Andrés Ortega, periodista y ensayista: “El totalitarismo se aprovecha de la soledad. Y la fomenta”

“Solitud” es un vocablo español, aunque la gente no lo sepa. Está en desuso, pero Andrés Ortega Klein lo ha rescatado para su último libro, Soledad sin solitud, una obra por la que el escritor y experiodista de EL PAÍS, donde fue uno de los editorialistas de referencia, nieto de José Ortega y Gasset, ha ganado el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2025. Ortega plantó en una de sus columnas para este periódico, Solitud, sin soledad, de 2019, la semilla que ha terminado germinando en este libro, un trabajo en el que intenta desentrañar una de las preguntas clave del siglo XXI, que concreta en el subtítulo: Por qué tantos están hoy tan solos. Un ensayo ecléctico y revelador por cuyas páginas desfilan desde TikTok al filósofo Byung-Chul Han, pasando por las figuras lánguidas de los cuadros de Hopper, la IA, los robots o Tinder.

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 El escritor publica ‘Soledad sin solitud’, un libro sobre uno de los males de nuestro tiempo, que le ha valido el premio Jovellanos de ensayo  

“Solitud” es un vocablo español, aunque la gente no lo sepa. Está en desuso, pero Andrés Ortega Klein lo ha rescatado para su último libro, Soledad sin solitud, una obra por la que el escritor y experiodista de EL PAÍS, donde fue uno de los editorialistas de referencia, nieto de José Ortega y Gasset, ha ganado el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2025. Ortega plantó en una de sus columnas para este periódico, Solitud, sin soledad, de 2019, la semilla que ha terminado germinando en este libro, un trabajo en el que intenta desentrañar una de las preguntas clave del siglo XXI, que concreta en el subtítulo: Por qué tantos están hoy tan solos. Un ensayo ecléctico y revelador por cuyas páginas desfilan desde TikTok al filósofo Byung-Chul Han, pasando por las figuras lánguidas de los cuadros de Hopper, la IA, los robots o Tinder.

Pregunta. Lo primero que llama la atención de su ensayo es el título. Todo el mundo sabe lo que es la soledad, pero no la solitud: “carencia de compañía”, según el Diccionario de la Real Academia Española.

Respuesta. Ya, ya… [ríe]. Lo usé en un artículo de EL PAÍS, y sé que descoloca, pero cuando lo explico la gente lo entiende muy bien. Lo primero que hay que decir es que es un vocablo español, no inventado. Cuando yo lo uso, intento recoger esa diferencia que en inglés hay entre loneliness y solitude. La soledad yo creo que tiene una connotación negativa: estar solo, sentirse solo…; una soledad derivada de la sociedad que hemos creado, en parte por la urbanización y en parte por el impacto de las nuevas tecnologías, desde más o menos 2007. Pero luego está la soledad buscada, positiva, que es el saber estar con uno mismo, tener espacios y tiempos… Esa soledad es buena para la salud, para la creatividad científica y artística… Ortega y Gasset lo llamaba “la retirada estratégica a uno mismo”.

P. Y su libro habla de cómo la primera gana terreno y la segunda se bate en retirada.

R. Más aún: lo que creo es que las mismas razones que aumentan la soledad son las que impiden abrazar la solitud.

P. Hay quien dice que la soledad es la enfermedad del siglo XXI.

R. Yo rechazo la idea de enfermedad. También la de epidemia, en boga en Estados Unidos. La soledad es una condición, aunque lo que sí hace es producir enfermedades. Enfermedades mentales, físicas… Se ha insistido mucho en esa idea de enfermedad, por lo que la forma de combatirla ha sido burocrática. Por ejemplo, de la misma manera que hay ministerios de sanidad, pues han surgido ministerios de soledad. Que no han funcionado.

P. La soledad siempre se ve como algo negativo.

R. Yo creo que no siempre. Por ejemplo, está aumentando el número de personas que viven solas. En parte es por las circunstancias, pero en parte es porque mucha gente quiere: o bien quieren ser solteros o bien son parejas que viven separadas.

P. ¿Cuál es la causa de ese aumento de soledad no deseada? ¿El individualismo? ¿La tecnología?

R. El impacto de las pantallas es innegable. En mis charlas siempre uso tres portadas dibujadas del New Yorker que reflejan cenas de Acción de Gracias. La primera es de 1942, en la que todos ven la tele. La última es de 2023, en la que todos miran su móvil.

P. Es como acaban casi siempre las cenas hoy…

R. Sí. Pero lo importante no es la pantalla en sí. Lo importante es que antes todos miraban la misma pantalla. Hoy cada uno mira su propio móvil, con cosas distintas.

P. Hablando de eso, señala el fenómeno de postear constantemente la vida privada, y de cómo eso genera una comunicación sin comunidad.

R. Con los móviles y las redes cada uno está metido en una realidad distinta. En primer lugar, ya no se habla: te recuerdo que el teléfono servía para hablar [ríe]. TikTok y las redes similares están hechas sobre todo de imágenes; el texto comienza a desaparecer. Y se altera todo: en EE UU una tercera parte de matrimonios empiezan en apps y un 40% de las amistades por internet. No lo critico, pero el algoritmo mutila la espontaneidad.

Ortega, durante la sesión de fotografías.

P. No todo será malo con la tecnología. ¿Hablar con IA resolvería problemas relacionados con la soledad?

R. Yo no soy tecnófobo. Tiene partes muy positivas. En países donde la vejez empieza a ser un problema, con sociedades desagregadas, como Japón, conversar con la IA sí puede tener beneficios. La gran diferencia es que un robot puede aprender a tratarte bien, pero no es consciente de lo que está haciendo. De todos modos, creo que hacia ahí vamos, creo que el futuro será integrarnos con la máquina.

P. ¿Biológicamente incluso?

R. Sí. Y, el ciego que acabará viendo o los sordos que oirán, los parapléjicos que podrán moverse… Todo eso es muy positivo.

P. ¿No cree en el riesgo de control mental?

R. ¿Y no te controlan ya? [señala el teléfono móvil]. Te escuchan, te conocen, te condicionan. Al principio de internet se pensaba que nos iba a liberar, a generar transparencia… Hoy los que nos estamos volviendo transparentes somos los usuarios. Porque ni siquiera somos ya ciudadanos. Ni clientes siquiera.

P. En el libro dice que desde la política se nos manipula a través del miedo a la soledad.

R. Hannah Arendt ya dice que el totalitarismo es la soledad organizada. El totalitarismo rechaza la solitud, que nos lleva a ser críticos; pero a la vez se aprovecha de la soledad y la fomenta. En los populismos, como con Trump, las encuestas demuestran que los más solitarios tienden a votarle, y él se aprovecha de eso.

P. Cita a muchos filósofos y pensadores, pero Ortega y Gasset es el más citado de largo; casi cada cosa que plantea luego pasa por el prisma de alguna cita o reflexión suya.

R. Por conocimiento de la obra, no de la persona [ríe].

P. ¿Qué pensaría él de todo esto?

R. Estaría fascinado con los tiempos actuales. Si leemos sus reflexiones finales, estaba fascinado con lo que llamaba “técnica”. Ya predijo, por ejemplo, que los medios de comunicación nos terminarían separando, en vez de uniendo. Y de hecho fue pionero en usar el término realidad virtual.

P. Antes decía que los ministerios de Soledad no funcionan.

R. Funcionan en la medida en que dan visibilidad al problema. Pero no lo solucionan.

P. ¿Qué hacer entonces? ¿Cuál es la solución?

R. La educación. En mayores y en niños. Lo primero, cuidado con dar pantallas a los más pequeños; ya hay muchas escuelas que comienzan a retirarlas. Hay que educar en saber desconectar. Exige un esfuerzo, sí, pero merece la pena. Hay que educar en solitud, y ya hay países que lo hacen: en Japón, en Finlandia, se buscan momentos de meditación para los niños. Y, claro, hay que fomentar la proximidad: saludar al vecino, conocerse un poco más… Hay que crear comunidades reales. En eso se basa todo.

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