La enredada inauguración del Gran Museo Egipcio, llamado a ser el más completo del mundo dedicado a la antigua civilización egipcia, presenta una historia casi tan epopéyica como la de las inmensas pirámides que se erigen delante suyo. Para levantar estas últimas se estima que se tardaron dos décadas, mientras que la piedra fundacional del museo se colocó hace ya 23 años. Y aunque el proceso de construcción no ha sido tan arduo, su apertura ha resistido el auge y caída de tres reinados, una revolución, múltiples guerras regionales y una pandemia.
El mayor museo del mundo dedicado a una civilización, con 100.000 objetos del Antiguo Egipto, se puede visitar parcialmente
La enredada inauguración del Gran Museo Egipcio, llamado a ser el más completo del mundo dedicado a la antigua civilización egipcia, presenta una historia casi tan epopéyica como la de las inmensas pirámides que se erigen delante suyo. Para levantar estas últimas se estima que se tardaron dos décadas, mientras que la piedra fundacional del museo se colocó hace ya 23 años. Y aunque el proceso de construcción no ha sido tan arduo, su apertura ha resistido el auge y caída de tres reinados, una revolución, múltiples guerras regionales y una pandemia.
La última fecha marcada en el calendario para presentar al mundo el museo, que se cree que ha tenido un coste de unos 1.000 millones de dólares (850 millones de euros), era este jueves 3 de julio. Pero la cita, que estaba previsto que se extendiera tres días y contara con la presencia de personalidades llegadas de todo el mundo, se ha vuelto a posponer. El motivo, en esta ocasión, fue la guerra entre Israel e Irán, que el Gobierno egipcio reconoció que enturbió el ambiente de cara a un acontecimiento cultural de esta envergadura. Ahora, el objetivo es celebrarlo a finales de año.
La obstinación de El Cairo para aguardar el momento idóneo para inaugurar el museo parece justificada por su dimensión: cuando abra oficialmente, albergará más de 100.000 objetos, lo que lo convertirá en el mayor del mundo dedicado a una sola civilización. Además, el museo, diseñado por el estudio irlandés Heneghan Peng Architects, se presenta como más grande que el Louvre de París y varias veces el Prado de Madrid (aunque depende de cómo se cuente la superficie), por lo que parece existir un amplio consenso doméstico para no precipitarse.

Esta demora, sin embargo, ha dejado el museo en un peculiar limbo porque a finales de 2024 se abrió parcialmente para ponerlo a prueba. Así que, en realidad, hoy ya se puede indagar en la mayoría de sus espacios y galerías. El complejo en el que se encuentra el museo yace a tocar del desierto, no enclavado dentro de la ciudad, lo que le proporciona mucha amplitud. Al adentrarse en él, a través de un acceso relativamente estrecho que recrea con estilo la parte inferior de una pirámide, el visitante se topa con una gran recepción bañada con luz natural y dominada por una imponente estatua del faraón Ramsés II de nueve metros, más de 80 toneladas.
Para acceder a las salas principales del museo se debe ascender primero su majestuosa Gran Escalera, una suerte de galería abierta que cubre una superficie de 6.000 metros cuadrados, alcanza una altura equivalente a seis plantas y alberga más de 60 grandes objetos, incluidas estatuas y sarcófagos. Se trata de un espacio ideal para selfis y fotos en grupo que no hace falta subir necesariamente a pie y que está coronado por una vista panorámica deslumbrante sobre el complejo de las pirámides de Guiza, con las que el museo traza una vínculo visible.

En este punto, las 12 galerías que se encuentran abiertas se despliegan de dos formas distintas y pueden recorrerse a elección del visitante. En horizontal hay cuatro períodos históricos, del predinástico hasta el grecorromano, que cubren más de 5.000 años de historia. En vertical se presentan tres líneas temáticas: la sociedad de cada época, que explora cuestiones más cotidianas e innovaciones que cambiaron Egipto; la clase dirigente, en los altos y bajos del imperio y en su relación con los súbditos; y las creencias, sobre todo religiosas, de cada era, incluida la evolución de costumbres funerarias, el sistema de dioses y la vida en el más allá.
En las transiciones entre algunas de estas galerías se integran experiencias más inmersivas. Una de ellas es una recreación de la tumba de Jnumhotep II, un alto funcionario en tiempos de dos faraones de la Dinastía XII, que exhibía una decoración muy rica con escenas pintadas que representaban el mundo a su alrededor: desde la agricultura en la valle del Nilo, la pesca en zonas inundadas y la caza en los desiertos que los rodeaban a la interacción con el mundo más allá de los confines de Egipto y la peregrinación en barco hacia la antigua Abidos.

La parte del museo que aún no ha abierto al público es seguramente la que más expectación genera y la que está llamada a ser su joya de la corona: las galerías dedicadas exclusivamente a Tutankamón, que incluirán más de 5.000 objetos de la tumba del joven faraón que ascendió al trono hacia el 1330 antes de Cristo con apenas 9 años. Cuando abra sus puertas, el espacio reunirá por primera vez en la historia la totalidad del tesoro desenterrado cuando se descubrió su tumba en 1922, entre ellas objetos personales como joyas, prendas de vestir y armamento.
La otra esperada galería que tampoco se puede visitar por ahora es la que se ha diseñado para albergar dos grandes embarcaciones reales halladas en 1954 en la cara sur de la pirámide de Keops, la mayor de las pirámides de Guiza. Una de ellas ya se encuentra reconstruida del todo, lo que permitirá sumergirse en el uso de los barcos en el Nilo durante el Antiguo Egipto y en las teorías sobre su supuesto propósito en la época. La segunda embarcación, en cambio, sigue en proceso de conservación y los visitantes podrán observar estos trabajos en directo.

Esta última apuesta casa con el propósito del museo de ofrecer una experiencia más completa que la de un galería tradicional, por lo que también integra laboratorios de restauración que, aunque no estarán abiertos al público, se hallarán trabajando en el mismo lugar. De vuelta a la recepción, el complejo cuenta igualmente con un amplio espacio de restaurantes y cafés y varias tiendas y boutiques de marcas exclusivas egipcias a los pies del coloso de Ramsés II.
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