Bosé contra Bosé: “Esta noche no queremos malos rollos”

No se lo van a creer ustedes, pero lo que sigue es un artículo sobre Miguel Bosé que versa en su mayor parte en torno al famoso cantante y compositor de ese mismo nombre que ha firmado una docena (larga) de canciones míticas en la historia del pop español, algunas buenísimas. Este martes regresaba a los escenarios madrileños con una actuación en el Movistar Arena que resultó curativa y en algunos aspectos modélica. Pueden dar fe de ello (y lo de la fe contaba mucho en este caso) los 12.000 seguidores que llenaron el pabellón, felices y expectantes ante el retorno de un ídolo que volvió a parecerse al que se echó a perder en alguna mala curva del camino durante la década pasada. Cuando habla, aún se le escapó alguna tos y la voz parecía sufrir; pero, aleluya, en el fragor de la batalla melódica todo regresa al sitio que durante tanto tiempo fue el suyo.

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 La gira ‘Importante’ rehabilita ante 12.000 personas en Madrid al artista, tan cabal que vuelve a parecerse al que fue y ya habíamos dado por perdido  

No se lo van a creer ustedes, pero lo que sigue es un artículo sobre Miguel Bosé que versa en su mayor parte en torno al famoso cantante y compositor de ese mismo nombre que ha firmado una docena (larga) de canciones míticas en la historia del pop español, algunas buenísimas. Este martes regresaba a los escenarios madrileños con una actuación en el Movistar Arena que resultó curativa y en algunos aspectos modélica. Pueden dar fe de ello (y lo de la fe contaba mucho en este caso) los 12.000 seguidores que llenaron el pabellón, felices y expectantes ante el retorno de un ídolo que volvió a parecerse al que se echó a perder en alguna mala curva del camino durante la década pasada. Cuando habla, aún se le escapó alguna tos y la voz parecía sufrir; pero, aleluya, en el fragor de la batalla melódica todo regresa al sitio que durante tanto tiempo fue el suyo.

No debería resultar nada excepcional que nos refiriésemos en las páginas culturales a un señor tan ilustre y cualificado, pero uno de los motivos por los que nuestro personaje pasó de ofrecer espectáculos a dar la nota es que se dejó atrapar por otro tipo que se le parecía mucho, decía llamarse igual y participaba, imaginamos, en los mismos grupos de WhatsApp, pero hablaba raro y, sobre todo, defendía un discurso delirante que nunca habríamos imaginado en labios del Bosé primigenio. Porque cuesta mucho esfuerzo creer (al principio) y aceptar (en último término) que aquel tipo imaginativo, sagaz, documentado, inquieto, de creatividad voraz y vida novelesca había ido alimentando, en lo más profundo de su alma teóricamente bandida, a un cuñao de dimensiones premium.

Pero sorpresas te da la vida, como dicen últimamente en la calle Ferraz, y en esa encarnizada batalla de Bosé contra Bosé, del Bosé genio y figura versus el descarriado y mentecato, esta vez le tocaba comparecer al primero, ese que recordábamos cabal y, sobre todo, absolutamente reivindicable. El que se compromete hasta los tuétanos con el espectáculo y aplica lo de la puntada y el hilo, dispuesto a que cualquier gesto y movimiento cobren cuerpo y todo el sentido.

Bosé, en un momento del concierto en Madrid.

Para acompañar a Miguel no basta con tocar y cantar a un nivel muy solvente: también hay que tener gracejo, presencia y memoria para las coreografías. Y en ese compromiso con el concepto escénico, los cinco músicos y tres coristas empiezan girando y entrecruzándose como zombis absortos en Amarte, vestidos todos ellos de un blanco tan nuclear como el del gran jefe, aunque solo él comparece distinguido con una levita larga y estilosísima. Todo transcurrirá así durante las dos horas y veinte que nos esperan, con cada movimiento medido y acompasado, un sonido impoluto y una facturación irreprochable. Agradezcámoselo a ese bajista y director musical navarro, Mikel Irazoki, que, con la que ha estado cayendo, no dejó de ejercer como fiel escudero.

En estas veladas largas hay tiempo para casi todo, desde disparar los instintos discotequeros con la muy eficaz Duende (con el tiempo nos hemos acostumbrado a escuchar eso de ‘Y están, están paraos’ sin que nos sangren los oídos) hasta ese rescate elocuente de El hijo del Capitán Trueno, una canción que pasó de puntillas a principios del nuevo siglo y encerraba todo lo que un psicoterapeuta debe saber sobre una relación paternofilial, digamos, compleja. De la letra no se deducía el ostentoso sobeteo genital que Bosé practica según canta el verso “¡Pero qué valiente!”, una baratura tan zafia que debe ser, con toda probabilidad, una ocurrencia del Bosé chungo. Pero es la única vez en toda la noche en que Mr. Hyde le dobla el brazo a este nuevo Bosé en modo Jekyll, razonable también, incluso irreprochable, en unos parlamentos que temíamos tan impredecibles como un arancel trumpista. Y qué va. Miguel bromea sobre el deterioro capilar de sus seguidores más vetustos, anima a que nos besemos “en la mejilla, la boca o donde os dé la gana”, se confiesa preocupado por dejarle a sus hijos “un mundo más equilibrado y honesto”, reclama a la clase política un compromiso real por la paz y advierte de que “el infame juguete de la guerra” sigue en manos de los poderosos porque constituye un negocio colosal, discurso idéntico al que ha difundido estos días la relatora especial de la ONU sobre Palestina. Nada de este argumentario daría como para un premio, ni siquiera el Planeta, pero al menos mantiene alejado al orador de los campos semánticos de las vacunas o la tecnología 5G.

Bosé con su banda, en Madrid.

“Esta noche no queremos malos rollos”, resumió el redivivo artista, y validó tal objetivo con creces. El cancionero alterna clásicos tremendísimos (Bambú, la catarsis triphop de Como un lobo o, casi al final de la noche, la estratosférica Si tú no vuelves, balada muy difícil de igualar) con joyas menos divulgadas, como Este mundo va, una debilidad merecida de su autor que hoy, casi 30 años más tarde, resurge con ecos premonitorios: el mundo va regulín, para qué engañarnos, y en estas condiciones no es fácil mantener ni el humor ni la cordura. Aunque en el juego de resignificar el repertorio de un hombre que lleva más de 10 años sin publicar disco (agárrense: Amo se remonta a 2014 y nadie en la grada parecía recordar su preciosa balada Solo si) podemos fijarnos en Sereno, poderosa representante de la facción discotequera que arranca con un verso esclarecedor: ‘He tocado el fondo’.

Y así se va sustentando esta gira de nombre Importante, para que no quepa duda de que aquí se saldan cuentas y probablemente también se ahuyentan fantasmas. Un espectáculo que reivindica el valor de las canciones, porque ya dijimos que varias son notabilísimas. No hay nada manierista ni estrafalario en cuanto acontece sobre las tablas, pero sí un gusto por el detalle, mucho mimo y amor propio, un minutaje generoso: nadie frágil ni renqueante puede aguantar un menú de 24 canciones sin pausas, telepromoters ni excusas para escabullirse, más allá de los dos fulgurantes cambios de vestuario del protagonista: de rojísimo el primero y de amarillísimo el segundo. Y con todo a juego, desde los calcetines hasta el micrófono.

Queda aún el golpe de efecto de esa cola roja, repleta de rosas rojas y más gigantesca de lo que ninguna novia haya osado nunca lucir, que Miguel despliega para la ultra romántica y apoteósica (o, más bien, aparatosa) Olvídame tú. Es un atuendo que también le sirve en Sevilla, aderezada por una ingeniosa gestualidad de costalero, y para una Amiga interpretada a lágrima viva, y ahí sí que no hay preparativos que valgan. El original se lo compuso en 1977 Luis Gómez Escolar a la entonces recién desaparecida Cecilia y hoy, a falta de composiciones nuevas, le sirve al artista para evocar a su madre.

Bosé, en el Movistar Arena de Madrid.

En el capítulo de clásicos muy añejos, los propios de un hombre que el próximo abril —agárrense— asumirá la condición de septuagenario, se cuela también Creo en ti, ese regalo de Perales que debería homologarse oficialmente como monumento al autoplagio, porque reproduce casi nota por nota Un velero llamado Libertad. Nada que objetar, y menos aún a unas alturas de la noche en que la sensación de reencuentro ya bordeaba el éxtasis. “Vuestra lealtad es sólida como el granito”, se sinceró un Bosé seguramente consciente de que ha malbaratado unos cuantos años preciosos. El epílogo, ya sobre la bocina, llega con Por ti, un tema bonito, solemne y poco recordado que sirve para introducir un vídeo de protagonista masculino descamisado y evidente vocación homoerótica, lo que nunca está de más en estos tiempos de silencio.

Importante no aporta nada nuevo, es verdad. Ninguna canción inédita. Ningún hallazgo teatral que al también actor se le hubiese escapado en sus años mozos. Pero rehabilita a Bosé y le recupera para la vida inteligente. Mucho más de lo que habríamos creído en sus momentos más desnortados.

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