El Orgullo de todos y para todos

<p>La primera vez que acudí a la manifestación del Orgullo fue en 1999. Andaba entonces enamoriscado de la que era mi jefa, Alaska. La promoción del disco fue tan intensa que caí rendido a sus pies. Nuestra primera cita oficial (ni siquiera lo sabían nuestros padres) fue allí. Subidos a la carroza de la revista <i>Shangay</i>. <strong>Ese verano fue mi verano del amor</strong>. El más libre, el más auténtico (no fui a la playa); y el que más he disfrutado sin necesidad de viajar. Mi por entonces novia y yo fuimos muy libres y dimos rienda suelta a nuestros sentimientos. Siempre he pensado que nos apropiamos del espíritu del Orgullo. Fuimos fieles a nosotros mismos, y ejercimos la libertad de enamorarnos de quien queremos más allá de los cuestionamientos absurdos. La libertad de ejercer tu opción sexual con quien quieras y cuando quieras. Sin condenas.</p>

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 Alaska y yo nos apropiamos del espíritu del Orgullo. Fuimos fieles a nosotros mismos, y ejercimos la libertad de enamorarnos de quien queremos más allá de cuestionamientos absurdos  

La primera vez que acudí a la manifestación del Orgullo fue en 1999. Andaba entonces enamoriscado de la que era mi jefa, Alaska. La promoción del disco fue tan intensa que caí rendido a sus pies. Nuestra primera cita oficial (ni siquiera lo sabían nuestros padres) fue allí. Subidos a la carroza de la revista Shangay. Ese verano fue mi verano del amor. El más libre, el más auténtico (no fui a la playa); y el que más he disfrutado sin necesidad de viajar. Mi por entonces novia y yo fuimos muy libres y dimos rienda suelta a nuestros sentimientos. Siempre he pensado que nos apropiamos del espíritu del Orgullo. Fuimos fieles a nosotros mismos, y ejercimos la libertad de enamorarnos de quien queremos más allá de los cuestionamientos absurdos. La libertad de ejercer tu opción sexual con quien quieras y cuando quieras. Sin condenas.

Desde entonces el Orgullo se convirtió en visita obligada. Es más, no hacíamos conciertos fuera de Madrid para no perdernos la manifestación. Ni el calor sofocante podía con nuestra alegría por celebrar lo más normal del mundo. Encima cada año nuestro Arca de Noé se ampliaba más. Me hizo mucha ilusión cuando mi abuela y mi madre acompañaron a mi suegra y, desde una terraza de la plaza de Cibeles, aplaudían orgullosas. La reivindicación con espíritu festivo es tan válida como la pancarta. Las dos son muy necesarias. En los años siguientes nuestros respectivos grupos, Fangoria y Nancys Rubias, destinamos parte de nuestros beneficios, de forma independiente y sin sponsors, para hacer realidad nuestra propia carroza, que llenamos de vinilos con fotos nuestras. Montábamos un escenario para actuar y pagábamos las cuotas para poder desfilar. También a nuestro equipo de sonido y luces y a las bailarinas trans.

Lo hicimos hasta 2009. La ilusión con la que desfilábamos reivindicando un derecho se truncó cuando al entrar por Gran Vía un grupo de activistas radicales nos boicotearon e impidieron el paso por considerar que éramos capitalistas. ¿Está reñida la homosexualidad con el capitalismo? La homosexualidad no ha de estar condenada por nada ni por nadie. A la homosexualidad hay que respetarla. Y punto. Más allá de dónde trabajes o cómo pienses.

Desde entonces no he vuelto al Orgullo y me da mucha pena. Tendré que olvidar esa mala experiencia. Porque me encanta ver cortada la Gran Vía durante una semana con conciertos y espíritu de verbena. Celebrando, que es lo que hay que hacer. Reivindicando, normalizando y educando. Pero no politicemos, no acabemos con la esencia del mariconeo. El mariconeo no entiende de partidos políticos. Entiende de la libertad de mostrase al mundo como uno se siente; sean gais, lesbianas, transexuales, o bisexuales. No lo olviden. Como dice el genio Fabio McNamara: «Cada maricón es un mundo». Y hay que respetar a todos los habitantes que pertenecen al mismo planeta gay.

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