Fue mucho más que el repeinado marido de Descalzos por el parque, que el avispado periodista de Todos los hombres del presidente, que el vivo retrato del glamur de Hollywood con gorra y tirantes en El golpe, que el aventurero cazador de Memorias de África, incluso que el director de cine ganador del Oscar por Gente ordinaria o el visionario fundador del festival fílmico de Sundance, que le sobrevive. Robert Redford luchó toda su vida por ser más, mucho más, que una cara bonita y unas letras blancas sobre fondo negro en la pantalla. Al final del viaje, ese poso finalmente ha sido reconocido por sus afines y por el mundo entero.
Pese a que él aseguraba que sabía reconocer dónde estaban los problemas, y participó en consejos y juntas para mejorar el medio ambiente durante décadas, nunca quiso presentarse a un cargo gubernamental. Reconocido demócrata, el presidente Barack Obama le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad en la Sala Este de la Casa Blanca en noviembre de 2016. Y, desde su primer mandato, fue crítico con Trump. En 2017 escribió un artículo donde alertaba acerca de sus peligros en The Washington Post.
En él, ensalzaba que “el periodismo certero defiende nuestra democracia”, y abogaba y hablaba sobre la importancia de Todos los hombres del presidente, centrada en cómo se destapó el escándalo Watergate, y sus similitudes con la vida real: “La mayor es la importancia de la libertad y la independencia de los medios para defender nuestra democracia”. “Cuando el presidente Trump habla de estar en guerra con los medios», escribía, «califica a los periodistas como los humanos más deshonestos de la Tierra y tuitea que son el enemigo de los estadounidenses, su lenguaje lleva las falsas acusaciones sobre los periodistas de la Administración Nixon a un nuevo y peligroso nivel”. Precisamente, este martes Donald Trump fue de los primeros en lamentar su muerte: “Hubo una época en que era el más popular. Creo que era un grande”, comentó cuando un grupo de periodistas le informó de su muerte.
Pero la estrella (que nunca llegó a tener una ídem en el Paseo de la Fama de Hollywood) ha recibido también decenas de homenajes de sus colegas. Han llorado su muerte autores como Stephen King y Marianne Wilson, directores como Ron Howard, políticos como el propio Obama, Hillary Clinton o Spencer J. Cox, gobernador de Utah, y por supuesto actores como Morgan Freeman, Rosie O’Donnell, Leonardo DiCaprio, Jamie Lee Curtis, Antonio Banderas, Colman Domingo, William Shatner, Marlee Matlin, James Gunn, Ethan Hawke o Jane Fonda, otra activista y compañera, que ha dicho de él que era “una bellísima persona, en cada faceta”: “Estuvo en pie por unos Estados Unidos por los que tenemos que seguir luchando”.
Como ha lamentado Meryl Streep en un comunicado enviado a People: “Uno de los leones ha muerto. Descansa en paz, mi querido amigo”. Incluso Bob Woodward, el periodista al que interpretó en Todos los hombres del presidente, ha llorado su partida: “Lo quería y lo admiraba: por su amistad, su ardiente independencia y la forma en que utilizaba cualquier plataforma que tenía para ayudar a hacer del mundo un lugar mejor, más justo y más brillante para los demás”.
Redford fue abogado de causas, una voz que se hizo escuchar en una industria que mira a la política y a su activismo con distancia y a menudo hasta con vergüenza. Él, no. Él usó su tan conocido nombre para denunciar o poner en valor, lo que le cosechó aliados y enemigos, entre ellos, el actual presidente Donald Trump.
Apenas tenía 11 años, a finales de los años cuarenta, cuando tuvo una llamada. Ahí, de niño, fue de viaje a Yosemite, uno de los grandes parques nacionales de Estados Unidos. Montañas, ríos, bosques. “Parecía que Dios había esculpido ese territorio”, recordaba hace unos años en una entrevista con The New York Times. Tanto le impresionó que durante dos veranos pidió un empleo en el parque y trabajó allí, lo que le conectó para siempre con la naturaleza. Ese amor adolescente le convirtió en un hombre implicado con todas las cuestiones del medio ambiente, conocedor de que los recursos son escasos y abogado por hacer llegar el mensaje. Para ello creo también el Redford Center, que recoge su obra y la lleva más allá, en busca de soluciones para la Tierra. “Los recursos de nuestro planeta son limitados”, afirma en la web del mismo. Pese a todo, no le gustaba hacerse llamar activista, un término que consideraba como demasiado serio para él. Pero, mal que le pesara, lo fue toda su vida y en su legado.
Robert Redford. I loved him, and admired him—for his friendship, his fiery independence, and the way he used any platform he had to help make the world better, fairer, brighter for others. pic.twitter.com/Omg433DA3y
— Bob Woodward (@realBobWoodward) September 16, 2025
Utah, tan desconocido como cargado con los más exquisitos y salvajes paisajes del Oeste, fue su hogar y su Estado fetiche. Fue insistente en que esos cañones sinuosos en las que recibía multas de tráfico con su Porsche no se convirtieran en una carretera de seis carriles. Batalló para que no se instalara una planta de carbón en el sur, en las llanuras de Kaiparowits; lo logró, y hoy son parte del monumento nacional Grand Staircase-Escalante. Pero entonces la oposición fue tal que los residentes de Kanab, la ciudad más cercana, llegaron a quemar una imagen suya en la calle principal. Redford llegó incluso a escribir un libro sobre el llamado Outlaw Trail, también conocido como el Sendero de los Forajidos, una fascinante ruta paisajística que conecta Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México. En los setenta la recorrió, conociendo a algunos de sus habitantes, hablando con ellos, que recordaban a aquellos viejos pistoleros, recogiendo sus fotografías y poniendo sus vivencias por escrito.
Esa necesidad de salirse del carril hollywoodiense le llevó a fundar el festival de Sundance. Pero con él, como todo lo que tocaba, la popularidad arrasó mucho más de lo que pretendía. Decenas de miles de personas inundaban cada enero Salt Lake City, para su desgracia: “Quiero que los vendedores ambulantes, las marcas de vodka, las bolsas de regalos y las Paris Hiltons se vayan para siempre”, le dijo a un periodista hace ya más de una década. Finalmente, también lo logró: la edición de 2026 será precisamente su último año ahí, porque se muda a Colorado.
Fue mucho más que el repeinado marido de Descalzos por el parque, que el avispado periodista de Todos los hombres del presidente, que el vivo retrato del glamur de Hollywood con gorra y tirantes en El golpe, que el aventurero cazador de Memorias de África, incluso que el director de cine ganador del Oscar por Gente ordinaria o el visionario fundador del festival fílmico de Sundance, que le sobrevive. Robert Redford luchó toda su vida por ser más, mucho más, que una cara bonita y unas letras blancas sobre fondo negro en la pantalla. Al final del viaje, ese poso finalmente ha sido reconocido por sus afines y por el mundo entero.Pese a que él aseguraba que sabía reconocer dónde estaban los problemas, y participó en consejos y juntas para mejorar el medio ambiente durante décadas, nunca quiso presentarse a un cargo gubernamental. Reconocido demócrata, el presidente Barack Obama le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad en la Sala Este de la Casa Blanca en noviembre de 2016. Y, desde su primer mandato, fue crítico con Trump. En 2017 escribió un artículo donde alertaba acerca de sus peligros en The Washington Post. En él, ensalzaba que “el periodismo certero defiende nuestra democracia”, y abogaba y hablaba sobre la importancia de Todos los hombres del presidente, centrada en cómo se destapó el escándalo Watergate, y sus similitudes con la vida real: “La mayor es la importancia de la libertad y la independencia de los medios para defender nuestra democracia”. “Cuando el presidente Trump habla de estar en guerra con los medios», escribía, «califica a los periodistas como los humanos más deshonestos de la Tierra y tuitea que son el enemigo de los estadounidenses, su lenguaje lleva las falsas acusaciones sobre los periodistas de la Administración Nixon a un nuevo y peligroso nivel”. Precisamente, este martes Donald Trump fue de los primeros en lamentar su muerte: “Hubo una época en que era el más popular. Creo que era un grande”, comentó cuando un grupo de periodistas le informó de su muerte. Pero la estrella (que nunca llegó a tener una ídem en el Paseo de la Fama de Hollywood) ha recibido también decenas de homenajes de sus colegas. Han llorado su muerte autores como Stephen King y Marianne Wilson, directores como Ron Howard, políticos como el propio Obama, Hillary Clinton o Spencer J. Cox, gobernador de Utah, y por supuesto actores como Morgan Freeman, Rosie O’Donnell, Leonardo DiCaprio, Jamie Lee Curtis, Antonio Banderas, Colman Domingo, William Shatner, Marlee Matlin, James Gunn, Ethan Hawke o Jane Fonda, otra activista y compañera, que ha dicho de él que era “una bellísima persona, en cada faceta”: “Estuvo en pie por unos Estados Unidos por los que tenemos que seguir luchando”. Como ha lamentado Meryl Streep en un comunicado enviado a People: “Uno de los leones ha muerto. Descansa en paz, mi querido amigo”. Incluso Bob Woodward, el periodista al que interpretó en Todos los hombres del presidente, ha llorado su partida: “Lo quería y lo admiraba: por su amistad, su ardiente independencia y la forma en que utilizaba cualquier plataforma que tenía para ayudar a hacer del mundo un lugar mejor, más justo y más brillante para los demás”. View this post on Instagram A post shared by Hillary Clinton (@hillaryclinton)Redford fue abogado de causas, una voz que se hizo escuchar en una industria que mira a la política y a su activismo con distancia y a menudo hasta con vergüenza. Él, no. Él usó su tan conocido nombre para denunciar o poner en valor, lo que le cosechó aliados y enemigos, entre ellos, el actual presidente Donald Trump. Apenas tenía 11 años, a finales de los años cuarenta, cuando tuvo una llamada. Ahí, de niño, fue de viaje a Yosemite, uno de los grandes parques nacionales de Estados Unidos. Montañas, ríos, bosques. “Parecía que Dios había esculpido ese territorio”, recordaba hace unos años en una entrevista con The New York Times. Tanto le impresionó que durante dos veranos pidió un empleo en el parque y trabajó allí, lo que le conectó para siempre con la naturaleza. Ese amor adolescente le convirtió en un hombre implicado con todas las cuestiones del medio ambiente, conocedor de que los recursos son escasos y abogado por hacer llegar el mensaje. Para ello creo también el Redford Center, que recoge su obra y la lleva más allá, en busca de soluciones para la Tierra. “Los recursos de nuestro planeta son limitados”, afirma en la web del mismo. Pese a todo, no le gustaba hacerse llamar activista, un término que consideraba como demasiado serio para él. Pero, mal que le pesara, lo fue toda su vida y en su legado. Robert Redford. I loved him, and admired him—for his friendship, his fiery independence, and the way he used any platform he had to help make the world better, fairer, brighter for others. pic.twitter.com/Omg433DA3y— Bob Woodward (@realBobWoodward) September 16, 2025Utah, tan desconocido como cargado con los más exquisitos y salvajes paisajes del Oeste, fue su hogar y su Estado fetiche. Fue insistente en que esos cañones sinuosos en las que recibía multas de tráfico con su Porsche no se convirtieran en una carretera de seis carriles. Batalló para que no se instalara una planta de carbón en el sur, en las llanuras de Kaiparowits; lo logró, y hoy son parte del monumento nacional Grand Staircase-Escalante. Pero entonces la oposición fue tal que los residentes de Kanab, la ciudad más cercana, llegaron a quemar una imagen suya en la calle principal. Redford llegó incluso a escribir un libro sobre el llamado Outlaw Trail, también conocido como el Sendero de los Forajidos, una fascinante ruta paisajística que conecta Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México. En los setenta la recorrió, conociendo a algunos de sus habitantes, hablando con ellos, que recordaban a aquellos viejos pistoleros, recogiendo sus fotografías y poniendo sus vivencias por escrito.Esa necesidad de salirse del carril hollywoodiense le llevó a fundar el festival de Sundance. Pero con él, como todo lo que tocaba, la popularidad arrasó mucho más de lo que pretendía. Decenas de miles de personas inundaban cada enero Salt Lake City, para su desgracia: “Quiero que los vendedores ambulantes, las marcas de vodka, las bolsas de regalos y las Paris Hiltons se vayan para siempre”, le dijo a un periodista hace ya más de una década. Finalmente, también lo logró: la edición de 2026 será precisamente su último año ahí, porque se muda a Colorado. Seguir leyendo
Fue mucho más que el repeinado marido de Descalzos por el parque, que el avispado periodista de Todos los hombres del presidente, que el vivo retrato del glamur de Hollywood con gorra y tirantes en El golpe, que el aventurero cazador de Memorias de África, incluso que el director de cine ganador del Oscar por Gente ordinaria o el visionario fundador del festival fílmico de Sundance, que le sobrevive. Robert Redford luchó toda su vida por ser más, mucho más, que una cara bonita y unas letras blancas sobre fondo negro en la pantalla. Al final del viaje, ese poso finalmente ha sido reconocido por sus afines y por el mundo entero.
Pese a que él aseguraba que sabía reconocer dónde estaban los problemas, y participó en consejos y juntas para mejorar el medio ambiente durante décadas, nunca quiso presentarse a un cargo gubernamental. Reconocido demócrata, el presidente Barack Obama le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad en la Sala Este de la Casa Blanca en noviembre de 2016. Y, desde su primer mandato, fue crítico con Trump. En 2017 escribió un artículo donde alertaba acerca de sus peligros en The Washington Post. En él, ensalzaba que “el periodismo certero defiende nuestra democracia”, y abogaba y hablaba sobre la importancia de Todos los hombres del presidente, centrada en cómo se destapó el escándalo Watergate,y sus similitudes con la vida real: “La mayor es la importancia de la libertad y la independencia de los medios para defender nuestra democracia”. “Cuando el presidente Trump habla de estar en guerra con los medios», escribía, «califica a los periodistas como los humanos más deshonestos de la Tierra y tuitea que son el enemigo de los estadounidenses, su lenguaje lleva las falsas acusaciones sobre los periodistas de la Administración Nixon a un nuevo y peligroso nivel”. Precisamente, este martes Donald Trump fue de los primeros en lamentar de su muerte: “Hubo una época en que era el más popular. Creo que era un grande”, comentó cuando un grupo de periodistas le informó de su muerte.
Pero la estrella ha recibido también decenas de homenajes de sus colegas. Han llorado su muerte autores como Stephen King y Marianne Wilson, directores como Ron Howard, políticos como el propio Obama, Hillary Clinton o Spencer J. Cox, gobernador de Utah, y por supuesto actores como Rosie O’Donnell, Jamie Lee Curtis, Antonio Banderas, Colman Domingo, William Shatner, Marlee Matlin, James Gunn o Jane Fonda, otra activista y compañera, que ha dicho de él que era “una bellísima persona, en cada faceta”: “Estuvo en pie por una Estados Unidos por la que tenemos que seguir luchando”. Como ha lamentado Meryl Streep en un comunicado enviado a People: “Uno de los leones ha muerto. Descansa en paz, mi querido amigo”.
Redford fue abogado de causas, una voz que se hizo escuchar en una industria que mira a la política y a su activismo con distancia y a menudo hasta con vergüenza. Él, no. Él usó su tan conocido nombre para denunciar o poner en valor, lo que le cosechó aliados y enemigos, entre ellos, el actual presidente Donald Trump.




























Apenas tenía 11 años, a finales de los años cuarenta, cuando tuvo una llamada. Ahí, de niño, fue de viaje a Yosemite, uno de los grandes parques nacionales de Estados Unidos. Montañas, ríos, bosques. “Parecía que Dios había esculpido ese territorio”, recordaba hace unos años en una entrevista con The New York Times. Tanto le impresionó que durante dos veranos pidió un empleo en el parque y trabajó allí, lo que le conectó para siempre con la naturaleza. Ese amor adolescente le convirtió en un hombre implicado con todas las cuestiones del medio ambiente, conocedor de que los recursos son escasos y abogado por hacer llegar el mensaje. Para ello creo también el Redford Center, que recoge su obra y la lleva más allá, en busca de soluciones para la Tierra. “Los recursos de nuestro planeta son limitados”, afirma en la web del mismo. Pese a todo, no le gustaba hacerse llamar activista, un término que consideraba como demasiado serio para él. Pero, mal que le pesara, lo fue toda su vida y en su legado.
Utah, tan desconocido como cargado con los más exquisitos y salvajes paisajes del Oeste, fue su hogar y su Estado fetiche. Fue insistente en que esos cañones sinuosos en las que recibía multas de tráfico con su Porsche no se convirtieran en una carretera de seis carriles. Batalló para que no se instalara una planta de carbón en el sur, en las llanuras de Kaiparowits; lo logró, y hoy son parte del monumento nacional Grand Staircase-Escalante. Pero entonces la oposición fue tal que los residentes de Kanab, la ciudad más cercana, llegaron a quemar una imagen suya en la calle principal. Redford llegó incluso a escribir un libro sobre el llamado Outlaw Trail, también conocido como el Sendero de los Forajidos, una fascinante ruta paisajística que conecta Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México. En los setenta la recorrió, conociendo a algunos de sus habitantes, hablando con ellos, que recordaban a aquellos viejos pistoleros, recogiendo sus fotografías y poniendo sus vivencias por escrito.
Esa necesidad de salirse del carril hollywoodiense le llevó a fundar el festival de Sundance. Pero con él, como todo lo que tocaba, la popularidad arrasó mucho más de lo que pretendía. Decenas de miles de personas inundaban cada enero Salt Lake City, para su desgracia: “Quiero que los vendedores ambulantes, las marcas de vodka, las bolsas de regalos y las Paris Hiltons se vayan para siempre”, le dijo a un periodista hace ya más de una década. Finalmente, también lo logró: la edición de 2026 será precisamente su último año ahí, porque se muda a Colorado.
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