En qué se decide emplear el dinero delata prioridades, de los tiempos, de las personas, de las familias, de los Estados y de la arquitectura, claro. En Zaragoza, la transformación de un antiguo almacén de productos químicos en centro de entrenamiento, a manos de los arquitectos Lara Casabona y Luis de Gregorio, ha costado 656 euros por metro cuadrado. Y, de acuerdo con sus autores, ha priorizado crear un vínculo entre las nuevas usuarias y los ciudadanos del barrio. Veamos cómo.
De almacén de productos químicos a centro de maternidad y entrenamiento. Las épocas alteran los locales. También deciden qué es prioritario en un interior urbano
De almacén de productos químicos a centro de maternidad y entrenamiento. Las épocas alteran los locales. También deciden qué es prioritario en un interior urbano


En qué se decide emplear el dinero delata prioridades, de los tiempos, de las personas, de las familias, de los Estados y de la arquitectura, claro. En Zaragoza, la transformación de un antiguo almacén de productos químicos en centro de entrenamiento, a manos de los arquitectos Lara Casabona y Luis de Gregorio, ha costado 656 euros por metro cuadrado. Y, de acuerdo con sus autores, ha priorizado crear un vínculo entre las nuevas usuarias y los ciudadanos del barrio. Veamos cómo.
La reforma ha afectado solo a un 70% del espacio del local. Es decir: se han establecido prioridades en la manera de emplear el presupuesto.
Para demostrar esa declaración de buena vecindad, el comercio está ahora retranqueado. Deja atrás la antigua fachada para ceder metros cuadrados a la ciudad. Ese urbanismo amable de aspecto hipster —el banco para esperar, o fumar, el cuenco para que beba el perro— tiene sus raíces en la vida de barrio de toda la vida: cuando las sillas se sacaban al fresco de la calle y en la carnicería había también un par de asientos para las esperas.

La eficacia en el uso de recursos ha marcado el interiorismo sereno y crudo de este local. El uso de placas de yeso facilitó la obra. No solo redujo el material de desperdicio, también acortó los tiempos de construcción y minimizó el impacto medioambiental. Solo las salas de tratamiento y los vestuarios tienen falsos techos, el resto queda despejado o protegido por telas lobuladas. Esas telas actúan de barrera acústica, conducen a las usuarias de la calle a las salas, suavizan la iluminación y convierten un lugar de paso en un espacio acogedor.

Este es un proyecto cuidado y desnudo, a la vez. Por eso la iluminación es clave y está subrayada por varias tonalidades, que actúan sobre el espacio, zonificándolo sin dividirlo. Así, mientras los techos vistos exponen el cableado, las paredes y las telas difuminan la luz. Como grandes lámparas actúan como un lienzo.
En el exterior, junto a la fachada, un banco de hormigón pulido se suma al mobiliario urbano. Es un poyete, conforma un espacio de espera que el centro ha cedido a la calle.

En el interior, mientras la iluminación recorta los espacios, las instalaciones vistas se asoman en paredes y techos. El mobiliario es escueto. Una mesa de madera es a la vez un mostrador versátil que puede convertirse en expositor de productos o en mesa de catering. Así, este centro, que prioriza el bienestar de las usuarias, ofrece atención y desnudez. Habla de cuidados y quiere cuidar. Busca estar bien en el barrio. No colarse, asentarse, sino aprender a vivir en él.
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