De la ilegalidad al aplauso del PP: tributo en Ferrol a los pioneros del grafiti

“Hombres y mujeres valientes”. En la presentación del festival Meninas de Canido de Ferrol, la delegada de la Xunta en la ciudad, la popular Martina Aneiros, definió con estas palabras a los grafiteros que, en los ochenta y todavía hoy, desafiaron las leyes para derramar su arte en las calles “desde la clandestinidad”. El Gobierno gallego es una de las instituciones que, junto a bancos, multinacionales y comercios locales, patrocinan esta cita, “el festival de arte urbano más importante de España”, sostiene Pastron#7. Él, que hoy ejerce de profesor universitario en la Complutense de Madrid, es uno de esos pioneros a los que Ferrol rendirá tributo desde este viernes y hasta el domingo. Este bboy entrado en la mediana edad ha visto nacer dos mundos distintos que los ajenos al arte urbano se empeñan en mezclar: “Hay una cosa que es el arte urbano: murales, dibujos, tono amable, legal, con permisos, dinero, hoteles, medios y luz del día. Y hay otra cosa que es el grafiti, que son letras, escribir tu nombre de manera ilegal en un sitio que nadie te ha pedido”.

El festival Meninas de Canido pertenece a ese primer mundo, pero defiende la importancia artística del segundo. “Todos los que se han tenido que esconder trabajan aquí con las puertas abiertas”, proclama su fundador y organizador, Eduardo Hermida. Él, que es “pintor de estudio”, reclama para los grafiteros “menos castigos” y un reconocimiento por “cómo embellecen la ciudad”. El tributo que les ha montado este fin de semana incluye una reunión histórica: la de Kapi y Zeta. En los chats de grafiteros, apunta Pastron#7, se ilustraba estos días la importancia de estas dos figuras con una frase de sangre azul: “Kapi y Zeta viajan en coches diferentes para que en el caso de que uno muera, la cultura urbana pueda seguir existiendo”.

El fundador del festival, Eduardo Hermida, este jueves en Canido.

Muchos de los que vienen del grafiti y de su intrínseca ilegalidad, crean ahora obras con permiso. “Es perfectamente compatible. Puedes ser el grafitero más chungo y pintar trenes y a la vez ser un artista reconocido dentro del arte urbano”, expone Pastrom#7. Es su caso y el de Sfhir, que también estará en Canido. “Con cincuenta y pico años te apetece a lo mejor más pintar en un muro tranquilo al sol que andar metiéndote en una cochera pintando un tren”, añade. Con todo, la “fiera” es difícil de “enjaular”, advierte: “Damos talleres de grafiti responsable. Pero cuando ya has educado entre comillas a 30 [chavales], sale uno nuevo con un rotulador y lo hace donde no debe”.

No fueron precisamente loas y homenajes lo primero que cosecharon en España los grafiteros. Dice la leyenda que cuando en los ochenta Muelle empezó a diseminar su firma por las tapias de Madrid, la policía pensó que eran mensajes en clave entre bandas de narcotraficantes. Hoy unos de los más perseguidos son los treneros, los que disparan sus aerosoles a vagones. Renfe asegura que gasta 25 millones de euros al año en combatir “el vandalismo grafitero”. Otras iniciativas de arte urbano como los mosaicos de Xerión en A Coruña se siguen enfrentando al borrado de las autoridades. Hermida recibió no hace mucho un mensaje de un cargo público socialista alabando que en Sri Lanka los autobuses siguieran circulando completamente grafiteados. “¿Qué diferencia hay con pintar los trenes? Renfe se ahorraría los 25 millones”, apunta.

DVD1282 (04/09/25). Ferrol (A Coruña). Comunidades. Festival de arte urbano Meninas de Canido. Festival Meninas de Canido, en la que artistas urbanos llenan de dibujos homenajeando la pintura de Diego Velázquez, las meninas./ ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS).DVD1282 (04/09/25). Ferrol (A Coruña). Comunidades. Festival de arte urbano Meninas de Canido. Festival Meninas de Canido, en la que artistas urbanos llenan de dibujos homenajeando la pintura de Diego Velázquez, las meninas./ ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS).DVD1282 (04/09/25). Ferrol (A Coruña). Comunidades. Festival de arte urbano Meninas de Canido. Festival Meninas de Canido, en la que artistas urbanos llenan de dibujos homenajeando la pintura de Diego Velázquez, las meninas./ ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS).DVD1282 (04/09/25). Ferrol (A Coruña). Comunidades. Festival de arte urbano Meninas de Canido. Festival Meninas de Canido, en la que artistas urbanos llenan de dibujos homenajeando la pintura de Diego Velázquez, las meninas./ ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS).DVD1282 (04/09/25). Ferrol (A Coruña). Comunidades. Festival de arte urbano Meninas de Canido. Festival Meninas de Canido, en la que artistas urbanos llenan de dibujos homenajeando la pintura de Diego Velázquez, las meninas. El artista urbano SFHIR, uno de los artistas pioneros del certamen delante de una de sus obras./ ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS).DVD1282 (04/09/25). Ferrol (A Coruña). Comunidades. Festival de arte urbano Meninas de Canido. Festival Meninas de Canido, en la que artistas urbanos llenan de dibujos homenajeando la pintura de Diego Velázquez, las meninas./ ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS).DVD1282 (04/09/25). Ferrol (A Coruña). Comunidades. Festival de arte urbano Meninas de Canido. Festival Meninas de Canido, en la que artistas urbanos llenan de dibujos homenajeando la pintura de Diego Velázquez, las meninas./ ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS).

La edición de este año del festival es un homenaje de todo un barrio a los guerrilleros del arte que inspiraron su salvación. En 2008, cuando empezó todo, Canido era un lugar invadido por la ruina y el abandono, recuerda Hermida, nacido y criado allí. En los 200 metros de trayecto diario entre su casa y el colegio de su hija pequeña, contaba una treintena de inmuebles que se caían a cachos: “Me daba vergüenza llevarla por ahí. Me sentía hasta egoísta por querer criar a mi hija en un sitio así. Por eso, para hacer algo agradable ese trayecto, empecé a pintar las primeras casas. Ella me sujetaba los botes de pintura”.

Hermida eligió llenar las paredes de meninas porque es un admirador de Velázquez y le pareció un “icono maravilloso para convertirlo en moderno”. Un día, su amigo y también artista Jorge Cabezas se unió a él. Pintó en un muro y su arte sacó de sus casillas a un vecino. El hombre cogió un rodillo y tapó su obra. Hubo bronca. “Si no quieres arte, te voy a dar siete tazas”, le espetó el fundador del festival. Dicho y hecho.

El grafitero Pastrom#7, en una imagen cedida por él.

Era septiembre de 2008. Hermida convocó a un buen número de amigos artistas en una de las plazas del barrio. Montaron un escenario sobre unas cajas y desplegaron una sábana en un muro para hacer proyecciones. “Fue tan bonito” que se propusieron “repetirlo al año siguiente”. Una de las asistentes era la teniente de alcalde de Ferrol por Izquierda Unida que acabó siendo vicepresidenta del Gobierno de España, Yolanda Díaz. En la segunda edición, hasta recibieron una subvención, y en las sucesivas aquel acto de intervención artística y de protesta se convirtió también en una romería. Eso es lo que más le gusta a Pastrom#7: “En Meninas de Canido no vas a mostrar tu ego, vas a convivir. Lo que pintes, al menos en mi caso, es lo de menos”. El carácter efímero de este arte se respeta. Se han perdido muchas obras por la renovación urbanística del barrio, pero cada año llegan otras o se cambian las que ya hay.

Murales en una calle del barrio de Canido.

El barrio de Canido se ha transformado. En sus muros hay coloridas meninas que danzan al son de una gaita, que se desnudan, que disfrutan de la playa bajo una sombrilla o que llaman a la revolución tras una pancarta. Aún quedan ruinas que pintar, pero se han ido haciendo hueco las rehabilitaciones y los edificios nuevos. Los vecinos contactan con Hermida para ofrecerle paredes. Artistas urbanos internacionales quieren dejar huella en sus calles. En una ciudad despoblada y envejecida como Ferrol su colegio ha multiplicado el número de alumnos. El problema es que el precio de la vivienda también se ha disparado y por Canido vaga el fantasma de la gentrificación. Hermida confiesa sus temores al respecto: “Me siento hasta culpable”.

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 “Hombres y mujeres valientes”. En la presentación del festival Meninas de Canido de Ferrol, la delegada de la Xunta en la ciudad, la popular Martina Aneiros, definió con estas palabras a los grafiteros que, en los ochenta y todavía hoy, desafiaron las leyes para derramar su arte en las calles “desde la clandestinidad”. El Gobierno gallego es una de las instituciones que, junto a bancos, multinacionales y comercios locales, patrocinan esta cita, “el festival de arte urbano más importante de España”, sostiene Pastron#7. Él, que hoy ejerce de profesor universitario en la Complutense de Madrid, es uno de esos pioneros a los que Ferrol rendirá tributo desde este viernes y hasta el domingo. Este b-boy entrado en la mediana edad ha visto nacer dos mundos distintos que los ajenos al arte urbano se empeñan en mezclar: “Hay una cosa que es el arte urbano: murales, dibujos, tono amable, legal, con permisos, dinero, hoteles, medios y luz del día. Y hay otra cosa que es el grafiti, que son letras, escribir tu nombre de manera ilegal en un sitio que nadie te ha pedido”.El festival Meninas de Canido pertenece a ese primer mundo, pero defiende la importancia artística del segundo. “Todos los que se han tenido que esconder trabajan aquí con las puertas abiertas”, proclama su fundador y organizador, Eduardo Hermida. Él, que es “pintor de estudio”, reclama para los grafiteros “menos castigos” y un reconocimiento por “cómo embellecen la ciudad”. El tributo que les ha montado este fin de semana incluye una reunión histórica: la de Kapi y Zeta. En los chats de grafiteros, apunta Pastron#7, se ilustraba estos días la importancia de estas dos figuras con una frase de sangre azul: “Kapi y Zeta viajan en coches diferentes para que en el caso de que uno muera, la cultura urbana pueda seguir existiendo”.Muchos de los que vienen del grafiti y de su intrínseca ilegalidad, crean ahora obras con permiso. “Es perfectamente compatible. Puedes ser el grafitero más chungo y pintar trenes y a la vez ser un artista reconocido dentro del arte urbano”, expone Pastrom#7. Es su caso y el de Sfhir, que también estará en Canido. “Con cincuenta y pico años te apetece a lo mejor más pintar en un muro tranquilo al sol que andar metiéndote en una cochera pintando un tren”, añade. Con todo, la “fiera” es difícil de “enjaular”, advierte: “Damos talleres de grafiti responsable. Pero cuando ya has educado entre comillas a 30 [chavales], sale uno nuevo con un rotulador y lo hace donde no debe”.No fueron precisamente loas y homenajes lo primero que cosecharon en España los grafiteros. Dice la leyenda que cuando en los ochenta Muelle empezó a diseminar su firma por las tapias de Madrid, la policía pensó que eran mensajes en clave entre bandas de narcotraficantes. Hoy unos de los más perseguidos son los treneros, los que disparan sus aerosoles a vagones. Renfe asegura que gasta 25 millones de euros al año en combatir “el vandalismo grafitero”. Otras iniciativas de arte urbano como los mosaicos de Xerión en A Coruña se siguen enfrentando al borrado de las autoridades. Hermida recibió no hace mucho un mensaje de un cargo público socialista alabando que en Sri Lanka los autobuses siguieran circulando completamente grafiteados. “¿Qué diferencia hay con pintar los trenes? Renfe se ahorraría los 25 millones”, apunta.La edición de este año del festival es un homenaje de todo un barrio a los guerrilleros del arte que inspiraron su salvación. En 2008, cuando empezó todo, Canido era un lugar invadido por la ruina y el abandono, recuerda Hermida, nacido y criado allí. En los 200 metros de trayecto diario entre su casa y el colegio de su hija pequeña, contaba una treintena de inmuebles que se caían a cachos: “Me daba vergüenza llevarla por ahí. Me sentía hasta egoísta por querer criar a mi hija en un sitio así. Por eso, para hacer algo agradable ese trayecto, empecé a pintar las primeras casas. Ella me sujetaba los botes de pintura”. Hermida eligió llenar las paredes de meninas porque es un admirador de Velázquez y le pareció un “icono maravilloso para convertirlo en moderno”. Un día, su amigo y también artista Jorge Cabezas se unió a él. Pintó en un muro y su arte sacó de sus casillas a un vecino. El hombre cogió un rodillo y tapó su obra. Hubo bronca. “Si no quieres arte, te voy a dar siete tazas”, le espetó el fundador del festival. Dicho y hecho.Era septiembre de 2008. Hermida convocó a un buen número de amigos artistas en una de las plazas del barrio. Montaron un escenario sobre unas cajas y desplegaron una sábana en un muro para hacer proyecciones. “Fue tan bonito” que se propusieron “repetirlo al año siguiente”. Una de las asistentes era la teniente de alcalde de Ferrol por Izquierda Unida que acabó siendo vicepresidenta del Gobierno de España, Yolanda Díaz. En la segunda edición, hasta recibieron una subvención, y en las sucesivas aquel acto de intervención artística y de protesta se convirtió también en una romería. Eso es lo que más le gusta a Pastrom#7: “En Meninas de Canido no vas a mostrar tu ego, vas a convivir. Lo que pintes, al menos en mi caso, es lo de menos”. El carácter efímero de este arte se respeta. Se han perdido muchas obras por la renovación urbanística del barrio, pero cada año llegan otras o se cambian las que ya hay.El barrio de Canido se ha transformado. En sus muros hay coloridas meninas que danzan al son de una gaita, que se desnudan, que disfrutan de la playa bajo una sombrilla o que llaman a la revolución tras una pancarta. Aún quedan ruinas que pintar, pero se han ido haciendo hueco las rehabilitaciones y los edificios nuevos. Los vecinos contactan con Hermida para ofrecerle paredes. Artistas urbanos internacionales quieren dejar huella en sus calles. En una ciudad despoblada y envejecida como Ferrol su colegio ha multiplicado el número de alumnos. El problema es que el precio de la vivienda también se ha disparado y por Canido vaga el fantasma de la gentrificación. Hermida confiesa sus temores al respecto: “Me siento hasta culpable”. Seguir leyendo  

“Hombres y mujeres valientes”. En la presentación del festival Meninas de Canido de Ferrol, la delegada de la Xunta en la ciudad, la popular Martina Aneiros, definió con estas palabras a los grafiteros que, en los ochenta y todavía hoy, desafiaron las leyes para derramar su arte en las calles “desde la clandestinidad”. El Gobierno gallego es una de las instituciones que, junto a bancos, multinacionales y comercios locales, patrocinan esta cita, “el festival de arte urbano más importante de España”, sostiene Pastron#7. Él, que hoy ejerce de profesor universitario en la Complutense de Madrid, es uno de esos pioneros a los que Ferrol rendirá tributo desde este viernes y hasta el domingo. Este bboy entrado en la mediana edad ha visto nacer dos mundos distintos que los ajenos al arte urbano se empeñan en mezclar: “Hay una cosa que es el arte urbano: murales, dibujos, tono amable, legal, con permisos, dinero, hoteles, medios y luz del día. Y hay otra cosa que es el grafiti, que son letras, escribir tu nombre de manera ilegal en un sitio que nadie te ha pedido”.

El festival Meninas de Canido pertenece a ese primer mundo, pero defiende la importancia artística del segundo. “Todos los que se han tenido que esconder trabajan aquí con las puertas abiertas”, proclama su fundador y organizador, Eduardo Hermida. Él, que es “pintor de estudio”, reclama para los grafiteros “menos castigos” y un reconocimiento por “cómo embellecen la ciudad”. El tributo que les ha montado este fin de semana incluye una reunión histórica: la de Kapi y Zeta. En los chats de grafiteros, apunta Pastron#7, se ilustraba estos días la importancia de estas dos figuras con una frase de sangre azul: “Kapi y Zeta viajan en coches diferentes para que en el caso de que uno muera, la cultura urbana pueda seguir existiendo”.

El fundador del festival, Eduardo Hermida, este jueves en Canido.

Muchos de los que vienen del grafiti y de su intrínseca ilegalidad, crean ahora obras con permiso. “Es perfectamente compatible. Puedes ser el grafitero más chungo y pintar trenes y a la vez ser un artista reconocido dentro del arte urbano”, expone Pastrom#7. Es su caso y el de Sfhir, que también estará en Canido. “Con cincuenta y pico años te apetece a lo mejor más pintar en un muro tranquilo al sol que andar metiéndote en una cochera pintando un tren”, añade. Con todo, la “fiera” es difícil de “enjaular”, advierte: “Damos talleres de grafiti responsable. Pero cuando ya has educado entre comillas a 30 [chavales], sale uno nuevo con un rotulador y lo hace donde no debe”.

No fueron precisamente loas y homenajes lo primero que cosecharon en España los grafiteros. Dice la leyenda que cuando en los ochenta Muelle empezó a diseminar su firma por las tapias de Madrid, la policía pensó que eran mensajes en clave entre bandas de narcotraficantes. Hoy unos de los más perseguidos son los treneros, los que disparan sus aerosoles a vagones. Renfe asegura que gasta 25 millones de euros al año en combatir “el vandalismo grafitero”. Otras iniciativas de arte urbano como los mosaicos de Xerión en A Coruña se siguen enfrentando al borrado de las autoridades. Hermida recibió no hace mucho un mensaje de un cargo público socialista alabando que en Sri Lanka los autobuses siguieran circulando completamente grafiteados. “¿Qué diferencia hay con pintar los trenes? Renfe se ahorraría los 25 millones”, apunta.

La edición de este año del festival es un homenaje de todo un barrio a los guerrilleros del arte que inspiraron su salvación. En 2008, cuando empezó todo, Canido era un lugar invadido por la ruina y el abandono, recuerda Hermida, nacido y criado allí. En los 200 metros de trayecto diario entre su casa y el colegio de su hija pequeña, contaba una treintena de inmuebles que se caían a cachos: “Me daba vergüenza llevarla por ahí. Me sentía hasta egoísta por querer criar a mi hija en un sitio así. Por eso, para hacer algo agradable ese trayecto, empecé a pintar las primeras casas. Ella me sujetaba los botes de pintura”.

Hermida eligió llenar las paredes de meninas porque es un admirador de Velázquez y le pareció un “icono maravilloso para convertirlo en moderno”. Un día, su amigo y también artista Jorge Cabezas se unió a él. Pintó en un muro y su arte sacó de sus casillas a un vecino. El hombre cogió un rodillo y tapó su obra. Hubo bronca. “Si no quieres arte, te voy a dar siete tazas”, le espetó el fundador del festival. Dicho y hecho.

El grafitero Pastrom#7, en una imagen cedida por él.

Era septiembre de 2008. Hermida convocó a un buen número de amigos artistas en una de las plazas del barrio. Montaron un escenario sobre unas cajas y desplegaron una sábana en un muro para hacer proyecciones. “Fue tan bonito” que se propusieron “repetirlo al año siguiente”. Una de las asistentes era la teniente de alcalde de Ferrol por Izquierda Unida que acabó siendo vicepresidenta del Gobierno de España, Yolanda Díaz. En la segunda edición, hasta recibieron una subvención, y en las sucesivas aquel acto de intervención artística y de protesta se convirtió también en una romería. Eso es lo que más le gusta a Pastrom#7: “En Meninas de Canido no vas a mostrar tu ego, vas a convivir. Lo que pintes, al menos en mi caso, es lo de menos”. El carácter efímero de este arte se respeta. Se han perdido muchas obras por la renovación urbanística del barrio, pero cada año llegan otras o se cambian las que ya hay.

Murales en una calle del barrio de Canido.

El barrio de Canido se ha transformado. En sus muros hay coloridas meninas que danzan al son de una gaita, que se desnudan, que disfrutan de la playa bajo una sombrilla o que llaman a la revolución tras una pancarta. Aún quedan ruinas que pintar, pero se han ido haciendo hueco las rehabilitaciones y los edificios nuevos. Los vecinos contactan con Hermida para ofrecerle paredes. Artistas urbanos internacionales quieren dejar huella en sus calles. En una ciudad despoblada y envejecida como Ferrol su colegio ha multiplicado el número de alumnos. El problema es que el precio de la vivienda también se ha disparado y por Canido vaga el fantasma de la gentrificación. Hermida confiesa sus temores al respecto: “Me siento hasta culpable”.

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