Tras un día en el que Javier Cercas, con la inestimable ayuda divina y humana (su pluma lo abala) ha sido uno de los autores más vendidos iba a escribir de política tradicional, temas de los que hablar no faltan. Pero me entró otra política en mente: la celebración de Sant Jordi que acabamos de vivir. Sí, amigos, comprar un libro, o no comprarlo, incluso qué libro comprar, también es política. En esas andaba, dándole vueltas a la cabeza, y a la tecla, cuando me dio por repasar la historia.
¿Desde cuándo se celebra Sant Jordi?, ¿a quién se le ocurrió?, ¿por qué?, ¿cuándo empezó a hablarse de dinero en lugar de cultura? No eran muchas las incógnitas a resolver, así que me puse a ello.
En primer lugar, me enteré de que la idea fue de Vicente Clavel, un periodista y editor… valenciano, que fundó en 1916 la Editorial Cervantes en Barcelona, primera sorpresa. Pensé, es como lo del “pa amb tomàquet”, que parece catalán y fue cosa de murcianos… Al césar lo que es del césar, me dije, y seguí investigando.
En 1923 Vicente Clavel llevó a cabo su iniciativa más ambiciosa: la Memoria de la Cámara del Libro hizo público que “está pendiente de examen” su propuesta de “dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro Español”, una proposición que se respaldó en 1925 para lograr que, en 1926, Alfonso XIII la convirtiera en real decreto.
¿Y qué día mejor para celebrarlo?, pensó nuestro convencido cervantista valenciano que el natalicio del inmortal Cervantes, o sea el 7 de octubre.
Sin embargo, entre que octubre no es mes para confiar en el clima, y que no está clara la fecha de nacimiento del ilustre escritor, la propuesta tenía los días contados. Menos de un lustro duró la celebración.
Fue en 1930 cuando la fecha de la fiesta cambiaría definitivamente y el 23 de abril se instituyó como la elegida. Se decía que Cervantes había muerto ese día, aunque hoy sabemos que fue el 22. Más tarde, para aumentar la justificación, se sumarían dos fallecimientos literarios: el del Inca Garcilaso de la Vega (tampoco probado con exactitud) y el de William Shakespeare (aunque este día, computado entonces en el isabelino calendario juliano, correspondería en el gregoriano al 3 de mayo).
Y así, es cómo en Cataluña llamamos con el nombre del patrón Sant Jordi a una fiesta del “libro español” ideada por un valenciano y decretada por un Borbón.
En aquel momento la celebración y tenía como centro la publicación de novedades y la organización de actos de firmas de ejemplares con autores, dos características que se mantienen.
La consolidación internacional del día 23 de abril como la Fiesta del Libro llega con la proclamación por la Unesco del 23 de abril como el Día Mundial del Libro y los Derechos de Autor en el 1995.
Y de la historia a la economía, o sea al dinero. No hay titular sobre Sant Jordi que no hable de lo que se vendió el año pasado: casi dos millones de libros. Sí, en poco más de un día, facturaron el doble que la Feria del Libro de Madrid en dos semanas. Sin embargo, como nos recuerda Rosa Montero en su columna: “La inmensa mayoría de los autores son en realidad unos tipos marginales y muertos de hambre”. ¿Dónde van a parar esos más de 25 millones de euros en ventas? Echen cuentas, porque a los bolsillos de los escritores no van.
Y ahora sí, que tengan ustedes un buen San Jordi y que, compren o regalen, pero sobre todo lean, por favor, que a este país le hace buen falta.
En Cataluña llamamos con el nombre del patrón a una fiesta del “libro español” ideada por un valenciano y decretada por un Borbón
Tras un día en el que Javier Cercas, con la inestimable ayuda divina y humana (su pluma lo abala) ha sido uno de los autores más vendidos iba a escribir de política tradicional, temas de los que hablar no faltan. Pero me entró otra política en mente: la celebración de Sant Jordi que acabamos de vivir. Sí, amigos, comprar un libro, o no comprarlo, incluso qué libro comprar, también es política. En esas andaba, dándole vueltas a la cabeza, y a la tecla, cuando me dio por repasar la historia.
¿Desde cuándo se celebra Sant Jordi?, ¿a quién se le ocurrió?, ¿por qué?, ¿cuándo empezó a hablarse de dinero en lugar de cultura? No eran muchas las incógnitas a resolver, así que me puse a ello.
En primer lugar, me enteré de que la idea fue de Vicente Clavel, un periodista y editor… valenciano, que fundó en 1916 la Editorial Cervantes en Barcelona, primera sorpresa. Pensé, es como lo del “pa amb tomàquet”, que parece catalán y fue cosa de murcianos… Al césar lo que es del césar, me dije, y seguí investigando.
En 1923 Vicente Clavel llevó a cabo su iniciativa más ambiciosa: la Memoria de la Cámara del Libro hizo público que “está pendiente de examen” su propuesta de “dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro Español”, una proposición que se respaldó en 1925 para lograr que, en 1926, Alfonso XIII la convirtiera en real decreto.
¿Y qué día mejor para celebrarlo?, pensó nuestro convencido cervantista valenciano que el natalicio del inmortal Cervantes, o sea el 7 de octubre.
Sin embargo, entre que octubre no es mes para confiar en el clima, y que no está clara la fecha de nacimiento del ilustre escritor, la propuesta tenía los días contados. Menos de un lustro duró la celebración.
Fue en 1930 cuando la fecha de la fiesta cambiaría definitivamente y el 23 de abril se instituyó como la elegida. Se decía que Cervantes había muerto ese día, aunque hoy sabemos que fue el 22. Más tarde, para aumentar la justificación, se sumarían dos fallecimientos literarios: el del Inca Garcilaso de la Vega (tampoco probado con exactitud) y el de William Shakespeare (aunque este día, computado entonces en el isabelino calendario juliano, correspondería en el gregoriano al 3 de mayo).
Y así, es cómo en Cataluña llamamos con el nombre del patrón Sant Jordi a una fiesta del “libro español” ideada por un valenciano y decretada por un Borbón.
En aquel momento la celebración y tenía como centro la publicación de novedades y la organización de actos de firmas de ejemplares con autores, dos características que se mantienen.
La consolidación internacional del día 23 de abril como la Fiesta del Libro llega con la proclamación por la Unesco del 23 de abril como el Día Mundial del Libro y los Derechos de Autor en el 1995.
Y de la historia a la economía, o sea al dinero. No hay titular sobre Sant Jordi que no hable de lo que se vendió el año pasado: casi dos millones de libros. Sí, en poco más de un día, facturaron el doble que la Feria del Libro de Madrid en dos semanas. Sin embargo, como nos recuerda Rosa Montero en su columna: “La inmensa mayoría de los autores son en realidad unos tipos marginales y muertos de hambre”. ¿Dónde van a parar esos más de 25 millones de euros en ventas? Echen cuentas, porque a los bolsillos de los escritores no van.
Y ahora sí, que tengan ustedes un buen San Jordi y que, compren o regalen, pero sobre todo lean, por favor, que a este país le hace buen falta.
EL PAÍS