La forma de correr de Marta Pérez recuerda a la niña que fue. La chiquilla que correteaba por la ribera del Duero, salvando los desniveles, las piedras y que miraba el río de reojo. Ahora se baña en él al final de cada rodaje, su particular sesión de crioterapia, igual que se baña en la olla de Tokio, en el Estadio Nacional, donde cada día los atletas soportan mucho calor y mucha humedad. La soriana, que ya había sido novena en la final olímpica de Tokio, en los 1.500m, volvió a la ciudad que acogió los Juegos de la covid y, después de tres buenas carreras, salió con otra novena posición, esta vez en un Mundial. “Me da rabia quedarme otra vez a las puertas de las plazas de finalista”, dijo la plusmarquista española después de formar la segunda marca nacional de la historia (3m 58,54) en una temporada en la que ha bajado cuatro veces de los cuatro minutos.
Faith Kipyegon también era una niña que corría feliz, sin importarle ir descalza en su pueblo, al sur del valle del Rift. Una niña, la séptima de ocho hermanos, que admiraba a Vivian Cheruiyot como miles de niñas la admiran ahora a ella porque se ha convertido en la mejor mediofondista de todos los tiempos. Los redondeó en Tokio, donde sumó cuatro Mundiales consecutivos en 1.500m, lo que no había hecho nunca una mujer y lo que solo había conseguido Hicham El Guerrouj entre los hombres.
La keniana, 31 años, una brizna de hierba en la pista, 45 kilos lanzados que nunca miran atrás porque entre ella y la meta nunca hay nadie, atornilló a sus rivales, cada vuelta más rápida que la anterior, hasta soltarlas a todas y llegar triunfal y feliz, la destructora sonriente la llaman, para lograr este cuarto título en 1.500m (3m 52,15s). Esta es su undécima medalla entre Mundiales y Juegos Olímpicos desde que ganó una de plata en 2015.
Kipyegon, 1,57 metros de puro talento, una atleta que se hizo estrella con Patrick Sang, el entrenador de Eliud Kipchoge, es ahora mismo una mediofondista inabordable para sus rivales. Cuatro años lleva invicta -sin contar las carreras previas a las finales de los campeonatos- , desde el 10 de junio de 2021, cuando sufrió su última derrota en los 1.500m. La keniana, doctora honoris causa por la universidad de Eldoret, madre de Alyn, una niña de siete años, es, además, la plusmarquista mundial de los 1.500m y la milla, la distancia en la que hace unos meses, en junio, se embarcó en una aventura loca, el ‘Breaking4’, que pretendía convertirle en la primera mujer que bajaba de los cuatro minutos en la milla. No lo logra, era un imposible, pero aprovechó la experiencia para que grandes expertos en fisiología examinaran su cuerpo como si fuera un extraterrestre recién aterrizado en nuestro planeta. La primera conclusión fue algo que ya sabía Marta Pérez, que hay menos conocimiento del rendimiento de las mujeres que de los hombres.
La keniana lleva cuatro años sin perder una carrera sobre una distancia en la que la atleta soriana logra la segunda mejor marca de la historia
La keniana lleva cuatro años sin perder una carrera sobre una distancia en la que la atleta soriana logra la segunda mejor marca de la historia


La forma de correr de Marta Pérez recuerda a la niña que fue. La chiquilla que correteaba por la ribera del Duero, salvando los desniveles, las piedras y que miraba el río de reojo. Ahora se baña en él al final de cada rodaje, su particular sesión de crioterapia, igual que se baña en la olla de Tokio, en el Estadio Nacional, donde cada día los atletas soportan mucho calor y mucha humedad. La soriana, que ya había sido novena en la final olímpica de Tokio, en los 1.500m, volvió a la ciudad que acogió los Juegos de la covid y, después de tres buenas carreras, salió con otra novena posición, esta vez en un Mundial. “Me da rabia quedarme otra vez a las puertas de las plazas de finalista”, dijo la plusmarquista española después de formar la segunda marca nacional de la historia (3m 58,54) en una temporada en la que ha bajado cuatro veces de los cuatro minutos.
Faith Kipyegon también era una niña que corría feliz, sin importarle ir descalza en su pueblo, al sur del valle del Rift. Una niña, la séptima de ocho hermanos, que admiraba a Vivian Cheruiyot como miles de niñas la admiran ahora a ella porque se ha convertido en la mejor mediofondista de todos los tiempos. Los redondeó en Tokio, donde sumó cuatro Mundiales consecutivos en 1.500m, lo que no había hecho nunca una mujer y lo que solo había conseguido Hicham El Guerrouj entre los hombres.
La keniana, 31 años, una brizna de hierba en la pista, 45 kilos lanzados que nunca miran atrás porque entre ella y la meta nunca hay nadie, atornilló a sus rivales, cada vuelta más rápida que la anterior, hasta soltarlas a todas y llegar triunfal y feliz, la destructora sonriente la llaman, para lograr este cuarto título en 1.500m (3m 52,15s). Esta es su undécima medalla entre Mundiales y Juegos Olímpicos desde que ganó una de plata en 2015.
Kipyegon, 1,57 metros de puro talento, una atleta que se hizo estrella con Patrick Sang, el entrenador de Eliud Kipchoge, es ahora mismo una mediofondista inabordable para sus rivales. Cuatro años lleva invicta -sin contar las carreras previas a las finales de los campeonatos- , desde el 10 de junio de 2021, cuando sufrió su última derrota en los 1.500m. La keniana, doctora honoris causa por la universidad de Eldoret, madre de Alyn, una niña de siete años, es, además, la plusmarquista mundial de los 1.500m y la milla, la distancia en la que hace unos meses, en junio, se embarcó en una aventura loca, el ‘Breaking4’, que pretendía convertirle en la primera mujer que bajaba de los cuatro minutos en la milla. No lo logra, era un imposible, pero aprovechó la experiencia para que grandes expertos en fisiología examinaran su cuerpo como si fuera un extraterrestre recién aterrizado en nuestro planeta. La primera conclusión fue algo que ya sabía Marta Pérez, que hay menos conocimiento del rendimiento de las mujeres que de los hombres.
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Sobre la firma

Lleva en el periodismo desde 1993. Primero en ‘Las Provincias’ y escribiendo para los periódicos del Grupo Vocento, y ahora en EL PAÍS. También colabora con Valencia Plaza y la revista ‘Corredor’. Viaja habitualmente a los campeonatos internacionales de atletismo.
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