Sergi López regresa a las tablas para huir del estrellato después de ‘Sirât’

Su vida se ha convertido en un torbellino. El actor Sergi López (Vilanova y la Geltrú, 59 años) acepta, como puede, ser una estrella mediática. No es que se haya hecho popular ahora, después de haber participado en más de 100 películas por media Europa (Solo mía, Pa negre, El laberinto del fauno, Una relación privada, Mapa de los sonidos de Tokio…), pero nunca ha hecho nada por prodigarse como hombre mediático. Protagonizar Sirât, filme de Oliver Laxe que ha recibido el premio del Jurado en el festival de Cannes y ha sido seleccionado como representante española para los premios Oscar, le ha situado en algo muy parecido al estrellato, y ese no es su territorio. Choca frontalmente con la forma de vida tranquila y pueblerina que le gusta llevar. “Y no me quejo, porque a fin de cuentas mi vida es la de un saltimbanqui y nosotros sabemos que hoy te puede ir bien, pero se puede acabar mañana”, asegura.

Lo de saltimbanqui no es una metáfora: “Es lo que empecé siendo y lo que continúo sintiendo. La itinerancia forma parte de los actores; empecé haciendo bolos teatrales por pequeñas poblaciones con una furgoneta de segunda mano, creando nuestros propios textos y espectáculos, y me encanta la idea de recuperar eso”. Lo cierto es que está más itinerante que nunca. Pero a lo bruto, de otra forma, tras los últimos acontecimientos: “No me puedo dejar engullir por una dinámica que no he decidido yo”.

Sergi López, sin ser ajeno a todo este ruido, vuelve profesionalmente donde siempre, a las raíces y a las más profundas. Regresa a su más celebrado espectáculo teatral, Non solum, un monólogo escrito a cuatro manos por él mismo y Jorge Picó, quien también asume la dirección. Una historia por la que desfilan muchísimos personajes con los que ha anonadado a miles de espectadores y un buen número de jurados que decidieron premiar esta pieza, que ha recibido numerosos galardones desde que se estrenó hace ya veinte años. Un espectáculo que ha renacido en varias ocasiones (la última hace ocho años) y que sus creadores, a lo largo de estas dos décadas, han ido dejando en lo que creen sustancial, hasta el punto de que empezó durando dos horas y ahora no pasa de 70 minutos.

Sergi López, en una imagen promocional de 'Non solum' en su estreno hace dos décadas.

Según el actor, el punto de partida de Non solum es sencillo: coger al público de la mano y llevarlo a territorios y situaciones improbables, utilizando el humor como arma reveladora. “El teatro es una ceremonia de purificación, catártico, me va a venir muy bien para limpiarme en este momento, y más aún con esta comedia surrealista”.

Esta vuelta a los escenarios (estará en el teatro Marquina de Madrid del 15 al 19 de octubre, tras lo cual realizará una gira por diferentes pueblos y ciudades) también forma parte de su plan para dejar de ser una estrella mediática. “Lo principal es protegerme un poco, no dejar que el personaje me coma y, al mismo tiempo, ser consciente de que ahora las cosas vienen así”. Y añade: “A fin de cuentas es lo que queremos, que la gente vaya al teatro y a ver películas, pero siempre y cuando todo esto que me está pasando me deje tiempo para vivir, para poder existir y no estar al servicio de este personaje que se llama Sergi López y se parece bastante a mí”.

López es otro de esos productos mágicos que creó Jacques Lecoq, un actor, pedagogo y personaje mítico para las gentes del teatro contemporáneo, aunque no para el gran público. En su afamada escuela parisina aprendió no solo el oficio, sino que el cuerpo es la principal herramienta del actor y no la palabra. Y, sobre todo, que en un escenario no se renuncia a ninguna de las formas de expresión que el teatro gestual viene utilizando, desde las fiestas báquicas preteatrales hasta las renovadas técnicas del mundo de la pantomima, pasando por la comedia del arte.

“Llegué a su escuela pensando si podría ganarme la vida haciendo de payaso, y este señor me salvó la vida. Me ayudó a entender que cada uno tenemos nuestra escritura personal sobre un escenario y todos llevamos a un autor dentro. Fue alguien fundamental en mi vida”, sostiene.

Sergi López, en 'Sirät', de Oliver Laxe.

López se considera un actor “a la catalana”. Es decir, heredero de una afición por el teatro que ha hecho que casi sea absurda la pregunta de por qué se le ocurrió hacerse actor. Hay compañías de aficionados en la mayoría de los pueblos y barrios de Cataluña. De hecho, es difícil encontrar un crío que no haya participado desde muy pequeño en el tradicional espectáculo de Els Pastorets, y que con la edad no haya hecho en algún momento teatro amateur. “Es un privilegio muy grande empezar muy pequeño en un teatro de verdad, con público de verdad”, apunta el actor, que llegó a interpretar al demonio, personaje cimental de esta pieza cuya influencia es tal, que en este momento López prepara junto a un amigo una obra que gira en torno a Belcebú. “Pero no es la encarnación del mal, va más en plan comedia humana en la que se analiza a un cascarrabias. Ese demonio lo tengo muy dentro, pero en plan payaso, porque soy muy poco esotérico”.

De hecho, en este momento hay dos importantes espectáculos en la cartelera barcelonesa que hablan de manera inteligente de esta tradición. Ambos deliciosamente divertidos: L’amor venia amb taxi, un musical de La Cubana, y Els Bons, obra de Ramon Madaula, que interpreta junto a Jordi Boixaderas, bajo la dirección de Paco Mir (Tricicle).

La vida de López, al margen del trabajo, es una existencia casi vulgar. Un apacible discurrir diario, en el mismo pueblo en el que nació, en la misma casa familiar donde se crio, con su madre de vecina en el piso de abajo y a la que pregunta si tiene arroz o harina por la ventana, con una sólida familia con la que no vive, pero que sabe que siempre está ahí: “Al tiempo somos muy independientes unos de otros. No hay que olvidar que el trabajo, en mi caso, es totalmente vocacional, por lo que forma parte de mi vida, de lo que quiero que sea mi vida, tanto si estoy escribiendo como preparando algo, leyendo, estudiando. Y luego tengo un entorno muy cercano, formado por mis hijos, mi madre, mi hermano, mis amigos, y ninguno está pendiente del teatro o del cine. Hablamos de fútbol, de comida o de chorradas. Lo único que tengo que hacer es compaginar los dos mundos y que no se desequilibren”.

Sergi López, la semana pasada en Barcelona.

En la conversación son varias las ocasiones en que utiliza solo la forma femenina para autodefinirse, como “nosotras” o “las actrices sufrimos paro”: “Juego con ello cuando hago entrevistas, pienso que este mundo que se está cayendo a trozos es una propuesta masculina y estamos muy necesitados de que la humanidad gobierne con una propuesta femenina, menos testosterónica, competitiva, ambiciosa, individualista. Sin embargo, cuando pienso en lo femenino no hablo solo de las mujeres, hablo de muchas cosas y estamos muy necesitados de ello, porque o nos salvamos todos juntos o no se salva nadie”.

De momento y hasta que la solución se globalice, quiere sobre todo ser dueño de su vida: “Seguir disfrutando de una profesión que me permite, al margen del reconocimiento social, tener un trabajo que me llena mucho, no solo por los personajes que abordo, sino porque son trabajos en equipo, algo que compartimos muchos a la hora de contar una historia”.

Políticamente es sabido su apoyo al independentismo catalán de izquierda, en varias ocasiones concretamente a la CUP: “Lo del independentismo lo llevo bien, es una convicción mía. El pueblo catalán existe y, como existe, tiene que decidir lo que quiere. Chimpún”.

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 Tras protagonizar la exitosa película de Oliver Laxe, candidata española al Oscar, el actor retoma su celebrado monólogo ‘Non solum’  

Su vida se ha convertido en un torbellino. El actor Sergi López (Vilanova y la Geltrú, 59 años) acepta, como puede, ser una estrella mediática. No es que se haya hecho popular ahora, después de haber participado en más de 100 películas por media Europa (Solo mía, Pa negre, El laberinto del fauno, Una relación privada, Mapa de los sonidos de Tokio…), pero nunca ha hecho nada por prodigarse como hombre mediático. Protagonizar Sirât, filme de Oliver Laxe que ha recibido el premio del Jurado en el festival de Cannes y ha sido seleccionado como representante española para los premios Oscar, le ha situado en algo muy parecido al estrellato, y ese no es su territorio. Choca frontalmente con la forma de vida tranquila y pueblerina que le gusta llevar. “Y no me quejo, porque a fin de cuentas mi vida es la de un saltimbanqui y nosotros sabemos que hoy te puede ir bien, pero se puede acabar mañana”, asegura.

Lo de saltimbanqui no es una metáfora: “Es lo que empecé siendo y lo que continúo sintiendo. La itinerancia forma parte de los actores; empecé haciendo bolos teatrales por pequeñas poblaciones con una furgoneta de segunda mano, creando nuestros propios textos y espectáculos, y me encanta la idea de recuperar eso”. Lo cierto es que está más itinerante que nunca. Pero a lo bruto, de otra forma, tras los últimos acontecimientos: “No me puedo dejar engullir por una dinámica que no he decidido yo”.

Sergi López, sin ser ajeno a todo este ruido, vuelve profesionalmente donde siempre, a las raíces y a las más profundas. Regresa a su más celebrado espectáculo teatral, Non solum, un monólogo escrito a cuatro manos por él mismo y Jorge Picó, quien también asume la dirección. Una historia por la que desfilan muchísimos personajes con los que ha anonadado a miles de espectadores y un buen número de jurados que decidieron premiar esta pieza, que ha recibido numerosos galardones desde que se estrenó hace ya veinte años. Un espectáculo que ha renacido en varias ocasiones (la última hace ocho años) y que sus creadores, a lo largo de estas dos décadas, han ido dejando en lo que creen sustancial, hasta el punto de que empezó durando dos horas y ahora no pasa de 70 minutos.

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Según el actor, el punto de partida de Non solum es sencillo: coger al público de la mano y llevarlo a territorios y situaciones improbables, utilizando el humor como arma reveladora. “El teatro es una ceremonia de purificación, catártico, me va a venir muy bien para limpiarme en este momento, y más aún con esta comedia surrealista”.

Esta vuelta a los escenarios (estará en el teatro Marquina de Madrid del 15 al 19 de octubre, tras lo cual realizará una gira por diferentes pueblos y ciudades) también forma parte de su plan para dejar de ser una estrella mediática. “Lo principal es protegerme un poco, no dejar que el personaje me coma y, al mismo tiempo, ser consciente de que ahora las cosas vienen así”. Y añade: “A fin de cuentas es lo que queremos, que la gente vaya al teatro y a ver películas, pero siempre y cuando todo esto que me está pasando me deje tiempo para vivir, para poder existir y no estar al servicio de este personaje que se llama Sergi López y se parece bastante a mí”.

López es otro de esos productos mágicos que creó Jacques Lecoq, un actor, pedagogo y personaje mítico para las gentes del teatro contemporáneo, aunque no para el gran público. En su afamada escuela parisina aprendió no solo el oficio, sino que el cuerpo es la principal herramienta del actor y no la palabra. Y, sobre todo, que en un escenario no se renuncia a ninguna de las formas de expresión que el teatro gestual viene utilizando, desde las fiestas báquicas preteatrales hasta las renovadas técnicas del mundo de la pantomima, pasando por la comedia del arte.

“Llegué a su escuela pensando si podría ganarme la vida haciendo de payaso, y este señor me salvó la vida. Me ayudó a entender que cada uno tenemos nuestra escritura personal sobre un escenario y todos llevamos a un autor dentro. Fue alguien fundamental en mi vida”, sostiene.

Sirat

López se considera un actor “a la catalana”. Es decir, heredero de una afición por el teatro que ha hecho que casi sea absurda la pregunta de por qué se le ocurrió hacerse actor. Hay compañías de aficionados en la mayoría de los pueblos y barrios de Cataluña. De hecho, es difícil encontrar un crío que no haya participado desde muy pequeño en el tradicional espectáculo de Els Pastorets, y que con la edad no haya hecho en algún momento teatro amateur. “Es un privilegio muy grande empezar muy pequeño en un teatro de verdad, con público de verdad”, apunta el actor, que llegó a interpretar al demonio, personaje cimental de esta pieza cuya influencia es tal, que en este momento López prepara junto a un amigo una obra que gira en torno a Belcebú. “Pero no es la encarnación del mal, va más en plan comedia humana en la que se analiza a un cascarrabias. Ese demonio lo tengo muy dentro, pero en plan payaso, porque soy muy poco esotérico”.

De hecho, en este momento hay dos importantes espectáculos en la cartelera barcelonesa que hablan de manera inteligente de esta tradición. Ambos deliciosamente divertidos: L’amor venia amb taxi, un musical de La Cubana, y Els Bons, obra de Ramon Madaula, que interpreta junto a Jordi Boixaderas, bajo la dirección de Paco Mir (Tricicle).

La vida de López, al margen del trabajo, es una existencia casi vulgar. Un apacible discurrir diario, en el mismo pueblo en el que nació, en la misma casa familiar donde se crio, con su madre de vecina en el piso de abajo y a la que pregunta si tiene arroz o harina por la ventana, con una sólida familia con la que no vive, pero que sabe que siempre está ahí: “Al tiempo somos muy independientes unos de otros. No hay que olvidar que el trabajo, en mi caso, es totalmente vocacional, por lo que forma parte de mi vida, de lo que quiero que sea mi vida, tanto si estoy escribiendo como preparando algo, leyendo, estudiando. Y luego tengo un entorno muy cercano, formado por mis hijos, mi madre, mi hermano, mis amigos, y ninguno está pendiente del teatro o del cine. Hablamos de fútbol, de comida o de chorradas. Lo único que tengo que hacer es compaginar los dos mundos y que no se desequilibren”.

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En la conversación son varias las ocasiones en que utiliza solo la forma femenina para autodefinirse, como “nosotras” o “las actrices sufrimos paro”: “Juego con ello cuando hago entrevistas, pienso que este mundo que se está cayendo a trozos es una propuesta masculina y estamos muy necesitados de que la humanidad gobierne con una propuesta femenina, menos testosterónica, competitiva, ambiciosa, individualista. Sin embargo, cuando pienso en lo femenino no hablo solo de las mujeres, hablo de muchas cosas y estamos muy necesitados de ello, porque o nos salvamos todos juntos o no se salva nadie”.

De momento y hasta que la solución se globalice, quiere sobre todo ser dueño de su vida: “Seguir disfrutando de una profesión que me permite, al margen del reconocimiento social, tener un trabajo que me llena mucho, no solo por los personajes que abordo, sino porque son trabajos en equipo, algo que compartimos muchos a la hora de contar una historia”.

Políticamente es sabido su apoyo al independentismo catalán de izquierda, en varias ocasiones concretamente a la CUP: “Lo del independentismo lo llevo bien, es una convicción mía. El pueblo catalán existe y, como existe, tiene que decidir lo que quiere. Chimpún”.

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