Las sentencias de la justicia italiana a veces pueden ser una condena, al margen de su resultado, por el tiempo que tardan en llegar. En el caso del escritor Roberto Saviano (Nápoles, 45 años) han sido 17 años después de los hechos, una espera que lo ha destrozado anímicamente. El autor de Gomorra (2006), libro superventas y luego serie que sacó a la luz la cara más oculta de la Camorra, esperaba con ansia este lunes la resolución del juicio de segunda instancia del caso que ha marcado su vida: la insólita amenaza de muerte contra él y la periodista Rosaria Capacchione que el poderoso capo del clan de los Casalesi, Francesco Bidognetti, lanzó a través de su abogado, Michele Santonastaso, en un proceso en 2008.
Los jueces italianos confirman por fin la condena al capo mafioso y su abogado que en 2008 lanzaron la amenaza de muerte contra el escritor, obligado desde entonces a vivir con escolta
Las sentencias de la justicia italiana a veces pueden ser una condena, al margen de su resultado, por el tiempo que tardan en llegar. En el caso del escritor Roberto Saviano (Nápoles, 45 años) han sido 17 años después de los hechos, una espera que lo ha destrozado anímicamente. El autor de Gomorra (2006), libro superventas y luego serie que sacó a la luz la cara más oculta de la Camorra, esperaba con ansia este lunes la resolución del juicio de segunda instancia del caso que ha marcado su vida: la insólita amenaza de muerte contra él y la periodista Rosaria Capacchione que el poderoso capo del clan de los Casalesi, Francesco Bidognetti, lanzó a través de su abogado, Michele Santonastaso, en un proceso en 2008.
Desde entonces, y tenía 29 años, su vida se convirtió en un infierno, esa misma noche la policía lo sacó de su casa y ha vivido escondido con escolta permanente (y ya la tenía desde dos años antes). Sin embargo, hasta ahora la Justicia no había concluido con claridad, ya en segunda instancia, que aquel anuncio fue lo que fue, una amenaza directa con el agravante del método mafioso. “Me han robado la vida, y yo me la he dejado robar”, ha dicho Saviano con amargura a los periodistas, después de recuperarse de un ataque de llanto irrefrenable tras escuchar la sentencia.
Ahora tiene 45 años y en los últimos tiempos ha dado señales de haber llegado a su límite y se encontraba muy abatido. Por su parte, Rosaria Capacchione, veterana exreportera del diario napolitano Il Mattino, de 65 años, que también estaba en la sala, ha sido más parca en palabras: “Soy demasiado vieja para emocionarme […]. Esto no ha terminado todavía, queda la sentencia de la Casación [equivalente al Tribunal Supremo en Italia], pero desde el punto de vista histórico de la reconstrucción de los hechos es un punto final”.

Tras una primera sentencia anulada, un traslado a otro tribunal, un nuevo juicio, y cinco aplazamientos por diversas razones para llegar a la segunda sentencia, como certificados médicos de enfermedad de los acusados cuando llegaba la vista, por fin el fallo ha confirmado la condena de primer grado de 2021, de un año y medio de cárcel para Bidognetti, y un año y dos meses para su letrado. Más allá de la pena, la decisión tiene sobre todo un enorme peso simbólico, ante las críticas y maledicencias que han rodeado a Saviano estos años insinuando que se hacía la víctima o buscaba protagonismo. Por ejemplo, el líder ultraderechista de la Liga, Matteo Salvini, actual vicepresidente del Gobierno, ha dicho varias veces desde 2017 que querría quitarle la escolta. Saviano se ha distinguido en los últimos años por sus críticas al Ejecutivo de Giorgia Meloni y desde la derecha italiana siempre se le ha visto con hostilidad.
El escritor, que estaba en la sala esperando muy nervioso la sentencia, cubriéndose la cara con las manos, se ha derrumbado al escuchar el veredicto, en torno a las cuatro y media de la tarde. Han sido momentos de una gran emoción, en el silencio de la sala solo se oían los sollozos del escritor.
Saviano ha abrazado a su abogado, ha ocultado el rostro contra él y ha llorado en su hombro. No podía parar. Todo su sufrimiento, su vida en fuga, la existencia de paria viviendo a escondidas, se le vinieron encima. “Quiero cabalgar una moto, quiero pasear…”, ha dicho luego a los periodistas, sabiendo que de todos modos eso sigue siendo un deseo difícil de cumplir, porque la sentencia solo le da la razón, pero no cambia nada. La condena de la Camorra, la organización mafiosa de Nápoles y su región, Campania, sigue en pie. “La victoria queda en los autos, pero mi vida ha sido destrozada, me la han robado y yo no he sido capaz de gestionar esto. Ahora mi cuerpo deberá ser protegido, hay quien durante años ha dicho que no necesitaba escolta”, ha señalado. Por eso ha acusado a “una parte de la política que, durante años, ha sostenido que era todo falso, una mentira, una operación”. “Espero que con esta victoria comprendan cómo han sido cómplices”, ha sentenciado. “Han sostenido las estrategias criminales de quienes creen que la escolta es un privilegio, cuando es un drama”. No obstante, con la misma tristeza de fondo, ha dicho que no sabe cómo afrontará a partir de ahora su vida: “Es una victoria para otros”.
Hace muchos años que el escritor ha confesado en entrevistas que si hubiera sabido lo que le esperaba no lo habría hecho, pero hasta ahora siempre ha hecho gala de una resistencia heroica, convertido en símbolo de la lucha contra la mafia y del periodismo valiente, sacando adelante una carrera de escritor de éxito. Sin embargo, en los últimos tiempos ha transmitido síntomas de fatiga, de que su condena ya le pesaba demasiado. Hace unos días confesó en una entrevista que en una ocasión intentó suicidarse, aunque lo narró de forma tragicómica, pues el intento le causó una diarrea, y finalmente desistió.
Este juicio se ha convertido en una obsesión para él, hasta el punto de que en un artículo publicado este lunes en el Corriere della Sera ha confesado: “Esta sentencia es la más importante de mi vida”. En varias ocasiones el escritor ha criticado la lentitud de la Justicia, “cómplice involuntaria de las organizaciones mafiosas”, que de ese modo saben que “los retrasos transforman el crimen en una inversión de riesgo bajo”, ha repetido hoy en su texto. “Independientemente del veredicto, mi vida ha sido machacada”, concluía.
Entre líneas, Saviano dejaba entrever con palabras muy duras que ha llegado a culpabilizarse de lo ocurrido: “En el fondo, he sido yo quien no se ha querido sustraer de esta locura. He elegido quedarme, contar, resistir. Estoy yo en el banquillo de los acusados, tenía que irme ante este estado de cosas. No he tenido la fuerza de protegerme”. Terminaba con un consejo a los periodistas que se ocupan de mafia que evidencia la soledad que ha sentido estos años: “No lo hagáis solos. Haced red. No pongáis en juego solo vuestro cuerpo. No os hagáis ilusiones”.
Al menos la sentencia le ha dado la razón, porque cabía la posibilidad de que se diera la vuelta a la primera sentencia. Pero los jueces de la Corte d’Appello de Roma han confirmado los hechos: el 13 de marzo de 2008 en la sala del gran proceso Spartacus contra la Camorra, con 115 imputados y la plana mayor mafiosa de los Casalesi, el abogado de Bidognetti leyó un texto en el que señalaba a Saviano y Capacchione como responsables del resultado del proceso si finalmente había una condena, como así fue, y se trató de una amenaza directa a ambos periodistas. Una señal a los sicarios del clan de cuál era la estrategia a seguir. Fue, según dijo la primera sentencia, una “precisa estrategia” para acallarlos y condicionar a los propios jueces a la hora de dictar sentencia. El abogado Santonastaso recusó al tribunal y pidió el traslado del juicio alegando una presión mediática y el hecho de que las informaciones publicadas habían condicionado a la fiscalía.

“16 años de proceso no son una victoria para nadie, pero tengo la prueba de que la Camorra en una sala de un tribunal, públicamente ha dado su interpretación: que es la información la que les da miedo”, ha reflexionado Saviano. “Ahora tenemos la prueba oficial de que los capos, con sus abogados, firmaron una proclama en la que pusieron en el objetivo quien relataba su poder criminal. Y no atacaron la política, sino el periodismo, insinuando que habrían considerado responsables a los periodistas, y dijeron mi nombre y el de Rosaria Capacchione, responsables de sus condenas. No había ocurrido nunca en un tribunal, en ninguna parte del mundo”.
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