El documental sobre el Misterio de Elche: «Me fascina la celebración de la muerte de la cultura española»

<p>¿Cómo nombrar lo que no tiene nombre? ¿Cómo representar lo irrepresentable? ¿Cómo filmar lo que no admite encuadre posible porque vive, por definición, fuera de cualquier límite? Sin demasiados aspavientos y después de dar cuenta de forma rigurosa, según confesión propia, de un arroz con costra, <strong>Pablo Mas Serrano y Manuel Gutiérrez Aragón</strong> se hicieron éstas y probablemente otras preguntas algo más fáciles. Al primero le asiste una larga tradición como participante activo en el Misterio de Elche (o <i>El Misteri d’Elx)</i> y el segundo hace años que dedica muchos de los 14 y 15 de agosto de cada año a asistir como espectador «emocionado» al espectáculo de, en efecto, ese mismo e irrepresentable enigma. De lo que hablaban los dos cineastas era de la oportunidad de rodar lo que les une, que no es tanto el arroz típico de Elche, aunque también, como el drama sacro-lírico religioso único en el mundo sobre la muerte y resurrección (o mejor dormición) de la Virgen que todos los veranos tiene lugar en el interior de la Basílica de Santa María de la ciudad alicantina.</p>

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 El documental firmado por el director de Demonios en el jardín con Pablo Mas Serrano recupera para el cine el drama sacro-lírico religioso único en el mundo sobre la resurrección de la Virgen  

¿Cómo nombrar lo que no tiene nombre? ¿Cómo representar lo irrepresentable? ¿Cómo filmar lo que no admite encuadre posible porque vive, por definición, fuera de cualquier límite? Sin demasiados aspavientos y después de dar cuenta de forma rigurosa, según confesión propia, de un arroz con costra, Pablo Mas Serrano y Manuel Gutiérrez Aragón se hicieron éstas y probablemente otras preguntas algo más fáciles. Al primero le asiste una larga tradición como participante activo en el Misterio de Elche (o El Misteri d’Elx) y el segundo hace años que dedica muchos de los 14 y 15 de agosto de cada año a asistir como espectador «emocionado» al espectáculo de, en efecto, ese mismo e irrepresentable enigma. De lo que hablaban los dos cineastas era de la oportunidad de rodar lo que les une, que no es tanto el arroz típico de Elche, aunque también, como el drama sacro-lírico religioso único en el mundo sobre la muerte y resurrección (o mejor dormición) de la Virgen que todos los veranos tiene lugar en el interior de la Basílica de Santa María de la ciudad alicantina.

«Imagino», comenta Gutiérrez Aragón, «que si Kant fue capaz de escribir el tocho que escribió de metafísica para dejar claro que la metafísica no era posible, la mejor manera de hacer visible la imposibilidad de rodar algo como el Misterio es haciendo una película». Y, en efecto, de ese contradictorio esfuerzo surgeLa Festa, que es como se llama la cinta rodada a cuatro manos y presentada en el pasado Festival de Málaga. Tan paradójico es el empeño que el documental es con todos los honores el regreso oficial al cine del cineasta responsable de títulos clásicos del cine español como Habla, mudita, Camada negra o Demonios en el jardín. Gutiérrez Aragón dejó de firmar como director en 2010 tras el estreno del mediometraje Música para vivir. Hasta hoy mismo y de la mano de una más que brillante imposibilidad. «Precisamente», apunta Mas Serrano, «ésa es la razón del título. Se trata de simplemente acercarse a la esencia de una fiesta esencialmente extraña, marciana incluso, donde se juntan creyentes y descreídos en la celebración de un ritual inexplicable, inaudito y profundamente inquietante».

Para situarnos, hablamos de una película que de forma casi inédita (antes de ella hubo dos intentos, uno firmado por la danesa Gudie Lawaetz y otro por el español exiliado José María Berzosa, hoy ya casi olvidados) retrata no tanto lo que ocurre en el espacio de la representación de la basílica de marras como en todo lo que la rodea, sea hacia el exterior hasta las afueras de la ciudad donde crecen las palmas infinitas, como hacia en el interior, en lo más profundo de un sentimiento que desde el siglo XV se antoja inalterado. Se cuenta lo mismo que narra el cuadro de Mantegna La transición de la Virgen y un poco más allá. Lo que se representa es, en sentido riguroso y en tres actos, la Dormición (que no muerte), Asunción y Coronación de la Virgen María. Y eso se hace hasta en tres lenguas (castellano, valenciano y latín) y en un derroche de músicas que van del medievo al barroco pasando por el Renacimiento hasta llegar a la misma modernidad. Y todo ello con una escenografía de niños varones que simulan ser vírgenes mientras profieren «balidos medievales», esferas doradas que descienden del cielo, ángeles con arpas, lluvias de oro, muñecas que visten almas y apóstoles que combaten judíos en flagrante exhibición de un racismo tan arcaico como mal disimulado.

Un momento de La Festa de Manuel Gutiérrez Aragón y Pablo Mas Serrano.
Un momento de La Festa de Manuel Gutiérrez Aragón y Pablo Mas Serrano.MUNDO

«Los historiadores», precisa Mas Serrano, «hablan de un yacimiento arqueológico en vivo y material porque se van sucediendo las distintas épocas por estratos con total normalidad. Lo más antiguo es lo primero que oyes. Luego aparece la polifonía con tres voces y luego llegan los instrumentos y se escalonan hasta doce voces diferentes». El Misteri (así, en valenciano), recuérdese, quedó como la única excepción que se salvó del imperativo explícito del Concilio de Trento de sacar al muy profano teatro de los sagrados templos. «Pero con todo», vuelve a tomar la palabra Gutiérrez Aragón, «lo realmente sobrecogedor sucede a la vez sobre el escenario de la iglesia y fuera de él. Es el sudor, el olor a incienso, la emoción de los que dedican el año entero a una función única… Todo lo que no cabe en la cámara es lo que importa».

Y, en efecto, La Festa vibra tanto en la propia representación de lo acontecido a la Virgen según los Evangelios Apócrifos como en la minuciosa preparación («Para quitarle el vicio y que no gire») de la soga de que pende la esfera. En eso y en la mirada encendida de los que, desde el cielo de la basílica, vigilan todo el proceso. En eso y en la estupefacción casi turbia de la infancia masculina transfigurada en mujer. En eso y en el trabajo ingrávido, como ángeles sin alas, de los que cortan la palma «perfecta» que luego será deposita en manos de la madre de Dios. En eso y en todo aquello que se alcanza a ver sin verse del todo. «Lo más inexplicable y lo más inquietante, de todas formas, es la reverencia por la muerte, su celebración, su conquista si se quiere. Y eso, imagino, que tiene que mucho que ver con lo español y, apurando, con la propia fiesta de los toros. Me fascina la celebración de la muerte de la cultura española«, afirma con rotundidad de cántabro el director de cine de 83 años que escribe novelas no todas de amor.

El fiel seguidor de Kant que fue el filósofo malhumorado Schopenhauer sabía que más allá de la experiencia y de las categorías que la informan (el espacio, el tiempo y todo lo demás) nada es cognoscible; que al otro lado de lo dado, lo duro, habita la «realidad en sí» (no para nosotros). Y así, expeditivo como era, partió el mundo en dos: de un lado la Representación, o aquello que es inteligible por nuestras herramientas racionales, llamémoslas así; y, del otro, la Voluntad que es, por definición, lo Otro (el Noúmeno). Sin duda, el Misteri cae de ese otro lado. Cada dos años, el Misteri se celebra, además de bajo el calor casi místico de agosto, en octubre. Este año toca. El próximo Misteri se hará con su película al lado; la película que por primera vez y para siempre nombra lo innombrable, lo Otro.

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