Álvaro Pombo, al recoger el premio Cervantes: “Nos hemos convertido en ‘influencers’ y mercachifles”

El escritor Álvaro Pombo está frágil, lleva tiempo frágil, vino a Alcalá de Henares este miércoles en silla de ruedas, con su clásico gorro azul y sus gafitas redondas, después de no haber asistido en la víspera a la tradicional comida en el Palacio Real por motivos de salud y después de toda una tarde de especulaciones sobre su presencia o ausencia en la ceremonia de entrega del premio Cervantes 2024. “Haré todo lo posible por asistir”, había dicho; de hecho, ya tenía elegido el chaqué y la corbata negra, de luto, por la muerte del papa Francisco. Finalmente, Pombo (Santander, 85 años) asistió, muy frágil, y esa fragilidad no fue solo una nota anecdótica, sino la vértebra de su discurso, que versó sobre la fragilidad en la obra de Miguel de Cervantes (concretamente en el texto El licenciado Vidriera, una de sus Novelas ejemplares) y que, precisamente por la fragilidad, fue leído por Mario Crespo, colaborador, amigo y gran experto en su obra.

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 El discurso del escritor, que ha recibido el galardón de manos del rey Felipe VI, ha versado sobre la fragilidad, tanto en la obra cervantina como en nuestras propias vidas  

El escritor Álvaro Pombo está frágil, lleva tiempo frágil, vino a Alcalá de Henares este miércoles en silla de ruedas, con su clásico gorro azul y sus gafitas redondas, después de no haber asistido en la víspera a la tradicional comida en el Palacio Real por motivos de salud y después de toda una tarde de especulaciones sobre su presencia o ausencia en la ceremonia de entrega del premio Cervantes 2024. “Haré todo lo posible por asistir”, había dicho; de hecho, ya tenía elegido el chaqué y la corbata negra, de luto, por la muerte del papa Francisco. Finalmente, Pombo (Santander, 85 años) asistió, muy frágil, y esa fragilidad no fue solo una nota anecdótica, sino la vértebra de su discurso, que versó sobre la fragilidad en la obra de Miguel de Cervantes (concretamente en el texto El licenciado vidriera, una de sus Novelas ejemplares) y que, precisamente por la fragilidad, fue leído por Mario Crespo, colaborador, amigo y gran experto en su obra.

Antes de esa lectura, Álvaro Pombo recibió el galardón más prestigioso de las letras en lengua castellana (y dotado con 125.000 euros) de manos del rey Felipe VI y la reina Letizia, encogido en su silla de ruedas y con una sonrisa enternecedora. El propio Rey, después de colocarle la medalla al cuello, giró la silla para enfrentar al escritor a los aplausos de los congregados, e incluso le ayudó a sostener el galardón entre las manos frágiles y temblorosas. El ganador de la anterior edición, Luis Mateo Díez, aplaudía en primera fila.

El discurso, dijo Pombo a través de Crespo, lo tenía escrito desde hace “muchos años” por si acaso le “caía del cielo este maravilloso premio”. Titulado Fenomenología de la fragilidad, el texto hace un repaso por momentos frágiles de Don Quijote (“Yo no puedo más”), de Sancho Panza y hasta del caballo Rocinante. “O la fragilidad inquebrantable del licenciado convertido en vidrio”, recuerda Pombo. Piensa que la fragilidad, que nos acompaña en nuestra vida y en nuestro día a día, es, quizás más que nunca, el gran tema del mundo: la fragilidad ante la enfermedad, ante la soledad, o la injusticia, o la inseguridad y la falta de convicciones, ante las causas perdidas. “La fragilidad del ser humano ante las más diversas instituciones que parece que no le amparan a uno, en una sociedad cada vez más ininteligible”, describió.

Y lo conectó con su actual trabajo en la escritura de una novela sobre la liquidación del colonialismo español. “La fragilidad de España nos lleva una vez más a levantar una capilla a Santiago Matamoros y luego los moros matan a los españoles de Santiago Matamoros”, dijo, en referencia al desastre de Annual, muestra de la fragilidad de España. “Ahora nadie se bate en duelo por su honor, ni por el honor de España ni por el del tato. Nos hemos convertido en influencers y mercachifles”.

El escritor Álvaro Pombo tras recibir el Premio Cervantes 2024 de manos de los reyes Felipe y Letizia.

Pombo, licenciado en Filosofía y académico de la RAE, ha ganado casi todos los premios y, aun de raigambre poética, es poseedor de una extensa obra narrativa (por ejemplo, El temblor del héroe, Donde la mujeres, La fortuna de Matilda Turpin o las más recientes El exclaustrado o Santander, 1936). Conocido también por su bonhomía, su guasa (“Cervantes era un pringao”, dijo en la rueda de prensa tras anunciarse el premio, en referencia a la precariedad del alcalaíno) y sus formas algo bohemias (como capitán de una casa como un barco en el madrileño barrio de Argüelles, en cuyos bancos públicos no era raro topárselo tomando el fresco), tuvo su aventura política en tiempos de Unión Progreso y Democracia, partido hoy desaparecido, para el que encabezó la listas al Senado en 2008. Dijo Ortega y Gasset que Miguel de Cervantes fue un hombre “profundo y pobre”. “Es muy posible que para alcanzar la grandeza en España, para superar la fragilidad, tengamos todos que llegar a la profundidad y la pobreza”, remató Pombo, siempre en la voz de Mario Crespo.

Bondad y verdad

Antes del discurso del premiado, intervino Ernest Urtasun, ministro de Cultura, que tuvo unas primeras palabras en recuerdo del escritor Mario Vargas Llosa, recién fallecido, que recibió el premio en este Paraninfo en 1995. Ahora lo recibe Álvaro Pombo García de los Ríos que, como observó el ministro, es un dodecasílabo con “acento en la primera, la cuarta, la séptima y la decimoprimera sílaba del verso. Un verso único, suelto y excepcional, en medio del gran texto de las letras españolas”. Destacó Urtasun las raíces de Pombo en la experiencia familiar y la memoria afectiva, su registro coloquial, su lenguaje particular, el tema de la homosexualidad, la circunstancia del exilio, la sagacidad, su “brillantez intelectual que nunca es impostura”.

Y clausuró el acto, como es habitual, el rey Felipe VI, que quiso comentar dos “aspectos esenciales” de la obra de Pombo: la bondad y la verdad. A juicio del monarca, el interés literario por la bondad resulta sorprendente “porque diríase que la maldad —y conste que me refiero al ámbito literario— ofrece más posibilidades”. La bondad caracteriza a Don Quijote (que se propone “desfazer entuertos”) y de la bondad habló, por cierto, Mario Vargas Llosa en este foro hace 30 años. “Pombo no es ingenuo. No piensa que todo el mundo sea bueno, sino que sería deseable que lo fuera”, dijo Felipe VI. Hay personajes malvados en la obra de Pombo (en Los delitos insignificantes, en Contra natura, en El exclaustrado), pero lo son como un fracaso. “En cambio, la bondad le parece lo inaudito, lo brillante, la gran creación”.

Respecto a la verdad, segundo tema central de Pombo, a juicio del Rey: su discurso de ingreso en la RAE, en 2004, se tituló Verosimilitud y verdad. La verdad es un tema filosófico y, como recordó Felipe VI, Pombo estudió Filosofía mientras se ganaba la vida limpiando casas o trabajando como telefonista de un banco, cosa que hace sus novelas imprevisibles: “No sabemos si en la página siguiente va a citar a Heidegger o a hablarnos de su gato”, dijo el monarca. ¿Por qué buscar la verdad en la literatura? “La literatura tiene una misión de claridad, no lo olvidemos. Consiste en articular lo inarticulado, en dar voz a sentimientos confusos, a situaciones confusas, a ideas confusas que pueden conducir a desenlaces terribles”, explicó el Rey, que acabó reivindicando estos valores (claridad, bondad, verdad) como faros que han de guiarnos en estos días “inciertos, duros y, para muchos, aciagos”.

Y sonó el Gaudemus Igitur en las voces del coro: era la hora del canapé.

No era la primera vez que se hacía patente la fragilidad en el Cervantes: hay ejemplos recientes. Cristina Peri-Rossi, premio Cervantes 2021, con problemas de salud, envió a la actriz Cecilia Roth a recoger el premio y leer el discurso (con sus dotes interpretativas mejoró la prosodia habitual de los escritores, que escriben mejor que hablan). El premiado de 2020, el poeta Francisco Brines, recibió el premio en una visita de los Reyes a su casa de Oliva, Valencia, en tiempos de distanciamientos pandémicos, entre sillas de mimbre y naranjos. Cabe preguntarse (y mucha gente se lo pregunta en las redes) por qué tantas veces se espera hasta edades tan avanzadas para dar estos reconocimientos. Por qué, muchas otras veces, los mayores homenajes se reciben tras la muerte. Y qué importa todo esto si todos vamos a morir.

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