Jim Jarmusch: «He recurrido a la violencia en varios momentos de mi vida, pero no me siento orgulloso ni lo recomendaría»

<p>Jim Jarmusch (Akron, Ohio, 1953) está de vuelta. <strong>Él, su inconfundible pelo blanco, su hablar errático y su anillo en forma de calavera</strong>. «Este tipo de joyas las hacía un tipo en Nueva York que fue asesinado», comenta en un hotel del Lido veneciano a orillas del Adriático durante la pasada Mostra. Y continúa: «Hacía cualquier joya que quisieras con cualquier material. Lo que significaba que recibía materiales robados. Un drogadicto lo mató con un destornillador. Su hijo retomó el negocio. Gente como Keith Richards conseguía cosas allí. Podías pedir cualquier cosa: un lobo de platino con ojos de esmeraldas o lo que fuera. Era increíble. Un amigo mío, tatuador, lavaba tiempo atrás su dinero en efectivo a través de su máquina de tarjetas. Hablo de cuando los tatuajes eran ilegales en Nueva York. Me tomó cariño, el tipo, y puso mi foto en su local. Sí, este anillo va conmigo desde hace muchos años».</p>

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 El director estadounidense, que con el León de Oro en Venecia ‘Father Mother Sister Brother’ firma el regreso a su mejor cine, reflexiona sobre su padre, sobre Hollywood, sobre religión y sobre hongos alucinógenos  

Jim Jarmusch (Akron, Ohio, 1953) está de vuelta. Él, su inconfundible pelo blanco, su hablar errático y su anillo en forma de calavera. «Este tipo de joyas las hacía un tipo en Nueva York que fue asesinado», comenta en un hotel del Lido veneciano a orillas del Adriático durante la pasada Mostra. Y continúa: «Hacía cualquier joya que quisieras con cualquier material. Lo que significaba que recibía materiales robados. Un drogadicto lo mató con un destornillador. Su hijo retomó el negocio. Gente como Keith Richards conseguía cosas allí. Podías pedir cualquier cosa: un lobo de platino con ojos de esmeraldas o lo que fuera. Era increíble. Un amigo mío, tatuador, lavaba tiempo atrás su dinero en efectivo a través de su máquina de tarjetas. Hablo de cuando los tatuajes eran ilegales en Nueva York. Me tomó cariño, el tipo, y puso mi foto en su local. Sí, este anillo va conmigo desde hace muchos años».

Sea como sea, lo que presenta y el motivo de la conversación es la película, que no el anillo. Father Mother Sister Brother, a su modo, también es una joya con la que el director retoma su mejor pulso de la mano de viejos conocidos como Tom Waits, Adam Driver, Charlotte Rampling o Cate Blanchett.

Las dos primeras historias de la película [está compuesta de tres relatos, cada uno ambientado en una ciudad] hablan de la difícil relación de unos hijos con sus padres. ¿Cómo describiría su relación con sus padres?
Mi madre y yo estábamos muy unidos. No era el caso de mi padre. Era un hombre muy frustrado. No era malo, pero vivía muy amargado. Fue una relación problemática. De hecho, me fui de casa a los 17 años. Crecí cerca de Akron, Ohio, un lugar que no era muy inspirador. No odiaba a mi padre, pero una vez me dejó inconsciente de un golpe.
¿Qué pasó?
No lo recuerdo. Cualquier cosa que hiciera estaba mal. Sí recuerdo que me enseñó a hacer lo mismo que él, y me arrepiento un poco de ello. Él siempre decía que, si alguien invadía mi espacio personal, dejara de pensar y me defendiera. No creo que sea una buena filosofía, pero me la inculcó. Varias veces en mi vida he recurrido a la violencia, pero no lo recomendaría ni me siento orgulloso de ello. La violencia no es buena en ninguna forma. Pero mi padre me implantó esa respuesta. Durante mucho tiempo, ante la violencia, mi cerebro se apagaba y reaccionaba físicamente. Sé algo de artes marciales. Pero hoy solo practico Tai Chi y meditación.
¿Se reconcilió con su padre después, cuando comenzó a hacer cine?
Un poco. Mi padre despreciaba que hiciera cine. Pensaba que estaba malgastando mi vida. Para pagar mis estudios en Columbia, trabajé en fundiciones durante los veranos. Así no le debía nada. Aunque tengo que reconocer que él fue generoso en ese aspecto. Era una persona contradictoria. Cuando era adolescente y tenía el pelo largo, no me permitía comer en la misma mesa porque decía que parecía una chica. Sin embargo, el día que me expulsaron del colegio por mi forma de vestir, fue a la escuela a enfrentarse al director. «Nadie le dice a mi hijo qué aspecto tiene que tener», le dijo. Luego regresó a casa e insistió: «Ves, pareces una chica. Mira los problemas que causas».
¿Vio sus películas?
Le mostré Stranger Than Paradise y me dijo: «Creo que deben haber proyectado los rollos en desorden, porque no tiene sentido para mí». No lo estaban, pero bueno. Años después me felicitó: Siempre fue algo así.
¿Diría que el cine ha sido una especie de terapia para solucionar estos problemas familiares de los que habla?
No lo creo. El cine trata simplemente de la belleza de contar historias con una cámara. Me encanta la forma. Intento ver una película al día para, precisamente, absorber esa belleza. En alguna ocasión he dicho que me considero un amateur del cine, y el motivo es la relación que este término tiene con la palabra amor. Es diferente a ser un profesional. Nunca me he planteado hacer lo que hago por dinero o por tener una carrera. Es, simplemente, por amor. Por eso no tengo mucho dinero.
Pero vive de ello sin problemas…
Sí, tengo un apartamento y también un lugar en el campo, un refugio con un pequeño estudio de grabación. No es muy profesional, pero tengo mis instrumentos. Como cineasta independiente he sido lo suficientemente astuto y testarudo como para ser dueño de mis negativos. La propiedad intelectual es mía, así que me llega regularmente algo de dinero para financiar la oficina. Pero básicamente, estoy en números rojos.

«Cuando era adolescente, tenía el pelo largo y mi padre me rechazaba porque decía que parecía una chica»

¿Es ese el motivo por el que le ha llevado seis años completar esta película?
No fue tanto eso como que me desilusioné mucho con el mundo del cine. Llegué a plantearme dejarlo todo y dedicarme a la música. Hice un libro de collages, tuve exposiciones de arte, giras musicales… Estaba harto. Mi última película antes de esta, Los muertos no mueren, no fue una buena experiencia. Fue complicada. Intentaba filmar y los productores me decían que estaba financieramente acabado. No es algo muy alentador. Hubo otras fuentes de desilusión, también. Simplemente, dejó de ser algo positivo para mi espíritu.
Su última película, al contrario que la anterior, es extremadamente minimalista y, de alguna forma, regresa a los modos de sus primeros trabajos. ¿Es un giro premeditado a sus orígenes?
La verdad es que no soy muy analítico con mi trabajo. Pero no es más complicado organizar a un grupo de 15 zombis saliendo de una tumba [eso pasaba en Los muertos no mueren] que estar pendiente de cada detalle, de cada gesto, de cada inflexión de una conversación. El cine de Father Mother Sister Brother es como los arreglos florales. Cambias una simple hoja y ves otro color. Es muy delicado y exigente.
Se ha descrito su obra como un cine de silencios. ¿Se reconoce en esa definición?
En la música, las notas que no se tocan hacen resonar las que sí se tocan. Los silencios, las cosas entre las acciones, siempre han sido extremadamente importantes para mí, incluso temáticamente. Cuando se filman taxis, por ejemplo, nunca se ruedan los momentos intermedios en los que la gente se sube y se baja del coche. En Noche en la tierra sí me detuve en esos instantes. Igual que en Coffee and Cigarettes, donde lo que se ve es a personas tomándose un descanso de lo que realmente hacen. Los momentos que no son dramáticos siempre me han atraído. También se aplica al diálogo, a las pausas y a cómo habla la gente. Amo los momentos intermedios. No sé muy bien por qué. Es algo musical, también.
Imagino que es una cuestión de ritmo.
Es el antidrama lo que me seduce. Por eso odio los biopics. En un biopic solo interesan los momentos dramáticamente relevantes en la vida de alguien, puestos en fila uno detrás de otro. Eso no da ninguna idea de la vida de una persona, es solo una reducción barata de Hollywood.

«No creo en las religiones organizadas, pero sí que hay una sola conciencia en el universo. Es mi filosofía»

¿Nunca se ha planteado hacer uno?
Hace muchos años intenté hacer uno sobre Eddie Cochran. Investigué, y su vida era bastante aburrida. Eso me gustó. Él era muy leal a su novia. Empecé a escribir un guion, pero no hubo manera.
¿Y no le han propuesto hacer uno sobre su vida?
Me han pedido que hagan documentales sobre mí, incluso mi amiga cercana Claire Denis. Les dije que no. Dos jóvenes en Nueva York están haciendo una película animada con títeres sobre algunos incidentes extraños de mi vida: un viaje a Moscú a finales de los 80, aventuras en París, en Italia, en Nueva York. Eso sería lo más cercano a mi biopic y, créame, es ridículo.
¿Cuál de esas aventuras es la más salvaje?
Probablemente, cuando me quedé un mes en Roma con Roberto Benigni. Jugábamos un juego cada noche: Senso Unico (sentido único). Conducíamos de regreso a su casa por calles de un solo sentido, pero en dirección contraria. Era aterrador. Roberto lo amaba. Es muy coordinado como un piloto de carreras. Una vez compró un videojuego en el aeropuerto. En un vuelo de una hora de Nueva Orleans a Jamaica, lo terminó. Me dijo: «Jim, ¿quieres probar esto? He alcanzado la puntuación máxima». Su cerebro funciona increíblemente rápido. Otra vez, escribió un ensayo en italiano sobre la originalidad. Me lo leyó y era muy lúcido. Luego me dijo: «Jim, mira las notas al pie». Cada oración la había tomado de alguien: Spinoza, Italo Calvino… ¡Nada era original!
Menciona a Begnini y me viene a la mente que ha trabajado con innumerables estrellas, desde Johnny Depp a Bill Murray pasando por Robert Mitchum. ¿Qué hace un tipo tan independiente como usted con tanta celebridad?
Nunca me ha intimidado trabajar con gente famosa. Solo Robert Mitchum era un poco intimidante. Mientras filmaba, pensaba: «Vamos a hacer otra toma. Dios mío, es Robert Mitchum». Era un tipo duro, pero muy divertido y autocrítico. Llegaba al set y el equipo le preguntaba: «¿Cómo está hoy, Sr. Mitchum?». Él respondía: «Peor». Ese tipo de cosas.

«Mi cine es como los arreglos florales: Cambias una simple hoja y ves otro color. Es muy delicado y exigente»

¿Alguna vez se sintió tentado por Hollywood?
Solo al principio, después de Stranger Than Paradise, me contactaron para hacer comedias juveniles. Les dije: «¿Han visto mi película? ¿Están bromeando?». Siempre lo rechacé. Creo que ya lo han entendido.
¿Qué opinión le merece el Hollywood de ahora?
Ha cambiado, pero Hollywood sigue siendo Hollywood. Siguen con análisis demográficos, algo que siempre me ha desconcertado. Estoy convencido de que ganarían más dinero si arriesgaran un poco. Por ejemplo, David Lynch no pudo financiar una película hasta que le dejaron hacer Twin Peaks y completó una obra maestra de 18 horas. Pero no pudo hacer un largometraje. No le daban dinero. ¿Qué diablos? Recientemente hablaba por teléfono con David Cronenberg para una entrevista y 30 segundos antes de comenzar, ambos nos enteramos de su muerte. Quedamos conmocionados.
¿Le preocupa la muerte?
No, para nada. Creo que la existencia es algo circular. No creo en las religiones organizadas, pero sí creo que hay una sola conciencia en el universo. Sigo esta filosofía guiado, en parte, por la psilocibina (una sustancia alucinógena que se obtiene de ciertos tipos de hongos). Soy un micólogo aficionado y uso la psilocibina como medicina, no para colocarme. Todos tenemos diferentes perspectivas, pero el universo es una sola conciencia. Pensar que tenemos una conciencia individual alimenta el ego.
¿Puede ser más explícito?
No me refiero a la reencarnación ni nada de eso. Hablo de entrar en el campo de energía del universo. Los árboles y las plantas saben esto mismo perfectamente. Es muy extraño. Camino por el bosque y los árboles me dicen: «Sabemos que tú sabes que nosotros somos tú». Es como el viejo chiste del sacerdote budista que lleva a su hijo a la montaña, miran el paisaje y le dice: «Hijo mío, todo esto serás tú algún día». En lugar de «todo esto será tuyo».
¿Cómo empezó con la psilocibina?
Tomé alucinógenos cuando era más joven, más para colocarme. LSD, mescalina y peyote. Pero la psilocibina es distinta porque te abre a no estar atado a una sola conciencia. Va a sonar ridículo, pero imaginemos esto: estamos aquí ahora, vemos este vaso, estos objetos. De repente, eres una mosca, un insecto. Ves exactamente las mismas cosas que ella, pero imagina su percepción. La mosca está viendo lo mismo que nosotros, pero algo totalmente distinto. Compartimos la conciencia con ella. El problema es que somos muy antropocéntricos. Por eso soy vegano. Me molesta reducir los animales a esclavos y me irrita la forma en que la gente percibe a las plantas sin entender que son seres sintientes. Los hongos me enseñaron esto. Pero creo que me estoy extendiendo mucho. Vamos a dejarlo aquí.

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