Cine de aquí te pillo, aquí te mato

Anoche me preguntaba qué tal habrían ido las dos películas de la Pantoja. Busqué algunas piezas promocionales y me crucé con una de TVE sobre el rodaje de Yo soy esa (1990), debut de la polémica tonadillera. Escrita y dirigida por Luis Sanz —aunque pensada para José Luis García Sanchez—, fue un éxito en su época; por inverosímil que parezca, la Pantoja era un sex symbol (y la jugada salió mejor que en Supernova). Costó 350 millones de pesetas (algo más de dos millones de euros del año 1990) y el rodaje duró siete semanas y media. El cine americano se solía rodar en nueve semanas. A día de hoy, el estándar está bajando a cinco semanas, y hace algo más de una década ya había bajado a seis.

El precio de este abaratamiento de producción es: equipos estresados, enfermedades somáticas y resultados muy mejorables. Cine de consumo rápido que no va a ningún lado. He tenido la desgracia de ver cómo los actores de mi primera película se lamentaban en las entrevistas —con razón— de haber hecho una película dificilísima en cinco semanas. Eso no es interpretar, es sufrir. El cine está siguiendo la estrategia que hace 20 años se plantearon las editoriales pequeñas, especialmente las de manga: editaremos más títulos, pero con una tirada menor. ¿Es este sistema adecuado para el cine? Ya les digo yo que no.

Hace dos meses The Guardian publicó un artículo llamado Not second screen enough hablando sobre la tendencia de Netflix de hacer un contenido (a algunos productos el término cine les viene grande) más simple para que los espectadores puedan atender sus redes sociales durante el visionado. Las consecuencias artísticas son evidentes, pero las intelectuales son gravísimas. No he visto aún Yo soy esa, pero sí muchísimas películas de la época (un periodo a reivindicar) y veo momentos que difícilmente se repetirán ya. A veces todavía se obra el milagro en una producción de pretensiones comerciales, pero no necesitamos casualidades sino oportunidades. No hablo de dinero (o no solo de dinero). Hablo de algo mucho más importante: que el cine vuelva a estar en manos de gente que ama el cine. El mercado ha cambiado, pero el ser humano no ha cambiado: vamos a la pantalla (grande o pequeña) a dejarnos llevar por una historia. Todo lo demás es secundario, incluso aquel lejano regreso de Isabel Pantoja, la viuda de España.

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 El mercado ha cambiado, pero el ser humano no: vamos a la pantalla a dejarnos llevar por una historia  

Anoche me preguntaba qué tal habrían ido las dos películas de la Pantoja. Busqué algunas piezas promocionales y me crucé con una de TVE sobre el rodaje de Yo soy esa (1990), debut de la polémica tonadillera. Escrita y dirigida por Luis Sanz —aunque pensada para José Luis García Sanchez—, fue un éxito en su época; por inverosímil que parezca, la Pantoja era un sex symbol (y la jugada salió mejor que en Supernova). Costó 350 millones de pesetas (algo más de dos millones de euros del año 1990) y el rodaje duró siete semanas y media. El cine americano se solía rodar en nueve semanas. A día de hoy, el estándar está bajando a cinco semanas, y hace algo más de una década ya había bajado a seis.

El precio de este abaratamiento de producción es: equipos estresados, enfermedades somáticas y resultados muy mejorables. Cine de consumo rápido que no va a ningún lado. He tenido la desgracia de ver cómo los actores de mi primera película se lamentaban en las entrevistas —con razón— de haber hecho una película dificilísima en cinco semanas. Eso no es interpretar, es sufrir. El cine está siguiendo la estrategia que hace 20 años se plantearon las editoriales pequeñas, especialmente las de manga: editaremos más títulos, pero con una tirada menor. ¿Es este sistema adecuado para el cine? Ya les digo yo que no.

Hace dos meses The Guardian publicó un artículo llamado Not second screen enough hablando sobre la tendencia de Netflix de hacer un contenido (a algunos productos el término cine les viene grande) más simple para que los espectadores puedan atender sus redes sociales durante el visionado. Las consecuencias artísticas son evidentes, pero las intelectuales son gravísimas. No he visto aún Yo soy esa, pero sí muchísimas películas de la época (un periodo a reivindicar) y veo momentos que difícilmente se repetirán ya. A veces todavía se obra el milagro en una producción de pretensiones comerciales, pero no necesitamos casualidades sino oportunidades. No hablo de dinero (o no solo de dinero). Hablo de algo mucho más importante: que el cine vuelva a estar en manos de gente que ama el cine. El mercado ha cambiado, pero el ser humano no ha cambiado: vamos a la pantalla (grande o pequeña) a dejarnos llevar por una historia. Todo lo demás es secundario, incluso aquel lejano regreso de Isabel Pantoja, la viuda de España.

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