorados”.
Fernández evita adelantar detalles sobre futuras sedes en ciudades del país o de América Latina y se concentra en que El laberinto se despliega en la capital mexicana como un portal hacia lo onírico, lo monstruoso, lo íntimo. O, como lo ve Iñaki: “Una experiencia que Tim Burton ha sentido tan suya como si la hubiera filmado”.
EL PAÍS