<p><strong>Jarvis Cocker</strong>, el líder de <strong>Pulp</strong>, le ha definido como «el Picasso del pop», mientras que <strong>Stuart Murdoch</strong> de <strong>Belle and Sebastian </strong>le reivindica como un «<strong>genio </strong>subestimado», con canciones «a la altura de Debussy, pero aún mejor por las palabras». «Oh, ¿dijeron eso? No lo sabía. Es bastante bueno», casi sonríe Lawrence en el sofá de su hotel, al lado de Las Ramblas. </p>
Es un músico de culto pero nunca ha tenido visibilidad comercial. Al líder de los grupos Felt, Denim y Mozart Estate le han comparado con «el Picasso del pop», le han dedicado un busto de mármol y un documental. Ahora el periodista Will Hodgkinson publica una deliciosa biografía que parece de ficción
Jarvis Cocker, el líder de Pulp, le ha definido como «el Picasso del pop», mientras que Stuart Murdoch de Belle and Sebastian le reivindica como un «genio subestimado», con canciones «a la altura de Debussy, pero aún mejor por las palabras». «Oh, ¿dijeron eso? No lo sabía. Es bastante bueno», casi sonríe Lawrence en el sofá de su hotel, al lado de Las Ramblas.
Es normal que no lo sepa: no usa internet ni ninguna pantalla, su Nokia tiene más de 20 años y su máxima habilidad tecnológica es atarse los zapatos. «Tengo muchos problemas en los hoteles. Siempre tiene que venir alguien a encenderme la calefacción y la tele», suspira junto a su biógrafo, Will Hodgkinson, uno de los mejores periodistas musicales de Reino Unido. ¿Este tipo de piel vampírica, aspecto frágil, 63 años y modos casi infantiles (está contento porque le han comprado un mango ya cortado en el Mercado de la Boqueria: «más o menos será todo lo que coma hoy», señala Hodgkinson) se supone que es el Picasso del pop? Sí, salvo que nadie le conoce y parece más un Quijote con estética ravera, lo que coloca a Hodgkinson como un sensato Sancho Panza que durante un año le ha acompañado por las calles de Londres.
Lawrence, así a secas (no le gusta que digan su apellido), es la más desconocida estrella del britpop, un músico de culto que fundó la ochentera Felt, una banda destinada a sacar 10 disccos en 10 años y disolverse («era mi plan desde el inicio, nunca nadie en la historia de la música dijo ‘vamos a hacer una banda y a separarnos después de diez años’», cuenta); se reinventó con la más electrónica Denim y continuó con Go-Kart Mozart, hoy reconvertida en Mozart Estate: él mismo considera que es tan bueno como Mozart.
A pesar de su nula visibilidad comercial, a Lawrence le han dedicado un documental, Lawrence of Belgravia (que Paul Kelly tardó siete años en rodar), un busto de mármol en el que el escultor Corin Johnson casi le santifica con sus icónicas gafas XXXL y una sudadera con capucha («es como una obra de Caravaggio», compara) y, ahora, la deliciosa biografía Superestrella de las calles: Un año con Lawrence (Editorial Contra).
Más que el típico libro musical, esta biografía se lee como si fuera una novela de ficción: el propio Lawrence parece ficción, un personaje tierno y entrañable que puede convertirse en una pesadilla (que se lo digan a Paul Kelly y a sus ex novias).
«Es un libro inusual, sí», reconoce Hodgkinson, autor de varios best sellers musicales en Reino Unido. «Lawrence no es famoso, por eso la historia es mejor. Todos hemos tenido un sueño. Él se ha pasado toda la vida intentándolo y no sucedió. Pero no se ha rendido. En su vida han habido muchas tragedias y dificultades. Tiene algo de heroico». También tiene algo de heroico escribir sobre él, ya que un buen día Lawrence le puso un par de condiciones al escritor: no podía contar anécdotas ni usar la palabra just (el adverbio solo). Algo similar ocurrió con su teclista Terry Miles:le prohibió tocar las teclas negras del piano. El teclista dijo que sí, que sí, pero las siguió tocando. Como Hodgkinson, que sonríe en el sofá.
-El libro me ha encantado. Si lo hubiera escrito yo, no habría usado la palabra solo, pero tuve que soportarlo.
-¡Se enfadaba por cosas como usar el solo! Teníamos grandes peleas. Pero cuando contaba que es una persona terrible, lo molesto que es, cómo me dejó plantado o que es horrible con las novias, no le importaba en absoluto. Hasta estaba feliz.
-¡Un libro tiene que tener cosas buenas y malas! Normalmente, en los libros de música todo es bueno, el cantante es genial y fantástico… No me gustan esos libros. Los encuentro realmente aburridos. Mis favoritos son sobre músicos de jazz porque tienen una vida terrible, todo es maldición, maldición…
Ya de niño Lawrence quería ser poeta y con siete añitos andaba escribiendo versos frente a los pisos de protección oficial de las afueras de Birmingham donde vivía con su familia, bastante desestructurada. A los ocho descubrió el punk. Y a los 18 fundó Felt, una art band. «El grupo era un proyecto artístico para mí, desde el principio hasta el final. Un grupo tiene que ser como una pintura de Picasso, no unas vacaciones o una excusa para divertirse», dice muy serio. En el 82 la banda de veinteañeros de Birmingham cogió un ferry para una de sus pocas actuaciones internacionales, en Holanda. Lawrence pretendía que en su tiempo libre visitaran museos y galerías de arte, que hablaran sobre literatura o debatieran cuestiones filosóficas. Pero sus colegas se emborracharon nada más subir al barco para desesperación de Lawrence y su alma de artista maldito, a lo Baudelaire.
Sus letras hablan de depresiones, asesinatos, camellos, fontaneros, pintores, drogas, del abismo… Por resumir su época oscura, aunque le molesta que parezca un cliché de rockstar: en los 2000 estuvo enganchado a la heroína, fue desahuciado y llegó a vivir en la calle hasta que unos amigos le rescataron.
Completamente inclasificable, «Lawrence es como un personaje de una película de Buñuel o Pasolini», compara su biógrafo. «Tiene un punto medieval, como un monje. En realidad, es como una mezcla de vagabundo y estrella del pop», añade. Y Lawrence sentencia: «Un artista casi nunca es reconocido hasta su muerte. No me dejéis morir sin ser famoso. No quiero riquezas, solo tener un conductor al que pueda llamar para que me recoja, me lleve al concierto y me deje en casa».
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